LAS NUEVAS DERECHAS LATINOAMERICANAS FRENTE A UN MUNDO EN CRISIS.
- POR ANTONIO MUÑIZ
Los
presentes apuntes tienden a elaborar algunas ideas para comprender la confusa
etapa histórica que nos toca vivir y protagonizar.
Está
claro que estamos en una de esas etapas de la historia donde todo está en
cuestionamiento, donde ya no sirven los viejos paradigmas y los nuevos tardan
en gestarse.
Son
tiempos sin certezas, tiempos de incertidumbre. Ya no hay un techo que nos
cobije ni una ideología totalizadora que explique nuestra posición en el mundo
y nos brinde seguridad.
UN MUNDO EN CRISIS
El estado de bienestar que primó en el mundo de la segunda
posguerra entró en decadencia y sus últimos escombros sobreviven apenas,
jaqueados por el capitalismo financiero y la globalización.
Pero a su vez la globalización y la ideología que le da sustento
el neoliberalismo, muestran signos de agotamiento en un proceso que ya
vislumbra resultados muy peligrosos.
Es evidente que estamos en una de esos momentos donde parece
prevalecer el caos, un desorden global que se expresa en conflictos
bélicos, crisis ambientales, migraciones masivas, crisis económicas y sociales,
nuevas luchas por una nueva hegemonía mundial y todo eso en medio de un cambio
tecnológico profundo, que a su vez modificará todos los procesos
productivos y por ende los procesos políticos y sociales presentes y
futuros.
El mundo está cambiando, y hay reconfiguraciones en todos los
ámbitos de la vida humana. El problema central es que es difícil predecir sus
consecuencias, muchas veces estos no avanzan en el sentido en que los
gobiernos o las elites pretenden.
La expansión capitalista en las últimas décadas, que se dio
principalmente en territorios como China y Rusia, los países asiáticos
como India, Corea, Vietnam, etc., frente a una decadencia de EEUU y Europa.
La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, la crisis ya
indisimulable de Alemania, los conflictos sociales en Francia o el triunfo de
la derecha en Italia, son solo muestras de una crisis profunda en la vieja
Europa.
Este fenómeno ha dado lugar, a una etapa de disputas, competencias
e interrelaciones entre potencias dominantes y emergentes, abriendo grietas en
la hegemonía y poniendo de manifiesto conflictos entre las distintas fracciones
del poder mundial.
Como ha sucedido en el curso histórico del desarrollo
capitalista, los declives y las crisis han dado lugar a procesos de surgimiento
de nuevas hegemonías, que muchas veces se han dirimido en guerras
globales.
Los conflictos bélicos en Medio Oriente, la guerra en Ucrania,
donde están enfrentados Rusia con las fuerzas de la OTAN, son solo la punta de
un iceberg de un conflicto global en ciernes.
LAS NUEVAS DERECHAS.
Las nuevas derechas globales encuentran un campo orégano en esta
realidad de caos, de un mundo en crisis.
Estas fuerzas políticas supieron recoger los reclamos y anhelos
de los perdedores de la globalización y convertir en votos positivos el miedo,
la inseguridad, el resentimiento, la falta de futuro y el odio hacia el otro de
parte importante de la población.
En este contexto las nuevas derechas construyen un discurso
basado en la idea de orden, seguridad e identidad cultural, un relato que apela
al nacionalismo, la soberanía, el control de los migrantes, discursos
homofóbicos, críticas a las élites tradicionales y en general al fenómeno
de la globalización.
LAS NUEVAS DERECHAS LATINOAMERICANAS.
Latinoamérica no escapa a este nuevo fenómeno, jaqueada durante
décadas por políticas neoliberales, proyectos extractivistas, inflación, deuda
externa, empobrecimiento generalizado y focos de violencia política, avances de
los narco carteles, etc.
Las derechas latinoamericanas tradicionales fueron
mutando de cierto liberalismo conservador hacia posiciones
más ultras al calor de la nueva oleada global tanto europea como
norteamericana, enancadas también en un descontento popular provocado por los
efectos de las crisis recurrentes que sufrió la región y agotado ya el proceso
progresista 2000/15.
El triunfo de una derecha liberal en argentina en 2015, seguida
de un gobierno peronista que no pudo cumplir con su mandato electoral,
permitieron la aparición de una figura outsider como Javier Milei,
que expresa un libertarismo extremo; la experiencia liberal, pero
más autoritaria, en Brasil, con Bolsonaro, que si bien perdió la
última elección frente a Lula por poco margen, sigue siendo una fuerza
política importante; el intento de golpe en Bolivia, el golpe contra
Castillo en Perú, el surgimiento y afianzamiento de una figura
más controvertida como Nayib Bukele en El Salvador, el triunfo
de Novoa en Ecuador, etc., muestran un crecimiento de la derecha en casi
toda Latino América.
Si bien se podría contraponer a esta visión las victorias de
partidos progresistas en Chile, Colombia y México, es indudable que Latino
América sigue siendo un territorio en disputa. Tal vez donde más claro se ve
esta disputa es en el reciente proceso eleccionario en Venezuela, donde se ve
una sociedad completamente fracturada, incapaz de generar los diálogos y
consensos mínimos indispensables.
Parece claro que a partir de la batalla cultural que las
nuevas derechas están convencidas de llevar adelante, hay un corrimiento de las
agendas políticas hacia los temas que fija su aparato mediático cultural.
Estas “viejas nuevas” derechas
muestran características comunes, son muy autoritarias en lo
político, liberales en lo económico, conservadores, casi reaccionarios en lo
cultural y social, apuestan por la globalización y una sumisión acrítica con
los centros imperiales.
Precisamente esta alineación al poder central resulta tardía,
por su ideología extrema pretende vincularse a un mundo en crisis, al
momento que este parece orientarse hacia otros rumbos.
LOS NUEVOS DESAFÍOS.
Como decíamos las derechas latinoamericanas plantean un
liberalismo extremo, una inserción en un mundo globalizado, cuando este
está profundamente cuestionado por esas mismas derechas a las que
supuestamente adhieren.
Hoy son los propios países centrales los que están minando
el sistema multilateral de comercio.
Paradójicamente, sectores del eje angloestadounidense son los
que ahora cuestionan la globalización, y entre sus principales defensores se
alzan hoy algunos países emergentes.
Fue el presidente de China, Xi Jinping, un inesperado
defensor de la globalización en la Cumbre de Davos de enero de 2017, pese a que
su país también giraba hacia políticas más nacionalistas y centradas en su
mercado interno.
Es significativo el crecimiento de fuerzas de extrema derecha en
Europa que cuestionan el orden liberal y sostienen políticas
más nacionalistas y por ende proteccionistas.
La negativa de Francia de firmar el acuerdo de libre comercio
Unión Europea–Mercosur para proteger su producción de agro alimentos es
una prueba del surgimiento o en este caso el afianzamiento de políticas
de protección comercial.
También estamos frente a otros riesgos a mediano y largo
plazo relacionados con la reordenación global de los mercados, la
geopolítica, el cambio tecnológico y la creciente tensión por las luchas por
una nueva hegemonía.
El inicio de un nuevo ciclo de innovación tecnológica basada en
la reorganización de la producción a partir de las plataformas digitales, la
automatización y la inteligencia artificial de la «cuarta revolución
industrial» plantea nuevos desafíos que las derechas latinoamericanas no
parecen evaluar correctamente.
Encerrados en un terraplanismo ideológico no pueden ver y niegan
un nuevo mundo que para bien o para mal está surgiendo.
Ante
los desafíos estructurales, tanto internos como externos, las nuevas derechas
parecen no tener respuestas.
Sólo ofrecen
un relato libre cambista extremo y un globalismo que va a contramano de las
principales tendencias internacionales.
Los países centrales están abandonando uno de los ejes de lo que
fue la globalización, la lógica de deslocalización de los años 90,
es decir abastecer el mercado global con cadenas de suministro que se radicaban
en países del Tercer Mundo y Oriente, atraídos por bajos salarios y
menores cargas impositivas (off-shoring).
Hoy se están volviendo a localizar las industrias en los
países centrales, tratando de reorganizar la economía global mediante
plataformas digitales y la externalización de la logística, y recurrir a la
robotización para situar la producción más cerca de los consumidores, sea en
mercados emergentes de alto crecimiento (on-shoring) o retornando a sus
países de origen (re-shoring).
Quien expone claramente este nuevo paradigma nacionalista re
industrializador es Donald Trump, que propone la vuelta a casa de las
industrias hoy localizadas en el Extremo Oriente, marcando el final de una
etapa de globalización que se ha extendido por más de tres décadas, basada en
el modelo posfordista de cadenas globales de suministro.
A escala global, y en Latinoamérica en particular,
podrían desaparecer millones de empleos sin que exista un fácil o
inmediato reemplazo por nuevas ocupaciones ligadas al cambio tecnológico.
Este nuevo ciclo de reorganización industrial e innovación
tecnológica supone un desafío para los países latinoamericanos, en generar un
nuevo modelo de desarrollo que deje atrás las políticas económicas
extractivistas, iniciar un proceso de industrialización, basado en
innovación y desarrollo científico tecnológico y la creación de puestos
trabajo, con políticas laborales, fiscales y de protección social que exigirán
una reformulación del contrato social básico.
Nada de esto está en la agenda de las derechas
latinoamericanas, lo cual parece indicar la inviabilidad de sus proyectos.
En principio, todo lo anterior es muestra evidente que ese ciclo
de las nuevas derechas no sea tan sólido y duradero como han auto
proclamado sus voceros y dirigentes.
Ante los desafíos estructurales, tanto internos como externos,
las nuevas derechas parecen no tener respuestas. Sólo ofrecen un relato
libre cambista extremo y un globalismo que va a contramano de las principales
tendencias internacionales.
Por
eso sería un error dar por sentado que las nuevas derechas globalistas latinoamericanas
hayan llegado para quedarse.
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