Y CUANDO
DESPERTÉ, EL DINOSUARIO ESTABA AHÍ. ARGENTINA, LO QUE VENDRÁ
Por Aram
Aharonian* – SURySUR/CLAE - 23 NOVIEMBRE 2023
El resultado
electoral en Argentina este domingo 19 de noviembre no puede generar sorpresas.
El ‘progresismo’ representado
en un gobierno de tinte conservador del “peronista” Alberto
Fernández, que resultó ser tremendo y desilusionador fracaso, alimentó el
monstruo de la ultraderecha.
El día después todo
parece más fácil de explicar.
Hay diferentes
lecturas desde distintos planos: como desde la exitosa operación de apoyo de la
derecha neoliberal encabezada por Mauricio Macri, y también como hastío de una
sociedad quebrada.
El fracaso del
oficialismo y sus (escasos) aliados sirve de muro de contención a una
convocatoria a formar oposición de unidad, teniendo en cuenta que
el 45 por ciento del electorado no es poco.
El rugido de la ira
que da alas a los abanderados de proyectos políticos nacional-populistas, ultra-derechistas,
algunos neo-fascistas, aparece de forma similar en distintos rincones
del planeta.
Milei no es el
primero, obviamente. Antes aparecieron los episodios del Brexit (la
separación del Reino Unido de la Unión Europea), Donald Trump, Jair Bolsonaro y
Giorgia Meloni, como rechazo popular a las opciones tradicionales en
Estados Unidos, Brasil e Italia, por ejemplo.
Quizás sea en eso
donde radican las similitudes entre distintos elementos de la internacional
reaccionaria, aunque puedan mantener diferencias significativas en las causas
de sus éxitos.
El diario El País de
España considera que por características personales y planteos políticos, Milei
es una figura hiperbólica, incluso en el marco del radical mundo de la
internacional reaccionaria, y su victoria causa un especial espanto e
incredulidad en las filas de progresistas y liberales moderados.
Sus propuestas son
de un extremismo excepcional, meridianamente desprovistas de fundamentos
intelectuales sólidos, amenazantemente retrógradas en su conservadurismo e
impulsadas además por un líder cuyos modales no destilan el sosiego deseable en
un mandatario, señala el influyente diario.
El triunfo del
libertario en realidad es una victoria del expresidente Mauricio Macri, que
logró juntar los votos de su Juntos por Cambio para capitalizarlos a Milei.
Pero ahora la puja
entre ellos es por imponer el nuevo modelo económico.
En su triunfo jugó
papel esencial la juventud (más de ocho millones de jóvenes entre 18 y 29
años), víctima principal del proceso de informalización, des-salarización y
precarización laboral que no encontraron excusa para inclinar su voto a
favor del candidato oficialista.
Los actos de campaña
de Milei fueron cuidadosamente montados para suscitar el entusiasmo de los
jóvenes.
Milei era
un outsider en el campo político pero no en el mediático: fue el
economista más consultado por programas de radio y TV desde 2018,
en una construcción mediática prolijamente planificada, señala Atilio
Borón.
Es un emergente de
esa situación de extrema vulnerabilidad de una juventud brutalmente golpeada
por la pandemia y la cuarentena y, más aún, por una política económica que
profundizó la exclusión económica y social y aumentó la pobreza hasta niveles
inéditos.
Para ellos la
experiencia del gobierno de Alberto Fernández fue un desastre sin atenuantes.
MIREMOS AL MUNDO
--- Está el Reino
Unido que votó el Brexit en contra de la posición de los principales partidos,
de la patronal, de los sindicatos;
--- los EE
UU conquistados por Trump y su mantra de “drenar la ciénaga”;
--- la Italia
gobernada hoy por el único partido que no apoyó el gobierno de unidad nacional
durante la pandemia, el ultraderechista Hermanos de Italia.
Este partido
tenía en esa legislatura apenas el 4% de los votos, y aprovechó esa
oposición solitaria para disparar contra todo y todos y después se convirtió en
el primer partido del país.
También Brasil aupó
a Jair Bolsonaro, que no era representante de ninguno de los principales
partidos del país.
Es el espíritu de la
enmienda total a un sistema político apoyada en la ira de ciudadanos que
sienten que este no les sirve, no les protege, no les funciona, que está
podrido.
Quizá sea esa
frustración generalizada la que alimenta la voluntad de cambio radical y
encumbra a outsiders (no solo de la política) que predican un
mix populista de satanización de la casta, nacionalismo, conservadurismo,
revisionismo histórico.
Y aderezan todo eso
con la nostalgia de un pasado presuntamente mejor, o al menos basado en
una campaña de los medios hegemónicos que mostraban eso.
Y ahí Trump con
hacer grande nuevamente a América (léase EE.UU); el Brexit tratando de
recuperar el control perdido en el Reino Unido; terminar con los políticos que
sumieron en el hambre y la desocupación a la mitad de los argentinos, en plena
democracia.
Las propuestas
progresistas perdieron terreno por fracasos propios, por no animarse a hacer
los cambios necesarios, por gestiones económicas de resultados nefastos,
por la larga sombra de corruptelas que se extendían sobre ellas.
Y ese fracaso arropó
a las ultraderechas, cuyo presente y futuro también dependen de sus gestiones.
De ahí los reveses
sufridos recientemente en Polonia y España: fueron sancionados en las urnas.
Ya habían perdido
elecciones, fracasando en la renovación de sus mandatos: la derrota de Trump en
Estados Unidos, de Jair Bolsonaro en Brasil, la caída del PiS en Polonia, y las
amañadas elecciones en Hungría.
¿EL FIN DE LA MODERACIÓN?
Parece
que se agotó el tiempo de los paños fríos:
La moderación, la
socialdemocracia y el progresismo fracasaron y dieron pie al surgimiento de
estas ultraderechas anarco-liberales, nacional-populistas (a gusto de cada
uno) que ponen en peligro el mantenimiento de derechos fundamentales
y, en algunos casos, de los más básicos valores democráticos.
No es menos cierto
que el mismo término democracia ha sido ultrajado y vaciado de contenido,
limitándolo a un concepto reduccionista que encierra y congela la soberanía y
la participación popular en un palacio de gobierno y un hemiciclo
parlamentario.
Fue reducida a la
posibilidad de que los pueblos voten cada cuatro años por candidatos que ellos
no eligieron.
LA VERDAD
La “locura” de Milei
muestra que su desarrollo bien puede conducir a lugares inimaginables pero
siempre explosivos.
Lo cierto es que
casi el 56 por ciento de los argentinos le dijeron no al peronismo y al neoliberalismo
de Juntos por el Cambio y sólo el 30 por ciento le dijo sí a Milei en la
primera vuelta electoral.
Y en el balotaje,
casi todos los distritos del país rechazaron al oficialismo y a la derecha, en
favor de ultraderecha de Milei: la crisis se hizo sentir.
Hace más de un
siglo, los argentinos nacieron y vivieron en un país con presencia del
Estado (que hasta provee cementerios), más allá de ser peronista o liberal de
distinta gradación.
Fue un actor
siempre presente (como el sol) que tiene más peso sobre la vida si
se es pobre, o menos si es pudiente.
Los que vienen ahora
intentan que sea de noche en el país, señala el sicólogo Carlos Villalba.
Milei fue el “que se
vayan todos”, encarnado en el apoyo a un economista, de dudosa seriedad
intelectual, con propuestas que atrasan un siglo (él mismo lo dice) y no
gobiernan en ningún país del mundo.
Muchos creyeron que
libertario era igual que libertad o que dólar era dólar y no desocupación,
menos salud, peor educación… Y el malestar, el hambre, la tristeza y desazón en
las casas, la leche a precio de joya, la imposibilidad, ya no de comprar una
vivienda sino de alquilarla, alimentó decisiones.
Milei, su virginidad
como funcionario público (como legislador no integró ninguna comisión ni
se le conoció propuesta alguna), su desprecio hacia todos los que gobernaron
hasta ahora englobados bajo el concepto de “casta”, transformaron sus
propuestas derechistas en novedades, su peluca en rebeldía, su motosierra
contra el Estado en cambio y ese conjunto de dislates, imposible de creer que
se logren instalar en pleno siglo XXI, brillaron como esperanza y futuro.
Decía Walter
Benjamin que “detrás de cada fascismo hay una revolución fallida” y el
peronismo con un personaje gris como Sergio Massa, proveniente de un partido
derechista como la Unión del Centro Democrático (Ucede), cuyos principales
dirigentes estuvieron al servicio de las dictaduras, pretendió seguir
seduciendo a un electorado alzado ante su vergonzante desempeño como
Ministro de Economía, dejando una inflación que ronda el 150 %
anual.
Las elecciones
argentinas fueron monitoreadas desde todos los países de la región.
Desde el punto de
vista geopolítico, en un mundo conmocionado por los conflictos en Medio
Oriente y Ucrania, la victoria de Milei representa una derrota para los BRICS,
sobre todo para naciones de la importancia en ese grupo como China y Brasil.
En contraste, es un
triunfo para Estados Unidos e Israel, con un gobierno que satisfacerá
todos sus deseos y designios.
Serán los dos países
que primero visitará Milei.
Desde las filas de
un peronismo pleno de mini-guerras internas, comenzó, lentamente, la
autocrítica, consciente que el electorado les cobró diez años de recesión
económica, los años finales heredados del gobierno neoliberal de Mauricio
Macri.
Hoy en la Argentina
se es pobre incluso con título universitario y con trabajo en blanco, mientras
el 50% de trabajadores informales la siguen pasando
demasiado mal y suman miles los que, sin casa ni trabajo, duermen en
las calles y las recobas de las ciudades.
Massa salió a
defender a un Estado que él ayudó a mal-gestionar en este desgobierno del
olvidable presidente Alberto Fernández.
¿Cargará éste con la
cruz de haber firmado la posible acta de defunción del mayor movimiento de
masas del continente, el peronismo, 78 años después de su surgimiento?
Quizá lo más grave
es que de la mano del seudo progresismo cultural se perdió la batalla semántica
ante la derecha, como ya se había perdido la comunicacional.
Ese mismo
“progresismo” que dio por muerto (políticamente) al expresidente neoliberal
Mauricio Macri, un “incapaz” que se deshizo de la competencia interna (el jefe
de gobierno de la capital, Horacio Rodríguez Larreta).
Su candidata
presidencial, Patricia Bullrich, no logró entrar en la segunda vuelta
electoral, pero junto a ella tomó distancia de sus socios radicales y hoy
aparece como el padrino de la boda de Javier Milei con sus votantes y sus
hombres prestos a ocupar los cargo públicos en un gobierno de un partido sin
cuadros.
Desde el espacio peronista se insistió en que el ultra-derechista
significa un peligro para la democracia, cuando el verdadero peligro es que
seis de cada diez niños y niñas viven en la pobreza, al igual que más del 40
por ciento de la población.
Peligro para esta
democracia que parió un presidente ultraderechista es el desencanto y el
nihilismo. Milei no es la causa sino la consecuencia.
Desde las bases del
peronismo, sus pensadores reclaman un mito movilizador, mística y
rebeldía para enfrentar al lema de que todo lo que pueda ser regulado por
el mercado será regulado por el mercado y privatizado.
Peligro para la
democracia es que buena parte de la plataforma de cambio libertaria
incluye la represión y la persecución política para disciplinar la protesta e
inventar chivos expiatorios a quienes sindicar como responsables de las
crisis que vendrán… y quizá abrir las puertas de los cuarteles para repetir
historias que los argentinos pensaban que pertenecían a la historia más triste
del país y que ahora son negadas por la derecha y la ultraderecha.
El éxito de Milei se
fundamenta en el fracaso de los demás, en especial del peronismo.
Milei ha aprovechado
la ola favorable del contexto internacional, en el que existe una tendencia
hacia líderes populistas y de extrema derecha en varios países tanto
europeo como latinoamericanos.
El equipo de Milei
supo explotar sus conexiones con figuras políticas internacionales y
grupos de ultraderecha en Estados Unidos, Brasil y España.
Milei exhibe un
discurso nacionalista y ultra-conservador que ha calado incluso a la
derecha más tradicional de Argentina.
Se ha posicionado en
contra del aborto y la educación sexual; también ha prometido ser contundente
en la lucha contra la inseguridad ciudadana y la delincuencia, utilizando
incluso al Ejército en labores policiales.
También
logró que los votantes le vean como un outsider y no como un político
más del establishment.
Milei surgió en los
medios como tertulista. Su éxito en los medios y la habilidad para
comunicar sus ideas de manera directa en televisión y las redes sociales
le convirtieron en una figura muy popular antes de dar el salto a la política.
Fernando Rosso
señala que la elección fue una competencia contra el pasado: el peronismo
planteaba su repudio al pasado autoritario anterior a 1983 -la dictadura cívico-militar-
reivindicado por Javier Milei, mientras que los libertarios rechazaban el
pasado reciente de recesión económica encarnado por la «casta».
Ganó la segunda
opción, pero las urgencias sociales y la fragilidad del candidato oficialista
abren una perspectiva por demás negativa para Argentina,
El del domingo 19
significó un experimento extrañísimo: más de la mitad de los argentinos, en
repudio a lo conocido, eligió caminar hacia lo desconocido.
La nueva etapa que
se abrió marca el fin de la Argentina progresista de 2001 también de la
Argentina pos-dictadura de 1983.
El futuro aparece
más que borrascoso, aunque hay que esperar un tiempo para calibrar el tamaño
exacto de lo que se avecina.
Recuerdo el cuento
más corto de la historia, escrito por el guatemalteco-mexicano Augusto
Monterroso, de apenas siete palabras:
“Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba allí”.
………………….
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración.
Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración
Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE)
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