COSIFICACIÓN Y SUMISIÓN EN EL TRABAJO CONTEMPORÁNEO
Sumario
Introducción.
La
ley del valor y las transformaciones del trabajo.
Del
Taylorismo a la individuación postfordista.
La
sumisión del trabajo en el postfordismo.
La
codificación del trabajador.
La
derrota del los trabajadores.
Conclusiones.
RESUMEN
El interés de este ensayo es, por una parte, explicar las
transformaciones del trabajo a la luz de la ley del valor desarrollada por
Marx, en particular, el cómo la tasa de plusvalía se incrementa en función de
la reducción del tiempo socialmente necesario y se traduce en una mayor
explotación y expropiación del trabajo (proceso que Marx denominó plusvalía
relativa).
Por otra parte, pretende mostrar cómo este aumento de la tasa de
plusvalía se ha manifestado en un triunfo político del capital y en un
debilitamiento de la consciencia de clase de los trabajadores mediante un
proceso de cosificación e individuación de los mismos.
Palabras Clave:
Plusvalía, individuación del trabajo, consciencia de clase, cosificación
Autora:
Leticia Barrios Graziani:
Licenciado
en Ciencias Políticas y Administrativas, Universidad Central de Venezuela.
Especialista en Planificación Global, Escuela de Ciencias y Técnicas de
Gobierno (ESCITEGO). Instituto Venezolano de Planificación (IVEPLAN). Candidato
a Doctor en Ciencias Sociales, Universidad de Carabobo. E-mail: leticiabarrios@hotmail.com
REFLEXIÓN POLÍTICA
AÑO6 -Nº11 - JUNIODE2004
COSIFICACIÓN Y SUMISIÓN EN EL TRABAJO CONTEMPORÁNEO
Los cambios que ha experimentado la gestión industrial y la
empresa capitalista en los últimos veinte años han originado numerosos debates
en torno a las consecuencias que estas modificaciones han tenido en el trabajo
y, en particular, en su principal sujeto: los trabajadores.
Buena parte de este debate se centra en la discusión en torno a
la vigencia o no de la teoría del valor trabajo concebida por Marx, que viene a
constituir la base de la visión que concibe las relaciones entre el capital y
el trabajo como inevitablemente conflictivas.
Los partidarios de la vigencia de la ley marxista consideran que
ésta sigue siendo el principal instrumento teórico que permite comprender las
transformaciones y mutaciones del trabajo en los últimos años, así como el
debilitamiento del protagonismo y beligerancia del movimiento obrero.
Los opuestos a la vigencia de esta ley, entre los que se destaca
la concepción neoclásica y las posturas revisionistas del marxismo, previenen
acerca de la inutilidad de la ley marxista para comprender los nuevos fenómenos
del trabajo, otorgándole a otros factores como el capital o los precios, la
explicación de las transformaciones que experimenta el mundo del trabajo.
El interés de este ensayo es, por una parte, explicar las
transformaciones del trabajo a la luz de la ley del valor desarrollada por
Marx, en particular, el cómo la tasa de plusvalía se incrementa en función de
la reducción del tiempo socialmente necesario y se traduce en una mayor
explotación y expropiación del trabajo (proceso que Marx denominó plusvalía
relativa) y, por otra parte, define cómo este aumento de la tasa de plusvalía
se ha manifestado en un triunfo político del capital y en un debilitamiento de
la consciencia de clase de los trabajadores mediante un proceso de cosificación
e individuación de los mismos.
LA LEY DEL VALOR Y LAS TRANSFORMACIONES DEL TRABAJO
Marx vislumbraba que el beneficio de los capitalistas nacía de
la fuerza de trabajo, entendiendo a éste como una mercancía que creaba un valor
mayor que el suyo propio.
La ganancia del capitalista no era otra cosa que el resultado de
una explotación, de la apropiación de la diferencia entre el valor del trabajo
y el producto de este.
Marx designaba a esta ganancia proveniente del trabajo no pagado
con el nombre de plusvalía y concluía que de ello se desprendía un antagonismo
de clase entre los capitalistas que reciben y los trabajadores que producen la
plusvalía.
COSIFICACIÓN Y SUMISIÓN EN EL TRABAJO CONTEMPORÁNEO
El capitalismo visto por Marx no es una sociedad de trabajadores
independientes que cambian sus productos de acuerdo con el promedio social de
tiempo de trabajo incorporado en ellos; por el contrario, la sociedad salarial
es una economía productora de plusvalía.
Y ello es así, porque los trabajadores no poseen los medios de
producción y se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a los dueños del
capital.
De modo tal, que el trabajo en términos de valor se basa en el
hecho de que parte del trabajo socialmente producido no es cambiado por salario
sino que es apropiado por los compradores de la fuerza de trabajo y es ésta,
precisamente, la fuente de ganancia del capitalista.
A la teoría del valor se une otro fenómeno que aparece
indisolublemente ligado a ella: la acumulación. Marx explica este proceso del
siguiente modo:
::: “El desarrollo de la producción capitalista convierte en ley
la necesidad del incremento constante del capital invertido en una empresa
industrial, y la concurrencia impone a todo capitalista individual las leyes
inmanentes del régimen capitalista de producción como leyes coactivas impuestas
desde fuera.
Les obliga a expandir constantemente su capital para conservarlo
y no tiene más medio de expandirlo que la acumulación progresiva.” (Marx, 1975,
p. 499)
Pero esta acumulación tiene su contrapartida en un descenso de
la tasa de ganancia, que según Marx se expresa:
::: “de una parte en la tendencia al descenso progresivo de la
cuota de ganancia y, de otra parte, en el aumento constante de la masa de
plusvalía o ganancia apropiada.” (Marx, 1975, p. 224)
::: El decrecimiento de la tasa de ganancia es contrarrestada
con los aumentos de productividad, con la introducción de innovaciones, pero
sobre todo con las distintas formas de expropiación, explotación y control del
trabajo.
Claramente existen dos vías para aumentar la tasa de plusvalía:
alargando la jornada de trabajo (plusvalía absoluta) o acortando el tiempo
socialmente necesario (plusvalía relativa), tal como lo expresa Marx:
::: “La acumulación se caracteriza por:
… primero, el aumento del trabajo sobrante, es decir, en la
reducción del tiempo de trabajo necesario que es indispensable para la reproducción
de la fuerza de trabajo;
… en segundo lugar, en la disminución de la cantidad de fuerza
de trabajo (número de obreros) empleada en general para poner en movimiento un
capital dado.” (Marx, 1975, p. 245)
Es a la luz de estas dos leyes: la ley del valor y la ley de la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que se pueden explicar los
cambios constantes de la empresa capitalista.
Marx también alertó acerca de la constante inestabilidad del
capitalismo y la ocurrencia de dos fenómenos que se generaban cíclicamente: la
sobreproducción o sobreacumulación y la subsiguiente desaceleración.
Es precisamente en los ciclos de desaceleración económica en que
el capital busca aumentar la tasa de plusvalía para recuperarse y crecer
nuevamente.
Si observamos el comportamiento de la economía mundial durante
el siglo XX encontraremos que experimentó una etapa de crecimiento y
prosperidad durante la segunda postguerra hasta mediados de los setenta,
momento en que tiene lugar la crisis petrolera y que provoca una desaceleración
de la economía mundial.
Así mismo, se puede ver en las últimas cuatro décadas una menor
tasa de crecimiento económico en relación a las décadas precedentes, esto
también se puede entender como una notable reducción de la tasa de plusvalía,
lo cual se convierte en una presión para el incremento de la tasa de
explotación.
Uno de los graves problemas del capitalismo contemporáneo es el
círculo vicioso que representa el intento por recuperar la tasa de ganancia, ya
que al aumentar el desempleo, precarizar el trabajo o reducir los salarios,
termina por incrementar la pobreza, lo que a su vez impide seguir aumentando la
tasa de explotación.
Esto es mucho más evidente en el caso de las naciones
subdesarrolladas, cuanto más pobres se vuelven, menos mercado ofrecen para los
productos de los países desarrollados y menos capaces son para industrializarse
a sí mismas y aumentar la demanda, todo esto implica una reducción de la
plusvalía y un freno en el proceso de acumulación.
Sin embargo, para algunos, el análisis marxista no parece ser
suficiente para explicar los fenómenos del trabajo. Dos enfoques importantes
niegan la ley del valor en el trabajo contemporáneo.
Uno es el neoclásico, que
considera que el excedente es atribuible íntegramente al capital. Otro, es una
de las tantas corrientes revisionistas del marxismo y que encabezan Hard y
Negri (1998).
Ellos señalan que las nuevas manifestaciones del trabajo,
consagradas dentro de la categoría marxista de trabajo inmaterial y denominada
por estos autores trabajo afectivo, no se pueden explicar a la luz de la ley
del valor en virtud de que en el trabajo contemporáneo desaparece
progresivamente la relación salarial y rígida entre el capital y el trabajo.
Entre tanto, las concepciones neoclásicas que consideran el
intercambio trabajo-salario como un puro intercambio de mercado ignoran un
elemento esencial de la organización capitalista: el poder del capitalista
sobre el trabajador.
La fuerza de trabajo del individuo delimita el nivel máximo de
rendimiento que puede obtener de él el capitalista, dadas las condiciones
técnicas y organizativas corrientes.
Sin embargo, el trabajo o el trabajo real suministrado por el
individuo no se determina en absoluto en la esfera de las relaciones de
intercambio, sino que representa la actividad concreta realizada durante el
proceso de producción y depende esencialmente de la estructura social y
política de la empresa.
El rendimiento al máximo por parte de los trabajadores beneficia
al capitalista más que al trabajador.
Normalmente, la productividad real del trabajo será inferior al
máximo posible con la fuerza de trabajo disponible. Sin embargo, normalmente el
valor del producto medio del trabajo será superior al valor de la fuerza de
trabajo (el salario), lo que dará lugar al beneficio.
Así, pues, los beneficios procedentes de una cantidad dada de
capital monetario se maximizan explotando al máximo la fuerza de trabajo de
cada trabajador; es decir, obteniendo de cada trabajador tanto trabajo como sea
posible.
Los beneficios también aumentarán manteniendo bajo el valor de
la fuerza de trabajo. Ambos objetivos se persiguen mediante una selectiva
elección de los trabajadores y una apropiada estructura técnica, organizativa y
política en la empresa.
La organización social de la producción es, en gran parte, un
reflejo de la necesidad de los capitalistas de disponer de mecanismos de
incentivos y controles, que extraigan trabajo de los trabajadores al salario
más bajo posible e impidan la formación de coaliciones de trabajadores y de la
consciencia de clase de estos.
DEL TAYLORISMO A LA INDIVIDUACIÓN POSTFORDISTA
Ahora bien,
… ¿tiene o no vigencia la ley del valor en la sociedad
postindustrial?
… ¿Representa, acaso, el predominio del trabajo inmaterial una
ruptura con la concepción marxista de control, explotación y expropiación del
trabajo?
Revisando a algunos continuadores de Marx y, en especial de su
teoría del valor-trabajo, encontramos los siguientes desarrollos:
::: Braverman (1979), por ejemplo, consideraba que la tendencia
real del capitalismo era el sometimiento del trabajo a la máquina y la
descalificación masiva del trabajador.
Reconoce la explotación del trabajo, analizada por Marx, e
introduce un nuevo elemento: el control patronal.
Braverman se centra en este punto: ¿Cómo controlan los
capitalistas la fuerza de trabajo que emplean? y atribuye a la gerencia un
papel importante en este control, otro factor sería la especialización y la
división del trabajo.
La especialización permite un mayor control de los trabajadores
por parte de los gerentes; aumenta la productividad del trabajo y permite a los
capitalistas pagar menos por el trabajo.
Igualmente, otro factor que contribuiría al control de los
trabajadores lo representa la administración científica del trabajo, todo
aquello que constituyó los principios tayloristas en la fábrica.
Es, pues, mediante mecanismos tales como la especialización del
trabajo, la administración científica del trabajo, las máquinas y el papel de
la gerencia como se logra controlar a los trabajadores en la empresa
capitalista.
Hoy se podría decir que con la relevancia del trabajo inmaterial
y las transformaciones del trabajo en el que imperan las calificaciones y las
competencias, muy distintas a las realidades tayloristas estudiadas por
Braverman, la situación ha cambiado lo suficiente como para considerar a estas
teorías sin vigencia alguna.
Sin embargo, su línea de pensamiento parece verse reforzada no
sólo por la continuación teórica de sus aportes, sino por las mismas
realidades.
::: Dos autores marxistas continuadores de la herencia de
Braverman profundizarán otro aspecto de gran importancia: la sumisión de los
trabajadores contemporáneos, entiéndase postfordistas. Ellos son: Edwards (1982)
y Burawoy (1979).
… Edwards plantea que en la empresa moderna el control es
técnico y burocrático y se aplica de un modo sutil y personal.
Los trabajadores modernos pueden ser controlados por la misma
tecnología con la que trabajan, ello es inevitable en la cadena de montaje.
Pero en los talleres postfordistas se aprecia la misma situación, las
computadoras pueden registrar con exactitud cuánto trabaja un empleado.
También son controlados por las reglas burocráticas que el
trabajador acepta y que no necesitan supervisión.
“Los jefes ejercían el poder personalmente, intervenían con
frecuencia en el proceso laboral, para exhortar a los trabajadores,
intimidarlos y amenazarlos, recompensar el buen comportamiento, contratar o
despedir, favorecer a los empleados leales y, por lo general actuaban como
déspotas, benevolentes o de otro tipo.” (Edwards, 1979, p. 19)
Edwards señala también diversas formas de control. La primera,
que él denomina control simple es típica del capitalismo competitivo, pero, a
medida que se centraliza el capital y se hace más compleja la organización,
resulta necesario experimentar otras alternativas más elaboradas.
Este periodo de experimentación es históricamente paralelo al
nacimiento del capital monopólico y en él, no sólo aparece el control en su
versión taylorista, sino que también se dan intentos de integración de la
fuerza de trabajo a través de diversos incentivos de bienestar o de creación de
consejos sindicales en la empresa.
Puesto que ninguno de estos experimentos tuvo éxito, dada la
resistencia de los trabajadores, fue necesario un viraje hacia formas
estructurales de control.
En contraposición al control simple, las formas estructurales
están despersonalizadas y ya no dependen del poder del propietario porque están
inmersas en la propia estructura organizativa del centro de trabajo.
La segunda forma de control estructural es el control
burocrático, y es el cambio más importante forjado por la moderna corporación
en el proceso de trabajo.
Este proceso da como resultado una enorme estratificación
interna dentro de la empresa, no sólo en términos de familias de puestos
afines, sino que también se generan subdivisiones por escalas salariales,
bonificaciones especiales, formas de contratación, etcétera.
El control burocrático permite localizar el conflicto en uno o
en varios sectores, evitando que se generalice al resto de la organización.
En este sentido, cumple un doble papel: prevé la promoción y
movilidad dentro de la corporación, permite garantizar la seguridad en el
empleo y recompensar el buen comportamiento de los empleados.
… Otro continuador de la tradición bravermariana es Burawoy
(1979). Él se interesará en ¿por qué trabajan tanto los trabajadores en el
sistema capitalista?
Burawoy considera que la coerción y el control no pueden
responder por sí solos a esa pregunta. Debe existir entonces un consentimiento
por parte de los trabajadores.
Esto quiere decir que la empresa diseñará mecanismos más
eficaces que la coerción misma, basados en la cooperación activa y en el
consentimiento para lograr que los trabajadores se comprometan con la empresa y
colaboren en pos de su rentabilidad.
Burawoy plantea que es en el proceso de trabajo donde hoy los
trabajadores se constituyen más como individuos que como miembros de una clase,
considera que es necesario explicar no sólo por qué los trabajadores no actúan
conforme a una serie de intereses que se les atribuyen, sino por qué tratan de
favorecer a otros distintos a los de ellos.
En consecuencia, el proceso productivo debe entenderse desde el
punto de vista de la conjunción concreta de coacción y consentimiento que
induce a los trabajadores a colaborar en la búsqueda del beneficio.
Dando por supuesto la integración de los trabajadores al sistema,
Burawoy somete a una rigurosa observación las formas en que se expresa el
autocontrol, es decir, la manera en que los propios trabajadores crean las
condiciones para el consentimiento.
Tal adaptación se produce en la forma de juegos, es decir,
reglas informales y prácticas destinadas a crear un espacio y un tiempo
propios, controlar el aumento de la producción para alcanzar una prima
complementaria sobre la retribución mínima y, en definitiva, hacer la vida
laboral un poco menos dura.
Burawoy los denomina “arreglos laborales”. La meta de cada
trabajador se establece en función de una serie de circunstancias, como el tipo
de trabajo, la máquina que maneja, o su propia experiencia.
Mientras algunos se contentan con alcanzar una meta, otros se
sienten insatisfechos y se plantean metas más difíciles.
Así pues, la cultura de la organización gira en torno a las
posibilidades de estos arreglos; un juego que dota al conflicto de
características diferenciadas porque, si bien cada individuo regula la
velocidad o el avance de su máquina, al mismo tiempo depende de otros
trabajadores que actúan a su vez con cierta autonomía.
Esto da lugar a diversos conflictos, que él clasifica en
laterales y jerárquicos. Los conflictos entre los diversos grupos de
trabajadores debilitan los posibles enfrentamientos con la dirección de la
empresa.
La desviación de los conflictos jerárquicos hacia conflictos
laterales conspira obviamente contra la identificación de clase, de modo tal,
que la empresa logra la hegemonía, pero no de una manera coercitiva, sino
consensuada.
En este sentido Burawoy comparte con Edwards la idea de que el
capital no necesita métodos coercitivos para ejercer su dominio, ya que puede
lograr el control a través de primera internacionalización de un individualismo
competitivo que, en definitiva, es más eficaz para conseguir la adhesión a la
empresa.
La competencia existente se asume bajo la forma de una ideología
individualista y competitiva. La empresa encubre las relaciones capitalistas de
producción mediante la constitución de los trabajadores como individuos,
ciudadanos industriales, que son titulares de derechos y obligaciones, en lugar
de miembros de una clase.
LA SUMISIÓN DEL TRABAJO EN EL POSTFORDISMO
El predominio de las innovaciones cambiaron el escenario
taylorista y transformaron radicalmente la subjetividad obrera El origen de
ello se encuentra en la fábrica postfordista y en particular en la experiencia
toyotista.
Tal como señala Coriat (2000), el toyotismo surge de las cenizas
de uno de los sindicalismos más poderosos de entonces. Del sindicalismo de
industria, marcado por una tradición y una voluntad de enfrentamiento abierto
con los patronos y sus representantes, el sindicalismo después de derrotas
capitales, tuvo que aceptar su transformación en sindicato de empresas, al
tiempo que se vio obligado a pasar de prácticas de enfrentamiento a formas cada
vez más evidentes de concertación y hasta de cooperación con los representantes
de los intereses del capital.” (Coriat, 2000, p. 69)
Es gracias a una política de recursos humanos abiertamente
individualizante que se destruye absolutamente cualquier vestigio de
colectivización. De allí la famosa frase de la “familia Toyota”.
Esta sumisión se logra gracias a que la empresa garantizaba el
empleo de por vida y el salario por antigüedad, con ello se generaba lo que
Coriat llama “el círculo virtuoso de la empresa japonesa”, y que se traduce en
una constante productividad para la empresa.
Coriat sostiene la existencia de relaciones laborales
democráticas en la empresa japonesa, sin embargo no deja de reconocer que este
sistema es capaz de destruir cualquier resistencia por parte del trabajador:
… “El sistema de salario a la antigüedad, que tiene por objeto
retener al trabajador, también permite a la empresa invertir en su calificación
con menos reserva pues podrá recuperar con creces la inversión efectuada. Una
garantía suplementaria del beneficio del retorno de inversión que se haya
efectuado en la formación es que las modalidades propiamente incitativas en que
el asalariado está atrapado son lo bastante fuertes y disuasivas como para
desalentar cualquier veleidad de resistencia verdadera y ganar la adhesión.”
(Coriat, 2000, p. 90).
La individuación del trabajo es a todas luces una fuente de
obtención de plusvalía orientada a la reducción del tiempo socialmente
necesario.
La sumisión definitiva de los trabajadores es a la vez el
fundamento de los incrementos de productividad de las empresas, en esa
incesante lucha por evitar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
De modo tal, que a medida que se desarrolla el capitalismo, la
generación de plusvalía se profundiza y se hace evidente en estos procesos:
… a) La incorporación sostenida de nuevas tecnologías
racionalizadoras de trabajo y de normas flexibles de contratación laboral o, en
su lugar, políticas orientadas a la desestructuración de la consciencia de
clase.
… b) La extensión de la jornada de trabajo en las zonas semi
industriales y subdesarrolladas, lo cual genera una adición al plusvalor
general por la extracción de plusvalía absoluta.
Cuanto más pobres se vuelven las naciones subdesarrolladas,
menos mercado ofrecen para los productos de los países industrializados y menos
capaces son de capitalizarse a sí mismas y aumentar la demanda general. Esta
ausencia de demanda se convierte en descenso de plusvalía lo que obliga al
aumento de la explotación de esas zonas.
… c) Un aumento incesante de la productividad del trabajo y una
disminución del valor de las mercancías salarios y del correspondiente valor de
la fuerza de trabajo, mostrando un claro aumento del plusvalor relativo.
… d) La expulsión de trabajadores aumentando el ejército de
desempleados y excluidos y presionando a la baja de los salarios.
LA COSIFICACIÓN DEL TRABAJADOR
Así se desprende que a pesar de la degradación del trabajo, de
la cual son víctimas una gran mayoría de trabajadores en el mundo, como
consecuencia de los procesos de flexibilización laboral; de la pérdida de
derechos sociales; de la precariedad y ocasionalidad del trabajo y del
desempleo y el subempleo, los trabajadores sean cada vez menos beligerantes o
conflictivos.
Los trabajadores ya no aparecen como la clase portadora de una
alternativa a la sociedad global. Esto tiene múltiples explicaciones y ha sido
un fenómeno que se viene estudiando con relativo interés por parte de las
teorías marxistas.
Desde la perspectiva marxista, el debilitamiento del papel de
los trabajadores es parte de una estrategia del capital orientada a impedir la
formación de la consciencia social en la clase trabajadora y sustituir su
sentimiento o la identidad de clase por la fragmentación e individuación.
La consciencia de clase viene a ser definida como:
::: “La reacción racionalmente adecuada que se atribuye a una
determinada situación típica en el proceso de producción.
… Esa consciencia no es, pues, ni la suma ni la medida de lo que
los individuos singulares que componen la clase piensan, sienten, etcétera.
… Y, sin embargo, la actuación históricamente significativa de
la clase como totalidad está determinada en última instancia por esa
consciencia y no por el pensamiento del individuo, y solo puede reconocerse por
esa consciencia.” (Lukacs, 1975, p. 55)
La evolución de la lucha de clases en el capitalismo supone la
existencia de consciencia de clase en el proletariado.
El sistema de las fábricas, la regulación e intensificación del
trabajo, la miseria de los proletarios, la concentración de la producción, son
factores que estimulan el desarrollo de la consciencia de clase.
En el proceso de formación de esta consciencia, Marx (1968)
distinguía dos fases,
… una económica, en la que los trabajadores luchaban por la
conquista de las principales reivindicaciones económicas;
… y otra política, cuyo objetivo es el desplazamiento del
capitalismo.
Los planteamientos de Marx en torno al papel político del
proletariado lo expresa Lukacs de este modo:
::: “La superioridad del proletariado sobre la burguesía estriba
exclusivamente en que el proletariado es capaz de contemplar la sociedad desde
su mismo centro, como un todo coherente, y, por lo tanto, es también capaz de
actuar de un modo central que transforme la realidad entera.
… Esa superioridad consiste en que el proletariado es capaz de
lanzar conscientemente su propia acción como momento decisivo en la balanza del
desarrollo histórico.” (Lukacs, 1975, p. 75).
Es precisamente la existencia de consciencia de clase lo que
puede hacer del proletariado una clase vencedora sobre el capitalismo, de allí
la importancia que se le otorga.
“Una vez inaugurada la crisis económica definitiva del
capitalismo, el destino de la revolución (y, con él, el de la humanidad)
depende de la madurez ideológica del proletariado, de su consciencia de clase.
… Con eso queda determinada la peculiar función que tiene la
consciencia de clase para el proletariado, a diferencia de su función para
otras clases.
… Precisamente porque el proletariado como clase no puede
liberarse sin suprimir la clase sociedad de clases como tal.” (Lukacs, 1975, p.
76)
El hecho de que en lugar de esta consciencia de clase afloren
otros fenómenos tales como la actitud contemplativa o el compromiso con el
capital llama profundamente la atención; es a este proceso que Lukacs denomina
cosificación.
“Esa carencia de voluntad se agudiza aún más por el hecho de que
con la racionalización y la mecanización crecientes del proceso de trabajo, la
actividad del trabajador va perdiendo, cada vez más intensamente, su carácter
mismo de actividad, para convertirse paulatinamente en una actividad
contemplativa.” (Lukacs, 1975, p. 130)
Es evidente que Lukacs se refiere a la organización científica
del trabajo y a los propósitos del taylorismo dentro de la clase obrera.
Las transformaciones postayloristas o neotayloristas siguen la
misma lógica de este proceso de racionalización del trabajo, aunque con manifestaciones
más profundas y perversas que llegan no sólo a la cosificación sino a la
individuación, o lo que equivale decir, la anulación de los trabajadores como
clase social, a la desestructuración de su conflicto con el capital buscando
además, el compromiso irrestricto con el capital por parte de los trabajadores.
De la racionalización del trabajo del taylorismo la empresa
capitalista pasará a nuevas formas de organización del trabajo y de la
producción. Por ejemplo, el management participativo del toyotismo se apoya
sobre una transformación de la consciencia de los trabajadores en pequeños
gerentes, con el management participativo el trabajador se convierte en cierta
manera en un pequeño gerente, ya que será responsable de la buena marcha de la
producción de la cuadrilla y además luchará para que se cumplan los objetivos
fijados por el grupo.
De este modo, se olvida que es un obrero y se hace solidario con
el patrón. Un obrero de la Toyota, por ejemplo, ya no pertenece a la clase
obrera, sino a la “gran familia Toyota”.
Otra modalidad para impedir la formación de la consciencia de
clase y para individualizar a los trabajadores son las nuevas formas de
contratación, el recurso de la subcontratación permite a los patronos
segmentizar al máximo a los trabajadores, logrando dividirlos.
Los asalariados ya no trabajan juntos en la misma fábrica, o sí
están en la misma fábrica no pertenecen a la misma empresa. Esto hace posible
un amplio proceso de individuación del trabajador.
La segmentación también rompe la solidaridad de clase de los
trabajadores. Estos son individualizados, así como sus condiciones de trabajo,
la clasificación y el puesto de trabajo. De esta manera, los capitalistas
encuentran menos oposición a los nuevos métodos de trabajo y a cualquier otra
medida anti-obrera que deseen introducir.
Sí hay un opositor este tendrá menos posibilidades de encontrar
apoyo en los trabajadores individualizados. Por lo tanto, será fácil
eliminarlo.
Esta tendencia también se observa en los modelos de gestión de
recursos humanos, en particular el de competencias y el de capital humano.
La teoría del capital humano es un paso más en la eliminación de
la clase como concepto económico central. Esta teoría postula la importancia
que tiene la inversión en el desarrollo personal; apoyándose además en los
centros de estudios académicos con la introducción de cátedras orientadas al
estímulo del individualismo y el desarrollo personal en el medio de trabajo; así
como la internalización y el estudio de obras literarias que son portadoras de
estos “valores”.
La producción de “trabajadores mejores” no se puede comprender
simplemente haciendo referencia a la forma en que las calificaciones del
trabajador están relacionadas con su productividad.
Una mano de obra muy calificada segmenta a los trabajadores,
impide la concienciación de la clase trabajadora y legitima la desigualdad
económica al proporcionar un mecanismo abierto, objetivo y meritocrático para
asignar individuos a posiciones ocupacionales desiguales.
El capitalista se vale de todos los medios para aumentar el
producto de la fuerza de trabajo y la reducción del tiempo socialmente
necesario para obtener plusvalía. Es esta la vía predilecta adoptada por la
empresa contemporánea.
Pero, aparte del aumento del excedente, los capitalistas logran
que los trabajadores también les entreguen su interés por el proceso de
trabajo, compromiso con la empresa y se involucren emocionalmente con su
trabajo, anulando así, todo vestigio de consciencia de clase.
De esta manera, el valor de un trabajador para el capitalista
depende, además de sus capacidades productivas, de sus características
personales.
LA DERROTA DE LOS TRABAJADORES
La individuación aunada al proceso de cosificación que implica
una actitud meramente contemplativa ha significado una fuerte derrota política
al movimiento obrero y ha significado al mismo tiempo un amplio espectro para
que la explotación del trabajo se profundice, haciendo que la consolidación de
una consciencia de clase en la empresa capitalista contemporánea sea una tarea
difícil.
Castel (1999) explica este proceso en la etapa actual del
capitalismo, señalando los procesos que simultáneamente actúan para impedir la
formación de la consciencia de clase:
::: “La clase obrera ha sufrido un retroceso social y político
decisivo que ha desactivado la potencialidad subjetiva que parecía encarnar.
… ¿Por qué ha ocurrido esto? Mi hipótesis es que se ha visto
minada, flaqueada, desbordada por una transformación sociológica profunda de la
estructura de la condición salarial.
… De este modo, se ha visto desposeída, me atrevería a decir que
superada, por la generalización y la diversificación de la condición salarial y
por la promoción de categorías salariales que la han relegado a una posición
subordinada, a una posición que ya no es central, en la configuración de
asalariados” (Castel, 1999, p. 22).
Castel se refiere a las transformaciones ocurridas en la
transición del fordismo al postfordismo. Este tránsito implicó la
desestabilización de la sociedad salarial, para muchos, el fin o muerte de ésta
y la aparición de nuevas formas de trabajo.
La sociedad salarial sufre transformaciones pero no desaparece,
se complejiza, se fragmenta y se hace más heterogénea. En muchos casos
encontramos el predominio del trabajo inmaterial, pero ello no implica la
muerte o el fin del trabajo material, ni el abandono por parte del capitalista
de su inquebrantable interés por la ganancia y el control del trabajador.
El aumento de las horas trabajadas, la super-explotación, la
precarización y otros fenómenos aquí señalados se explican por la crisis de
acumulación capitalista y el intento de la burguesía por recuperar la tasa de
ganancia, lo que ha implicado un cambio en la forma de explotación capitalista
del trabajo, con un incremento descomunal del trabajo parcial, del trabajo
temporal y del trabajo autónomo, así como del consiguiente deterioro salarial
que estas nuevas formas de empleo han permitido.
Esto último ha obligado a muchos trabajadores, a fin de conservar
su nivel de vida actual, a la aceptación de largas jornadas laborales o la
pérdida de derechos laborales.
Los procesos subjetivos que acompañan las transformaciones
postfordistas se podrían resumir del siguiente modo:
… 1. Pérdida del protagonismo social y político de los
trabajadores
… 2. Profundización de la subordinación y disociación de los
trabajadores
… 3. Destrucción de los colectivos y de las categorías obreras
… 4. Ruptura de las solidaridades obreras
… 5. Des-colectivización e individuación del trabajo
La complejización de la sociedad salarial ha ido desplazando al
típico asalariado industrial, nuevas categorías aparecen y desdibujan la
polarización capital trabajo, y dejan abierta la posibilidad de sostener una
asociación y una solidaridad creciente entre el capital y el trabajo.
El creciente paro y la precariedad arrojan constantemente a
numerosos contingentes a la categoría de exclusión.
Esta permanencia del desempleo de larga duración implica un
proceso creciente de descolectivización de las condiciones de trabajo.
Por otra parte, en las relaciones laborales se somete a los
trabajadores a una intensa competencia y conflictividad entre ellos, lo que
conduce inevitablemente a una individuación o como dice Castel (1999), a los trabajadores
se les condena de algún modo a ser individuos y a sentirse cada vez menos
pertenecientes a una clase social.
En la explicación de la derrota de los trabajadores no se puede
soslayar el papel del sindicalismo socialdemócrata y el abandono de la postura
revolucionaria frente al capital.
Hace más de un siglo de esta confrontación entre revolucionarios
y reformistas en el movimiento obrero, y hoy parece marcar la victoria del
reformismo. Las implicaciones de esta tendencia en el movimiento obrero han
sido sombrías, y ello fue advertido por muchos marxistas, en particular por
V.I. Lenin.
Para principios del siglo XX, Lenin (1976) describía claramente
el papel del reformismo o “revisionismo” en el movimiento obrero:
::: “Adaptarse a los acontecimientos del día, a los virajes de
las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los
rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, de toda la evolución del
capitalismo y sacrificar estos intereses cardinales por ventajas reales o
supuestas del momento, esa es la política revisionista”. (Lenin, 1976, p. 305).
Estos comportamientos revisionistas señalados por Lenin y que
gravitan en la adaptación al capitalismo y el abandono o la renuncia a la
defensa de los intereses de los trabajadores fueron promovidos y consolidados
por los movimientos sindicales reformistas en todo el mundo.
CONCLUSIONES
La presente fase del capitalismo confirma la dominación del
capital sobre el trabajo y ratifica la teoría marxista del valor.
A pesar de las transformaciones y mutaciones experimentadas en
el mundo laboral sigue siendo la extracción de plusvalía y la expropiación del
trabajo el principal mecanismo generador de la ganancia.
Observamos una evolución de las formas de control ejercidas por
el capital sobre el trabajador. Estas modalidades de control se corresponden
con las innovaciones tanto organizacionales como tecnológicas que experimenta
la empresa capitalista y tiene una expresión tanto coercitiva como persuasiva.
Las transformaciones del trabajo comprendidas en la llamada “era
postmoderna” han significado la continuación y el incremento de la
expropiación, el control y la explotación del trabajo, notándose un aumento de
la plusvalía relativa (reducción del tiempo socialmente necesario y del tiempo
muerto)
La dominación del capital no solo se ha consolidado por las vías
antes mencionadas sino que se acompaña de una fuerte desestructuración de la
subjetividad de los trabajadores, teniendo su máxima expresión en la
aniquilación de la consciencia de clase y en un amplio proceso de individuación
y cosificación de los trabajadores.
Referencias
:::
Burawoy, M. (1979). El consentimiento en la producción. Cambios en el proceso
laboral bajo el capitalismo monopólico. México: Editorial
:::
Era. Braverman, H. (1979). Trabajo y Capital monopolista. México: Nuestro
tiempo.
:::
Castel, R. (1999). “¿Por qué la clase obrera ha perdido la partida?”. En
archipiélago. cuadernos de crítica de la cultura. 48, p. 22-26. Barcelona
:::
Coriat, B. (2000). Pensar al revés. Trabajo y organización en la empresa
japonesa. México: Siglo XXI.
:::
Edwards, Richard. (1982). Las transformaciones de la fábrica en el siglo XX.
Madrid: Alianza editorial
:::
Lukacs, G. (1975). Historia y Consciencia de clase. Barcelona: editorial
Grijalbo.
:::
Lenin, V. (1976). “Marxismo y Revisionismo”. Obras escogidas. Moscú: Editorial
Progreso.
:::
Marx, K. (1975). El capital. México: Fondo de cultura económica.
:::
Marx, K. (1968). Miseria de la filosofía. México: Aguilar. ::: Negri, a y m.
hardt. (1998). Trabajo afectivo. Barcelona: El viejo topo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario