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miércoles, 24 de noviembre de 2021

MOISES MEIK *** RECORDÁNDOLO *** INDUSTRIA DEL ACCIDENTE DE TRABAJO *** CONSECIÓN AL SECTOR EMPRESARIO *** CONDICIONES QUE PRODUCEN RIESGO LABORAL *** PRINCIPIO DE IRRENUNCIABILIDAD *** PRINCIPIO DE INDEMNIDAD *** RIESGO EMPRESARIO *** PRINCIPIO DE IRRENUNCIABILIDAD *** EL DERECHO DEL TRABAJO ES UN DERECHO HUMANO *** TERCERIZACIÓN *** RESPONSABILIDAD SOLIDARIA


  

LEY DE RIESGOS DEL TRABAJO

MOISÉS MEIK: “A CONTRAMANO DE LOS DERECHOS HUMANOS”

Miércoles 26 de septiembre de 2012, por Corresponsalía Villa María *

 

La propuesta que analiza el Congreso de modificar la Ley de Riesgos de Trabajo es, a criterio del laboralista Moisés Meik, contraria a los principios de derecho laboral básicos.

 

Lamenta que se hable de “industria del juicio” y no de “la industria del accidente”.

Moi­sés Meik es in­te­gran­te de la Aso­cia­ción de Abo­ga­dos La­bo­ra­lis­tas, es­pe­cia­li­dad en la que se ha des­ta­ca­do no só­lo en el país, si­no en fo­ros de di­fe­ren­tes lu­ga­res del mun­do.

 

Vi­lla­ma­rien­se de na­ci­mien­to, es­tu­vo en es­ta ciu­dad di­ser­tan­do so­bre “De­re­cho la­bo­ral y ac­tua­li­dad” en el Ines­cer.

 

En la opor­tu­ni­dad, dia­lo­gó con EL DIA­RIO so­bre el pro­yec­to de mo­di­fi­ca­ción de la ley acer­ca de los ries­gos de tra­ba­jo im­pul­sa­da por el Go­bier­no na­cio­nal.

 

“Creo que es una gran con­ce­sión -al sec­tor em­pre­sa­rio- y que ade­más se des­co­nec­ta con el im­pul­so que el mis­mo Go­bier­no le está dan­do a po­lí­ti­cas fa­vo­ra­bles a los derechos hu­ma­nos”, di­jo Meik.

 

Re­cor­dó que la pre­si­den­ta de la Na­ción, Cris­ti­na Fer­nán­dez de Kirch­ner, pre­sen­tó la pro­pues­ta de cam­bio en la ce­na del Día de la In­dus­tria, an­te los po­pes del em­pre­sa­ria­do na­cio­nal.

 

“De­bo de­cir co­mo la­bo­ra­lis­ta que al me­nos fue de­sa­for­tu­na­do re­fe­rir­se a la in­dus­tria del jui­cio.

 

La­men­to que no se ha­ble de la in­dus­tria del ac­ci­den­te, de las em­pre­sas que ge­ne­ran las con­di­cio­nes pa­ra que se pro­duz­can los ries­gos la­bo­ra­les.

 

El abo­ga­do no pue­de ha­cer jui­cio si­ no se pro­du­jo el ac­ci­den­te”, ex­pli­có.

 

En el pro­yec­to gi­ra­do al Con­gre­so de la Na­ción, se es­ta­ble­ce, co­mo uno de los cam­bios prin­ci­pa­les, que el tra­ba­ja­dor de­be­rá re­nun­ciar a re­cla­mar una in­dem­ni­za­ción si acep­ta el pa­go de los da­ños por el ac­ci­den­te.

 

“Es­to vio­la va­rios prin­ci­pios del de­re­cho la­bo­ral, co­mo es el de la in­dem­ni­dad.

 

Es­to quie­re de­cir que un em­plea­dor asu­me el ries­go por apro­piar­se de la fuer­za del tra­ba­jo de su em­plea­do.

 

Es de­cir, que si se pro­du­ce un ac­ci­den­te, lo de­be de­jar in­dem­ne.

 

Tam­bién vio­la el prin­ci­pio de irre­nun­cia­bi­li­dad. Si el que su­fre un ac­ci­den­te no es un tra­ba­ja­dor, tie­ne de­re­cho a re­cla­mar una in­dem­ni­za­ción, pe­ro, se­gún el pro­yec­to, si se tra­ta de un tra­ba­ja­dor no, da­do que al co­brar de la ART, ha­ce una op­ción con re­nun­cia.

 

La al­ter­na­ti­va que pro­po­ne el pro­yec­to es no co­brar por los da­ños pro­vo­ca­dos por el ac­ci­den­te y arries­gar­se a lle­var el ca­so a jui­cio”, di­jo.

 

Ex­pli­ca, con la ló­gi­ca de un do­cen­te, que el de­re­cho del tra­ba­jo “es un de­re­cho hu­ma­no” y por lo tan­to, con­si­de­ra que al aten­tar con­tra los de­re­chos la­bo­ra­les, se es­tán vio­lan­do los prin­ci­pios de los de­re­chos hu­ma­nos.

 

TER­CE­RI­ZA­CIÓN

 

En otro or­den, Meik se re­fi­rió al fe­nó­me­no de la ter­ce­ri­za­ción sur­gi­do en los ‘70, con la glo­ba­li­za­ción, por im­pul­so de las em­pre­sas tras­na­cio­na­les que des­li­ga­ban sus obli­ga­cio­nes la­bo­ra­les en otras em­pre­sas.

 

“Es lo que pa­só con las que pres­tan el ser­vi­cio del tren de pa­sa­je­ros en Bue­nos Ai­res.

Ter­ce­ri­za­ron, esa ter­ce­ri­za­ción la asu­mie­ron los sin­di­ca­tos (Jo­sé Pe­dra­za), lo que ge­ne­ró pro­tes­tas, co­mo la que se dio cuan­do ase­si­na­ron a Ma­ria­no Fe­rrey­ra”, di­jo.

 

Fren­te a es­te es­ce­na­rio, el de­re­cho la­bo­ral tie­ne co­mo al­ter­na­ti­va “la res­pon­sa­bi­li­dad so­li­da­ria.

 

Hay que ha­cer­le sa­ber a las gran­des em­pre­sas que son res­pon­sa­bles de las obli­ga­cio­nes que pre­ten­den en ter­ce­ros”, con­clu­yó.

 

Fuente: www.eldiariocba.com.ar, de Villa María, Córdoba, empresa recuparada por sus trabajadores de prensa y gráficos

* Equipo de Comunicación de la CTA Villa María

 

domingo, 21 de noviembre de 2021

BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS *** PODER *** EL PODER CRUDO Y EL PODER COCIDO (1ª PARTE) *** RESISTENCIA AL PODER *** IMPERIOS *** LO CRUDO Y LO COCIDO EN EE.UU. Y LA DEMOCRACIA *** DE LA VICTORIA DEL ADVERSARIO AL EXTERMINIO DEL ENEMIGO *** NEUTRALIZACIÓN DE POLÍTICOS *** GOLPES BLANDOS *** LAWFARE *** ASESINATO DE LÍDERES POLÍTICOS, SOCIALES *** IMPLICACIÓN DE LA C.I.A. *** TERRORISMO DE ESTADO *** DESESTABILIZACIÓN DE GOBIERNOS ALIADOS ***

 



26 OCTUBRE 2021

EL PODER CRUDO Y EL PODER COCIDO (1ª PARTE)

Por Boaventura de Sousa Santos*

 

Inspirándome libremente en uno de los binarismos que subyacen a las Mitológicas de Lévi-Strauss, sugiero que las formas de poder que dominan en las sociedades tienden a tener una versión cocida y una versión cruda.

 

Las dos versiones implican diferentes formas de ejercicio del poder y plantean cada una de ellas diferentes tipos de resistencias y de resistentes.

 

Al contrario de lo que la metáfora culinaria podría sugerir, no existe una secuencia necesaria entre lo crudo y lo cocido. Ambas versiones coexisten, pueden activarse de forma alternativa o conjunta, y el dominio relativo de una u otra depende de los contextos sociales, económicos, políticos y culturales en los que se lleva a cabo el ejercicio del poder.

 

De entrada, conviene definir qué entiendo por poder: poder es la capacidad de alguien (persona, grupo, idea, entidad) de afectar la existencia de otro sin ser afectado por este, o serlo de forma subjetiva u objetivamente considerada menos intensa.

 

Cuanto mayor es el desequilibrio entre la capacidad de afectar y ser afectado, más intensa o brutal es la forma de poder y mayor es la desigualdad entre las partes.

 

Por tanto, la brutalidad no es una forma extrema de poder, sino una dimensión siempre presente en cualquier forma de poder.

 

La versión cocida es la versión que mezcla la fuerza bruta del poder con ingredientes, condimentos y elaboraciones que lo disfrazan y le confieren diferentes sabores, vestimentas y maquillajes.

 

No se trata de disfraces en el sentido común del término, algo externo y accesorio que no interfiere en la “esencia de la cosa”.

 

Por el contrario, los disfraces del poder cocido son constitutivos porque este es siempre el resultado de la fuerza bruta y de todo lo que se invierte en la cocción.

 

El poder crudo es el poder que se ejerce con plena exhibición de la fuerza bruta.

 

Esto no quiere decir que no tenga sabores, ropaje o maquillaje. Lo que ocurre es que estos se utilizan para enfatizar la brutalidad, la crudeza del poder crudo. Es como si la forma de vestirse del poder fuese aparecer desnudo.

 

Las dos formas de poder recurren a diferentes instrumentos para su ejercicio y a diferentes narrativas y retóricas para justificarse.

 

Mientras que el poder cocido se justifica con argumentos que no tienen nada que ver con el poder, el poder crudo quiere que su ejercicio sea su justificación.

 

Como mencioné, es característico del poder cocido presentarse a partir de acciones, formas e ideologías de no poder: principios universales, salvación o beneficio potencial de todos, búsqueda de la verdad, virtud, pureza, belleza, cooperación, solidaridad, reciprocidad, hermandad en la lucha por los bienes comunes o contra enemigos comunes.

 

Las instituciones que lo promueven tienden a constituirse de acuerdo con lógicas organizativas que idealmente no se ven afectadas por diferencias de poder.

 

Las dos lógicas fundamentales son la burocracia y la retórica.

 

La burocracia es la lógica de la racionalidad instrumental que opera por reglas o normas (escritas) a las que todos están sujetos.  

 

La retórica es la lógica de la argumentación que no pretende imponer nada a nadie. Solo busca persuadir o convencer. Hay diferencias de poder argumentativo, pero convergen en resultados mutuamente aceptados.

 

El poder crudo se ejerce y se presenta de maneras que acentúan la fuerza bruta cuya justificación radica en su propio ejercicio y en la devastación que causa.

 

Lejos de ocultar esta devastación, la exhibe y, a través de ella, exalta, idealmente por exceso, las diferencias de poder.  

 

Cuando esta exhibición puede ser contraproducente, la disculpa de maneras que minimizan el daño o la responsabilidad, como errores técnicos, falsos positivos, daños colaterales, zonas de sacrificio, «manzanas podridas».

 

La lógica organizativa que preside el ejercicio del poder crudo es la violencia, el ejercicio incondicional de la fuerza ya sea física (guerra, asesinato, incendio, saqueo, tortura física, mutilación) o psíquica (“tortura sin tacto”, “técnicas avanzadas de interrogatorio”, discursos de odio, amenazas), funcional (trabajo esclavo) o estructural (racismo, sexismo).

 

Ambas formas de ejercicio del poder condicionan la resistencia de los afectados. La dificultad relativa de la resistencia depende, en primera instancia, del grado de desigualdad entre quienes tienen poder y quienes no lo tienen o entre quienes tienen más poder y los que tienen menos poder.

 

Pero las formas de resistencia al poder cocido y al poder crudo varían sustancialmente: diferentes formas de lucha, diferentes ideologías, así como diferentes protagonismos por parte de diferentes tipos de resistencias y de alianzas entre ellas.

 

La resistencia al poder cocido tiene que ser cocida, al igual que la resistencia al poder crudo tiene que ser cruda.

 

Las dos formas de ejercicio del poder tienden a estar presentes en cualquier campo (económico, social, político o cultural), escala (interpersonal, local, nacional, global) o tiempo histórico (pasado, presente).  

 

En este texto, analizo algunas dimensiones del poder político contemporáneo.   

 

IMPERIOS

Por imperio entiendo el espacio geopolítico constituido por varios países, formalmente independientes o no, subordinados, en su totalidad o sustancialmente, a un determinado país dominante, el país imperial. 

 

Los imperios siempre han constituido formas de poder complejo en las que se mezclaban el poder cocido y el poder crudo. Pero el dominio relativo de ambas versiones varió mucho a lo largo del tiempo.

 

En los primeros momentos de los imperios casi siempre dominó el poder crudo, pero las exigencias de sostenibilidad requerían rápidamente la presencia de poder cocido.

 

Debido a su lógica expansionista, los imperios difícilmente coexistían entre sí y, por ello, tendían a sucederse a lo largo del tiempo.

 

Cuando coexistían, un determinado imperio tenía que acomodarse o subordinarse a otro. Fue el caso del Imperio portugués que, desde el siglo XVIII, sobrevivió subordinado al Imperio británico.

 

Para limitarme a la época moderna (siglo XV y siguientes), podemos identificar los siguientes imperios, cada uno de ellos con sus versiones cocidas.

 

La fuerza bruta que los animaba siempre estuvo disfrazada de principios universales, es decir, ideas o valores cuya vigencia supuestamente beneficiaba a todos.

 

La versión cocida de los imperios portugués y español fue la propagación de la cristiandad y de la salvación de la que esta era portadora; en el caso del Imperio británico, fue el libre comercio y el progreso; en el caso del Imperio francés, fueron, después de la Revolución francesa, los principios revolucionarios y los derechos humanos; en el caso del Imperio soviético, fue el hombre nuevo, el socialismo y el comunismo; y, por último, en el caso del Imperio estadounidense (sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial), fue la democracia, los derechos humanos y la primacía del derecho.

 

Hoy se discute si está surgiendo o no otro imperio, el Imperio chino, que reemplazaría al Imperio estadounidense. De ser así, la versión cocida del Imperio chino probablemente será el desarrollo económico y tecnológico, la iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda.

 

La nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China parece presagiar precisamente una nueva guerra entre imperios.

 

En cualquier caso, en buena parte del mundo (en la que se inscribe aquella desde la que escribo) domina el Imperio estadounidense, del que me ocupo con más detalle.

 

LO CRUDO Y LO COCIDO ESTADOUNIDENSE Y LA DEMOCRACIA

 

Los análisis del declive del Imperio estadounidense son cada vez más numerosos y convincentes.

 

Una de las fuentes más fiables es probablemente el Consejo Nacional de Inteligencia vinculado a la CIA, considerado el centro analítico más importante de Washington.

 

Cada cuatro años viene publicando sus análisis sobre las «tendencias globales» y son cada vez más insistentes las referencias a la próxima primacía mundial de la economía china (¿2030?) y las implicaciones que ello puede tener para el mundo y, sobre todo, para EE. UU., cuya superioridad militar continuará, pero cuya eficacia se pone cada vez más en tela de juicio (véase la salida de Irak impuesta por este país y la caótica retirada del Afganistán).

 

Más que la futurología sobre la nueva Guerra Fría, interesa analizar los cambios en curso del poder imperial estadounidense, porque son los que tienen mayor impacto en la vida de los países sujetos a él y especialmente en el régimen político que todavía domina en EE. UU, la democracia.

 

El cambio más notorio es el predominio cada vez más visible del poder crudo sobre el poder cocido.

 

No se trata de afirmar que, contrariamente a lo que sucedía antes, el poder crudo prevalece hoy a escala global e inequívocamente sobre el poder cocido.

 

Realmente creo que las dos formas de poder siempre han estado presentes y que en diferentes partes del mundo el poder crudo siempre ha prevalecido (que lo digan Centroamérica y América Latina a lo largo del siglo XX o el Vietnam de las décadas de 1960 y 1970).  

 

Se trata de constatar que la forma de poder crudo parece ser globalmente dominante hoy en día y sobre todo más visible.

 

Hay dos formas mediante las que esta visibilidad se hace más evidente: por un lado, el pasaje de la victoria sobre el adversario al exterminio del enemigo y, por otro, la hiper-discrepancia entre principios y prácticas.  

 

DE LA VICTORIA SOBRE EL ADVERSARIO AL EXTERMINIO DEL ENEMIGO

 

El exterminio de enemigos políticos siempre ha sido una de las armas elegidas por los gobiernos dictatoriales.

 

En los últimos tiempos, los casos del nazismo y el estalinismo están bien documentados.

 

En el último caso, la tara homicida parece haber continuado incluso después del fin del estalinismo y del fin del régimen soviético, como lo ilustra el asesinato por envenenamiento del ex espía ruso Alexander Litvinenko en Londres en noviembre de 2006 por parte de agentes del Kremlin, según lo confirmado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en 2021.

 

Particularmente preocupante e intrigante es el recurso a la liquidación de opositores políticos en regímenes democráticos que, a pesar de las convulsiones y contradicciones, han prevalecido en el campo de la hegemonía estadounidense.

 

Se estima que el declive del Imperio estadounidense comenzó o se hizo más evidente a partir de 2003 con la invasión de Irak y la guerra contra el terrorismo.

 

La idea de la superioridad global del capitalismo al combinar la promesa del desarrollo global con la promesa de libertad (una combinación que el modelo soviético no pudo lograr) se vino abajo y fue reemplazada por la defensa nacionalista y unilateral de Estados Unidos contra enemigos externos e internos.

 

La convivencia conflictiva con reglas pactadas entre adversarios políticos, que es la esencia de la democracia, fue reemplazada paulatinamente por la idea de la urgencia de exterminar al enemigo, ante la cual el fin justifica los medios.

 

Y los medios pasaron a ser las distintas formas de violencia, tanto legales (el derecho penal del enemigo) como ilegales (la contrainsurgencia), tanto físicas como de otro tipo.

 

Insisto, este no fue un cambio de 360 ​​grados, fue una inflexión significativa que repercutió en las más diversas formas de acción política, no solo de Estados Unidos, sino también de sus aliados.

 

La creciente confusión entre enemigo externo y enemigo interno ha llevado al endurecimiento del derecho penal (límites al derecho de defensa, aumento de la punitividad), a la creciente militarización de la policía y al uso del ejército para restablecer el “orden interno”.

 

Dados los obstáculos a la acción violenta del poder crudo contemplados en los tratados internacionales de derechos humanos en escenarios de guerra (a saber, los Convenios de Ginebra), se inventaron formas de guerra no convencionales, las guerras irregulares, se alentó la creación de fuerzas paralelas ilegales para actuar en articulación con las fuerzas armadas, como milicias y grupos paramilitares (por ejemplo, en Colombia), y se extendió el recurso a ejércitos mercenarios con los mismos objetivos de burlar los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos.

 

La violencia del poder crudo se ejerce hoy de muchas maneras que pueden o no implicar violencia física.

 

La neutralización o cancelación, como se diría hoy, de adversarios políticos se ha convertido en una medida común ejecutada por agencias nacionales o extranjeras, recurriendo a escuchas ilegales, noticias falsas, amenazas, discursos de odio.  

 

En los últimos diez años, la neutralización de políticos considerados hostiles a los intereses estadounidenses cuenta con nuevas armas, como los llamados “golpes blandos”, supuestamente llevados a cabo en el marco de la normalidad democrática, y la lawfare, la manipulación burda del sistema judicial (casi siempre con el apoyo militante de los medios de comunicación hegemónicos) para lograr objetivos políticos específicos, de los que la Operación Lava Jato en Brasil es hoy el ejemplo más infame a escala mundial.

 

Cuando la neutralización no fue posible o suficiente, se recurrió al asesinato de líderes políticos, militares y sociales.

 

La implicación de la CIA en el asesinato de líderes políticos es de sobra conocida, desde Patrice Lumumba, el primer jefe de gobierno elegido democráticamente en la República Democrática del Congo, asesinado en 1961, hasta el proyecto de asesinato de Julian Assange, aparentemente en vigor desde al menos 2017. También se conocieron los múltiples y, en ocasiones, rocambolescos intentos de asesinar a Fidel Castro.

 

Parece justo afirmar que cuanto más íntima es la alianza con Estados Unidos, más común ha sido el recurso al asesinato de opositores políticos. Estos son los casos, entre otros, de Colombia, Israel y Arabia Saudita.

 

En Colombia, a pesar del fin formal de la violencia política con la firma de los Acuerdos de Paz con el grupo guerrillero más importante (FARC) en La Habana, en 2016, han sido asesinados 1.237 líderes sociales desde entonces, incluidos 348 líderes indígenas y 86 líderes afrodescendientes.

 

Además, fueron asesinados 295 excombatientes, guerrilleros que iniciaban o reanudaban la vida civil en cumplimiento de los Acuerdos de Paz.

 

El 18 de septiembre de este año, el nada sospechoso New York Times informaba del asesinato, a través de algún tipo de sofisticado control remoto, de otro científico nuclear iraní, Mohsen Fakhrizadeh, perpetrado por el Mossad, los servicios secretos israelíes, aparentemente con el conocimiento previo del presidente Donald Trump. Fue solo el último ejemplo de terrorismo de Estado por parte de Israel.

 

De hecho, siguió el ejemplo de Estados Unidos, cuyos servicios secretos habían asesinado, el 3 de enero de 2020, mediante drones, a uno de los generales iraníes más respetados, Qasem Soleimani.

 

En el caso de Arabia Saudita, el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en 2018 por agentes del príncipe Mohammed bin Salman fue particularmente conocido.

 

En el periodo de mayor visibilidad del poder crudo en el que vivimos, quizás se deba tener en cuenta el análisis del conocido historiador Alfred McCoy, según el cual, dado el historial de acciones desestabilizadoras de la CIA, un país aliado de EE. UU. se encuentra en una posición más vulnerable y peligrosa que un país enemigo.

 

De hecho, a lo largo de muchas décadas, la CIA mostró grandes dificultades para desestabilizar países como la Unión Soviética, China, Corea del Norte o Vietnam, pero fue muy eficaz para desestabilizar gobiernos de países que, siendo aliados, quisieron reclamar en algún momento cierta autonomía en relación con los intereses geoestratégicos estadounidenses.

 

Siempre que los conflictos eran intensos y los resultados inciertos, las acciones desestabilizadoras tendían a ser ambiguas y engañosas (mensajes contradictorios a las partes en conflicto) para asegurar la prevalencia de los intereses estadounidenses, cualquiera que fuera la parte victoriosa.

 

Por otro lado, esta experiencia debe ser tomada especialmente en cuenta por los políticos en la órbita del Imperio estadounidense en la situación política internacional actual.

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

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*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial. Artículo enviado a Other News por la oficina del autor

 


jueves, 18 de noviembre de 2021

MOISES MEIK *** LIBRO EN HOMENAJE AL DR. MOISES MEIK A UNA AÑO DE SU FALLECIMIENTO

  



Presentación

La obra “Elementos actuales de Derecho del Trabajo” es una obra jurídica de homenaje al Profesor Moisés Meik, un notable cultor del Derecho del Trabajo de Argentina y América Latina. Los autores que reconocen en él al Maestro, son: Guillermo Contrera Luis Raffaghelli Viviana Dobarro Guillermo Gianibelli David Duarte, coordinados por Contreras y Rafaghelli. El acceso a la obra es totalmente libre y gratuito, mediante este link:

https://latam.ijeditores.com/index.php?option=publicacion&idpublicacion=758

La edición y su distribución, en esas condiciones de libre acceso, es una gentileza de EDITORES - Fondo Editorial. Esta decisión es la medida de Moisés Meik, como él lo hubiera querido. De Moises aprendimos que el único conocimiento socialmente útil, es el que compartimos. Socializar el conocimiento, para una sociedad más justa e igualitaria, para que un mundo mejor sea posible.

Pensamos en una obra de gratificación y reconocimiento a su figura, como tantas generaciones de laboralistas, siempre impulsados y ayudados por él, a través de su otra pasión: la construcción colectiva del conocimiento de los derechos sociales.

También fue notable su tarea académica en innumerables congresos y jornadas donde dejaba su palabra elocuente y pensamiento profundo, y en la catedra desde el Instituto de Derecho Social de la Universidad Nacional de La Plata.

Quienes asumimos la obra, fuimos dirigidos por él en el libro “Trabajo y Derechos” que vio la luz en 2014 y se agotó rápidamente.

Por ello, nos hemos propuesto reflejar en cada capítulo notas de sus ideas y traerlas a la actualidad como Meik lo quiso: estudiar, trabajar y luchar por un mundo del trabajo mejor y más justo, en una sociedad igualitaria.

Sobran los motivos para realizar una obra jurídica de homenaje al Profesor Moisés Meik, un notable cultor del Derecho del Trabajo de Argentina y América Latina.

Meik ejerció durante décadas la abogacía del trabajo, con pasión y talento, dos de sus características distintivas.

Luego ingresó al Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires, como juez del trabajo en sus queridos distritos de Morón y La Matanza, función en la que dejó huellas indelebles de cómo buscar la verdad y acercar la justicia al más débil.

Pensamos en una obra de gratificación y reconocimiento a su figura, como tantas generaciones de laboralistas, siempre impulsados y ayudados por él, a través de su otra pasión: la construcción colectiva del conocimiento de los derechos sociales.

También fue notable su tarea académica en innumerables congresos y jornadas donde dejaba su palabra elocuente y pensamiento profundo, y en la cátedra desde el Instituto de Derecho Social de la Universidad Nacional de La Plata.

Quienes escribimos en esta obra, fuimos dirigidos por Moisés, en el libro “Trabajo y Derechos” de Editora Platense, que vio la luz en 2014 y se agotó rápidamente.

Hemos denominado la presente como “Elementos actuales de Derecho del Trabajo”, ya que los temas desarrollados son ciertamente muy debatidos en este tiempo.

El pensamiento de Meik ha sido un hilo conductor, en sus vectores principales: un Derecho tutelar AL y del Trabajo, unido estrechamente a los derechos humanos, expresado en el bloque de constitucionalidad federal y en los principios de no discriminación, progresividad y pro persona.

Cada capítulo refleja notas de las potentes ideas de Meik y su notable actualidad, tal como él lo quiso: estudiar, trabajar y luchar por un mundo mejor y más justo, con espíritu crítico en el conocimiento de los derechos sociales.

Contrera aborda dos temas que hacen a la centralidad del trabajo en la sociedad humana: la igualdad de trato y el principio de no discriminación como ejes de relaciones laborales regidas por la protección y la justicia social.

Ello no podría lograrse en un mundo del trabajo con violencia y acoso laboral, otro de los grandes temas en los que se adentra.

Analiza los estándares probatorios de la discriminación, un tema álgido y de notable actualidad en la jurisprudencia.

El derecho al trabajo, otra de las grandes preocupaciones de Meik no pasan desapercibidas para Contrera y de allí dispara reflexiones nada menos que al derecho de comer y descomer.

Luego trata otros temas de no menor complejidad: el trabajo de cuidados no remunerado y las nuevas demandas generadas por colectivos feministas y LGBTTINB+ que constituyen un reto para los operadores jurídicos y para la sociedad toda.

Raffaghelli analiza la responsabilidad social empresaria en el marco económico global, particularmente de las empresas internacionales. Los códigos de conducta en las cadenas de suministro y producción que fuera especial motivo de investigación de Meik, y la construcción paulatina de un marco de negociación a ese nivel con presencia sindical, sobre diversos temas entre ellos la salud y seguridad laboral. Luego entra en el debate sobre la perspectiva de género en la conducción empresarial.

La tercerización como degradación de la estabilidad lo conduce a otro de los aportes sustanciales de Moisés Meik.

Repasa el estado de la cuestión en accidentes y enfermedades laborales, las polémicas inconclusas del tema y las dificultades competenciales en la justicia nacional del trabajo.

Finalmente analiza la responsabilidad empresarial en materia de derechos humanos y la experiencia argentina trayendo el debate sobre los últimos pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Dobarro analiza los cambios que se han operado en el mundo del trabajo a partir de la incorporación de las nuevas tecnologías y su impacto en la persona humana que desarrolla tareas en este nuevo escenario.

La empresa ha cambiado, la forma en que se prestan tareas ha cambiado y también quienes realizan dichas tareas. En ese contexto, se pregunta si estamos frente a trabajo prestado en relación de dependencia o en forma autónoma y cuáles son los derechos fundamentales que asisten o tutelan a estos trabajadores y trabajadoras.

Reflexiona acerca de las nociones centrales del Derecho del Trabajo, aquéllas que lo diferenciaron de otras ramas del Derecho y que le dieron razón de ser y si resultan aplicables a estas modalidades.

Busca desentrañar si los trabajadores y trabajadoras de plataforma tienen estabilidad en el puesto de trabajo, si los alcanza la protección frente al despido arbitrario o están precarizados. En particular, teniendo en cuenta la centralidad que el Profesor Meik le asignó al estudio sobre la estabilidad laboral y a modo de homenaje a su legado jurídico.

Revisa el estado de la cuestión en el ámbito de la Organización Internacional del Trabajo y en la doctrina y jurisprudencia nacional e internacional.

Duarte describe la interrelación entre el Derecho del Trabajo y el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, remarcando su humanismo conductor, las fuentes del derecho humano del trabajo y los principios de los derechos humanos, reivindicando su operatividad, irregresividad y progresividad.

Luego explica el Derecho Internacional del Trabajo y la OIT a la luz de sus 100 años de existencia destacando la significación jurídica de sus Convenios y Recomendaciones.

De gran importancia resulta el análisis que nos trae sobre la aplicación de los Tratados Internacionales y el rol de la justicia en los tribunales locales, aspecto que desvelaba a Meik.

Advierte la colisión de derechos constitucionales y la de derechos fundamentales, a la luz del sujeto de preferente tutela y el principio pro homine.

Destaca el rol imparcial pero no neutral del juez en materia de Derechos Humanos.

Gianibelli bellamente señala la lucha por el derecho a la estabilidad como un legado de Moisés Meik, reivindicando conceptualmente la protección contra el despido arbitrario.

Luego se introduce en ese tema tan trabajado por Meik: la expansión constitucional del derecho “AL” trabajo, con todo lo que ello implica en los tiempos que corren.

Repasa nociones de los grandes maestros de la disciplina, que encontró a Meik batallando por la prohibición del despido sin causa como concreción de la estabilidad y el derecho al trabajo, con anclaje en Convenios Internacionales.

Realiza un balance sobre la protección contra el despido arbitrario, un tema que ha cobrado actualidad con propuestas regresivas.

Apunta que las relaciones laborales, tanto en su dimensión individual cuanto colectiva, son esencialmente relaciones de poder, y que el desafío histórico del Derecho Social es la progresiva democratización de esos vínculos, mientras que la estabilidad en el empleo es pilar de esa construcción en la medida que constituye un “derecho para conseguir otros derechos”.

En conclusión, como puede advertirse, la obra además de recoger el legado de Meik, busca con afán lograr que contribuya para quienes se adentren en su lectura, tanto desde el campo académico, como de la abogacía y la justicia del trabajo.

 

lunes, 8 de noviembre de 2021

ÁLVARO GARCÍA LINERA *** LA REFLEXIÓN SOBRE LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS Y LA COMUNICACIÓN

 



En Las 40, Felicitas Bonavitta conversó con el exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera y le preguntó por qué los movimientos progresistas tienen tantas dificultades para llevar adelante una estrategia de comunicación que enfrente a los medios hegemónicos.

 

LA REFLEXIÓN DE ÁLVARO GARCÍA LINERA SOBRE LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS Y LA COMUNICACIÓN

 

Está claro que los medios de comunicación hoy juegan un papel de unificadores y constructores de sentido común y de organización de la sociedad. 

 

En cierta manera tienen poder político. Los medios de comunicación son una de las formas del poder político en las sociedades contemporáneas. 

 

La política es la lucha por el monopolio del sentido común y los medios forman parte de esa disputa por el sentido común.

 

Por eso no es casualidad que cuando los sectores oligárquicos tradicionales pierden el control del gobierno mediante elecciones, inmediatamente se refugian, potencian y refuerzan sus medios de comunicación como una forma de disputa del poder político, porque los medios de comunicación construyen o acaparan parte de la construcción de sentido y de sentido común de una sociedad. 

 

Por eso no es casualidad tampoco que los medios de comunicación muchas veces tiendan a sustituir a los partidos como los grandes núcleos de oposición política a gobiernos progresistas o revolucionarios.

 

Debemos darnos cuenta de que cualquier transformación social tiene que tener en la lucha comunicacional un elemento central como el de ganar elecciones o tener una buena gestión de gobierno. 

 

Los medios de comunicación son un cumplimiento más del quehacer político, de la lucha política, del poder político y de la dirección política de una sociedad. 

 

Siempre los gobiernos progresistas entran en desventaja frente a grupos de poder económico que tienen muchos años de historia sedimentada, de poder, de control, de acumulación de propiedad. 

 

A lo largo de todas esas décadas o siglos se han esforzado por monopolizar y por controlar la propiedad de medios de comunicación en todos los ámbitos. 

 

Cuando solamente había periódicos, controlaron los periódicos. Cuando apareció la radio, controlaron los periódicos y radio y cuando apareció la televisión, controlaron los periódicos, radios y la televisión.

 

Ahora incluso tienen las redes. Disponen de mucho dinero para mantener esa su propiedad de los soportes tecnológicos porque en lo comunicacional se juega la gran batalla del poder político en cualquier sociedad moderna. 

 

Entonces es normal que los gobiernos progresistas siempre enfrentemos esta gran propiedad de medios que utilizan la comunicación de manera desvergonzada para proteger sus privilegios y para atacar a los gobiernos progresistas. 

 

Sin embargo, cuando un gobierno progresista llega al poder, lo hace de manera excepcional, rompiendo esas barreras. 

 

Un gobierno progresista no entra al poder en condiciones normales de estabilidad, de tranquilidad, no, entra en momentos de una crisis que relaja, debilita o agrieta el poderío de los medios de comunicación.

 

Y por esa grieta o esas grietas irrumpe lo popular, lo progresista, lo revolucionario. Pero eso es apenas el inicio.

 

Con el tiempo está claro que los sectores concentrados de la economía van a potenciar sus medios de comunicación para debilitar un proceso progresista. Y ante ello, el gobierno progresista tiene que utilizar una diversidad de plataformas, tiene que intentar debilitar y contener estos grandes monopolios comunicacionales, ponerles freno y contraponer a ello una multiplicidad de estrategias comunicacionales.

 

El Estado puede hacer ciertas cosas, pero no puede ser como el lado opuesto paralelo en dimensión económica que los medios de comunicación de los privados. 

 

Si bien tiene que dar la batalla y utilizar también otro tipo de formas comunicacionales más creativas, más baratas, más populares, más plebeyas. Porque al fin y al cabo, por muy todopoderoso que sean los medios de comunicación privados con sus grandes monopolios, siempre tienen sus fisuras, siempre tienen sus límites.