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miércoles, 20 de diciembre de 2017

REFORMA PREVISIONAL - JUBILADOS Y PENSIONADOS - por:CONSTANTINO BERTOLO --- TRABAJO DIGNO --- TRABAJADOR CAPITAL QUE SE NEGOCIA, QUE NECESITA CAPITALIZAR --- CONTRATO DE TRABAJO, NEGOCIACIÓN ENTRE CAPITALES --- TRABAJO DIGNO ES CONTRATO DIGNO --- RESPONSABILIDAD DE LOS SINDICATOS --- CAPITAL TRABAJADOR ES SU FUERZA DE TRABAJO --- JUBILADOS Y PENSIONADOS CARECEN FUERZA DE TRABAJO --- DESCARTABLES

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jueves, 6 de abril de 2017

PENSIONISTAS Y JUBILADOS

Y si ellos no se apartan voluntariamente encontraremos la forma de apartarlos y depojarlos de su dignidad, en primer lugar ante sí mismos.

EN SU COLUMNA HABITUAL ÁNGULO DE REFRACCIÓN DEL MENSUAL MUNDO OBRERO, Y BAJO EL TÍTULAR INTERROGATIVO ¿TRABAJO DIGNO? ESCRIBE CONSTANTINO BÉRTOLO:

Bajo la cultura del capitalismo el trabajador se auto-observa él mismo como capital pues la praxis capitalista nos lleva fácilmente a pensar que nuestra fuerza de trabajo es un capital que negocia y dialoga con el capital de quienes poseen los medios de producción. 

Nos convertimos así en un capital que necesita ser capitalizado, subsumido, por un capital ajeno. Vía esa institución que se llama contrato llegamos a pensar que el trabajo es el resultado de una negociación entre capitales: el propio del trabajador y el propio de la empresa. 

En ese contexto capitalista la dignidad del trabajador descansaría sobre la posesión de ese capital-fuerza de trabajo. Trabajo digno significaría por tanto contrato digno. El solapamiento entre trabajo y contrato se vuelve así el espacio que permite hablar de dignidad y desde esta premisa serían los sindicatos lo que tienen la responsabilidad de mantener los niveles de dignidad que ellos mismos, como representación de los trabajadores, determinen.

Si efectivamente se hace residir la dignidad del trabajador sobre la posesión de su "capital=fuerza de trabajo", quienes no poseen esa fuerza o carecen de capacidad para ejercerla son desprovistos, se quiera o no, de buena parte de esa dignidad.

Tanto tienes, tanto vales es en el fondo lo que el sentido social común tiene asumido como un hecho incontrovertible.

¿En qué se basaba el prestigio de los ancianos en las sociedades antiguas, agrícolas y ganaderas? 

En su capital, un capital de experiencia y conocimientos acumulados que era valorado por los más jóvenes, sobre todo en sociedades ágrafas, en que la transmisión oral del conocimiento hacía de los ancianos verdaderos libros vivos. 

El jubilado actual es un capital laboral amortizado. Su prestigio social ha caído, como por otra parte ocurre con los desempleados, sean los mayores en paro de larga duración o aquellos "jóvenes aunque sobradamente preparados" sin mucha esperanza de encontrar un trabajo acorde con esa preparación. 

Es decir: quienes carecen de un trabajo digno (que es su capital, porque el capitalista dispone de otro para que le otorgue dignidad), esos son desplazados como inútiles, parásitos, y en consecuencia menos dignos.

Hace ya muchos años que en la Costa del Sol se distinguía entre "los moros" y "los árabes". No hace falta aclarar quienes eran unos y otros.

Por cosas como esta me rechina que la página sindical de la Federación de Pensionistas y Jubilados de Comisiones Obreras omita el segundo término, lo que según alguna explicación oída obedece a evitar una redundancia, porque "los jubilados son pensionistas".

Tendré que aclarar de nuevo que para mí la dignidad no la confiere el capital-trabajo,que los pensionistas por otras razones (discapacitados, enfermos), como los menores de edad, no tienen ni un gramo menos de dignidad que los trabajadores. 

Pero en el imaginario colectivo el término pensión, contaminado por la idea de que trabajo es dignificado por su carácter de capital del trabajador, tiene algo de olor a "beneficencia", de algo que en el fondo se otorga sin merecimiento al que lo recibe.

Gritemos a los cuatro vientos que no es así, que alguien que no puede trabajar no recibe la generosa ayuda de una pensión como un don no merecido. 

Pero el caso del jubilado ni siquiera puede ser interpretado como ese don que se concede graciosamente. Porque al jubilado, en un sistema de capitización como el nuestro, simplemente se le devuelve algo que estuvo acumulando en toda su vida laboral. Y que la cuota del empresario tampoco es otra cosa que una parte diferida del salario. La que aún así le permite obtener un plusvalor y seguir acumulando capital. Capital de verdad.

Hay que ser cuidadosos con las palabras, porque el lenguaje no es neutro. El lenguaje dominante contiene las ideas dominantes, las de la clase dominante. Por eso quiero acabar este exordio con unos párrafos leídos aquí:


Hacer política y empezar por el principio, por utilizar el lenguaje





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