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domingo, 25 de septiembre de 2022

NEOLIBERALISMO ULTRADERECHA *** LA CAUSA DE LAS ULTRADERECHAS Por Jorge Alemán 25 de septiembre de 2022

 




NEOLIBERALISMO   ULTRADERECHA

LA CAUSA DE LAS ULTRADERECHAS

Por Jorge Alemán

25 de septiembre de 2022 - 12:31

 

Se habla, y está muy presente en los análisis actuales, de factores multicausales en el origen de las ultraderechas.

 

En este caso, solo señalaré dos que me parecen tener un rol relevante.

 

En primer lugar, una transformación estructural del Capitalismo en sus condiciones materiales.

*** El capitalismo en su forma neoliberal, ya no puede, por su propio funcionamiento, disponer de su superestructura clásica.

*** En su modo inédito de apropiación del Estado y de la Democracia, ha erosionado todo el tejido institucional del denominado capitalismo industrial o fordista.

*** El nuevo paradigma de crecimiento concentrado y extensión cada vez más amplia de la desigualdad exige que las derechas hayan emprendido desde hace años una batalla integral en el campo político, cultural y simbólico hasta poder obtener en distintos segmentos de la población una "vida de derechas" incluyendo una "izquierda de la derecha".

 

En cierta forma, se podría definir a la nueva ultra-derecha como la decisión internacional de dar esa nueva batalla en todos los frentes y adaptando a la misma, a las particularidades constantes de cada país.

 

Al ser una nueva batalla, los actores involucrados que proceden de un mundo anterior deben redefinir sus identidades clásicas: viejos políticos se incluyen en el espectro ultraderechista.

 

Esta batalla comprende básicamente combatir a la conjunción del populismo y el feminismo en su propósito de generar una experiencia contra-hegemónica al neoliberalismo.

 

El populismo y el feminismo son los dos vectores históricos emergentes de las luchas populares en su intento de recuperar la democracia de la apropiación neoliberal, que siempre intentará destruir la experiencia colectiva en la toma de decisiones.

 

En segundo lugar la denominada producción de subjetividades que tiene una especificidad a destacar; el programa de destrucción de los vínculos sociales y sus archivos de memoria histórica provoca que existan miles de vidas incapaces de reconocer un legado histórico.

 

Viviendo en un presente deshilachado oscilan entre una culpabilidad autodestructiva, por no haber encontrado el lugar que permita sostener sus vidas, y un odio sin sublimación posible, hacia aquello que el lawfare, el aparato mediático y corporativo concentrado, identifica como el lugar del "robo del goce" que les falta.

 

El ideal cumplido del discurso capitalista es precisamente éste: el robo realizado por las estructuras de explotación y opresión es orientado hacia los proyectos políticos transformadores.

 

Si el populismo lucha contra la explotación, y los feminismos contra la opresión, el neoliberalismo es el intento más logrado que intenta desterrar estas praxis, para que todo se vuelva una práctica repetitiva en la reproducción del sistema.

 

Por esta razón es siempre urgente que las praxis que se definen por frenar y transformar el mundo, que las ultraderechas pretenden someter, se deben imponer a si mismas un nuevo ejercicio de pensamiento capaz no solo de interrogar al aparato de dominación sino al sujeto que en cada uno existe, y está intentando realizar la experiencia colectiva de este presente.

 


sábado, 24 de septiembre de 2022

ATILIO BORON *** NEO-COLONIZACIÓN ARGENTINA

 



La “neocolonización” de la Argentina

Por Atilio A. Boron [publicó diario Página 12]

 

24 de septiembre de 2022 - 00:49

 

En los últimos tiempos la Argentina ha acelerado su deslizamiento hacia una condición neocolonial. Si hubiera que marcar un hito de este proceso diríamos que esta tendencia irrumpe con fuerza durante la dictadura cívico-militar con el estallido de la crisis de la deuda externa, en agosto de 1982. Ésta corrió como un reguero de pólvora por toda Latinoamérica y el Caribe y acentuó la vulnerabilidad externa de nuestros países. Porque, tal como lo observara con sagacidad John Quincy Adams, sexto presidente de Estados Unidos, “hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación: una es la espada; la otra es la deuda”. 

La recuperación de la democracia atestiguó una tentativa inicial del gobierno de Raúl Alfonsín de enfrentar colectivamente el tema de la deuda externa mediante la creación de un “Club de Deudores” (el Grupo de Cartagena) para negociar, con cierta paridad de fuerzas, con el “Club de Acreedores”. La Administración Reagan fulminó esta iniciativa y a poco andar su radical cuestionamiento ocasionó la salida del ministro de Economía, Bernardo Grinspun, y con ello el fin de los ensayos de gestión macroeconómica heterodoxa. El previsible derrumbe del gobierno alfonsinista abrió el camino para la re-encarnación neoliberal del peronismo. En efecto, el menemismo fue el segundo acto de un proyecto cuyo primer capítulo había sido protagonizado por la dictadura genocida. Junto con las profundas reformas neoliberales del gobierno de Carlos Menem, gran parte de las cuales sobreviven todavía al día de hoy, se acentuó la dependencia de la Argentina en relación con Estados Unidos, reduciéndose los márgenes de autonomía nacional en materia económica y en la política exterior. Con el kirchnerismo esta tendencia hacia la “neocolonización” de la Argentina detuvo su marcha pero sin ser completamente revertida, pese a indudables avances como acabar con la dictadura del FMI o la estatización de las AFJP y la adopción de una política exterior independiente.

En la actualidad hay múltiples indicadores de la acrecentada gravedad de este proceso de creciente heteronomía y sometimiento neocolonial. El escándalo de los puertos privados sobre el río Paraná, la absoluta falta de control sobre nuestras exportaciones agrarias (pero también mineras) y la debilidad del Estado para controlar la dinámica arrasadora de los mercados (caso de la inflación, por ejemplo) son otros tantos indicios, a los cuales se podrían sumar muchos más, de esta progresiva pérdida de soberanía. Pero en los últimos días se han agregado algunos elementos más: la llamativa magnanimidad de autoridades gubernamentales y corporaciones estadounidenses durante la gira del ministro de Economía, Sergio Massa, ¿no exigirá una contrapartida de nuestra parte? ¿O es que sin que nos hayamos percatado el imperio se convirtió en una entidad filantrópica? No creo. Sería un parteaguas geopolítico, pero hasta ahora no se lo advierte. 

Si observamos con detenimiento algunas noticias recientes, daremos con rotundos indicios de la mencionada “neocolonización”. Por ejemplo, la Argentina está consintiendo la sigilosa instalación de una base militar de Estados Unidos a pocos kilómetros de Vaca Muerta, sin que el tema haya sido discutido en el Congreso Nacional o en la Legislatura neuquina, y sin haber sido informado a la opinión pública. Segundo: la abierta intromisión del embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, recomendando una estrategia de “coalition building”, en donde convergen todas las fuerzas políticas con la excepción del treinta por ciento que, casualmente, es el caudal electoral del kirchnerismo. Injerencia que, infelizmente, no recibió de nuestra Cancillería la réplica que las normas diplomáticas de la Convención de Viena exigían. Tercero, las reiteradas declaraciones de la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, acerca de la necesidad de preservar este verdadero emporio de recursos naturales que es Latinoamérica para uso exclusivo de quienes habitamos esta parte del mundo y no para, según sus palabras, “nuestros adversarios y competidores que también saben de nuestras riquezas y vienen a nuestro vecindario para apoderarse de esos recursos“. O sea, monroísmo recargado y de ahí la necesidad de instalar una base en Neuquén. Cuarto, y más reciente, la insolente intervención pública de la Amcham (la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina) que con fecha del 22 de septiembre dio a conocer un documento en el cual textualmente dice: "En función del posible tratamiento durante el día de hoy en el Honorable Senado de la Nación sobre el proyecto de ley que pretende sustituir el artículo 21 del Decreto Ley 1285/58, proponiendo la ampliación sustancial de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (Amcham Argentina) manifiesta su preocupación ante la sola posibilidad que esto se concrete". O sea, las empresas estadounidenses ¡se sienten cómodas con la Corte Suprema y el Poder Judicial que tenemos! Para ellas, el cáncer del lawfare no existe, es sólo el delirio de algunos espíritus alucinados en el campo popular. Urge revertir estas tendencias y reconstruir la soberanía nacional porque sin ella la democracia termina convirtiéndose en una farsa. 

 


jueves, 22 de septiembre de 2022

TRABAJO *** EL TRABAJO ES UN PRINCIPIO SOCIAL COERCITIVO *** Grupo Krisis - Manifiesto contra el trabajo - ROBERT KURS DICTADURA DE LA ABSTRACCIÓN TRABAJO ***

 



 
Grupo Krisis -  Manifiesto contra el trabajo - ROBERT KURS
 
EL TRABAJO ES UN PRINCIPIO SOCIAL COERCITIVO
 
El trabajo es un principio social coercitivo De ahí que el obrero se sienta en su casa fuera del trabajo y en el trabajo fuera de sí. Está en casa cuando no trabaja, y cuando trabaja no está en casa.
 
Su trabajo, por lo tanto, no es voluntario, sino obligado, trabajo forzado. No es, por lo tanto, la satisfacción de una necesidad, sino solo un medio para satisfacer necesidades fuera de este.
 
El hecho de que, tan pronto deja de existir alguna coacción física o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como de la peste pone de relieve su carácter ajeno. Karl Marx Manuscritos económico-filosóficos (1844)
 
El trabajo no significa de ninguna manera que las personas transformen la naturaleza o se relacionen entre sí por su actividad.
 
Mientras haya gente, se construirán casas, se producirán alimentos, vestidos y otras muchas cosas, se criará a los niños, se escribirán libros, se discutirá, se cultivarán huertos, se compondrá música y muchas más cosas por el estilo.
 
Esto es algo banal y obvio. Lo que no es obvio es que la actividad humana por excelencia, el puro «empleo de la fuerza de trabajo», sin importar su contenido, de forma totalmente independiente de las necesidades y de la voluntad de los implicados, sea elevado a un principio abstracto que domina las relaciones sociales.
 
En las antiguas sociedades agrarias existían todo tipo de formas de dominio y de relaciones de dependencia personal, pero ninguna dictadura de la abstracción trabajo.
 
Las actividades de transformación de la naturaleza y de las relaciones sociales no tenían, desde luego, un carácter auto-determinado, pero tampoco estaban subordinadas a la «venta de fuerza de trabajo», sino que más bien estaban imbricadas en complejos sistemas de reglas de prescripciones religiosas, de tradiciones sociales y culturales de obligaciones recíprocas.
 
Cada actividad tenía su momento y su lugar especial; no había una forma de actividad general-abstracta.
 
Fue el sistema productor de mercancías, en su finalidad absoluta de la transformación incesante de energía humana en dinero, el que hizo surgir, por primera vez, una esfera «separada» del resto de relaciones, que hacía abstracción de cualquier contenido: el llamado trabajo, una esfera de la actividad no dependiente y ajena al resto del contexto social, incondicional, sin relación con nada, robotizada y obediente —más allá de las necesidades— a una racionalidad «empresarial» abstracta.
 
En esa esfera separada de la vida, el tiempo deja de ser tiempo vivo y vivido. Se convierte en una mera materia prima que debe aprovecharse óptimamente: «El tiempo es dinero». Cada segundo cuenta, cada ida al lavabo es motivo de enfado; cada cruce de palabras con los compañeros, un crimen contra la finalidad de la producción independizada.
 
Allá donde se trabaje, solo puede hacerse uso de energía abstracta. La vida tiene lugar en otro sitio, o en ninguno, por que el ritmo del trabajo se adueña de todo.
 
Los niños son adiestrados para el tiempo, para que después sean «laboralmente aptos».
 
Las vacaciones solo sirven para reproducir la «fuerza de trabajo». E incluso cuando comemos, salimos por las noches o amamos suena el reloj de fondo.
 
En la esfera del trabajo no cuenta lo que se hace, sino que el hacer se produzca como tal, puesto que el trabajo es un fin absoluto en la medida en que es portador de la explotación del capital-dinero: la multiplicación infinita del dinero por amor de sí mismo.
 
El trabajo es la forma de actividad de este fin absoluto absurdo. Solo por eso, no por causas objetivas, todos los productos se producen como mercancías. Porque solo así representan la abstracción dinero, cuyo contenido es la abstracción trabajo.
 
En esto consiste el mecanismo de la calandria social independizada, en la que está presa la humanidad. Y, por eso mismo, el contenido de la producción es tan indiferente como el uso de las cosas producidas y como sus consecuencias sociales y naturales.
 
Que se construyan casas o se fabriquen minas anti-persona, que se impriman libros o se cosechen tomates transgénicos (no tiene trascendencia si por eso la gente se pone enferma o únicamente se estropea un poco el sabor) no importa mientras la mercancía se convierta en dinero y el dinero en nuevo trabajo.
 
Que la mercancía exija un uso concreto y que este sea destructivo, le es completamente indiferente a la racionalidad empresarial, ya que para esta un producto es solo el resultado de trabajo pasado, de «trabajo muerto».
 
La acumulación de «trabajo muerto» como capital, representado con la forma dinero, es el único sentido que conoce el sistema moderno productor de mercancías.
 
¿«Trabajo muerto»? ¡Una locura metafísica! Sí, pero una metafísica convertida en realidad al alcance de la mano, una locura cosificada que tiene cogida por el cuello a esta sociedad.
 
Las personas no se relacionan como seres sociales conscientes en el eterno comprar y vender, sino que ejecutan como autómatas sociales el fin absoluto que les ha venido impuesto.-


miércoles, 21 de septiembre de 2022

NICOLAS MAQUIAVELO *** MAQUIAVELO Y EL PODER *** por: NICOLAS PIERINI

 



MAQUIAVELO Y EL PODER
Published on diciembre 13, 2020
 
Pensar en Maquiavelo es pensar en Ciencia Política, en el “padre de la Ciencia Política”.
 
Es muy interesante pensar en el porqué de tal caracterización, aunque quizá eso implique un análisis mucho más minucioso, concreto, específico y certero que el que podamos realizar en tan sólo algunas líneas que significan la realización de la presente instancia evaluatoria.
 
Creo que es un punto interesante para pensar en tal situación del imaginario colectivo, aunque, insisto, sería inadecuado destinar tales recursos cuando, como punto fundamental del presente texto, se encuentra la concepción del poder, su conservación y el punto central de articulación del castillo de pensamiento del florentino.
 
En tal sentido, la mera teorización respecto a los elementos del poder, de la conservación virtuosa per sé de tales elementos, retumba como idea primigenia y nos conduce, en última instancia, al punto central de todo su ideario.
 
Lo importante no es el deber ser, lo importante es el ser; lo fundamental, solamente, es el cómo acontece determinado suceso de carácter político y cuál es la mejor manera de desarrollarlo y de sacar provecho.
 
Ya no hay caracterizaciones sobre lo que queremos, sino sobre cómo hacemos para el manejo del poder: “la ‘pragmática’ teoría maquiaveliana no hace más que expresar su atención a la maleabilidad de la ‘naturaleza’ humana” (Borón, 1999, p. 186).
 
En concreto, la importancia fundamental del pensamiento de Maquiavelo es respecto a la idea de pensar en el mantenimiento del poder, ergo, en el cuidado y la conservación del poder político, de las propias estructuras que permitan mantener el orden y el control del Estado, del principado, en fin, de lo mejor para ese espacio geográfico administrado políticamente.
 
En efecto, asevera Sabine (1994), “la finalidad de la política es conservar y aumentar el poder político, y el patrón para juzgarla es su éxito en la consecución de ese propósito” (p. 271) e, insiste, “que una política sea cruel o desleal o injusta es para Maquiavelo cosa indiferente, aunque se da perfecta cuenta de que tales cualidades pueden influir en su éxito” (Ibid).
 
No es mera erudición; es entendimiento del punto central de toda su articulación ideológica. Allí reside, en última instancia, el punto de partida para el análisis general de cada Estado en particular. Ahora bien, todavía no hemos centrado nuestro análisis, en la conservación particular del poder y, más aún, en la propia materialización de ese propio ideario conservacional del poder y, fundamentalmente, de la manera en que se consigue tal fin. De tal manera, hacia allí vamos.
 
Las consideraciones y recomendaciones que Maquiavelo dirige al príncipe son las siguientes: saber afianzar el principado, hacerse temer y amar por el pueblo, vencer con la fuerza o el engaño, eliminar la milicia desleal y aniquilar a quien se le pueda oponer.
 
Maquiavelo aclara: 
Debéis, pues, saber que hay dos formas de combatir: una con las leyes, otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias. Pero como muchas veces no basta la primera, conviene recurrir a la segunda. Por tanto, a un príncipe le es necesario saber utilizar correctamente a la bestia y al hombre. (Maquiavelo, 2018, p. 63)
 
Él aclara lo siguiente: que, si bien las acciones del gobernante no carecen de toda restricción, es decir, que, dependiendo de la situación, el soberano puede acceder a métodos más o menos diplomáticos. El peso de la argumentación descansa sobre aquello que Maquiavelo denomina el “buen uso de la crueldad” (Ibídem, p. 34), en tanto esta se constituye, emerge, se desarrolla como un elemento de máxima utilidad para los súbditos, para su control y, en última instancia, para conservar el poder.
 
El florentino hace hincapié en lo siguiente: el uso de la crueldad debe ser utilizada en un gobierno, resultante de la conquista de otro por la fuerza, en un tiempo muy temprano, porque este nuevo territorio dominado traerá consigo inevitablemente sublevaciones y levantamientos al nuevo gobierno; una forma de resistencia a las imposiciones manifiestas.
 
Explica que el príncipe debe ser amado y temido a la vez, ya que si te temen van a ser hombres volubles, sumisos y cobardes ante tu presencia; pero si les haces el bien ellos te darán sus bienes, su vida, hasta les confiarán sus hijos; hasta que sienten la necesidad y se le rebelan, dejando al príncipe en la ruina por no tomar la precaución debida. Más que ser temido, debe ser respetado; o como afirma Várnagy (2000), “entendemos asimismo que es mejor para el Príncipe ser estimado que temido” (p. 141).
 
No obstante, como sabemos, la implicancia del mantenimiento del orden social requiere, inevitablemente, de la precaución ante las invasiones extranjeras y, el método para lograr ello, reside en comprender la importancia de las milicias, de los ejércitos nacionales (si se me permite, un antecedente al monopolio legítimo de la coacción física weberiano).
 
Maquiavelo recurre a las formas en que un Estado puede atacar a otros territorios o defenderse. Los dos fundamentos más esenciales para cualquier Estado, ya sean antiguos o nuevos, son leyes sólidas y fuerzas militares fuertes. Un príncipe autosuficiente es aquel que puede enfrentarse a cualquier enemigo en el campo de batalla.
 
Debería estar armado con sus propios brazos. Sin embargo, un príncipe que se basa únicamente en fortificaciones o en la ayuda de otros y se pone a la defensiva no es autosuficiente. Si no puede formar un ejército formidable, pero debe confiar en la defensa, debe fortificar su ciudad. 
 
Es improbable que una ciudad bien fortificada sea atacada, y si lo está, la mayoría de los ejércitos no pueden soportar un asedio prolongado.
 
Durante un asedio, un príncipe virtuoso mantendrá alta la moral de sus súbditos mientras elimina a todos disidentes. Por lo tanto, siempre que la ciudad esté adecuadamente defendida y tenga suficientes suministros, un príncipe sabio puede resistir cualquier asedio.
 
Maquiavelo se opone firmemente al uso de mercenarios, y en esto fue innovador, y también tuvo experiencia personal en Florencia. Él cree que son inútiles para un gobernante porque son indisciplinados, cobardes y sin ninguna lealtad, y están motivados solo por el dinero. Maquiavelo atribuye la debilidad de las ciudades-Estado italianas a su dependencia de los ejércitos mercenarios.
 
Maquiavelo también advierte contra el uso de fuerzas auxiliares, tropas prestadas de un aliado, porque si ganan, el empleador está a su favor y si pierde, se arruina. 
 
Las fuerzas auxiliares son más peligrosas que las fuerzas mercenarias porque están unidas y controladas por líderes capaces que pueden volverse en contra del empleador.
 
La principal preocupación para un príncipe debe ser la guerra, o su preparación, no los libros. A través de la guerra, un príncipe hereditario mantiene su poder o un ciudadano privado asciende al poder.
 
Maquiavelo aconseja que un príncipe debe cazar frecuentemente para mantener su cuerpo en forma y aprender el paisaje que rodea su reino. A través de esto, él puede aprender mejor cómo proteger su territorio y avanzar sobre otros.
 
Para su fortaleza intelectual, se le aconseja que estudie a grandes militares para que pueda imitar sus éxitos y evitar sus errores. Un príncipe que es diligente en tiempos de paz estará listo en tiempos de adversidad.
 
Maquiavelo escribe: “así, cuando la fortuna se vuelva contra él, estará preparado para resistirlo” (Ibidem, p. 55).
 
Maquiavelo dice que el príncipe debe optar por una milicia que esté conformada a base del reclutamiento ciudadano, entrenada por él. Por eso dice que debe leer y estudiar a grandes militares para usar en su milicia lo que ellos hicieron bien en el arte de la guerra y evitar que realicen los que estos hicieron mal; para la seguridad del Rey debe tener un ejército propio.
 
En tal sentido, y a modo de cierre, como asevera Várnagy (2000):
Comprendemos que si el Príncipe nuevo quiere mantener el control férreo de su principado tendrá que desarticular toda posibilidad de insurrección
[…] Comprendemos que si el Príncipe quiere conservar su dominación -es esta la gramática elemental de la política maquiaveliana-. debe procurar no alienarse el favor del pueblo y mantener simultáneamente a raya a los grandes
[…] Comprendemos, por último, que si el Príncipe nuevo no quiere ser esclavo de la Fortuna deberá procurar contar con fuerzas propias y asegurarse de su lealtad -y, como hemos visto, las armas mas leales son las de la milicia popular, que al luchar por la ciudad lucha por su propia causal (p. 141).
 
En líneas generales, aunque Maquiavelo no sea artífice de un pensamiento sistémico y articulado, no debemos comprender a los elementos como partes aisladas, sino como componentes indivisibles de un todo; como elementos necesarios para el mantenimiento del poder, para el resguardo del principado y para el éxito del Príncipe.
 
No importan los medios, porque importa parecer; no importa la manera, porque importa llegar a destino; algunos dirán que no importan los medios, porque importa el fin; importa ganar el partido, y esa victoria, es la conservación del poder.  Los componentes son, entonces, instrumentos, cuasi obligatorios, pero con el mero fin de llegar a destino.
 
Quizá queda, como última reflexión, que la mejor manera es con la República, pero, al fin y al cabo, importa en cada principado particular, más allá de si es una República o no; y que, en última instancia, el poder es una herramienta no eterna, y que, para mantenerla, hace falta un buen ejercicio de la virtú.
 
REFERENCIAS
Grüner, E. (1999). La astucia del león y la fuerza del zorro: Maquiavelo, entre la verdad de la política y la política de la verdad.  En A. Boron, La filosofía política clásica: De la antigüedad al renacimiento (pp. 178-188). Buenos Aires: CLACSO-EUDEBA
Hilb, C. (2000). Maquiavelo, la república y la ‘virtú’. En T. Várnagy, Fortuna y Virtud en la República Democrática: Ensayos sobre Maquiavelo (pp. 127-147). Buenos Aires: CLACSO.
Maquiavelo, N. (2018). El Príncipe. Editor: Titivillus (Trabajo original publicado en 1513)
Sabine, G. (1994). Historia de la Teoría Política. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica
Touchard, J. (1961) Historia de las ideas políticas (Cap. 1 Sección I-IV). Madrid: Editorial TECNOS S.A.

Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty Inc. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo blog@eslibertad.org para conocer más de esta iniciativa.
 
NICOLAS PIERINI
Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y el Profesorado en Geografía en la Universidad Nacional de Mar del Plata Coordinador Senior y Director del Departamento de Estudios de Estudiantes por la Libertad Argentina


martes, 20 de septiembre de 2022

MAQUIAVELO NICOLÁS *** MAQUIAVELO Y EL PODER

 



MAQUIAVELO Y EL PODER
Published on diciembre 13, 2020
 
Pensar en Maquiavelo es pensar en Ciencia Política, en el “padre de la Ciencia Política”.
 
Es muy interesante pensar en el porqué de tal caracterización, aunque quizá eso implique un análisis mucho más minucioso, concreto, específico y certero que el que podamos realizar en tan sólo algunas líneas que significan la realización de la presente instancia evaluatoria.
 
Creo que es un punto interesante para pensar en tal situación del imaginario colectivo, aunque, insisto, sería inadecuado destinar tales recursos cuando, como punto fundamental del presente texto, se encuentra la concepción del poder, su conservación y el punto central de articulación del castillo de pensamiento del florentino.
 
En tal sentido, la mera teorización respecto a los elementos del poder, de la conservación virtuosa per sé de tales elementos, retumba como idea primigenia y nos conduce, en última instancia, al punto central de todo su ideario.
 
Lo importante no es el deber ser, lo importante es el ser; lo fundamental, solamente, es el cómo acontece determinado suceso de carácter político y cuál es la mejor manera de desarrollarlo y de sacar provecho.
 
Ya no hay caracterizaciones sobre lo que queremos, sino sobre cómo hacemos para el manejo del poder: “la ‘pragmática’ teoría maquiaveliana no hace más que expresar su atención a la maleabilidad de la ‘naturaleza’ humana” (Borón, 1999, p. 186).
 
En concreto, la importancia fundamental del pensamiento de Maquiavelo es respecto a la idea de pensar en el mantenimiento del poder, ergo, en el cuidado y la conservación del poder político, de las propias estructuras que permitan mantener el orden y el control del Estado, del principado, en fin, de lo mejor para ese espacio geográfico administrado políticamente.
 
En efecto, asevera Sabine (1994), “la finalidad de la política es conservar y aumentar el poder político, y el patrón para juzgarla es su éxito en la consecución de ese propósito” (p. 271) e, insiste, “que una política sea cruel o desleal o injusta es para Maquiavelo cosa indiferente, aunque se da perfecta cuenta de que tales cualidades pueden influir en su éxito” (Ibid).
 
No es mera erudición; es entendimiento del punto central de toda su articulación ideológica. Allí reside, en última instancia, el punto de partida para el análisis general de cada Estado en particular. Ahora bien, todavía no hemos centrado nuestro análisis, en la conservación particular del poder y, más aún, en la propia materialización de ese propio ideario conservacional del poder y, fundamentalmente, de la manera en que se consigue tal fin. De tal manera, hacia allí vamos.
 
Las consideraciones y recomendaciones que Maquiavelo dirige al príncipe son las siguientes: saber afianzar el principado, hacerse temer y amar por el pueblo, vencer con la fuerza o el engaño, eliminar la milicia desleal y aniquilar a quien se le pueda oponer.
 
Maquiavelo aclara: 
Debéis, pues, saber que hay dos formas de combatir: una con las leyes, otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias. Pero como muchas veces no basta la primera, conviene recurrir a la segunda. Por tanto, a un príncipe le es necesario saber utilizar correctamente a la bestia y al hombre. (Maquiavelo, 2018, p. 63)
 
Él aclara lo siguiente: que, si bien las acciones del gobernante no carecen de toda restricción, es decir, que, dependiendo de la situación, el soberano puede acceder a métodos más o menos diplomáticos. El peso de la argumentación descansa sobre aquello que Maquiavelo denomina el “buen uso de la crueldad” (Ibídem, p. 34), en tanto esta se constituye, emerge, se desarrolla como un elemento de máxima utilidad para los súbditos, para su control y, en última instancia, para conservar el poder.
 
El florentino hace hincapié en lo siguiente: el uso de la crueldad debe ser utilizada en un gobierno, resultante de la conquista de otro por la fuerza, en un tiempo muy temprano, porque este nuevo territorio dominado traerá consigo inevitablemente sublevaciones y levantamientos al nuevo gobierno; una forma de resistencia a las imposiciones manifiestas.
 
Explica que el príncipe debe ser amado y temido a la vez, ya que si te temen van a ser hombres volubles, sumisos y cobardes ante tu presencia; pero si les haces el bien ellos te darán sus bienes, su vida, hasta les confiarán sus hijos; hasta que sienten la necesidad y se le rebelan, dejando al príncipe en la ruina por no tomar la precaución debida. Más que ser temido, debe ser respetado; o como afirma Várnagy (2000), “entendemos asimismo que es mejor para el Príncipe ser estimado que temido” (p. 141).
 
No obstante, como sabemos, la implicancia del mantenimiento del orden social requiere, inevitablemente, de la precaución ante las invasiones extranjeras y, el método para lograr ello, reside en comprender la importancia de las milicias, de los ejércitos nacionales (si se me permite, un antecedente al monopolio legítimo de la coacción física weberiano).
 
Maquiavelo recurre a las formas en que un Estado puede atacar a otros territorios o defenderse. Los dos fundamentos más esenciales para cualquier Estado, ya sean antiguos o nuevos, son leyes sólidas y fuerzas militares fuertes. Un príncipe autosuficiente es aquel que puede enfrentarse a cualquier enemigo en el campo de batalla.
 
Debería estar armado con sus propios brazos. Sin embargo, un príncipe que se basa únicamente en fortificaciones o en la ayuda de otros y se pone a la defensiva no es autosuficiente. Si no puede formar un ejército formidable, pero debe confiar en la defensa, debe fortificar su ciudad. 
 
Es improbable que una ciudad bien fortificada sea atacada, y si lo está, la mayoría de los ejércitos no pueden soportar un asedio prolongado.
 
Durante un asedio, un príncipe virtuoso mantendrá alta la moral de sus súbditos mientras elimina a todos disidentes. Por lo tanto, siempre que la ciudad esté adecuadamente defendida y tenga suficientes suministros, un príncipe sabio puede resistir cualquier asedio.
 
Maquiavelo se opone firmemente al uso de mercenarios, y en esto fue innovador, y también tuvo experiencia personal en Florencia. Él cree que son inútiles para un gobernante porque son indisciplinados, cobardes y sin ninguna lealtad, y están motivados solo por el dinero. Maquiavelo atribuye la debilidad de las ciudades-Estado italianas a su dependencia de los ejércitos mercenarios.
 
Maquiavelo también advierte contra el uso de fuerzas auxiliares, tropas prestadas de un aliado, porque si ganan, el empleador está a su favor y si pierde, se arruina. 
 
Las fuerzas auxiliares son más peligrosas que las fuerzas mercenarias porque están unidas y controladas por líderes capaces que pueden volverse en contra del empleador.
 
La principal preocupación para un príncipe debe ser la guerra, o su preparación, no los libros. A través de la guerra, un príncipe hereditario mantiene su poder o un ciudadano privado asciende al poder.
 
Maquiavelo aconseja que un príncipe debe cazar frecuentemente para mantener su cuerpo en forma y aprender el paisaje que rodea su reino. A través de esto, él puede aprender mejor cómo proteger su territorio y avanzar sobre otros.
 
Para su fortaleza intelectual, se le aconseja que estudie a grandes militares para que pueda imitar sus éxitos y evitar sus errores. Un príncipe que es diligente en tiempos de paz estará listo en tiempos de adversidad.
 
Maquiavelo escribe: “así, cuando la fortuna se vuelva contra él, estará preparado para resistirlo” (Ibidem, p. 55).
 
Maquiavelo dice que el príncipe debe optar por una milicia que esté conformada a base del reclutamiento ciudadano, entrenada por él. Por eso dice que debe leer y estudiar a grandes militares para usar en su milicia lo que ellos hicieron bien en el arte de la guerra y evitar que realicen los que estos hicieron mal; para la seguridad del Rey debe tener un ejército propio.
 
En tal sentido, y a modo de cierre, como asevera Várnagy (2000):
Comprendemos que si el Príncipe nuevo quiere mantener el control férreo de su principado tendrá que desarticular toda posibilidad de insurrección
[…] Comprendemos que si el Príncipe quiere conservar su dominación -es esta la gramática elemental de la política maquiaveliana-. debe procurar no alienarse el favor del pueblo y mantener simultáneamente a raya a los grandes
[…] Comprendemos, por último, que si el Príncipe nuevo no quiere ser esclavo de la Fortuna deberá procurar contar con fuerzas propias y asegurarse de su lealtad -y, como hemos visto, las armas mas leales son las de la milicia popular, que al luchar por la ciudad lucha por su propia causal (p. 141).
 
En líneas generales, aunque Maquiavelo no sea artífice de un pensamiento sistémico y articulado, no debemos comprender a los elementos como partes aisladas, sino como componentes indivisibles de un todo; como elementos necesarios para el mantenimiento del poder, para el resguardo del principado y para el éxito del Príncipe.
 
No importan los medios, porque importa parecer; no importa la manera, porque importa llegar a destino; algunos dirán que no importan los medios, porque importa el fin; importa ganar el partido, y esa victoria, es la conservación del poder.  Los componentes son, entonces, instrumentos, cuasi obligatorios, pero con el mero fin de llegar a destino.
 
Quizá queda, como última reflexión, que la mejor manera es con la República, pero, al fin y al cabo, importa en cada principado particular, más allá de si es una República o no; y que, en última instancia, el poder es una herramienta no eterna, y que, para mantenerla, hace falta un buen ejercicio de la virtú.
 
REFERENCIAS
Grüner, E. (1999). La astucia del león y la fuerza del zorro: Maquiavelo, entre la verdad de la política y la política de la verdad.  En A. Boron, La filosofía política clásica: De la antigüedad al renacimiento (pp. 178-188). Buenos Aires: CLACSO-EUDEBA
Hilb, C. (2000). Maquiavelo, la república y la ‘virtú’. En T. Várnagy, Fortuna y Virtud en la República Democrática: Ensayos sobre Maquiavelo (pp. 127-147). Buenos Aires: CLACSO.
Maquiavelo, N. (2018). El Príncipe. Editor: Titivillus (Trabajo original publicado en 1513)
Sabine, G. (1994). Historia de la Teoría Política. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica
Touchard, J. (1961) Historia de las ideas políticas (Cap. 1 Sección I-IV). Madrid: Editorial TECNOS S.A.

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NICOLAS PIERINI
Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y el Profesorado en Geografía en la Universidad Nacional de Mar del Plata Coordinador Senior y Director del Departamento de Estudios de Estudiantes por la Libertad Argentina


miércoles, 14 de septiembre de 2022

PODER Y JUSTICIA *** EL RESPETO POR EL PODER ─ Y EL PRINCIPIO DE QUE LA JUSTICIA ES LA CONVENIENCIA DEL MÁS FUERTE - JULIO 18, 2019 - POR: MARIO ROBERTO MORALES

 



 
EL RESPETO POR EL PODER ─ Y EL PRINCIPIO DE QUE LA JUSTICIA ES LA CONVENIENCIA DEL MÁS FUERTE - JULIO 18, 2019  - POR: MARIO ROBERTO MORALES
 
En uno de los Diálogos de Platón, uno de sus interlocutores afirma: “Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte.” Y, en otro, aparece este aserto: “Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel aún que los tiranos”.
 
Estos criterios parecieran expresar un sentido común según el cual, para algunos dialogantes de entonces, más valía que los más fuertes (y tiránicos) hicieran justicia para evitar que la multitud ejerciera el poder. Esto no contradecía el ideal de la exclusiva democracia griega.
 
Lo más lúcido del pensamiento moderno, tanto en su vertiente capitalista como en la socialista, concluyó (desde Maquiavelo) en que la justicia y la democracia las diseñan, instauran y ejercen los poderosos a su conveniencia, aunque en el discurso involucren a todos los demás, incluso a aquellos sobre cuyas espaldas dobladas por el trabajo se erija el Estado “democrático”.
 
Es el caso de los campesinos y obreros de las “democráticas” naciones europeas desde la Revolución Francesa, el de la América Latina frente a la “democracia” capitalista estadounidense, el de las repúblicas soviéticas en la “democracia” socialista del estalinismo, y el de indios, negros, mestizos, mulatos y zambos en el “democrático” Estado “liberal” latinoamericano, instaurado y mantenido a sangre y fuego por los criollos y sus serviles caudillos militares.
 
NOTA RELACIONADA EL PODER
 
A la luz de la historia vemos cuánta razón tenía el interlocutor de Platón al decir que “la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte”.
 
Por eso, un gran luchador en contra de esta “justicia”, Malcolm X, llegó a afirmar que “La única cosa que respeta el poder es el poder.” En su caso, el “poder negro” frente al “poder blanco”. Y en esos términos libró su lucha hasta caer asesinado por el “poder blanco”.
 
Lo cual ratifica que el poder hace “justicia” contra quienes cuestionan la conveniencia del más fuerte.
 
Esto lo entendió a la perfección un ilustre líder romano, el “republicano” Julio César, quien llegó a aconsejar que “Si para tomar el poder tienes que infringir la ley, hazlo; si no es el caso, observa la ley”. 
 
Este axioma inspiró sin duda al buen Maquiavelo en su manual de instrucciones para que su Príncipe mantuviera el poder y, con él, el control de la justicia.
 
Todo esto nos lleva a que, si vamos a luchar contra el poder y la justicia corruptas, lo que debemos hacer es separar del Estado “democrático” a los más fuertes y a sus conveniencias, en vez de perder el tiempo encarcelando a unos cuantos funcionarios venales y dejando impunes a los que más convienen al interés de esos más fuertes.
 
Sólo así podremos ser tan prácticos como el interlocutor de Platón para hacer justicia, y honrar el legado de Malcolm X en cuanto a que lo único que respeta el poder es el poder.