Buscar este blog

lunes, 29 de mayo de 2023

CORDOBAZO - POR RUBÉN RUIZ - EFEMÉRIDES 29 DE MAYO - OBREROS Y ESTUDIANTES, UNIDOS ADELANTE

 



CORDOBAZO - POR RUBÉN RUIZ - EFEMÉRIDES 29 DE MAYO - OBREROS Y ESTUDIANTES, UNIDOS ADELANTE

 

Un día como hoy pero de 1969 se producía la rebelión popular más imponente que vivió la ciudad de Córdoba, que tuvo un enorme impacto nacional y quedó como un hito del movimiento de los trabajadores/as.

 

Obreros, estudiantes y vecinos cordobeses expresaron su repudio a la dictadura militar, su bronca contra el incremento de horas de trabajo los días sábados, su necesidad de un inmediato aumento salarial del 40% y por la democratización de las casas de estudios.

 

Pero este día tiene su historia.

*Desde 1966 gobernaba una dictadura.

*El salario promedio bajó, las condiciones laborales empeoraron, las organizaciones sindicales, estudiantiles y políticas estaban intervenidas o prohibidas.

*La provincia de Córdoba tenía un crecimiento industrial sostenido desde hacía décadas.

*La conciencia colectiva para defender los derechos era muy alta.

*Y la Córdoba rebelde gozaba de buena salud.

 

La CGT nacional estaba dividida. Por supuesto, en territorio cordobés esa división se reproducía. No obstante, hubo luchas esporádicas contra los despidos y la pérdida de derechos.

 

La Universidad de Córdoba estaba en tensión desde el mismo 1966. Hubo una larga huelga contra la intervención, represión en el Hospital de Clínicas con un herido, Alberto Cerdá; actos relámpagos, manifestaciones, la muerte violenta del estudiante Santiago Pampillón por la acción policial, la ocupación del barrio Alberdi.

 

La capital de la resistencia estudiantil era Córdoba. El comedor universitario, donde comían 5000 estudiantes diariamente, su centro neurálgico. En 1968, se retomó la lucha contra las restricciones al ingreso en la Facultad de Medicina, se realizaron los actos por el 50º aniversario de la Reforma Universitaria y se produjo el acercamiento a la CGT de los Argentinos.

 

El 12 de mayo de 1969 la dictadura sancionó la ley 18.204 que unificaba la semana laboral en 48 horas cuando en Córdoba se habían conquistado las 44 horas en el año 1932.

 

La espuma desbordó. El 14 de mayo el SMATA realizó una asamblea con 3000 trabajadores en el Córdoba Sport Club donde se resolvió el paro de actividades. La policía reprimió violentamente. La respuesta de los trabajadores fue una reacción proporcional. La policía se tuvo que retirar.

 

Al mismo tiempo, los metalúrgicos también estaban en lucha contra las “quitas zonales”, unas rebajas salariales ilegítimas.

 

El 16 de mayo se produjo un paro monolítico de los trabajadores mecánicos. El 23 de mayo se llevó adelante un paro estudiantil que también fue reprimido violentamente. Faltaba unir las fracciones populares que peleaban contra el poder y sus abusos.

 

El SMATA conducido por Elpidio Torres y la UTA conducida por Atilio López -ambos peronistas- estaban enroladas con la CGT Azopardo y el Sindicato Luz y Fuerza Córdoba conducida por Agustín Tosco -marxista- estaba en la CGT de los Argentinos. Había pocos vasos comunicantes aunque las luchas eran comunes.

 

La Federación Universitaria de Córdoba estaba presidida por el dirigente comunista Carlos Scrimini que representaba a la combativa Facultad de Medicina y había logrado conducir un mosaico de identidades políticas con astucia y firmeza por la autonomía y por la unidad.

 

En esos días, se produjo lo inimaginable. La unidad de los sectores que luchaban. Un mérito grande tuvo el dirigente de la UOCRA, Jorge Canelles, que con un trabajo paciente convenció a los dirigentes de reunirse y acordar un plan de lucha común.

 

El abogado laboralista Lucio Garzón Maceda también utilizó su gran influencia para que el encuentro entre Torres y Tosco existiera. Atilio López fue el otro integrante fundamental del acuerdo.

 

En sintonía, Canelles y Tosco tenían un excelente diálogo con los estudiantes y, particularmente con Scrimini, lo que permitió cerrar el círculo.

 

Además, muchos barrios dieron su apoyo a través de sus comisiones vecinales: Villa El Libertador, Bella Vista, Villa Revol, Güemes, Observatorio, Alberdi, Nueva Córdoba, Talleres y Ferreyra, entre otros.

 

También los curas tercermundistas y militantes católicos, especialmente del barrio obrero Los Plátanos.

 

El 26 de mayo ambas centrales sindicales cordobesas convocaron a un plenario conjunto donde se aprobó una huelga general de 37 horas desde la mañana del 29 de mayo, con abandono de tareas y movilización al centro de la ciudad.

 

Otra novedad para ese momento del movimiento sindical. La presencia de las mujeres. Se sumaron trabajadoras y delegadas del gremio bancario, del calzado, estatales, telefónico, del vidrio, de comercio.  

 

A las 11 horas del día marcado la ciudad se empezó a paralizar. Por el sur de la ciudad avanzó la enorme columna del SMATA formada por los trabajadores de IKA-Renault y otros talleres. Por el norte avanzó la gran columna de Luz y Fuerza y la FUC, con notable presencia de mujeres. A esta columna se sumaron los metalúrgicos y los mecánicos de las autopartistas Perdriel e Ilasa.

 

La represión comenzó en ambas puntas. Contra la columna norte, fue inmediata pero los manifestantes resistieron con barricadas, piedras, fogatas para mitigar los efectos de los gases lacrimógenos y gatos hambrientos para contrarrestar a los perros. Contra la columna del sur, el primer enfrentamiento fue frente al Hogar Pizzurno. Volaron piedras, rulemanes para que resbalaran y cayeran los caballos, hondas metálicas; luego en la terminal de ómnibus vieja y, finalmente, en Boulevard San Juan y Antonio Bas donde fue asesinado el delegado de SMATA Máximo Mena. La noticia de su muerte se esparció por la ciudad y produjo el rechazo de la población que salió a las calles a expresar su bronca.

 

Ante cada avance policial, una barricada y continuidad de la marcha por calles alternativas. Esta táctica descolocó a la policía que agotó la existencia de gases y combustible y a las 13 horas se retiró de la ciudad. Algunos efectivos se refugiaron en el Cabildo y el edificio de la guardia de Infantería. Hubo quema de concesionarias, de algunas comisarías, locales de empresas multinacionales, de la confitería Oriental donde se juntaban los administradores del poder provincial.

 

A esa altura la huelga se había transformado en insurrección popular. Los 50.000 manifestantes habían tomado un tercio de la ciudad y la habían transformado en una gran plaza pública. Habían demostrado que la unidad y la determinación de un pueblo cansado del abuso y la represión podían resquebrajar la aparente fachada monolítica que mostraba el poder. 

 

A media tarde el pueblo insurrecto se trasladó hacia los barrios en previsión de la llegada del Ejército. Efectivamente, a las 17 aparecieron las tropas de infantería y artillería, los tanques, ametralladoras, los efectivos de la Fuerza Aérea y aviones de combate para reconocimiento. Se implantó el toque de queda que fue desoído durante toda la noche por la población y continuaron los actos relámpago. Las fuerzas militares avanzaron sobre los barrios. Establecieron tribunales militares. Allanaron las sedes de Luz y Fuerza y Smata y condenaron a prisión a Tosco, Torres, varios integrantes de la comisión de Luz y Fuerza, a estudiantes y dirigentes barriales. Militarizaron la ciudad y trastornaron su funcionamiento. Una cantidad nunca determinada de muertos, 170 heridos, 300 detenidos, 104 enjuiciados y 15 condenados fue el precio que pagó el pueblo de la ciudad de Córdoba por demostrar que los dictadores no eran invencibles. Luego, corrió la historia.

 

En septiembre se producían el segundo Rosariazo y el Cipolletazo, en junio de 1970 sería depuesto el presidente de facto Onganía por otro militar, luego el segundo Tucumanazo, el Viborazo nuevamente en la ciudad Córdoba, el Mendozazo, el Catamarqueñazo, el tercer Tucumanazo. El pueblo no descansó hasta que la dictadura militar realizara elecciones democráticas y abandonara el poder. Agustín Tosco fue reelegido secretario general de su gremio estando en prisión, Elpidio Torres fue reelecto en SMATA, luego renunció y se retiró del gremio, Atilio López fue electo vicegobernador de Córdoba. Al poco tiempo el drama se cernió nuevamente sobre Córdoba. La Alianza Libertadores de América, la Triple A y la siguiente dictadura se ensañaron con su pueblo. Pero esa es otra historia.

Salú a ese pueblo de Córdoba! Por tu rebeldía, tu demostración de coraje, por ser parte de nuestra mejor historia, la de los que no renuncian a ser soberanos y a vivir en una sociedad mejor.

 

#efeméridesdelPelícano


viernes, 26 de mayo de 2023

ROBERTO ARLT *** "LA TRAGEDIA DEL HOMBRE QUE BUSCA EMPLEO" - *** Por: ROBERTO ARLT (AGUAFUERTES PORTEÑAS) *** EL GREMIO DE LOS DESOCUPADOS *** REALIDAD QUE PERSISTE A PESAR DEL TIEMPO EN QUE SE ESCRIBIÓ ESTA AGUAFUERTE -

 



LA TRAGEDIA DEL HOMBRE QUE BUSCA EMPLEO - POR ROBERTO ARLT

[tomada: del libro AGUAFUERTES PORTEÑAS

 

La persona que tenga la saludable costumbre de levantarse tempra­no, y salir en tranvía a trabajar o a tomar fresco, habrá a veces observa­do el siguiente fenómeno:

*** Una puerta de casa comercial con la cortina metálica medio corrida. Frente a la cortina metálica, y ocupando la vereda y parte de la calle, hay un racimo de gente.

La muchedumbre es variada en aspecto. Hay peque­ños y grandes, sanos y lisiados. Todos tienen un diario en la mano y con­versan animadamente entre sí.

 

Lo primero que se le ocurre al viajante inexperto es de que allí ha ocurrido un crimen trascendental, y siente tentaciones de ir a engrosar el número de aparentes curiosos que hacen cola frente a la cortina metáli­ca, mas a poco de reflexionarlo se da cuenta de que el grupo está consti­tuido por gente que busca empleo, y que ha acudido al llamado de un aviso.

 

Y si es observador y se detiene en la esquina podrá apreciar este conmovedor espectáculo.

Del interior de la casa semiblindada salen cada diez minutos indivi­duos que tienen el aspecto de haber sufrido una decepción, pues irónica­mente miran a todos los que les rodean, y contestando rabiosa y sintéti­camente a las preguntas que les hacen, se alejan rumiando desconsuelo.

 

Esto no hace desmayar a los que quedan, pues, como si lo ocurrido fuera un aliciente, comienzan a empujarse contra la cortina metálica, y a darse de puñetazos y pisotones para ver quién entra primero.

 

De pronto el más ágil o el más fuerte se escurre adentro y el resto queda mirando la cortina, hasta que aparece en escena un viejo empleado de la casa que dice:

—Pueden irse, ya hemos tomado empleado.

 

Esta incitación no convence a los presentes, que estirando el cogote sobre el hombro de su compañero comienzan a desaforar desvergüenzas, y a amenazar con romper los vidrios del comercio.

 

Entonces, para en­friar los ánimos, por lo general un robusto portero sale con un cubo de agua o armado de una escoba y empieza a dispersar a los amotinados.

 

Esto no es exageración. Ya muchas veces se han hecho denuncias seme­jantes en las seccionales sobre este procedimiento expeditivo de los patro­nes que buscan empleados.

 

Los patrones arguyen que ellos en el aviso pidieron expresamente “un muchacho de dieciséis años para hacer trabajos de escritorio”, y que en vez de presentarse candidatos de esa edad, lo hacen personas de treinta años, y hasta cojos y jorobados. Y ello es en parte cierto. 

 

En Buenos Aires, “el hombre que busca empleo” ha venido a constituir un tipo sui generis. Puede decirse que este hombre tiene el empleo de “ser hombre que busca trabajo”.

 

El hombre que busca trabajo es frecuentemente un individuo que os­cila entre los dieciocho y veinticuatro años. No sirve para nada. No ha aprendido nada. No conoce ningún oficio. Su única y meritoria aspira­ción es ser empleado. Es el tipo del empleado abstracto. El quiere traba­jar, pero trabajar sin ensuciarse las manos, trabajar en un lugar donde se use cuello; en fin, trabajar “pero entendámonos… decentemente”.

 

Y un buen día, día lejano, si alguna vez llega, él, el profesional de la busca de empleo, se “ubica”. Se ubica con el sueldo mínimo, pero qué le importa. Ahora podrá tener esperanzas de jubilarse. Y desde ese día, calafateado en su rincón administrativo espera la vejez con la paciencia de una rémora.

 

Lo trágico es la búsqueda del empleo en casas comerciales. La oferta ha llegado a ser tan extraordinaria, que un comerciante de nuestra amis­tad nos decía:

—Uno no sabe con qué empleado quedarse. Vienen con certificados. Son inmejorables. Comienza entonces el interrogatorio:

*** ¿Sabe usted escribir a máquina?

- Sí, ciento cincuenta palabras por minuto.

*** ¿Sabe usted taquigrafía?

-      Sí, hace diez años.

*** ¿Sabe usted contabilidad?

-      Soy contador público.

*** ¿Sabe usted inglés?

-      Y también francés.

*** ¿Puede ofrecer una garantía?

-      Hasta diez mil pesos de las siguientes firmas.

*** ¿Cuánto quiere ganar?

-      Lo que ustedes acostumbran pagar.

*** Y el sueldo que se les paga a esta gente -nos decía el aludido comerciante— no es nunca superior a ciento cincuenta pesos. Doscientos pesos los gana un empleado con antigüedad… y trescientos… trescientos es lo mítico. Y ello se debe a la oferta. Hay farmacéuticos que ganan ciento ochenta pesos y trabajan ocho horas diarias, hay abogados que son escri­bientes de procuradores, procuradores que les pagan doscientos pesos men­suales, ingenieros que no saben qué cosa hacer con el título, doctores en química que envasan muestras de importantes droguerías. Parece menti­ra y es cierto.

 

La interminable lista de “empleados ofrecidos” que se lee por las mañanas en los diarios es la mejor prueba de la trágica situación por la que pasan millares y millares de personas en nuestra ciudad. Y se pasan éstas los años buscando trabajo, gastan casi capitales en tranvías y es­tampillas ofreciéndose, y nada… la ciudad está congestionada de emplea­dos.

 

Y sin embargo, afuera está la llanura, están los campos, pero la gen­te no quiere salir afuera. Y es claro, termina tanto por acostumbrarse a la falta de empleo que viene a constituir un gremio, el gremio de los deso­cupados. Sólo les falta personería jurídica para llegar a constituir una de las tantas sociedades originales y exóticas de las que hablará la historia del futuro.

 


jueves, 25 de mayo de 2023

CAPITALISMO COGNITIVO *** SIGLO XXI - LA ECLOSIÓN DEL CAPITALISMO COGNITIVO *** Autor: LUIS MEYER

 




SIGLO XXI - LA ECLOSIÓN DEL CAPITALISMO COGNITIVO 

Autor: LUIS MEYER [“Tomado de revista “ethic”]

 

La nueva economía ya no basa su funcionamiento en productos materiales, sino en algo etéreo, aunque de un valor inmensurable: el conocimiento. Calcular el valor de las ideas o de los datos resulta complejo; sin embargo, es ahí donde se asienta ahora la riqueza. Esto abre también nuevas cuestiones, como la ética de que sean unos pocos los que se enriquezcan con lo que es, en esencia, de todos.

 

*** ¿Cuánto cuesta un deseo?

*** ¿Qué valor tiene un momento de duda o uno de plena certeza, el llanto, la excitación sexual o un arranque de creatividad?

*** ¿ Cuánto pagarían por saberse la lista de los reyes godos?

 

Desde el inicio del capitalismo, los factores que determinan el precio de un producto en el libre mercado han sido la oferta y la demanda, las políticas monetarias y las materias primas.

 

Nadie sabe responder a cuál es la materia prima del conocimiento, que, sin embargo, es ahora uno de los bienes más cotizados.

 

El capitalismo cognitivo, tal y como coinciden los economistas, tiene una consecuencia material: hoy en día, ninguna empresa –aunque tenga los mejores productos y las mejores máquinas será́ productiva si no invierte en conocimiento.

 

Para entender su funcionamiento hay que fijarse en algunos de los engranajes que mueven su maquinaria.

 

Uno es la economía de la atención, en la que la atención de las personas se ha convertido en el recurso más codiciado.

 

Las empresas utilizan cada vez más técnicas de marketing y publicidad para captar a los consumidores y han encontrado en la extracción de datos masiva una herramienta de valor inmensurable.

 

«Esto tiene que ver con la codificación de deseo», advierte la poeta Sara Torres, profesora asociada en la Universitat Autónoma de Barcelona y directora del seminario Corporalidades en Crisis.

 

«Las empresas tratan de entender el deseo para poder proponer cosas que abarquen capital: lo desentrañan para producir, para ofrecer productos y al mismo tiempo lo capturan para engancharlo a los ritmos del capital. El resultado es que muchas veces tenemos necesidades, querencias, que no son reales», afirma.

 

El capitalismo del conocimiento ofrece muchas oportunidades, pero también plantea importantes desafíos, como la amenaza de una automatización descontrolada en la que los trabajadores cognitivos pueden ser reemplazados por máquinas y algoritmos.

 

Un buen uso de los datos y una mayor universalización –para que se compartan y generen mayores bolsas de conocimiento que permitan avanzar como sociedad– son los dos pilares sobre los que debería pivotar esta nueva globalización, opina Sierra.

 

Y da con la clave: «Más y mejor regulación legislativa que proteja nuestro bien más preciado, aunque sea intangible».

 

El capitalismo se está́ viendo afectado por la vorágine de cambios de paradigma.

«Göran Therborn, catedrático en la Universidad de Cambridge, lo ha explicado muy bien: como tantos otros conceptos de las ciencias sociales, el término globalización implica numerosos significados y contradicciones», recuerda Bárbara Turner, del Observatorio de Economía Política Internacional de la Universidad de Buenos Aires.

 

«Pero no existe solo una globalización, sino varias, que han ido cambiando», matiza Turner, que habla de seis grandes oleadas globalizadoras.

La actual arranca a mediados de los ochenta. «Esta última se da con la irrupción de máquinas que revolucionaron la forma de producir y guiar el desarrollo», indica, «y abrió́ paso a una nueva vertiente del capitalismo».

 

Es la revolución tecnológica, aún en proceso, que aparece «cuando entran en el proceso productivo el conocimiento como capital intangible, las estructuras de redes, la descentralización de la producción y el uso intensivo de la información a través de la computarización». Así́ ha germinado el capitalismo cognitivo.

 

El economista francés Yann Moulier Boutang fue de los primeros en darle una definición certera:

«Es una forma de capitalismo que se basa en la producción de conocimientos, información y cultura, y se caracteriza por la capacidad de generar valor a partir de la inteligencia colectiva y la creatividad de las personas».

 

Michel Bauwens, fundador de la Fundación P2P, se refirió́ al capitalismo cognitivo como aquel que se basa en

«la capacidad de producir, distribuir y consumir información, conocimientos y cultura de manera colaborativa y descentralizada».

 

Y Christian Fuchs, profesor de Comunicación Social en la Universidad de Westminster, añadía que surge de la centralidad de la tecnología de la información y la comunicación en los procesos económicos, y la creciente importancia del trabajo inmaterial».

 

El otro engranaje es la economía de la información. De ahí́ han surgido las grandes tecnológicas, que han levantado sus negocios en torno a la recopilación y análisis de datos y que, por medio de algoritmos, procesan cantidades ingentes de información para, dicen, ofrecer servicios personalizados a sus usuarios.

 

Esto tiene una letra pequeña mucho más perniciosa, como apunta Francisco Sierra, catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad de Sevilla y director del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social de la Junta de Andalucía:

«Muchos académicos, cuando utilizamos el concepto de «capitalismo cognitivo», lo estamos haciendo desde una crítica marxista: denunciamos que la información y el conocimiento no son socializados y accesibles para todos; es decir, se quedan en manos de algunas empresas y por tanto no se están desarrollando todas las potencialidades que la información libre y el conocimiento compartido permiten con la revolución digital».

 

Este capitalismo no se basa en «la capacidad de producir, distribuir y consumir información, conocimientos y cultura de manera colaborativa y descentralizada»

 

LA ECLOSIÓN DEL CAPITALISMO COGNITIVO

 

*** La nueva economía ya no basa su funcionamiento en productos materiales, sino en algo etéreo, aunque de un valor inmensurable: el conocimiento.

*** Calcular el valor de las ideas o de los datos resulta complejo; sin embargo, es ahí donde se asienta ahora la riqueza.

*** Esto abre también nuevas cuestiones, como la ética de que sean unos pocos los que se enriquezcan con lo que es, en esencia, de todos.

 

La propiedad intelectual es otro valor inmaterial que adquiere un nuevo auge en la era del capitalismo cognitivo: muchos expertos auguran que las patentes cobrarán más fuerza y rigidez ante el flujo cada vez más descontrolado de información.

«Yo estoy a favor de compartir conocimiento, pero, nos guste o no, para que siga habiendo creadores, debemos seguir con las reglas del capitalismo», opina Xabi San Martin, compositor, entre otras muchas creaciones, de las canciones de La Oreja de Van Gogh. Y pone el ejemplo del software libre:

«Una grandísima idea, pero al final han evolucionado más las empresas privadas de aplicaciones porque tienen a gente detrás que se dedica a la programación como tarea principal, ya que le pagan por ello».

Y zanja: «Yo creo canciones porque me pagan por su uso y puedo vivir de ello».

 

*** «Muchas empresas tratan de entender el deseo para poder proponer cosas que abarquen capital, para ofrecernos productos»

 

Sierra se refiere a los «cercamientos», los procesos de privatización de la información, y pone el ejemplo de Silicón Valley.

«Es una apropiación para un uso claramente mercantil en la que somos expropiados de bienes que, en tanto inmateriales, podrían ser universalizados y hacernos avanzar mucho más rápido en la lucha contra el cambio climático o en la investigación para la cura de enfermedades, por poner dos ejemplos que son vitales», asegura.

 

El catedrático explica que la diferencia entre la información y el conocimiento respecto de los bienes materiales es que, cuanto más se comparte, más valor adquiere.

«Y, sin embargo, lo que sucede con el capitalismo es que genera, como en la era material, el principio de escasez, cuellos de botella en el acceso a la información y restricciones en el proceso», indica.

NEO-LIBERALISMO *** """ EL TOTALITARISMO POSITIVO Autor: CARLOS JAVIER GONZÁLEZ SERRANO """

 




EL TOTALITARISMO POSITIVO

Autor:  Carlos Javier González Serrano


Tomado de revista: 




EL TOTALITARISMO POSITIVO


Los gurús de la autoayuda nos enseñan a aceptar tan solo la felicidad, dejando de lado cualquier tipo de molestia. No obstante, ¿no esconde este totalitario régimen emocional la imposibilidad de cambiar las injusticias creadas por el sistema?

 

Con una tan silenciosa como peligrosa normalidad, se ha terminado por imponer una pedagogía social que aboga por rastrear obsesivamente «zonas erróneas» en nuestro desarrollo y funcionamiento psíquico.

 

La tristeza, la frustración o la indignación se condenan y señalan como emociones «negativas», así consideradas por el establishment del pensamiento positivo, como si no tuvieran un papel adaptativo central y del todo fundamental en nuestra maduración psicológica y social.

 

Desde diversos promontorios presuntamente científicos se nos insta de continuo a «gestionar» este tipo de emociones para no dejarles un espacio que, a juicio de la psicología positiva, debería estar ocupado por otras emociones como la felicidad, la gratitud o la esperanza, que –nos dicen– conducen al éxito, al crecimiento y al progreso personal.

 

La pregunta que deberíamos hacernos, como individuos inscritos en una sociedad y en una cultura determinada, es si este régimen emocional totalitario de lo positivo no esconde la imposibilidad de subvertir el statu quo que permite que ciertas injusticias, malestares y desigualdades se mantengan e incluso adquieran mayor hondura y protagonismo. 

 

Con la introducción y establecimiento de las políticas económicas liberales en la sociedad occidental a lo largo del siglo XX, el único indicador de desarrollo y bienestar ha estado –y está– ocupado por el PIB: una mayor renta per cápita, nos aseguran, repercute en un mayor bienestar de las sociedades.

 

Sin embargo, esta visión exclusivamente economicista de la realidad ha alterado y repercutido de forma decisiva en nuestra manera de explicar y comprender el bienestar de los sujetos.

 

En primer lugar, «la sociedad» es un constructo teórico que deja fuera los casos particulares, obviando y olvidando los problemas y tesituras singulares de los individuos; así las cosas, se trazan políticas sociales y económicas que sólo se centran en la escalada económica en términos macro.

 

Además, y en segundo lugar, esta narrativa meramente economicista ha desembocado en la falacia de que nuestra esfera personal y nuestro bienestar como ciudadanos puede ser dirimida de igual forma que la esfera de lo económico, lo que ha introducido todo un léxico economicista a la hora de referirnos a nuestra salud psicológica (progresar, gestionar, sacar provecho, rentabilizar y un larguísimo etcétera).

 

«Si no existen la tristeza, el enfado o el sufrimiento, estaremos erigiendo un caldo de cultivo perfecto para impedir una sana y necesaria disidencia frente al malestar»

 

No se trata de condenar ciertas políticas económicas, sino de pensar qué tipo de efectos tiene en nuestras vidas singulares el hecho de considerarlas en exclusiva desde un punto de vista económico.

 

En programas televisivos de tertulia política, noticieros y diarios de todo signo se habla con perfecta naturalidad de la necesidad que tiene el «sistema económico» de crecer sin descanso, de acumular riqueza y bienes, de explotar recursos o de que aumente la natalidad.

 

Por extensión, la tiranía del crecimiento ha colonizado nuestro espacio psicológico, y una cierta ley de hierro no escrita nos dicta que a mayor prosperidad económica cabe esperar un mayor bienestar ciudadano.

 

Los datos sociológicos, sin embargo, vienen a desmentir continuamente esta tesis, y desde la crisis económica de 2007-2008 se ha comprobado en numerosas ocasiones cómo un crecimiento de la economía estatal, continental o incluso mundial no redunda necesariamente en el bienestar (económico, emocional, psicológico, laboral) de la ciudadanía y que, incluso, la política del «crecentismo» ahonda las desigualdades sociales entre los que más tienen y los más desfavorecidos.

 

En paralelo, no son pocos los gurús del pensamiento positivo que se refieren a nuestro universo psíquico como «capital emocional». Y no por casualidad.

 

De igual forma que para aumentar el capital financiero se requiere una política económica fundada en el crecimiento constante, también para beneficiar nuestro capital emocional debemos ajustarnos a una regla básica: todo lo que presuntamente hace entrar «en recesión» a nuestro psiquismo (las ya mencionadas y denominadas «emociones negativas») debe ser extirpado de nuestro universo emocional.

 

Este proceder esconde una lógica totalitaria fatal para nuestro bienestar psicológico y, aún más, para nuestra salud social.

 

Y es que si no existen (porque se soslayan o persiguen) la indignación, la tristeza, el enfado, el sufrimiento o el sentimiento subjetivo de soledad, estaremos erigiendo un caldo de cultivo perfecto para impedir una sana y necesaria disidencia frente a los malestares e injusticias de nuestro tiempo histórico.

 

Porque son justamente esas emociones llamadas «negativas» las que nos indican que algo no va bien en nuestra vida o en el devenir ciudadano y social.

 

Más aún: son esas emociones negativas las que nos unen y hermanan en nuestras desavenencias y nos empujan a luchar por una posible mejora.

 

Son esas emociones las que amparan nuestro legítimo derecho a delimitar y poner nombre a las realidades que crean y promueven ciertas lacras de nuestro presente.

 

Son esas emociones negativas las que, en fin, no nos presentan la injusticia y el malestar como calamidades o infortunios (divinos, sistémicos, trascendentes) que no podemos solucionar, sino como sucesos que debemos afrontar individual y comunitariamente.

 

Sin la facultad para encontrarnos mal perdemos nuestra facultad para denunciar, cívicamente, las iniquidades contemporáneas.

 

Son esas emociones negativas las que permiten tomar conciencia de nuestras necesidades para fomentar y vehicular las pertinentes reivindicaciones (económicas, políticas, jurídicas).

 

Son esas emociones, en definitiva, las que permiten el despliegue de un irremplazable proceso de concienciación que vaya de abajo arriba, de manera que no se imponga de arriba abajo cómo debemos sentir(nos)

 

Concluyo con un fragmento de una de las muchas y clarividentes cartas de Simone Weil en La condición obrera: «Lentamente, en el sufrimiento, he reconquistado, a través de la esclavitud, el sentimiento de mi dignidad de ser humano […].

 

Y en medio de todo esto [se refiere a su experiencia en la fábrica], una sonrisa, una palabra de bondad, un instante de contacto humano tienen más valor que las amistades más íntimas entre los privilegiados. Sólo ahí puede saberse lo que es en verdad la fraternidad humana».

 

No se trata de romantizar el sufrimiento, sino –como escribió Weil– de «reconquistarlo» para no hacerlo propio ni endémico de una clase social determinada. Para poner las condiciones que permitan comunicarlo y, en última instancia, intentar mitigarlo.

 

domingo, 21 de mayo de 2023

LA CAVERNA *** JOSÉ SARAMAGO *** “La caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna”.




LA CAVERNA - JOSÉ SARAMAGO


 

Cipriano Algor, un hombre de sesenta y cuatro años es un alfarero cuyos antepasados han vivido siempre del negocio.

 

Desde hace tres años esta viudo y vive con su hija Marta y su yerno Marcial Gacho, que trabaja en un gran centro comercial en la ciudad.

 

Cipriano ha vivido siempre de la alfarería y es lo único que sabe hacer en la vida. Todo lo que elabora lo vende en el centro comercial con un contrato de exclusividad que le impide buscarse otros medios para vender su producción.

 

Un día como otro cualquiera Cipriano lleva en su vieja furgoneta la loza que ha de entregar al centro pero cuando llega allí el jefe del departamento de ventas le indica que su relación comercial está a punto de finalizar.

 

Su loza ya no se vende porque ha surgido unas piezas de plástico mucho más ligeras y duraderas. Cipriano no entiende como los gustos de las personas han podido cambiar tanto y ve como su futuro peligra.

 

Desesperado ante la idea de perder el negocio familiar y su única forma de sustento explorará junto a su hija otra forma de volver al mercado. A la vez su yerno espera un ascenso laboral que les llevará a mudarse a vivir al centro comercial donde trabaja.

 

Mi impresión

 

 “La caverna” deja de ser una novela liviana para convertirse en una crítica al modelo consumista de la sociedad a la vez que nos invita a reflexionar que es lo que tenemos delante de nuestros ojos y no vemos.

 

El argumento es muy sencillo. Nos muestra a través de una familia tradicional de alfareros como va evolucionando el mundo dejándoles un poco de lado. Padre e hija, Cipriano y Marta intentaran adaptarse elaborando unas pequeñas figuras de barro en las que ponen todo su empeño e ilusión. Para ellos el perder su horno supone perder todo su vida y todo lo que aman.

 

Cipriano no solo teme que estas no se adapten al gusto del público sino que espera con desaliento la noticia del ascenso de su yerno que les llevará a vivir al centro y les alejará de su amada vista campestre.

 

Mientras esto ocurre se produce la aparición de una mujer Isaura y el perro Encontrado que harán reflexionar al protagonista de la historia y plantearse su vida.

 

Como veis no se puede esperar muchas sorpresas en la historia ni nos tendrá enganchados para ver qué sucederá en las páginas siguientes pero es una novela que tiene cierto encanto por su sencillez.

 

En cuanto a los personajes, Saramago como viene siendo habitual en sus novelas, es muy amable y generoso con sus protagonistas dotándoles de buenas virtudes.

 

Cipriano es un hombre cabal y juicioso capaz de adaptarse a la vida de su hija y su yerno para no causarles problemas.

 

Marta es comprensiva con su padre y marido y no quiere decepcionar a ninguno.

 

Marcial se muestra respetuoso y colaborador con su familia política.

 

También nos muestra las buenas relaciones existentes entre estos personajes basadas en el respeto son incapaces de contrariarse unos a otros e incluso decepcionarse aunque para ello tengan que ocultar de alguna forma la verdad.

 

Como siempre el estilo de Saramago no es fácil de digerir para el lector poco acostumbrado. Quizás demasiado para el lector que tome uno de sus libros por primera vez cuyo estilo tan peculiar puede llegar a agobiar.

 

Narrado en tercera persona su prosa es densa y elaborada. Como suele hacer no utiliza guiones en los diálogos sino que separa las frases por comas, y carecen de signos de exclamación e interrogación.

 

El narrador omnisciente utiliza el presente para narrarnos los acontecimientos pero frecuentemente se cuestiona lo que ha de suceder o incluso se aventura en pequeñas conjeturas y reflexiones.

 

La historia tarda bastante en coger cuerpo, no será hasta la mitad de la novela que veamos cambios significativos en el transcurso de la historia para luego al final resolverlo de forma rápida y sin ambages.

 

Me ha sucedido en  bastantes novelas de Saramago que cuando terminan me he quedado con ganas de saber más sobre los personajes y me ha dado pena abandonar una historia que podría haber dado mucho mas de si (como “El hombre duplicado”).

 

Pues esta novela me ha dejado también esta sensación de que la historia podría haber continuado siendo igualmente interesante.


¿Os suena de algo “El mito de la caverna” de Platón? Por si acaso os pillo distraídos os pongo un poco al día. Es una especie de metáfora que Platón nos narra en el libro VII de su obra “La República”.

 

En ella explora la diferencia existente entre el conocimiento que nos proporciona la razón y el que nos llega a través de los sentidos, uno imperceptible a simple vista y el otro aparentemente obvio.

 

En la narración Platón nos explica como en un espacio cavernoso se encuentran desde su nacimiento varios hombres, encerrados y atados con cadenas. Esta sujeción les impide volver la cara y solo pueden mirar hacia adelante.

 

Tras ellos hay la luz de un fuego que arde y que proyecta las sombras de otros prisioneros que transportan mercancías a través de un camino situado en un plano más alto.

 

Los prisioneros que solo pueden mirar hacia una dirección lo único que perciben del mundo exterior son esas sombras. Y eso es lo único que ellos pueden ver y percibir del mundo.

 

El filósofo nos plantea que es lo que sucedería si de repente pudiesen volver las cabezas. ¿Cuál sería su realidad? La que han conocido desde que nacieron o lo nuevo que ven.

 

Pero y si sacaran al exterior a uno de esos hombres y viera la luz del sol. ¿Volvería a su vida anterior tras haber conocido y comprendido el mundo de fuera?

 

Pero si este hombre volviera a la caverna a liberar a sus antiguos compañeros ¿sería capaz de convencerlos? Probablemente no, no solo se burlarían de él sino que incluso tal vez intentarían matarlo.

 

La idea, más o menos, es que lo que llega a nuestros sentidos no tiene porque ser la realidad absoluta y siempre podremos descubrir una realidad ajena a lo que vivimos en este momento.

 

Pero esta explicación que os doy viene a cuento de algo. Y es que esta novela está inspirada en este mito.

 

El gran centro comercial que Saramago critica es la caverna. Un lugar con sus propias reglas que marca la vida de sus ciudadanos. Donde sus habitantes viven en un lugar frio y sin personalidad. Sin poder ver el sol ni las estrellas. El trabajo esclaviza el espíritu y anula la personalidad. Pero para poder entenderlo mejor hay que leerlo.

 

A la vez es una gran crítica a la sociedad consumista. Los negocios tradicionales van desapareciendo a la vez que la sociedad consumista evoluciona a pasos agigantados.

 

Son las grandes superficies las que marcan las tendencias y deciden nuestras necesidades. Incluso hace una comparativa del centro con Dios que tiene el poder de elegir.

 

Conclusión

 

Las novelas de Saramago son únicas y aunque creo que esta no es una de las mejores merece la pena leerla. Impregnada de su esencia nos cuenta como los tiempos cambian y las personas debemos o dejarnos llevar o luchar por lo que queremos. En esta historia hay sueños y esperanza pero también desilusión y pesar.

 

Quizás no es la novela más apropiada para empezar a leer al genio portugués pero si uno ya lo conoce seguro que se siente muy a gusto, como me ha pasado a mí, con los personajes y la historia de la alfarería. Para mí es una lectura muy recomendable.

 

Como el mismo Saramago dijo: “La caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna”.

 

 

Cipriano Algor, un hombre de sesenta y cuatro años es un alfarero cuyos antepasados han vivido siempre del negocio.

 

Desde hace tres años esta viudo y vive con su hija Marta y su yerno Marcial Gacho, que trabaja en un gran centro comercial en la ciudad.

 

Cipriano ha vivido siempre de la alfarería y es lo único que sabe hacer en la vida. Todo lo que elabora lo vende en el centro comercial con un contrato de exclusividad que le impide buscarse otros medios para vender su producción.

 

Un día como otro cualquiera Cipriano lleva en su vieja furgoneta la loza que ha de entregar al centro pero cuando llega allí el jefe del departamento de ventas le indica que su relación comercial está a punto de finalizar.

 

Su loza ya no se vende porque ha surgido unas piezas de plástico mucho más ligeras y duraderas. Cipriano no entiende como los gustos de las personas han podido cambiar tanto y ve como su futuro peligra.

 

Desesperado ante la idea de perder el negocio familiar y su única forma de sustento explorará junto a su hija otra forma de volver al mercado. A la vez su yerno espera un ascenso laboral que les llevará a mudarse a vivir al centro comercial donde trabaja.

 

Mi impresión

 

 “La caverna” deja de ser una novela liviana para convertirse en una crítica al modelo consumista de la sociedad a la vez que nos invita a reflexionar que es lo que tenemos delante de nuestros ojos y no vemos.

 

El argumento es muy sencillo. Nos muestra a través de una familia tradicional de alfareros como va evolucionando el mundo dejándoles un poco de lado. Padre e hija, Cipriano y Marta intentaran adaptarse elaborando unas pequeñas figuras de barro en las que ponen todo su empeño e ilusión. Para ellos el perder su horno supone perder todo su vida y todo lo que aman.

 

Cipriano no solo teme que estas no se adapten al gusto del público sino que espera con desaliento la noticia del ascenso de su yerno que les llevará a vivir al centro y les alejará de su amada vista campestre.

 

Mientras esto ocurre se produce la aparición de una mujer Isaura y el perro Encontrado que harán reflexionar al protagonista de la historia y plantearse su vida.

 

Como veis no se puede esperar muchas sorpresas en la historia ni nos tendrá enganchados para ver qué sucederá en las páginas siguientes pero es una novela que tiene cierto encanto por su sencillez.

 

En cuanto a los personajes, Saramago como viene siendo habitual en sus novelas, es muy amable y generoso con sus protagonistas dotándoles de buenas virtudes.

 

Cipriano es un hombre cabal y juicioso capaz de adaptarse a la vida de su hija y su yerno para no causarles problemas.

 

Marta es comprensiva con su padre y marido y no quiere decepcionar a ninguno.

 

Marcial se muestra respetuoso y colaborador con su familia política.

 

También nos muestra las buenas relaciones existentes entre estos personajes basadas en el respeto son incapaces de contrariarse unos a otros e incluso decepcionarse aunque para ello tengan que ocultar de alguna forma la verdad.

 

Como siempre el estilo de Saramago no es fácil de digerir para el lector poco acostumbrado. Quizás demasiado para el lector que tome uno de sus libros por primera vez cuyo estilo tan peculiar puede llegar a agobiar.

 

Narrado en tercera persona su prosa es densa y elaborada. Como suele hacer no utiliza guiones en los diálogos sino que separa las frases por comas, y carecen de signos de exclamación e interrogación.

 

El narrador omnisciente utiliza el presente para narrarnos los acontecimientos pero frecuentemente se cuestiona lo que ha de suceder o incluso se aventura en pequeñas conjeturas y reflexiones.

 

La historia tarda bastante en coger cuerpo, no será hasta la mitad de la novela que veamos cambios significativos en el transcurso de la historia para luego al final resolverlo de forma rápida y sin ambages.

 

Me ha sucedido en  bastantes novelas de Saramago que cuando terminan me he quedado con ganas de saber más sobre los personajes y me ha dado pena abandonar una historia que podría haber dado mucho mas de si (como “El hombre duplicado”).

 

Pues esta novela me ha dejado también esta sensación de que la historia podría haber continuado siendo igualmente interesante.


¿Os suena de algo “El mito de la caverna” de Platón? Por si acaso os pillo distraídos os pongo un poco al día. Es una especie de metáfora que Platón nos narra en el libro VII de su obra “La República”.

 

En ella explora la diferencia existente entre el conocimiento que nos proporciona la razón y el que nos llega a través de los sentidos, uno imperceptible a simple vista y el otro aparentemente obvio.

 

En la narración Platón nos explica como en un espacio cavernoso se encuentran desde su nacimiento varios hombres, encerrados y atados con cadenas. Esta sujeción les impide volver la cara y solo pueden mirar hacia adelante.

 

Tras ellos hay la luz de un fuego que arde y que proyecta las sombras de otros prisioneros que transportan mercancías a través de un camino situado en un plano más alto.

 

Los prisioneros que solo pueden mirar hacia una dirección lo único que perciben del mundo exterior son esas sombras. Y eso es lo único que ellos pueden ver y percibir del mundo.

 

El filósofo nos plantea que es lo que sucedería si de repente pudiesen volver las cabezas. ¿Cuál sería su realidad? La que han conocido desde que nacieron o lo nuevo que ven.

 

Pero y si sacaran al exterior a uno de esos hombres y viera la luz del sol. ¿Volvería a su vida anterior tras haber conocido y comprendido el mundo de fuera?

 

Pero si este hombre volviera a la caverna a liberar a sus antiguos compañeros ¿sería capaz de convencerlos? Probablemente no, no solo se burlarían de él sino que incluso tal vez intentarían matarlo.

 

La idea, más o menos, es que lo que llega a nuestros sentidos no tiene porque ser la realidad absoluta y siempre podremos descubrir una realidad ajena a lo que vivimos en este momento.

 

Pero esta explicación que os doy viene a cuento de algo. Y es que esta novela está inspirada en este mito.

 

El gran centro comercial que Saramago critica es la caverna. Un lugar con sus propias reglas que marca la vida de sus ciudadanos. Donde sus habitantes viven en un lugar frio y sin personalidad. Sin poder ver el sol ni las estrellas. El trabajo esclaviza el espíritu y anula la personalidad. Pero para poder entenderlo mejor hay que leerlo.

 

A la vez es una gran crítica a la sociedad consumista. Los negocios tradicionales van desapareciendo a la vez que la sociedad consumista evoluciona a pasos agigantados.

 

Son las grandes superficies las que marcan las tendencias y deciden nuestras necesidades. Incluso hace una comparativa del centro con Dios que tiene el poder de elegir.

 

Conclusión

 

Las novelas de Saramago son únicas y aunque creo que esta no es una de las mejores merece la pena leerla. Impregnada de su esencia nos cuenta como los tiempos cambian y las personas debemos o dejarnos llevar o luchar por lo que queremos. En esta historia hay sueños y esperanza pero también desilusión y pesar.

 

Quizás no es la novela más apropiada para empezar a leer al genio portugués pero si uno ya lo conoce seguro que se siente muy a gusto, como me ha pasado a mí, con los personajes y la historia de la alfarería. Para mí es una lectura muy recomendable.

 

Como el mismo Saramago dijo: “La caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna”.