La desvinculación de la ética con el poder es la marca de
nuestro tiempo, lejos ha quedado la amalgama griega en la que praxis es
ética y política. Pero hoy ambos circulan por caminos separados e
independientes como si cada uno de ellos no tuviese ninguna relación con el
otro.
La desconfianza en el poder se asienta en este divorcio y la
ética parece vacía e impotente cuando intenta regularlo porque ella es
fundamentalmente práctica, se ancla en la vida y no en las proclamas.
Las últimas noticias acerca de nuestro ex-gobernante muestran el
origen de la corrupción cuando las palabras que invocan a la ética se separan
de las conductas.
Hegel afirma que en las comunidades originarias existía
identidad entre el poder y la ética[1]. Con la desaparición de la polis comienza a
quebrarse la juntura entre política y ética.
Lacan llama “ética del psicoanálisis” a la praxis de su teoría
devolviéndole al término su sentido más originario.
La separación entre ética y poder hace a la ineficacia de la ética
y a la deslegitimación creciente del poder.
Un poder sin ética es un poder sin autoridad, no hay que olvidar
que el vocablo autoridad --autoritas-- proviene del verbo augure que
significa aumentar.
En este primer significado, se considera que el que tiene
autoridad hace cumplir, confirma o sanciona una línea de acción o de
pensamiento que engrandece, al brindar él mismo un modelo de acción.
Autoridad y poder se diferencian, alguien puede tener poder sin
por eso tener autoridad, por ello dice Weber que: "Sólo cuando un sistema
de autoridad se desmorona, o un individuo dado pierde su autoridad, debe
recurrir al poder para asegurar su conformidad...”[2]
¿Acaso la violencia de Alberto no corre paralela con la declinación
de su autoridad?
La autoridad excluye la fuerza y exceptúa la violencia, pero para
operar debe ser reconocida, debe tener una causa, una justificación, una razón
de ser.
Y ella no está engendrada por el ser que la posee sino por sus
actos, lo que nos lleva a concluir que el aumento de violencia en la época
actual es coetáneo con la declinación de la autoridad.
La primera se acrecienta a medida en que la segunda se debilita;
a diferencia de la fuerza y de la manipulación, la autoridad se vincula a la
existencia de legitimidad, es decir con una praxis que la
sustente.
Podemos recordar aquí la observación de Lacan cuando dice que
“la impotencia para sostener una praxis, se reduce, como es corriente en la
historia de los hombres, al ejercicio de un poder.[3]
Pero es imposible referirse al ocaso de la ética sin apelar al
nihilismo como devaluación de los valores.
La devaluación no implica que el valor desaparezca ya que sigue
existiendo solo que, cual moneda gastada que ya no vale, pierde su función. Así
se invoca constantemente a la justicia, el bien, la belleza, la verdad, la
unidad, el ser, pero las actitudes y conductas no se orientan ya por ellos.
Nietzsche predijo este tiempo al decir:
“Lo que relato es la historia de los próximos dos siglos. “Describo
lo que viene, lo que ya no puede venir de otra manera: el advenimiento del
nihilismo.
“Tal historia ya puede ser relatada hoy, porque la necesidad
misma está actuando aquí.
“Tal futuro ya habla a través de un centenar de siglos, tal
destino se anuncia por todas partes, para esa música del futuro ya están
afinados todos los oídos”.[4]
Cuando Lacan[5] se refiere a la figura del “niño generalizado” como típica
de la híper-modernidad anuncia justamente la estampa de un hombre que destierra
de sus actos la sombra de la responsabilidad.
No es casual que la frase provenga de un cura, quien en el ocaso
de su vida concluye en que no hay personas mayores.
Se trata de un extracto del célebre texto de Malraux --las Anti-memorias
[6]-- que muestra cómo el dispositivo de la confesión perdona...
los pecados:
“¿Cuánto tiempo hace que confiesa?”
El responde: “Unos quince años”. Le pregunta Malraux: “¿Qué le
ha enseñado la confesión, sobre los hombres?”
Le responde el cura: “¿Sabe usted? La confesión no enseña nada,
porque no bien se pone uno a confesar se convierte en otra persona. Está la
Gracia de por medio. Y sin embargo... Ante todo, la gente es mucho más
desdichada de lo que pensamos. Y además... Levantó sus brazos de leñador en la
noche estrellada. --Y, además, lo que pasa es que en el fondo no hay gente
madura”.
Y Lacan considera que la figura misma del niño generalizado abre
la vía de la segregación, en la medida en la que, redimido de toda mancha, se
la atribuirá al prójimo.
Las leyes exceptúan de responsabilidad legal a los menores, de
modo que la figura del niño generalizado sería la de alguien liberado de ella.
El que esté sin pecado que tire la primera piedra dijo Jesús.[7]
Hoy la ex-pareja no deja de tirar esa piedra, aunque ambos no
tengan de ningún modo, el mismo grado de responsabilidad.
Victimización, irresponsabilidad, poder sin autoridad y luego...
los celulares “delatores”.
Increíblemente se anuncia un tiempo en el que las máquinas
gobiernan a los hombres, no hay videos privados, si está la cámara de por
medio, ningún video es privado.
Autora: Silvia Ons es analista miembro de la Escuela de la
Orien.
Notas:
[1]Hyppolite ,J., Introducción
a la filosofía de Hegel, trad. Alberto Drazul, Bs As, Caldén ,1979
[2] Weber,
Max, Historia Económica General, Fondo de Cultura Económica,
México, 1978;
[3] Lacan, J., “La
dirección de la cura y los principios de su poder” Escritos 2,
trad. Tomás Segovia, Bs. As,Siglo XXI, 1985, p.566.
[4] Nietzsche,
F., El nihilismo: Escritos póstumos, Barcelona, península, 1998
[5]Lacan, J.. “Discurso
de clausura de las Jornadas sobre psicosis en el niño” en El
Analiticón.
Barcelona: Correo/Paradiso, 1986.
[6] Malraux,
A., AntimemoriasEditorial: Sudamericana. Buenos Aires. 1976
[7]San Juan 8,1-11
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