Eufórico tras el arrasador triunfo de Trump, el gobierno
estimula su apetito político y pisa fuerte. Ansía comerse al Estado, y a la
democracia también. Opinan: Gonzalo
Fiore Viani, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de
Córdoba; y Celeste Tossolini, politóloga.
“Triunfan las ideas de la libertad y nos vamos a quedar hasta
2048”. La frase, pronunciada en voz alta por un funcionario de primer nivel con
el explícito fin de que llegue a oídos de los corresponsales periodísticos de
la Casa Rosada, resume el estado de ánimo prepotente del gobierno tras el
triunfo de Donald Trump.
Lo que hasta hace poco tenía solamente forma de amenaza ante la
posibilidad de que el gobierno de Javier Milei avance sobre las instituciones a
puro veto y discrecionalidad, hoy asoma como un fenómeno concreto. El presidente
gobierna prácticamente sin el Congreso.
La evidencia más reciente de gestionar sin controles
parlamentarios es la decisión de gobernar el año que viene con un presupuesto
prorrogado, ante la (nueva) falta de acuerdos en el Congreso con los bloques de
la oposición; a lo que se suma la decisión, inédita en la democracia
recuperada, de no convocar a sesiones extraordinarias para el próximo período.
Ese avasallamiento sobre las instituciones incluye osadías tales
como impulsar una auditoría del personal de carrera de la Cancillería argentina
para encontrar “enemigos de la agenda de la libertad”, en una suerte de
macartismo latinoamericano 3.0 y como esquirla del despido de la ministra Diana
Mondino por haber mantenido en la ONU el voto histórico de Argentina en rechazo
del bloque económico de Estados Unidos a Cuba.
Es una avanzada transversal sobre distintos brazos del Estado a
la que se suman también las denuncias por “persecución ideológica” en el
Conicet, donde el Gobierno busca aplicar filtros para admitir a becarios,
investigadores y científicos, lo que tiene virtualmente frenados los ingresos
en ese organismo.
Ideología llena y heladeras vacías
La apuesta por el autoritarismo tiene contornos marcados y no
parece deparar cambios en el corto plazo. “En tanto y en cuanto el plan
económico siga cumpliendo los objetivos que se propusieron, y que lo están
haciendo, al lograr implementarlo sin mayores resistencias, los libertarios van
a intentar concretar su agenda ideológica”, advirtió Gonzalo Fiore Viani,
doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba, en
diálogo con Malas Palabras.
Para Fiore Viani, que también es profesor en las Universidades
de Anahuác (México) y Blas Pascal (Argentina), la gestión libertaria tiene
margen para avanzar con el menú económico y el decálogo ideológico, que incluye
el descarte de las instituciones, porque “en el arco político y sindical, más
allá de los paros, no ha habido resistencia real y concreta”.
Gonzalo Fiore Viani
Lo mismo advirtió a este medio la politóloga cordobesa Celeste
Tossolini: “El modelo libertario se está preparando para avanzar con fuerza. El
discurso es familiar a épocas anteriores de nuestra historia, cuando se decía
que ‘Hemos generado las condiciones para que ahora sí se dé el crecimiento’.
Pero la realidad se impone: las familias abren la heladera y la encuentran
vacía, revisan sus cuentas y ya a mitad de mes no hay plata”, graficó.
Celeste Tossolini, politóloga
En diálogo con Malas Palabras desde
ciudad de México, donde obtuvo una maestría en Ciencia Política por el Centro
de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Tossolini planteó que “es cierto
que la actividad económica de Argentina ha mostrado una ligera mejora en los
últimos dos meses, y aunque el empleo y los salarios se recuperan, todavía se
mantienen por debajo de los niveles de noviembre de 2023. Pero se necesita una
entrada de recursos que impulse la economía. ¿De dónde vendrán estos
recursos?”.
El espejo continental
La contundente victoria republicana de Donald Trump en Estados
Unidos, con las correspondientes dudas que acechan respecto del choque frontal
que ese gobierno produciría sobre las normas y las garantías constitucionales,
opera en este lado del mundo como el espaldarazo simbólico que Milei necesita
para terminar de subvertir el orden establecido y la división de poderes.
¿Puede pensarse en una suerte de “polo continental” de la nueva
derecha que ignore los límites del propio sistema democrático?
Es la nueva fe que profesan magnates como Peter Thiel,
cofundador de PayPal, influyente miembro de Silicon Valley y uno de los gurúes
más célebres de la nueva derecha. “No creo que democracia y libertad sean
compatibles”, dice este multimillonario que fue uno de los principales
financistas de la última campaña de Trump.
En un reciente encuentro en Miami, Thiel apoyó a Milei: “Siento
que Argentina es una versión extrema de lo que está pasando lentamente en
muchos de los países desarrollados. Sería muy bueno que a Argentina le vaya
bien y que acá no tengamos que pasar por los 100 años de declive argentino
antes de tener a nuestro propio Milei”, declaró el empresario ante la consulta
de El Observador.
Esta prédica teórica de magnates y CEOs como Thiel y el propio
Elon Musk por la “libertad absoluta” del individuo contra la opresión del
Estado intruso y regulador es la misma que suelta el Presidente argentino en
sus diatribas cotidianas: no por nada Milei se propone ser en este extremo del
mundo “el topo que destruya el Estado desde adentro”. Y ahí se juega el rol de
instituciones como el Parlamento y el Poder Judicial.
La renovada victoria de este credo en Estados Unidos, con la
carga de incertidumbre que eso genera para la democracia en el siglo XXI, asoma
como el arcoíris del sueño libertario vernáculo. “Milei apostó a ganar y ganó.
Podría haber una probable alianza con Trump, aunque hay que ver qué importancia
le da el republicano a Argentina. Por el momento no estamos en su núcleo de
prioridades”, dice Fiore Viani.
Tossolini aportó una mirada similar: “Dependerá en gran medida
de la capacidad de Milei para capitalizar esta coyuntura. Es poco probable que
Estados Unidos priorice una alianza con América Latina, más allá de sus propios
intereses estratégicos, pero Milei podría aprovechar ciertos aspectos del
discurso de estos liderazgos para fortalecer su legitimidad. El escenario
político ha cambiado significativamente en la última década, acelerado por la
pandemia, y la victoria de las figuras de ultraderecha confirma esta
transformación”.
Eso explica que, como exponente local de ese fenómeno, Milei
busque llevarse puesto el sistema a base de discrecionalidad, decretazos, vetos
y memes, mientras levanta la bandera de la libertad individual contra el Estado
y el sistema de contrapesos.
“Las instituciones han perdido la confianza y el respeto que
antes inspiraban, mientras que la sociedad exige cambios inmediatos. En un
contexto de consumo masivo y espectáculo constante, los liderazgos populistas
de ultraderecha encuentran un vacío que pueden aprovechar, incluso, tal como
vemos, con posibilidad de reelección”, analizó Tossolini. Un espejo en el que
Milei quiere mirarse para seguir pisando fuerte.
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