‘No existe el maquiavelismo’: Maurizio Viroli
AGENCIA REFORMA / ZOÉ ROBLEDO Publicada el 05/05/2014
Maurizio Viroli (Forli, 1952), profesor de la Universidad de Texas y profesor emérito de la Universidad de Princeton. FOTO: Agencia Reforma
Durante cinco siglos el pensamiento de Nicolás Maquiavelo expuesto en El Príncipe fue considerado una afrenta moral dictada por el mismísimo Satanás y escrita por Judas Iscariote.
El libro fue prohibido y enviado a la hoguera por tribunales lo mismo católicos que protestantes, islámicos y también académicos y políticos.
El arzobispo de Canterbury, Reginald Poe, afirmó que el diablo no había dictado el libro, sino que lo había escrito directamente, sin ayuda de nadie.
El Papa Paulo IV lo llamó “escritor impuro y malvado”; en Baviera, en el siglo XVI, los jesuitas pidieron que se quemara la efigie del filósofo florentino en un ritual post mortem para que la humanidad se purificara.
Quinientos años después, otro italiano emprende una misión: reivindicar a Maquiavelo.
Su nombre es Maurizio Viroli (Forli, 1952), profesor de la Universidad de Texas y profesor emérito de la Universidad de Princeton.
Viroli redime a Maquiavelo desde el estudio de su obra y también de su vida; es célebre el retrato literario que realizó en la biografía La sonrisa de Maquiavelo (Tusquets Editores, 2002).
Viroli visitó México. Presentó el libro conmemorativo editado por la Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales del Senado de la República y se reunió con más de una docena de actores políticos para invitarlos a su cruzada: regresar a Maquiavelo e impulsar en su lectura correcta el renacimiento de la gran política.
¿Por qué es tan atacado El Príncipe?, ¿por qué hace falta redimir a Maquiavelo?
Nicolás Maquiavelo es, tal vez, el único escritor y político que ha sido condenado y atacado durante más de cuatro siglos de forma sostenida y violenta.
Por ello pensé en escribir un libro que cuestionara y criticara los lugares comunes que existen sobre Maquiavelo y así redimirlo de la idea de que es un consejero de tiranos, de que es el maestro del mal, de que es un científico político, de que Maquiavelo fue quien sostuvo que la política no requiere de la moral.
Al redimir El Príncipe se redime a su autor: Nicolás Maquiavelo.
Maquiavelo tenía el valor de retar las ideas dominantes de su tiempo, retar al príncipe.
En su tiempo, la idea del buen príncipe era aquel que, para preservar al Estado y para conquistar la gloria, debía ser respetuoso de los principios de la moral cristiana.
Maquiavelo explica que esto no siempre es posible, que a veces para un príncipe es necesario no “ser malo”, sino “ser no bueno”.
Esto suscitó en todos aquellos que eran verdaderamente malos una reacción para atribuir a Maquiavelo sus culpas.
El Príncipe dio origen a un sustantivo; maquiavelismo, y a un adjetivo, maquiavélico. ¿Cuál sería una interpretación más real de uno y otro?
No existe el maquiavelismo.
No existe lo maquiavélico.
Sin embargo, se trata del único ejemplo en toda la historia del pensamiento político de un sustantivo derivado del nombre de un autor.
No existe el lockismo (por John Locke), no existe el kantismo (por Immanuel Kant).
Sólo Maquiavelo dio su nombre a una idea de la política como arte de la corrupción.
Ahora, antes que nada, Maquiavelo no tenía un sistema. No era un pensador sistemático, por lo tanto, la palabra maquiavelismo está muy lejos de la idea del hombre.
¿Quién era Maquiavelo?
Se presentaba y afirmaba ser un hombre bueno, un hombre que deseaba enseñar el bien.
¿Y lo entendieron?
Sí, hubo quien lo entendió muy bien en 1600 en Inglaterra, en 1700 en Suiza y en 1800 en Italia.
El maquiavelismo es una pequeña parte de la historia de la fortuna de Maquiavelo que es la más conocida; pero recordemos que, por ejemplo, los admiradores más convencidos de Maquiavelo fueron personas de gran fe religiosa cristiana, y esto no se sabe, se habla de Maquiavelo y del maquiavelismo, pero nadie recuerda que la primera edición de El Príncipe en latín salió en Suiza, en 1560 por obra de protestantes italianos.
El filósofo político germano-estadounidense Leo Strauss afirma que Maquiavelo no es el inventor del mal, pero sí el primero que lo abraza. ¿Cuál es su opinión sobre esta definición?
Para entender a Maquiavelo debes tenerlo, ser parecido a él.
Leo Strauss no podía entender a Maquiavelo, no tenía las herramientas.
¿Qué enseñó de malo Maquiavelo?
Enseñó a liberar a Italia, ¿eso es tan malo?
Enseñó a luchar contra la corrupción, ¿es malo o es bueno?
Enseñó a construir repúblicas, ¿es malo o es bueno?
Uno de los errores que se han creado alrededor de Maquiavelo es que se le acusa de intentar separar la política de la moral para que el gobierno sea eficaz y la política sea un instrumento pertinente.
No hay nada en el texto que autorice a pensar que según Maquiavelo existe una moral para el príncipe y otra para los súbditos.
El título del capítulo 15 es muy claro: “De las cosas por las que los hombres, y especialmente los príncipes, son alabados o censurados”.
Entonces explica cómo y por qué y de qué modo los hombres obtienen alabanzas o críticas. Todos los hombres.
Y entonces, ¿en dónde está la autonomía de la política?
No existe, porque las mismas acciones que hacen que te alaben son válidas para todos.
¿Sabes cuál es la prueba de ello? La Mandrágora, comedia en prosa escrita por Maquiavelo en los mismos años en los que escribió El Príncipe.
La famosa frase de El Príncipe “y en las acciones de todos los hombres, y máxime en las de los príncipes, cuando no hay tribunal al que reclamarle, se juzga por los resultados” aparece casi idéntica en La Mandrágora (acto III, escena 11):
“Y además, el fin se tiene que considerar en cada cosa”.
Ahí no se habla de cuestiones políticas. Se trata de un fraile que quiere convencer a una mujer virtuosa de que haga el amor con un hombre que no es su marido. Esto no es política.
Se le ha querido leer como un libro de consejos, sin embargo, parecería que 500 años después El Príncipe es mucho más que eso. ¿Cómo leer El Príncipe hoy?
Para Maquiavelo la política no cambia. No cambió en su tiempo, no era diferente de la que existía en Grecia o en Roma, y la política de nuestros días no es diferente a la del Renacimiento, porque los seres humanos, los príncipes, los políticos y los ciudadanos actúan en la política guiados por pasiones, y las pasiones son siempre las mismas: el amor a la libertad, el amor al dominio, el amor a la Patria, el miedo, la esperanza, son siempre esas y por ello Maquiavelo describe y entiende cómo los seres humanos actuaron, actúan y actuarán en la política.
Se habla mucho de reglas e instituciones. Son importantes, pero no debemos olvidar que la política es una obra de los seres humanos y, para tener buena política, debemos tener líderes que tengan las pasiones correctas.
La obra de Maquiavelo fue decisiva en el diseño de la nación y de la nacionalidad italianas, en la creación del “orden nuevo”, como apunta Antonio Gramsci. ¿Es El Príncipe la primera gran obra de la ciencia política? ¿El Estado como un artefacto de la técnica al servicio del poderoso, o es una obra de arte en constante creación por el genio político?
No, El Príncipe y las demás obras de Maquiavelo no son obras de ciencia política.
Por ciencia política se entiende un análisis separado de la realidad política con base en muchos datos empíricos.
¿Qué datos ofrece Maquiavelo en sus obras? Muy pocos. Uno o dos.
A menudo Maquiavelo cambia los hechos y es muy impreciso. Pensemos en esto: si Maquiavelo hubiera presentado El Príncipe a una revista de ciencia política, ¿se lo habrían publicado? No. Lo habrían considerado como una obra no científica y, además, ¿han visto alguna obra de ciencia política que termine con un poema? El Príncipe termina con un poema:
***La virtud tomará las armas contra el furor,
***y el combate será breve,
***porque el antiguo valor
***aún no ha muerto en los corazones itálicos.
¿Cuándo y cómo es que se desarrolla un concepto como lo maquiavélico utilizado para referirse a una supuesta perversidad y cinismo de quien usa el poder? ¿Por qué recordamos el Maquiavelo del realismo político que encontramos en El Príncipe y no al Maquiavelo republicano e idealista de Discursos sobre la primera década de Tito Livio?
En El Príncipe también hay conceptos, pero no sólo conceptos. Existen conceptos y metáforas, hay conceptos e imágenes: la zorra y el león son dos imágenes, no se trata de dos conceptos.
Maquiavelo utiliza la idea de la zorra y del león para explicar que el príncipe debe saber utilizar la astucia y la fuerza y por lo tanto, hay conceptos e imágenes, razón y elocuencia, y en nuestro tiempo una obra así es fundamental porque los escritos políticos deben mover a la acción.
Maquiavelo desea mover hacia la acción, quiere entender la realidad, pero también mover hacia la acción y esto hace que El Príncipe sea único en su género.
Yo tengo una respuesta muy severa, porque la ciencia política dominante en nuestro tiempo es muy restringida. Ve en la política solamente el ejercicio del poder.
Pero la política es mucho más: en la política hay memorias, héroes, profetas, imaginación, sueños, utopías, pasiones; Maquiavelo era desde este punto de vista un verdadero realista, sabía que en la política existen muchos aspectos.
La ciencia política en nuestro tiempo es muy limitada, Maquiavelo era más grande y, entonces, como la ciencia política es pequeña, trata de hacer que Maquiavelo se vuelva pequeño.
¿Es posible leer El Príncipe desde distintas posiciones ideológicas?, ¿hay una lectura desde la izquierda y otra desde la derecha?
Sí, el Maquiavelo de la derecha es el teórico de la fuerza, es el teórico de lo autónomo, de la razón de Estado.
El Maquiavelo de la izquierda es sobre todo el Maquiavelo de Gramsci que explica cómo es posible para un pueblo, para un grupo social, para una parte de la sociedad, conquistar su propia redención.
Sí, existe un Maquiavelo de derecha y uno de izquierda, pero el verdadero Maquiavelo va más allá de la derecha y de la izquierda.
Maquiavelo era un republicano, que no es ni de derecha ni de izquierda.
¿Qué esconde la sonrisa de Maquiavelo?
Tristeza. Mucha. Porque ya no puede hacer nada. Es una sonrisa que oculta la tristeza. Es una sonrisa que no expresa alegría, sólo sufrimiento.
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