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SOBRE EL AUTOR:
Herbert Marcuse nació en Berlín, Alemania, en 1898. Su familia era judía y tenía una buena posición económica. Interesado por la política desde muy joven, estudió filosofía en las universidades de Berlín y Friburgo, donde conoció a Edmund Husserl y Martin Heidegger, que fue el director de su tesis, con la que se doctoró en 1922.
En 1933, ingresó en el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt (la Escuela de Frankfurt), que fue clausurado ese mismo año por el régimen nazi.
Marcuse, junto a otros integrantes de la Escuela de Frankfurt, optó por irse a Estados Unidos, y adoptó la nacionalidad estadounidense en 1940.
Fue docente en las universidades de Columbia, Harvard, Boston y San Diego, y gran inspirador del movimiento estudiantil que culminó en el Mayo del 68. Murió en 1979.
En 1933, ingresó en el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt (la Escuela de Frankfurt), que fue clausurado ese mismo año por el régimen nazi.
Marcuse, junto a otros integrantes de la Escuela de Frankfurt, optó por irse a Estados Unidos, y adoptó la nacionalidad estadounidense en 1940.
Fue docente en las universidades de Columbia, Harvard, Boston y San Diego, y gran inspirador del movimiento estudiantil que culminó en el Mayo del 68. Murió en 1979.
ÍNDICE:
---Prólogo, por Peter Marcuse / 09
---El Marcuse desconocido: nuevos descubrimientos de archivo, por Douglas Kellner / 15
---Agradecimientos / 19
---Tecnología, guerra y fascismo: Marcuse en los años cuarenta, por Douglas Kellner / 21
---Algunas implicaciones sociales de la tecnología moderna / 67
---Estado e individuo bajo el nacionalsocialismo / 99
---Una historia de la doctrina del cambio social por Herbert Marcuse y Franz Neumann / 129
---Teorías del cambio social por Herbert Marcuse y Franz Neumann / 143
---La nueva mentalidad alemana / 181
---Complemento uno / 219
---Complemento dos / 224
---Complemento tres / 233
---Descripción de tres grandes proyectos / 241
---Algunos comentarios sobre Aragon / 251
---33 Tesis / 271
---Cartas a Horkheimer / 285
---Un diálogo de cartas entre Heidegger y Marcuse / 323
Toda protesta es absurda, y el individuo que insista en su libertad de acción se convertiría en un excéntrico. No hay escape personal del aparato que ha mecanizado y estandarizado el mundo. Es un aparato racional, que combina la mayor eficiencia con la mayor conveniencia ahorrando tiempo y energía, eliminando lo sobrante, adaptando todos los medios al fin, anticipando consecuencias, prolongando la calculabilidad y la seguridad. Al manipular la máquina, el hombre aprende que la obediencia a las instrucciones es el único camino para obtener los resultados deseados. La prosperidad es idéntica a los ajustes al aparato. No hay espacio para la autonomía. La racionalidad individualista se ha desarrollado en la conformidad eficiente con el continuo ya dado de los medios y los fines.
A continuación, un fragmento a modo de adelanto:
Allí donde la oposición mortal entre nacionalsocialismo y civilización occidental ha sido enfatizada abundantemente, la explicación adecuada no ha sido tomada del hecho de que la nueva mentalidad alemana, con su realismo cínico y su racionalidad tecnológica totalitaria, constituya una quiebra no menos fundamental con la cultura alemana tradicional, que es considerada como un mero “engaño”.
Esto es de extrema importancia porque el pueblo alemán, que, durante una década ha sido prevenido de pensar en otra lógica y de pensar en otra lengua que no fuera la de sus amos, no será accesible a la llamada de su lógica y su lenguaje tradicionales.
El ataque a la mentalidad nacionalsocialista debe por tanto desarrollar nuevas formas de infiltración, formas que disuelven esta mentalidad a través de responder a ella.
En las siguientes secciones, haremos algunas sugerencias para el desarrollo de un contralenguaje semejante.
Intentaremos delinear su contorno en tres etapas diferentes del ataque:
--- 1.] el lenguaje de los hechos,
---2.] el lenguaje del recuerdo,
---3.] el lenguaje de la re- educación.
1. EL LENGUAJE DE LOS HECHOS
La noción de que la presente guerra es principalmente una guerra entre ideologías y filosofías es perjudicial para cualquier contrapropaganda efectiva.
En el largo proceso de desacreditación integral, el pueblo alemán ha sido entrenado para considerar todo lo que no está corroborado por los simples hechos como una ideología, en el sentido de una tergiversación intencional de hechos por intereses particulares.
Por consiguiente, el llamamiento a los derechos del hombre, a las libertades democráticas, a la dignidad del hombre, a las leyes de la moralidad, etc., es, para los oídos alemanes, solo tan sospechoso y extraño como es la filosofía nacionalsocialista para nuestros oídos.
Lo que el pueblo alemán entiende y reconoce son los hechos, y ansía hechos y logros fácticos. Esto lleva a la mentalidad alemana mucho más cerca de la mentalidad occidental de lo que nunca ha estado y construye el primer puente de comunicación entre dos mundos hostiles.
La contrapropaganda debe hablar el lenguaje pragmático de los hechos, y, afortunadamente, hay hechos suficientes para ser usados contra los hechos del nacionalsocialismo.
La capacidad productiva y el potencial de guerra de las Naciones Unidas, su estándar de vida, su control efectivo sobre los precios y beneficios, el modo en que han superado el desempleo y transformado el sistema económico sin aplastar al movimiento obrero, todo esto puede ser puesto al conocimiento del pueblo alemán de una manera tal que pueda empequeñecer y acusar a los “logros” nacionalsocialistas.
Las estadísticas no son el método correcto para transmitir esos hechos; informes breves de primera mano sobre los incidentes en las fábricas, astilleros, calles y talleres, sobre acciones económicas y militares harán el trabajo mucho mejor.
Sin embargo, todo depende del marco en el que se pongan los hechos, es decir, de lo que se haga con ellos durante y después de que termine la guerra.
Esto, por supuesto, va más allá del lenguaje de los hechos y pertenece a otra etapa en el desarrollo de la contrapropaganda, que intentaremos indicar más tarde. Pero desde que el marco general de los hechos debe naturalmente determinar también su presentación, queremos mencionar aquí al menos un factor decisivo.
Hemos dicho que, en el presente, una distinción clara entre el pueblo alemán y el régimen todavía no está justificada. En tanto que la contrapropaganda está dirigida a la mayoría del pueblo alemán y no a grupos sociales particulares (estos últimos deben ser discutidos separadamente), debe tomarse esta mayoría como es actualmente, es decir, como atada al régimen.
Por eso, no debe haber la más mínima duda de que las Naciones Unidas no son capaces de hacer la guerra hasta que el nacionalsocialismo sea finalmente destruido, junto con todo el sistema que lo soporta.
En otras palabras, no debe haber la más mínima duda de que ningún desplazamiento dentro del sistema, sino solo la abolición del sistema mismo acabará con la guerra.
Y aquí, la única cuestión que importa al pueblo alemán es ¿qué pasará después de la guerra? ¿Solo cambiarán una forma de opresión y reglamentación por otra?
Hemos señalado al fatalismo catastrófico en el cual culmina el realismo nacionalsocialista: la única alternativa es la completa destrucción.
Cuanto más avance la guerra, más está la mentalidad alemana poseída por esta concepción, y los últimos discursos de los líderes nacionalsocialistas estuvieron ampliamente dominados por ella.
Tal vez, es la antitoxina más fuerte contra cualquier contrapropaganda.
En el presente, solo un tratamiento negativo podría ser posible: la refutación oficial de todos los programas imperialistas, la extensión del principio de autodeterminación y el gobierno representativo, la lucha contra la apropiación monopolista de materias primas y de mercados.
Obviamente, fuertes sentimientos “anticapitalistas” prevalecen entre la mayoría del pueblo alemán.
El eslogan de las “naciones proletarias” y la guerra contra los “plutócratas” es probablemente el motivo nacionalsocialista más popular.
Sin duda, la disciplina de la economía de guerra alemana difícilmente esconde el hecho de que los “plutócratas” alemanes han conservado e incluso han reforzado su poder, y que la propaganda nacionalsocialista está cuidadosamente reducida al “capitalismo” de otros países.
Además, los sentimientos anticapitalistas de la mayoría del pueblo alemán (en contraste con aquellos de la oposición activa) están limitados a la propiedad a gran escala y al “capitalismo financiero” y no son hostiles en absoluto a la propiedad privada.
Por el contrario, sueñan con la restauración de la propiedad a pequeña escala en su antiguo derecho y en la abolición de la “expropiación” monopolista.
Aquí, la contrapropaganda podría otra vez poner los hechos contra los hechos. Sin ninguna forma de terror, el desarrollo económico en los países occidentales tiende a disminuir la importancia del capital mercantil y financiero en favor de la industria.
“Wall Street” ya no es el símbolo de la distribución actual del poder. Y, más importante, el mismo gobierno democrático ha tomado la lucha contra la concentración y las prácticas monopolísticas nocivas.
Los informes de los comités de investigación del Congreso y las medidas tomadas y propuestas por las diversas agencias gubernamentales ofrecen un marco adecuado para la presentación de hechos que podrían contrarrestar las afirmaciones nacionalsocialistas. Ellas pueden ser usadas para mostrar que los países democráticos son más eficientes que los países fascistas en su lucha contra la intrusión de los intereses monopolistas en el bienestar general.
Los alemanes siguen temiendo y respetando la eficiencia estadounidense como tal vez el único adversario de igual valor.
La unión entre la eficiencia superior y la democracia debe ser la proposición central de la lógica y el lenguaje de los hechos. Puede ser verificada no solo en la lucha, sino también en el frente doméstico.
La extensión de la libertad y la satisfacción que se abre a los pueblos democráticos en medio de la guerra total puede ser notablemente documentada (fotografías, periódicos).
Estas libertades y satisfacciones deberían ser contrastadas con la “pureza” reglamentada y la pobreza de los “placeres” nacionalsocialistas.
Además, puede mostrarse cómo, en las democracias, unen sus fuerzas con la fuerza militar, la completa capacidad y un estándard de vida mejor, y cómo no están reservados a unos grupos privilegiados.
2. EL LENGUAJE DE LOS RECUERDOS
El segundo paso en el desarrollo de un contralenguaje podría ser caracterizado como una moderación gradual y la desintegración de ese realismo cínico que ata al pueblo alemán al régimen.
Este paso solo podría ser hecho sobre la base de ese mismo realismo, es decir, presupone un incremento constante en los esfuerzos de guerra de las Naciones Unidas y en las dificultades y contratiempos del régimen nacionalsocialista.
Así, el lenguaje de los hechos puede ser apoyado y complementado por otro lenguaje, que podríamos llamar el lenguaje del recuerdo o rememoración.
El recuerdo del pasado fue uno de los instrumentos psicológicos más fuertes de la propaganda nacionalsocialista.
Hemos dicho que, en la Alemania nacionalsocialista, el presente ha absorbido al pasado, pero este último ha sido preservado en el primero, lo cual se configura como la conquista final del pasado.
Los catorce años proverbiales con los que Hitler golpeó una y otra vez a su audiencia eran más que un truco. Esta fórmula mágica abrió las puertas a través de las cuales las frustraciones, miserias y derrotas del pasado irrumpieron en el presente de tal forma que la gente buscó refugio con aquel que consagraba el pasado.
Hemos mencionado la concepción catastrófica del futuro en el nacionalsocialismo, ahora encontramos una concepción catastrófica parecida del pasado.
El presente está situado entre estas dos catástrofes, y ese es el motivo de que el pueblo alemán parezca estar ciego a lo que está ocurriendo actualmente.
Hemos señalado el hecho de que el nacionalsocialismo ha creado un medio para el descontento en el pasado y que transformó este descontento en un fermento de cohesión y control.
Los “catorce años” es el símbolo más efectivo y concreto de descontento, más efectivo porque desacredita no al gobierno autoritario, sino al democrático.
La comprensión del pasado sobre el presente podría ofrecer una palanca que podría ayudar a romper el presente.
Usada como tal palanca, el recuerdo tiene la función de revivir imágenes que iluminan el presente terror.
Por lo tanto, el pasado no era solo frustración y miseria, sino también la promesa de la libertad.
Grandes cantidades de alemanes han dado su sangre para hacer buena esta promesa. El pueblo alemán no lo ha olvidado, ni los traidores ni los mártires de la libertad. Sus nombres son difamados, y la lealtad hacia ellos es castigada con la muerte y la tortura.
Pero podría haber otra forma de liberar la memoria viva: a través de la forma del arte. Iluminar la realidad por la promesa de la libertad y la felicidad siempre ha sido una función esencial del arte, y en la lucha presente, esta función podría obtener un nuevo significado.
El papel del arte en la propaganda política es uno de los problemas más difíciles, y una concepción equivocada podría hacer más daño que el rechazo a usar esta arma.
Las armas son tan escasas, sin embargo, que podría estar permitido expresar algunas sugerencias.
La difusión de “obras maestras clásicas” probablemente tiene muy poco efecto. Quitando el hecho de que hay excelentes representaciones de tales trabajos incluso en la Alemania nacionalsocialista, estos trabajos no hablan el lenguaje del recuerdo para los oídos alemanes.
Para la nueva mentalidad alemana, no tienen un “valor de verdad”: no son entendidas como imágenes de las promesas y potencialidades reales.
Además, ya no poseen esa cualidad de “distanciamiento” que es constitutiva de la función política del arte.
Para completar esta función, el trabajo del arte debe ser extraño a la realidad que acusa, extraña a tal extremo que no puede ser reconciliada con el arte.
Al mismo tiempo, debe apelar a aquellos que sufren de la realidad y hablar su lenguaje no distorsionado.
Hoy, el trabajo “político” del arte debe iluminar de un golpe la absoluta incompatibilidad de la realidad predominante con las esperanzas y potencialidades de los hombres.
El arte clásico, sin embargo, ha sido parte y parcela de la “cultura” oficial en la Alemania nacionalsocialista y, en este proceso, los “clásicos” han sido domesticados y reconciliados con el patrón predominante de pensamiento y de sentimiento.
En la medida en que han resistido el proceso de domesticación, han sido asesinados por el espíritu del realismo, que acepta el arte como un estimulante y una recreación prescrita.
Es significativo que la “filosofía del arte” de Hitler esté entrada en este valor de eficiencia especial del arte. Lo usa como un bálsamo y un adorno de la sumisión.
El poder del arte para servir como un arma antifascista depende del poder con el cual diga la verdad, de modo incondicional y sin compromiso. Este simple hecho implica un cambio fundamental en la estructura formal del arte.
El arte ya no puede “representar” la realidad, ya esta última ha ido más allá del alcance de una adecuada representación “estética”. El terror y los sufrimientos de aquellos que lo resisten son mayores que la fuerza de la imaginación artística.
Pero las leyes que gobiernan esta realidad, y las promesas y potencialidades que ellos han destruido pueden ser reveladas en otra forma, y esta forma pertenece también al dominio del arte.
Por lo tanto, pueden ser representadas del modo más adecuado cuando están representadas en toda su “irrealidad” fantástica.
Nuestro lenguaje y nuestros sentidos fueron ajustados a un mundo en el cual la noción de “realidad” incluía los aspectos oscuros e iluminados de la existencia, la libertad y la frustración, la esperanza así como la desesperanza.
En este sentido, nuestro lenguaje y nuestros sentidos trascendían la realidad incluso si ellos la describían.
En contraposición, el nacionalsocialismo ha eliminado los elementos trascendentales en el pensamiento y en la percepción; a consecuencia de ello, su mundo no puede ser representado y reproducido en las formas tradicionales. En términos de estas formas, el mundo del nacionalsocialismo es un mundo “irreal”.
Toda la verdad en este mundo puede ser contada solo en un lenguaje no cargado con las promesas y esperanzas reconciliadoras de la cultura, o en un lenguaje que contenga estas promesas y esperanzas precisamente en esa forma satánica en la cual el nacionalsocialismo las ha realizado.
Por ejemplo, la verdadera historia del ascenso de Hitler al poder podría ser resaltada del modo más efectivo en la forma de un melodrama gánster barato, con una trama shakespeariana de conspiración, traición y seducción (el poeta alemán Bertold Brecht ha intentado algo parecido).
3. EL LENGUAJE DE LA REEDUCACIÓN
La luz que el lenguaje del recuerdo puede proyectar en el pasado y el presente solo puede tener un valor de apoyo, pero no puede crear ni transformar los hechos, de los cuales todo depende. Lo mismo vale para el tercer paso en el desarrollo de un contralenguaje, a saber, la reeducación.
Los responsables estadounidenses y británicos han expresado frecuentemente la visión de que la mera restauración del statu quo no aseguraría la destrucción del nacionalsocialismo.
La declaración de Henry Wallace de que la “revolución de los últimos 150 años no ha sido completada” y de que “esta revolución no puede parar hasta que la libertad de la necesidad haya sido realmente conseguida”, y la declaración de Summer Welles de que “la era del imperialismo ha acabado” se refieren a este hecho.
No debería ignorarse que el nacionalsocialismo ha hecho lo que ha podido para destruir la misma noción del statu quo en la mentalidad del pueblo alemán, y los efectos de esta tarea pueden difícilmente ser ignorados. En este punto, la ruptura entre la vieja y la nueva Alemania es tal vez la más aguda.
Alemania no puede ir hacia atrás, incluso si quisiera, no solo por las condiciones objetivas del desarrollo económico internacional.
La educación nacionalsocialista para la eficiencia y racionalidad tecnológicas ha cambiado -mucho más que el desplazamiento ampliamente anunciado de los tabúes tradicionales- el pensamiento y el patrón de comportamiento de los hombres en todos los estratos de la población.
La “introspección” y el “romanticismo” alemanes tradicionales, que también expresaban la inmadurez política de amplios sectores de la población, han sido destruidos por su movilización nacionalsocialista.
Bajo el impacto de esa politización integral a la cual el nacionalsocialismo los sujeta, el pueblo alemán podría llegar a estar listo para la autodeterminación política, bastante en contra de la voluntad de sus amos.
+++El pueblo ha visto qué fácil fue para la camarilla nacionalsocialista encargarse y llevar a cabo las funciones administrativas que habían sido prerrogativa de un grupo privilegiado firmemente arraigado, entrenado especialmente en representar estas funciones.
Las masas gobernadas han experimentado con qué efectividad esta camarilla ha “planeado” y reglamentado el proceso distributivo y productivo, ha manejado la amenaza de inflación y otros problemas económicos, y ha equipado el aparato industrial hasta su máxima capacidad.
El nacionalsocialismo ha privado a las actividades administrativas supremas de las cualidades elevadas, las cuales eliminó de los ojos y las manos de la población gobernada, y las ha convertido en un asunto normal.
Sin duda, el nacionalsocialismo ha reservado al mismo tiempo esta empresa a su propio latrocinio, pero esta reserva es un asunto de mero poder, no de habilidad e ingenuidad especial. Y este poder puede ser destruido.
Además, el realismo en el cual la gente ha sido entrenada podría afinar su mente para la contradicción sorprendente entre el aparato industrial racionalizado y su restricción totalitaria, entre el poder productivo gigantesco y el uso al cual se dirige, entre la riqueza potencial y el terror actual.
Sin embargo, podría ocurrir que todo este conocimiento y entendimiento fueran asfixiados hasta la muerte. Sin los medios adecuados para su realización, deben continuar siendo impotentes.
Es una vana esperanza esperar a la autodisolución del sistema nacionalsocialista. Si la nueva mentalidad alemana contiene algunas fuerzas de liberación, solo pueden ser liberadas en la lucha exitosa contra el régimen. La reeducación, es decir, la emancipación y cultivación de esas fuerzas es en sí mismo un elemento de esta lucha.
El nacionalsocialismo perpetúa su poder enfrentando la seguridad real contra la libertad potencial. Para las masas alemanas, la seguridad totalitaria era más real que las libertades democráticas de las que habían disfrutado durante la República de Weimar.
Ha sido un principio fundamental de la propaganda nacionalsocialista enseñar la incompatibilidad entre la libertad (democrática) y la seguridad, entre los Derechos del Hombre y el pleno empleo, entre la igualdad de oportunidades y la igualdad de poder.
La democracia, la libertad, el desempleo y la pobreza han sido soldados en una única entidad terrorífica. Consecuentemente, el llamado a la libertad democrática aparece como equivalente al llamado a la inseguridad y el desempleo.
El portavoz de las Naciones Unidas ha tomado este hecho en consideración y orientó su llamamiento a la noción de “seguridad general” como la norma del orden posbélico.
En línea con esta política, cualquier reeducación de las masas alemanas debe tener como objetivo cortar el lazo psicológico entre la seguridad y el autoritarismo, el pleno empleo y la reglamentación totalitaria.
El carácter autoritario y sumiso del hombre bajo el sistema nazi no es una propiedad natural inmodificable, sino una forma histórica de pensamiento y comportamiento, concomitante con la transformación de la industria a gran escala en un dominio político directo.
Por tanto, este carácter será disuelto cuando las fuerzas sociales sean derrotadas, las cuales son responsables de la transformación de la sociedad industrial en una autoritaria.
En la Alemania nacionalsocialista, estas fuerzas son distinguibles claramente: son los grandes conglomerados industriales sobre los cuales se centra la organización económica del Reich y el nivel superior de la burocracia del partido y gubernamental. La ruptura de su dominio es el requisito previo y el contenido principal de reeducación.
La reeducación es así más que la idea tradicional de educación que “refleja la verdad de una edad precedente más que la edad del porvenir”.
La reeducación es principalmente enseñar a la gente “a producir más comida y más bienes” y producirlos para el consumo.
De hecho, esto es algo que debe ser enseñado y aprendido. Por eso, al indoctrinar a las masas con la filosofía del sacrificio irracional, el esfuerzo y la privación, el nacionalsocialismo ha racionalizado la economía de la escasez que ella perpetúa.
La reconstrucción económica debe, por tanto, estar acompañada por la educación para “la libertad del deseo”, la cual, en la sociedad nacionalsocialista, se ha convertido otra vez en una idea sin sentido.
9. DIFERENCIACIÓN DE LA CONTRAPROPAGANDA
Hasta ahora no hemos diferenciado nuestra discusión sobre la contrapropaganda de acuerdo a los diferentes grupos de la población alemana a los cuales debería ser dirigida.
Hemos dicho que la “unificación” obligatoria del pueblo alemán permite un amplio rango de propaganda indiferenciada, pero cuanto más progresan la guerra y con el antagonismo interno de la sociedad nacionalsocialista, tal diferenciación será más imperativa.
Dos grupos son desde el principio excluidos de los objetos de la contrapropaganda, a saber, los pilares sociales del régimen entre la industria a gran escala y la burocracia gubernamental. Ellos perderán todo con la caída del régimen y no pueden esperar ningún beneficio de cualquier otro régimen.
Sin lugar a dudas, intentarán “ajustarse”, pero bajo cualquier forma de gobierno formarán el núcleo del totalitarismo.
Aparte de este grupo, del mismo modo la oposición activa al sistema nacionalsocialista se sitúa fuera del alcance de la propaganda en sentido estricto. Esta oposición sabe lo que hacer. La única cosa que puede obtener del exterior es información empírica sobre asuntos más allá de su propia experiencia e instrumentos para el sabotaje y el contraterrorismo.
Ahí permanecen los grupos de la pequeña y mediana empresa, las profesiones liberales, los granjeros y el gran segmento de los trabajadores. Parcialmente solapados con ellos, pero constituyendo una masa coherente más bien firme de seguidores, está la burocracia inferior del partido y los miembros actuales del partido. Es en estos grupos que la nueva mentalidad ha echado sus más profundas raíces, por lo que podrían ser disueltas solo apelando a su interés material y más inmediato.
El nacionalsocialismo ha destruido la independencia de la mediana y pequeña empresa, y ha transformado sus miembros en oficiales menores, empleados o trabajadores. Desde estas posiciones, participan en la nueva seguridad.
A la vista de la racionalización tecnológica desarrollada en todos los países industriales, su restauración en una posición independiente previa aparece como una política regresiva.
Lo que ellos más temen es su deterioro en el “proletariado”. Incluso podrían preferir la seguridad autoritaria a la libertad insegura de la empresa a pequeña escala.
Saben que la vieja “normalidad” no puede regresar. Quieren ver que el plan democrático para una economía posbélica no los entrega al dominio de la industria a gran escala ni los convierte en proletarios, ya que ellos no se sumergen en el “libre flujo de los bienes económicos”.
Una economía planificada en la cual tienen su lugar definido apelará a ellos mucho más que la promesa de la vieja normalidad.
Sin embargo, en las profesiones liberales, la libertad era mucho más que un valor “ideológico”: constituía la misma esencia de la profesión. Consecuentemente, las profesiones libres no existen en la Alemania nacionalsocialista y, en su caso, el estándard de seguridad general debe ser complementado con el llamado a su anterior libertad.
Son las profesiones democráticas par excellence, completamente dependientes de la libertad de expresión, investigación y prensa.
Con relación a aquellas capas de la población trabajadora (incluyendo los granjeros) que no pertenecen a la oposición activa, la apelación más fuerte es al pleno empleo y a un estándard de vida más alto.
El nacionalsocialismo, mientras disminuye cuidadosamente este último de una forma demasiado notable, ha sido forzado a combinar el pleno empleo con una intensificación constante y una extensión del trabajo.
La contrapropaganda puede enfatizar la contradicción entre la “ comunidad popular” y la posición privilegiada de los pequeños grupos dirigentes que han hecho de su esclavitud algo necesario, pero puede hacer poco para asegurar a los trabajadores alemanes que una economía de paz democrática sea capaz de cortar el lazo entre el pleno empleo y la esclavitud.
Sin embargo, el problema del pleno empleo no es solo un problema económico, sino también político.
Las Naciones Unidas han declarado una y otra vez que el mundo posbélico debe ser un mundo “planificado”.
El contenido y el funcionamiento del nuevo plan dependerá de la nueva distribución del poder y de la forma de gobierno que obtenga el pueblo liberado.
Si los trabajadores alemanes creen que tendrán una parte adecuada en la nueva distribución del poder, que serán los sujetos y no solo los objetos del plan, entonces se habrá dado un paso decisivo en pos de ganarlos para la causa de la democracia.
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