«HOY NOS SOMETEMOS VOLUNTARIAMENTE A LA AUTO-EXPLOTACIÓN HASTA COLAPSARNOS»:
BYUNG-CHUL HAN
Con » Capitalismo y pulsión de muerte», Byung-Chul Han retoma su actividad.
Un libro que reúne artículos y diálogos sobre el crecimiento del capitalismo y sus efectos.
Byung-Chul Han asegura que «crecimiento» actual es en realidad el resultado de una población compuesta por un tumor canceroso que ha crecido sin control y está destruyendo la sociedad.
¿Por qué piensa esto?, bueno, metafóricamente estos tumores crecen y hacen metástasis sin cesar con un vigor misterioso y letal.
Esta expansión eventualmente se tornará dañina en lugar de ser constructiva, asegura Byung-Chul Han en su nuevo libro.
El concepto de «pulsión de muerte» fue propuesto por primera vez por Freud, y se sabe que en la medida que el concepto empezó a dominar sus pensamientos, reconoció que «no era capaz de concebir más allá».
Byung-Chul Han lo retoma para explicar que hoy en día es difícil pensar en el capitalismo sin tener en cuenta la pulsión de muerte.
Byung-Chul Han es creyente de que hace tiempo este punto de inflexión se produjo en el capitalismo. Por lo tanto, las fuerzas destructivas del mismo provocan catástrofes tanto a nivel mental como ecológico o social.
En consecuencia los efectos destructivos del capitalismo implican la existencia de un instinto de muerte.
ENTREVISTA A BYUNG-CHUL HAN
*** Hablemos primero de sus raíces, pues son bastante inusuales.
¿Qué le lleva a un coreano a venirse a Alemania?
¿Por qué alguien que ha estudiado metalurgia se hace filósofo?
--- En la vida hay rupturas y mudanzas que uno no puede explicar. Quizá mi inusual decisión también tenga que ver sobre todo con mi nombre.
Adorno dijo en cierta ocasión que los nombres son iniciales que no entendemos, pero a las que obedecemos.
El signo chino para Chul, tal como se pronuncia, significa tanto hierro como luz.
En coreano «filosofía» significa la ciencia de la luz. Así que posiblemente no hice más que dejarme guiar por mi nombre.
*** A Alemania…
--–Vine a Alemania con la carta de admisión de la Escuela Técnica Superior de Clausthal-Zellerfeld, cerca de Gotinga, para estudiar metalurgia. A mis padres les dije que quería ampliar mi carrera técnica en Alemania. Les tuve que mentir, pues de lo contrario no me habrían dejado marchar.
Así que simplemente me marché a un país totalmente distinto, cuyo idioma yo por aquel entonces ni hablaba ni escribía, y me lancé a estudiar una carrera totalmente distinta. Fue como un sueño. Por aquel entonces yo tenía 22 años.
***–Su ensayo La sociedad del cansancio, que ya en Alemania fue un superventas, se ha convertido también en Corea del Sur en un libro de culto. ¿Cómo explica eso?
---–El libro se ha vendido ahí tanto como en Alemania ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel. Parece ser que a los coreanos les interesó la tesis principal del libro de que la actual sociedad del rendimiento es una sociedad de la autoexplotación voluntaria, y de que es posible una explotación incluso sin dominación.
Corea del Sur es una sociedad del cansancio en fase terminal. De hecho, en Corea se ven por todas partes personas durmiendo. Los vagones de metro en Seúl parecen coches cama.
***–¿Y antes era distinto?
---–En mi época escolar colgaban en la clase cuadros con sentencias que contenían conceptos como paciencia, aplicación, etc.: los clásicos lemas de una sociedad disciplinaria.
Pero hoy el país se ha convertido en una sociedad del rendimiento, y esta transformación se ha producido ahí de forma más rápida y brutal que en ninguna otra parte.
Nadie tuvo tiempo de prepararse para la modalidad más dura del neoliberalismo. De pronto lo que importa es la capacidad, y ya no la obligación ni el deber.
Las clases están hoy llenas de eslóganes del tipo «¡Sí, tú puedes!». En este momento parece que mi libro actúa como un antídoto. Quizá sea el preludio de una conciencia crítica que ahora, sin embargo, apenas se está empezando a gestar.
***–¿Pero qué problema hay con la ética neoliberal del rendimiento?
---–El problema es que esa ética es muy astuta, y por eso resulta tan devastadoramente eficiente. Me gustaría explicarle en qué consiste esta astucia.
Karl Marx criticó una sociedad gobernada por un poder externo.
En el capitalismo se explota al trabajador, y a partir de un determinado nivel de producción esta explotación por otros llega a su límite.
De forma muy distinta sucede con la auto-explotación, a la que hoy nos sometemos voluntariamente. La auto-explotación es ilimitada. Nos explotamos voluntariamente hasta colapsarnos.
Si fracaso, me responsabilizo a mí mismo del fracaso. Si sufro, si me arruino, el único culpable soy yo.
La autoexplotación es una explotación sin dominación, porque se realiza de forma totalmente voluntaria. Y como está bajo el signo de la libertad es sumamente efectiva. Nunca se constituye un colectivo, un «nosotros», que pueda alzarse contra el sistema.
*** –Usted hace el diagnóstico de nuestra sociedad recurriendo al inusual binomio conceptual de positividad y negatividad. Y en ese diagnóstico constata que la negatividad va desapareciendo.
¿Para qué se supone que debería servir la negatividad?
¿Y qué entiende por negatividad?
---–La negatividad es algo que provoca una reacción de defensa inmunológica. De este modo, el otro es lo negativo que penetra en lo propio tratando de negarlo y destruirlo.
Yo he afirmado que hoy vivimos en una época pos-inmunológica.
Las enfermedades psíquicas de hoy, como la depresión, el trastorno de hiperactividad con déficit de atención o el burnout no son infecciones causadas por una negatividad vírica o bacteriológica, sino infartos causados por un exceso de positividad.
La violencia no viene solo de la negatividad, sino también de la positividad; no viene solo de lo distinto, sino también de lo igual.
La violencia de la positividad o de lo igual es una violencia pos-inmunológica.
La obesidad del sistema es causa de enfermedad. Como es sabido, no hay ninguna reacción inmunológica a la grasa.
***–¿Hasta qué punto tiene que ver la depresión con la desaparición de la negatividad?
---–La depresión es la expresión de una referencia narcisista a sí mismo incrementada hasta lo enfermizo.
El depresivo se ensimisma y se ahoga en sí mismo. Ha perdido al otro.
¿Han visto la película de Lars von Trier Melancolía? En la protagonista, Justine, se puede observar lo que quiero decir: ella es depresiva porque está totalmente agotada, desazonada de sí misma. Ella orienta toda su libido hacia su propia subjetividad, y por eso no es capaz de amar. Y entonces, justamente entonces aparece un planeta, el planeta Melancolía.
En el infierno de lo igual el advenimiento de lo totalmente distinto puede asumir una forma apocalíptica.
El mortífero planeta se le revela a Justine como lo totalmente distinto, que la arranca del fango narcisista.
A la vista del mortífero planeta Justine revive por completo. Descubre también a los otros. Atiende solícitamente a Claire y a su hijo.
El planeta desencadena un deseo erótico. El Eros como relación con lo totalmente distinto elimina la depresión.
El desastre conlleva una salvación. Por cierto, la palabra «desastre» viene del latín desastrum, que significa «mala estrella». El planeta Melancolía es una mala estrella.
***–¿Lo que quiere decir usted es que solo un desastre puede salvarnos?
---–Vivimos en una sociedad totalmente centrada en la producción, en la positividad. Elimina la negatividad de lo distinto o de lo extraño para acelerar los ciclos de producción y consumo.
Solo se admiten las diferencias que se pueden consumir.
Cuando se le ha quitado al otro su alteridad, ya no lo podemos amar, sino solo consumir. Quizá por eso aumenta hoy el interés por el apocalipsis. Se percibe un infierno de lo igual del que uno querría escapar.
***–¿Nos puede definir al otro con más precisión?
---–El otro es también el objeto, e incluso la dificultad o el obstáculo.
Hemos perdido la capacidad, la decencia de percibir al otro en su alteridad, porque todo lo inundamos con nuestra intimidad.
El otro es una instancia que me cuestiona, que me arranca de mi interioridad narcisista.
***–¿Pero no se está gestando justamente en estos momentos un «nosotros» renuente, por ejemplo en forma de movimientos juveniles de protesta como Occupy, que percibe algo distinto en el sistema, representado aquí por la bolsa y el mercado, y que quiere actuar contra ello?
---–Eso no basta. Una crisis bursátil todavía no es un apocalipsis. Es un problema interno al sistema que debe eliminarse rápidamente.
¿Y de qué sirven 300 o 500 personas que se dejan sacar a rastras por la policía? Eso no es ni con mucho el «nosotros» que necesitamos. El apocalipsis es un acontecimiento atípico, que viene de un sitio totalmente distinto.
***–¿Dónde habría entonces una salida?
---–Una sociedad sin el otro es una sociedad sin Eros.
También la literatura, el arte y la poesía viven del anhelo de lo totalmente distinto. La actual crisis del arte quizá sea también una crisis del amor.
Estoy convencido de que pronto ya no entenderemos los poemas de Paul Celan, porque van dirigidos a lo totalmente distinto.
También con los nuevos medios de comunicación eliminamos al otro.
Un poema de Celan dice: «Estás tan cerca que parece que no estés aquí».
¡De eso se trata! La ausencia es el rasgo principal de lo distinto, la negatividad. Como él no está aquí, yo puedo hablar. Solo así es posible la poesía. El Eros se dirige a quien es totalmente distinto.
***–Entonces el amor sería una opción utópica e irrealizable.
---–El anhelo se nutre de lo imposible. Pero si oímos decir constantemente, por ejemplo en la publicidad, «tú puedes» y «todo es posible», entonces eso es el final del anhelo erótico.
Ya no existe el amor porque nos figuramos que somos demasiado libres, porque escogemos entre demasiadas opciones.
Naturalmente el otro es tu enemigo. Pero el otro es también el amado. Sucede como con el amor cortés medieval, del que Jacques Lacan dijo que es un agujero negro en torno del cual se condensan las ansias. Ya no conocemos ese agujero.
***–¿No hemos sustituido la fe en la trascendencia por la fe en la transparencia? Sobre todo en política es ya prácticamente lo único que cuenta.
---–El secreto es una negatividad. Se caracteriza porque se abstiene de mostrarse y es inasequible.
También la trascendencia es una negatividad, mientras que la inmanencia representa una positividad. Por eso el exceso de positividad se expresa como un terror de la inmanencia.
La sociedad de la transparencia es una sociedad positiva.
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