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sábado, 15 de septiembre de 2018

FLEXIBILIDAD LABORAL Y CONTRACTUAL - NEOLIBERALISMO - EMPRENDEDORISMO - NEOLIBERALISMO COMO FORMA DE SUBJETIVACIÓN DOMINANTE Autores: MAURICIO BEDOYA HERNÁNDEZ Y ALBERTO CASTRILLÓN ALDANA --- CONDUCCIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS OTROS --- RACIONALIDAD LIBERAL Y NEOLIBERAL --- SUBJETIVIDAD EMERGENTE --- RACIONALIDAD NEOLIBERAL DE GOBIERNO DE LA VIDA ECONOMICA, SOCIAL E INDIVIDUAL --- LA COMPETENCIA COMO NORMA BÁSICA --- NEOLIBERALISMO COMO FORMA DE SER Y PENSAR --- FOBIA AL ESTADO --- LO SOCIAL Y EL MERCADO --- SUJETO EMPRENDEDOR --- ESTADO FORTALECE AL MERCADO --- NUEVAS FORMAS DE SUJECIÓN --- TRABAJO AUTÓNOMO --- DESCENTRALIZACIÓN DE LA RELACIÓN DE TRABAJO --- LA EMPRESA COMO MODELO DE SUBJETIVACIÓN --- EMPRESARIO DE SI --- INDIVIDUALISMO DE LAS GANANCIAS Y COLECTIVISMO DE LOS RIESGOS --- PROBLEMA DEL BIENESTAR --- MERCANTILIZACIÓN DE LA VIDA --- DESIGUALDAD --- NUEVA MANERA DE SER EMPRESARIO --- CAPITAL HUMANO --- CAPITAL SEMILLA --- VIDA INDIVIDUAL Y SOCIAL COMO VARIABLE ECONÓMICA --- NEGOCIO DE LA FORMACIÓN CONTINUA --- SUBJETIVIDAD NEOLIBERAL CONTEMPORÁNEA --- META BIOPOLÍTICA --- INSEGURIDAD GENERALIZADA --- ESTADO PROVIDENCIA --- ESTADO NEOLIBERAL --- SOCIEDAD DE CONTROL --- CONTROL, COERCIÓN E INCITACIÓN MEDIÁTICA --- CONTROL SIN VIGILANCIA --- CONTROL A TRAVES DE LA LIBERTAD --- SERPENTIZACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD --- CONTROL POR LA DEUDA --- LA ECONOMÍA COMO PRODUCTOR DE SUBJETIVIDAD --- EXCLUSIÓN SOCIAL --- GOBIERNO POR EL RIESGO Y LA SUBJETIVACIÓN --- DESHISTORIZACIÓN DEL SUJETO --- DESARRAIGO, DESAPEGO --- ADAPTACIÓN --- VIVIR EN EL AGUJERO - CULTO AL RIESGO --- SUJETO AGONÍSTICO NEOLIBERAL --- RUPTURA DEL LAZO SOCIAL --- SUJETO DE LA SEGURIDAD PRIVADA --- RIESGO COMO ESTRATEGIA DE PODER --- GOBIERNO POR LA FLEXIBILIDAD --- JEFE NEOLIBERAL --- ESCLAVOS ABSOLUTOS, SE AUTOEXPLOTAN --- PRACTICAS Y TECNOLOGÍAS NEOLIBERALES DE GOBIERNO --- INTERVENCIÓN DE LA DIMENSIÓN ÉTICA DEL SUJETO --- FLEXIBILIZACIÓN DEL TRABAJO Y LA VIDA --- NUEVA INVENCIÓN MERCANTIL

Resultado de imagen para fotos FRASES EXPLOTACIÓN LABORAL



NEOLIBERALISMO COMO FORMA DE SUBJETIVACIÓN DOMINANTE 

Neoliberalism as a form of dominant subjectivation Mauricio Bedoya Hernández Universidad de Antioquia, Colombia mauricio.bedoya@udea.edu.co Alberto Castrillón Aldana Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín ajcastri@gmail.com 

RESUMEN: 

En el presente artículo abordamos el problema de las nuevas formas de subjetivación que promueve el neoliberalismo. 

Partimos de la concepción foucaultiana del poder como gobierno, entendido éste como la conducción de la conducta de los otros. 

Para ello establecemos las rupturas y las discontinuidades entre las racionalidades de gobierno liberal y neoliberal y los efectos que ello ha tenido en la configuración de subjetividades. 

Concluimos que en la contemporaneidad la subjetividad emergente es la del empresario de sí del cual afirmamos que: 

--- (1) debe comportarse como emprendedor; 
--- (2) hace de su vida su propio capital humano, el cual debe incrementar invirtiendo en sí mismo para que la empresa de sí obtenga mejores rendimientos; 
-- (3) construye nuevas formas de vínculo centradas en el mercado y
--- (4) es gobernado bajo la promesa de la libertad absoluta, el culto al riesgo y el discurso de la flexibilidad. 

PALABRAS CLAVE: neoliberalismo, gobierno, subjetividad, empresarismo, emprendedor 

ABSTRACT: 

In this paper, the authors approach the issue of new forms of subjectivation promoted by neoliberalism. We start from the Foucaultian conception of power as governance, understood as the leading of the behavior of others. To achieve this, we establish the ruptures and discontinuities between the liberal and neoliberal government rationalities as well as the effects this has had on the shaping of subjectivities. We conclude that, in contemporary times, emerging subjectivity occurs in self-entrepreneurs. Furthermore, we state that these individuals: (1) behave as entrepreneurs; (2) turn their own lives into human capital that must be increased through investments on oneself so that the self-company obtains better performance; (3) build new ways of establishing bonds based on the market, and (4) are governed under the promise of absolute freedom, the cult of risk and the discourse of flexibility. Keywords: neoliberalism, government, subjectivity, entrepreneurship, entrepreneur. 

FECHA DE RECEPCIÓN: 21/06/2017. Fecha de aceptación: 20/11/2017. Mauricio Bedoya, Psicólogo, magíster en Psicología, licenciado en educación, Doctor en Ciencias Sociales, Docente del departamento de Psicología de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Investigador del Centro de Investigaciones Sociales y Humanas de la misma universidad. Campo de investigación: subjetivación contemporánea, gobierno y formas de vida. Alberto Castrillón, Doctor en Historia de las Ciencias de la Escuela de Altos Estudios en París. Master en Historia de la Biogeografía en Paris XII . Historiador de la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín. Actual profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia en su sede de Medellín. Director del grupo de investigación «Narrativas modernas y crítica del presente». El presente artículo es derivado de la investigación titulada “Condición precaria y politización de la vida en la gubernamentalidad neoliberal”, llevada a cabo en la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia) y financiada por el comité para el desarrollo de la investigación de la misma universidad. Acta de inicio No. 2017-001 del 18 de enero de 2017. 32 Bedoya, Mauricio y CASTRILLÓN, Alberto «Neoliberalismo como ...» Dorsal. Revista de Estudios Foucaultianos Número 3, diciembre 2017, 31-56 ISSN: 0719-7519 

INTRODUCCIÓN 

La llegada al poder Margaret Thatcher y Ronald Reagan consolida una serie de transformaciones que ya venían amasándose desde los años 30 y que condujeron a la emergencia del neoliberalismo en occidente.1 

Elegimos, con Foucault, la idea «emergencia» para indicar el carácter discontinuo del neoliberalismo respecto del liberalismo: fueron teniendo lugar acontecimientos discursivos dispersos en el espacio e imprevistos en el tiempo y creados dispositivos y tecnologías para responder a situaciones no calculadas por los Estados, pero no un capitalismo desorganizado o un sistema caótico e irracional, sino toda una racionalidad de gobierno de la vida económica, social e individual. 

Específicamente, el neoliberalismo es una forma de gobierno con una racionalidad precisa. 

Aquí entendemos, con Foucault,4 que el gobierno hace referencia a un conjunto de acciones realizadas para influir sobre las acciones de los otros con el propósito de conducir su vida (gobierno de los otros) y sobre las acciones que el sujeto realiza para sí mismo para ser un cierto tipo de individuo (gobierno de sí). 

Por su parte, la racionalidad alude, como lo señala Castro-Gómez, al «funcionamiento histórico de prácticas que se insertan en ensamblajes de poder»,5 las cuales tienen objetivos para la acción, unos medios y unas estrategias para alcanzarlos. 

Así, la racionalidad se refiere a los regímenes de prácticas. Entonces, el neoliberalismo es una forma de conducir la vida de las personas (gobernarlas). 

Al ser visto como una racionalidad, y no como una ideología o una política económica, el neoliberalismo busca no solamente estructurar la vida de los gobernados, sino de los gobernantes mismos. 

Este cometido se logra instaurando un régimen donde la competencia se erige como la norma de base para las personas, las instituciones y los estados, y la empresa se localiza como el modelo para que los individuos se subjetiven; es decir, para que configuren unas ciertas formas de vida. 

Foucault6 muestra que, si bien, el neoliberalismo se ha constituido en una forma de ser y de pensar, en la que los grandes problemas occidentales de la libertad y la autonomía son puestos como mojones del conducirse y del dejarse conducir, esta racionalidad ha emergido a partir de tensiones entre, cuando menos, dos formas de operativizar la fobia al Estado: el ordoliberalismo alemán y el neoliberalismo norteamericano. 

En el primer caso, al Estado se le asigna una función diferente a la clásica. Ya no se orientará a proteger a los ciudadanos, sino a crear una estructura en la que éste se cuide a sí mismo, convirtiéndose en actor económico. 

Los ordoliberales mantienen la escisión entre la economía y lo social, proponiendo que lo social puede ser sometido a las lógicas del mercado. 

Por su parte, los neoliberales de la Escuela de Chicago rompen con esta escisión y argumentan que lo social es, en sí mismo, un mercado. Y aún van más allá. La vida íntima también deviene nicho de mercado, lo que tiene como condición que el Estado sea el responsable de la creación de un medio ambiente competitivo y como efecto que cada individuo se haga empresario de sí mismo. 

Como lo afirma Castro-Gómez, el programa que se impuso la versión norteamericana del neoliberalismo es la molecularización de la forma-empresa. 

Al partir de la idea de que las formas como las personas se subjetivan no puede separarse de las prácticas de gobierno en las que el individuo está inscrito, el  presente texto busca acercarse a las formas de subjetividad que el neoliberalismo promueve y a los efectos que ellos traen en términos de subjetivación de los individuos. 

Qué tipo de subjetividad busca promover el neoliberalismo y bajo qué acciones concretas que ese sujeto emerja son los aspectos que pretenden problematizarse en este escrito. 

SUJETO EMPRENDEDOR COMO FABRICACIÓN 

La forma de intervenir del Estado entra en crisis cuando se produce la tensión entre la dogmática del laissez-faire y la orientación hacia el bienestar de la población, como bien lo indican Laval y Dardot.7 

El reformismo social del liberalismo del siglo XIX enfrenta los cambios en la estructura capitalista, la lucha de clases que pone en riesgo la propiedad privada y las nuevas relaciones de fuerza entre las naciones y, con ello, desata una relocalización del Estado. 

El mercantilismo decimonónico problematiza el dogma del laissez-faire y su idea del mercado como algo natural que tiende a producir igualdad entre sus intervinientes si no es afectado desde el exterior. 

Del Estado que «debe gobernar poco» hemos pasado a un Estado que interviene para fortalecer el mercado, adoptándolo como criterio de funcionamiento generalizado para la población, para cada individuo y para sí mismo. 

El Estado no interviene en los jugadores del mercado, sino sobre sus reglas del juego;8 se hace juez y parte al convertirse en una empresa, participando de las reglas del juego (del sistema legal) que ha creado. 

Hoy se considera que el mercado se sostiene por la libertad de los participantes del juego. Así, el Estado garantiza las condiciones (milieu) para la adecuada competencia entre los jugadores. 

El neoliberalismo descubre que toda competencia es imperfecta y que la empresa, por su modelo de competencia en marcha, se convierte en el modelo de funcionamiento del mercado y la sociedad.9 

En Ludwig von Mises hallamos tempranamente la diada competencia-empresa como forma general de organización de la sociedad,10 diada que hoy se sitúa en el corazón mismo de la racionalidad neoliberal. 

Consideramos que el arte de gobernar contemporáneo se despliega positivamente al configurar formas de existencia vividas como posibilidades siempre abiertas de mercado y delimitadas por la figura de la forma-empresa. 

El gobierno actual (estatal y no estatal) busca crear una sociedad-mercado-competitividad, creando nuevas formas de sujeción. 

El trabajo autónomo (de equipos e individuos), la multifuncionalidad y movilidad del trabajador, la flexibilidad laboral y contractual, el control de los empleados a distancia y la vigilancia más difusa del rendimiento de los empleados son rasgos de esta sociedad neoliberal,11 la cual crea un sistema de vigilancia de sí mismo y los otros alrededor del rendimiento individual.12 

Entonces, la descentralización de las relaciones laborales aparece como central en el neoliberalismo.13 

La empresa es vista como el vector de progreso y prosperidad. Resulta básico comprender la manera como Laval y Dardot caracterizan este modo de gobierno neoliberal a partir de cuatro rasgos: 

--- (1) a diferencia del liberalismo, el mercado no es una realidad natural dada, sino una construcción que precisa de la intervención estatal y de un sistema legal específico; 
--- (2) sus ejes no son el intercambio y el consumo, sino la competencia, 
--- (3) el Estado mismo se convierte en empresa y funciona mediante la norma de la competencia y 
--- (4) la norma de la competencia excede la esfera del Estado y alcanza al sujeto en su relación consigo mismo, tornándolo individuo-empresa (emprendedor). 

La empresa es, así, enarbolada como modelo de subjetivación: cada cual es su propia empresa. 

Con la diada competencia-empresa como norma de funcionamiento social, Von Mises14 propone la emergencia de un nuevo agente: el sujeto emprendedor que articula mercado y acción individual. 

El sujeto emprendedor debe responder a las exigencias del mercado. Aquí hallamos la idea de sujeto empresario que es la base de una nueva forma de subjetividad que se erige en el neoliberalismo: el empresario de sí. 

Este es un sujeto fabricado, emprendedor, adaptado a las condiciones del mercado, creativo y flexibles. 15 

En la segunda mitad del siglo XX se reactualiza la crítica al Estado-solidario, pues es visto como totalitario y entorpecedor de la libertad y la autonomía subjetivas. 

A nuestra manera de ver, esta vulgata ha circulado en todos los medios (mass media, intelectuales, políticos, administrativos, etc.) y, por esta vía, en el público en general. 

Esta recriminación de la solidaridad estatal naturaliza el individualismo, sataniza toda tentativa de solidaridad, compromiso y responsabilidad social e individualiza la pobreza, borrando la responsabilidad de los Estados, las instituciones financieras y las empresas en la generación de estas situaciones. 

Sostenemos que el discurso individualista es engañoso, puesto que, en realidad es un individualismo para las ganancias, colectivismo para los riesgos, como lo muestran, por ejemplo, los rescates económicos a las grandes entidades financieras pagados por los contribuyentes. 

El Estado ya no está al servicio de la población sino de los grandes oligopolios.16 Así, sugerimos que el problema del bienestar ha tenido una doble torsión: por una parte, se ha individualizado y, por otra parte, se ha privatizado, pues el sujeto neoliberal se hace cargo de todos los aspectos de su vida que estaban en manos del Estado y busca los proveedores privados que requiere para ello.17 

El neoliberalismo se justifica en la libertad del sujeto, pero ella supone que la persona, al hacerse cargo de los costos de la salud, la educación y demás, deviene, finalmente, sujeto-cliente. La totalidad de la vida termina siendo mercantilizada. 

Entonces, el modelo empresarial conduce hoy todos los aspectos de la vida,18 la cual es organizada para el mercado y el consumo.19 

Para el neoliberalismo la desigualdad es necesaria para mantener el engranaje del mercado. Al promover la libertad individual y hacer superflua cualquier pretensión de igualdad social, esta forma de gobierno muestra su carácter individualizador. 

En el presente presenciamos una nueva manera de ser empresario. Mientras que el sujeto liberal era un calculador que equilibraba ingresos y gastos y un resistente al disciplinamiento, hoy se reconoce activo, unificado alrededor de la competitividad y la autorrealización e invierte grandes recursos para el desarrollo de sus habilidades y potencialidades, es formador de empresa y se vive a sí mismo como su propia empresa.20 

Ya no es ciudadano sino actor económico, empresario de sí mismo y como único responsable de su éxito y felicidad. Invertir en sí mismo: el capital humano 

El liberalismo unió el imperativo de la libertad a la naturalización de las normas económicas. En el presente, la libertad aparece como el aspecto central en la conducción de la vida de los sujetos.21 No obstante, la libertad contemporánea se basa en el criterio de la competencia y el rendimiento, horizontes de la economía y el mercado. 

Para usufructuar la aspiración de libertad del ser humano, el neoliberalismo, en vez de defender la libertad como un derecho natural, la ve como una conquista de la lógica del mercado, el consumo, el rendimiento económico y la competencia. 

Foucault articula los problemas de la fobia al Estado y la emergencia de la teoría del capital humano para explicar la configuración del empresario de sí (emprendedor contemporáneo).22 Funda su acercamiento al problema del capital humano en los trabajos sobre el capital humano de Gary Becker y Theodore Schultz, con sus textos The human capital de 1964 e Investment in human capital del año de 1971, respectivamente.23 

Esta teoría realiza un sutil desplazamiento desde la noción de consumo hacia la de la inversión, el cual es adoptado de manera radical por el programa de gobierno del neoliberalismo: cuando las personas compran en el mercado servicios de salud, educación, información, etc., o simplemente gastan tiempo buscando empleo o divirtiéndose, estas acciones deber ser consideradas como gastos de inversión y no simplemente como gastos de consumo […] Son inversiones24 que los sujetos hacen en sí mismos, ‘competencias’ que luego podrán capitalizar25 

El neoliberalismo piensa el trabajo sólo desde una perspectiva económica.26 Los neoliberales criticaban que, de los tres factores involucrados en producción de bienes, la teoría política clásica sólo exploró la tierra y el capital, sin ocuparse del trabajo en sí. 

De hecho, la analítica del marxismo, deja el trabajo reducido a las variables cuantitativas de tiempo y fuerza. Por el contrario, los neoliberales se empeñan en cambiar el objeto el objeto del análisis económico clásico. 

Hasta la aparición del neoliberalismo, el análisis económico se enfocó en los mecanismos de producción, intercambio y de consumo. Pero esta racionalidad se ocupa de la naturaleza y las consecuencias del gasto individual. 

Así, sitúa al trabajador en el lugar de sujeto económico activo y a los comportamientos individuales como centro de su análisis y gestión: ¿cómo razona un individuo cuando gasta sus recursos? ¿Qué fines busca con esta inversión? 

El neoliberalismo descubre un nuevo campo de compresión y gobierno en función de los imperativos económicos, de consumo y mercado: las motivaciones, gustos, cogniciones, aspiraciones, anhelos de las personas. 

Con Schultz y Becker el trabajo es la actividad para obtener ingresos (poner a rendir el capital). 

Para el neoliberalismo, el capital está constituido por todos los factores físicos y psicológicos que le permiten a un sujeto generar un flujo de salarios. 

Entonces, el trabajo es una máquina, pues «produce» flujos de ingresos. Lo que entra en juego aquí es «la idea del individuo activo, calculador, responsable, capaz de sacar provecho máximo de sus competencias, es decir, de su capital humano […] Nos encontramos más bien, frente a una nueva teoría del sujeto como empresario de sí mismo».27 

Para el homo oeconomicus cualquier acción que busque mejorar su vida es una inversión que incrementa su capital humano: el capital económico deviene capital humano. 

Consideramos que aquí puede apreciarse un tejido compuesto por la estructura de competencia, el capital económico y la búsqueda de bienestar, felicidad y libertad alrededor de la lógica del rendimiento ilimitado. 

La promesa neoliberal es que el éxito, el bienestar y la felicidad requieren que el sujeto sea libre y competente, con cuerpo y mente sanos para tornarse productivo, aumentar su capital humano y soportar la angustia asociada a la sensación continua de riesgo y amenaza de la sociedad contemporánea. 

Vemos que la salud mental y física resulta ser una condición para el gobierno de sí y de los otros, pues el empresario de sí se requiere ser un individuo sano. 

La vida de las personas, su historia como individuos, la historia de sus propias familias y las relaciones sociales son absorbidas por la generación de flujos de ingresos. 

Crece el anhelo de que la vida del sujeto pueda ser calculada, proyectada y hasta delineada para crear una historia personal satisfactoria. De este modo, la crianza se constituye en todo un «capital semilla», como lo declara y tornado variable económica.Así, el futuro de cada individuo es sometido a cálculo. 

La segunda mitad del siglo XX, la era del capital humano, nos ha tornado, inversores, pues la teoría económica contemporánea ha convertido en variables económicas todos los aspectos de la vida individual y social. 

Hoy pareciera importar menos la estabilidad laboral y más la formación de habilidades y capacidades individuales para convertir en ingresos toda acción del sujeto. 

Hasta los desempleados pueden sumergirse en la dinámica del mercado; el individuo puede recibir capacitación con el fin de desarrollar sus potencialidades y así ingresar en el negocio de la formación continua. 

Con el fin de incrementar su capital humano, las personas se han enganchado en todo tipo de ofertas de asistencia. Consultorías, asesorías de expertos, evaluaciones de pares, terapias de todo tipo, etc. prometen brindar las herramientas para una mejor gestión de sí como empresa. 

Nuestra tesis es que el empresarismo de sí ha necesitado la teoría del capital humano para fundar al sujeto contemporáneo. El sujeto neoliberal reconoce sus recursos para generar ingresos y emprende una gestión de riesgos de sí. 

Y lo más importante: el empresario de sí, para incrementar su capital humano, des-responsabiliza al Estado, asumiendo los costos de la gestión positiva de los aspectos asociados a su supervivencia. 

El sí mismo se constituye en punto de aplicación de la inversión de recursos subjetivos: el sí mismo es una inversión. Más aún, para el neoliberalismo quedar desempleado es una oportunidad para ser mejor empresario de sí. 

Un rasgo fundamental de la subjetividad contemporánea es el devenir empleable, en el cual se articula el empresarismo de sí y la teoría del capital humano, puesto que hacerse cargo de sí mismo exige que el empresario de sí potencie su propio capital. 

Ser empleable quiere decir que el asalariado siempre podrá conseguir un mejor empleo y el desempleado está lleno de oportunidades que él mismo debe gestionar. 

En concordancia con esto, la flexibilidad y el desapego son, para Sennett, rasgos de esta forma de subjetividad empresarial. 

El neoliberalismo orienta su gobierno hacia la intervención molecular sobre toda la vida individual. Entonces, buscando su capital humano, para el sujeto las decisiones cotidianas se tornan «estrategias económicas orientadas a la optimización de sí mismo como máquina productora de capital». 

Han radicaliza este diagnóstico indicando al decir que el capital es el nuevo amo que gobierna al sujeto y su intimidad. 

A nuestra manera de ver, la meta biopolítica actual es el gobierno de la intimidad, la cual es racionalizada económicamente y pensada en clave de mercado.

Al crear un «medio ambiente competitivo», la biopolítica actual desmonta las seguridades ontológicas, privatizando lo público. 

Para que los sujetos sean empresarios de sí mismos, se crea un ambiente en el que la sensación de inseguridad sea generalizada, tal que los individuos se conduzcan a idearse salidas a las situaciones de incertidumbre e inseguridad. 

Mientras que el Estado-providencia asume una responsabilidad social asociada directamente al despliegue creativo de los individuos en situaciones de estabilidad y aseguramiento de las condiciones básicas de vida, el Estado neoliberal parte de la auto-responsabilización de cada sujeto por su vida total y lo obliga a ser innovador, rasgo básico del empresario de sí. 

El neoliberalismo destruye al ciudadano y enarbola al empresario, desregula los derechos y regula las situaciones que estimulan la fluidez del mercado. 

En este contexto aparecen fenómenos, propios de las sociedades de control, como la flexibilización laboral, la conversión de las relaciones sociales en relaciones de competencia, la implantación y usufructo de la inseguridad social, la cultura del riesgo, etc. Controlar a través de la libertad. Hemos pasado de las sociedades disciplinarias a las de control. 

Este diagnóstico es insinuado por Foucault  y retomado por Deleuze. Allí Foucault prevé las dificultades de los estados para gobernar cuando haya escasez de energía. La salida será la desinversión del Estado: para economizar su poder y garantizar la paz social, se desentenderá de los aspectos que le demanden una gran inversión de recursos. Por tanto, la acción policíaca de control será más relajada. 

Paralelamente, el Estado definirá otros aspectos altamente prioritarios, denominados zonas de vulnerabilidad. Allí el Estado actuará con fortaleza para mantener el control. 

El logro del objetivo de esta forma de gobernar pasa por toda una serie de controles, coerciones e incitaciones que se realizan a través de los mass media y que, en cierta forma, y sin que el poder tenga que intervenir por sí mismo, sin que tenga que pagar el costo muy elevado a veces de un ejercicio del poder, va a significar una cierta regulación espontánea que va a hacer que el orden social se autoengendre, se perpetúe, se autocontrole a través de sus propios agentes de forma tal que el poder, ante una situación regularizada por sí misma, tendrá la posibilidad de intervenir lo menos posible y de la forma más discreta, incumbiendo a los propios interlocutores económicos y sociales el resolver los conflictos y las contradicciones, las hostilidades y las luchas que la situación económica provoque, bajo el control de un estado que aparecerá, a la vez, desentendido y condescendiente Control sin vigilancia es el rasgo distintivo de nuestro presente.

En el Nacimiento de la biopolítica, Foucault señala que el control ya no acude al disciplinamiento de los cuerpos, la vigilancia panóptica o al encierro, sino a la vigilancia focalizada de las zonas de vulnerabilidad buscando la peligrosidad potencial para intervenirla. Para Deleuze esto no implica mayor libertad, aunque el neoliberalismo así lo prometa. 

Hoy, como lo afirma Castro-Gómez, estamos «en una sociedad donde, paradójicamente, el control se realiza a través de la libertad».

Si para Deleuze el control actual móvil y no recurre a los dispositivos de encierro, nuestra tesis es que éste procura la confiscación de la vida total de la persona, lo que tiene tres efectos: 
--- (1) las personas sienten la necesidad de expertos que les muestren cómo conducirse; 
--- (2) se crean lenguajes nuevos que posibiliten nuevas formas de control 
--- (3) el control deviene autocontrol. 

Además, sugerimos que el gobierno de hoy necesita un control dinámico (con estrategias que se renuevan de manera continua), un control totalizante (que abarca todos los aspectos de la vida individual y social), un control autogenerado (formas conocidas de control engendran nuevas formas de realizarlo), un control a campo abierto (que va más allá del encierro y la confiscación de los cuerpos) y, por último, autocontrol, dado que el sujeto asume la responsabilidad de conducirse «adecuadamente», como una manera de afrontar el riesgo no solamente del vivir, sino, y sobre todo, de las condiciones cambiantes del mercado y la economía. 

Entonces, el autocontrol lo podemos asociar a serpentización de la subjetividad, pues el neoliberalismo afronta el problema del cambio y la imprevisibilidad propios del mercado llevando a los individuos a asumir una posición ondulatoria caracterizada por movimientos multidireccionales para adaptarse a tales transformaciones. 

Esta adaptación siempre está amenazada. Entonces, por una parte vivir en medio de la peligrosidad es un rasgo definitorio de este individuo y, por otra parte, el control de sí mismo es un modo afrontar un mundo inaprehensible e inseguro y, de esta forma, emprender una gestión de sí conlleva la capacidad de «reinventarse constantemente y de gestionar su propio capital humano».

Entonces, este sujeto se hace a su espacio a partir de su propio movimiento, lo cual resulta ser una de las características fundamentales de esta serpiente. Hacerse lo más emprendedor posible y, por supuesto, autocontrolarse para hacerse gestor de sí mismo articulan plenamente con la metáfora serpentina del sujeto contemporáneo.

Hoy el emprendimiento se ha naturalizado en un medio mercantil sometido a la incertidumbre y el riesgo, creyendo que la versión evolutiva más acabada de la persona es el sujeto emprendedor. 

Ante el problema de los vaivenes del mercado y ante el riesgo, la inseguridad y la fragmentación del vivir, la solución ideada por el neoliberalismo para los sujetos gobernados es aprender a ser flexible, adaptarse rápidamente y convertirse en empresario de sí. 

Esta serpentización bien se expresa en cogniciones como «nada a largo plazo» (Sennett) o «nunca se termina nada» (Deleuze). 

En el presente se gobierna a los sujetos interviniendo sobre su medio ambiente, devenido foco de la acción a distancia, de tal manera que éstos puedan realizar sobre sí mismo una regulación conductual.

Esta modulación se hace posible por la idea de que cada persona es libre para disponer de su capital humano (inclusión en el sistema de mercado) y también, como dice Deleuze, por el endeudamiento y la cifra. 

El diagnóstico deleuziano es contundente: «el hombre ya no está encerrado sino endeudado». La deuda es una forma de conducirnos en el presente, como además lo anota Lazzarato. 

La idea de «economía» en el presente no sólo alude a la producción económica, sino a la producción de subjetividad, en la medida en que el crédito funda la construcción de lo social. 

En esto coinciden Laval y Dardot, quienes sostienen que «el endeudamiento crónico es productor de subjetividad y acaba convirtiéndose en un verdadero ‘modo de vida’ para cientos de miles de individuos». 

Ya habíamos dicho que el neoliberalismo realiza un deslizamiento de la idea de libertad: hacerse libre para hacerse cargo de los aspectos de los que el Estado venía encargándose. 

Ahora postulamos un segundo deslizamiento asociado con el problema de la inclusión: cada individuo sujeto debe usar su libertad para incluirse en la dinámica social (o sea, la dinámica del mercado), haciendo uso de su propio capital humano. 

Recíprocamente, no es el Estado, ni el mercado, ni los otros los que excluyen al sujeto del arreglo social. Él es el responsable de su exclusión. Sin embargo, el sistema ofrece los salvavidas para la inclusión de todos los individuos y todos los aspectos de su vida en la dinámica de mercado. El endeudamiento es una de las estrategias de inclusión más notables, en este sentido. 

Por todo esto, afirmamos que la libertad de la que se ufana el neoliberalismo es puramente constrictiva: estamos obligados a elegir lo que el mercado ofrece. Estamos obligados a elegir y somos libres para incluirnos en la dinámica económica actual. 

Sostenemos, por tanto, que resulta engañosa la idea de libertad y democracia absoluta del consumidor. 

¿Cuál es el margen de libertad de un sujeto cuando todas sus opciones están circunscritas por el mercado, los grandes capitales y por los medios de comunicación? 

Byung-Chul Han muestra cómo el neoliberalismo, bajo la producción de una sensación de libertad en el sujeto, en realidad lo coacciona, somete y, finalmente, esclaviza. Para este autor «el neoliberalismo es un sistema muy eficiente, incluso inteligente, para explotar la libertad». 

GOBIERNO POR EL RIESGO Y SUBJETIVACIÓN 

La situación de continuo riesgo, como lo dijimos, es la justificación para las sociedades de control actuales. 

Consideramos que el riesgo, por una parte, puede aludir a la incertidumbre y, por esta vía, pone en cuestión los recursos subjetivos. Por eso, vivir en riesgo es estar un paso atrás respecto de la realidad exigente y desconcertante. 

La otra acepción del riesgo tiene que ver con arriesgarse. En uno u otro caso, Sennett plantea que la conciencia de riesgo actualiza el temor a la pérdida. 

Para nosotros, este miedo muestra la experiencia de la vulnerabilidad y la precariedad humana. 

El riesgo es gestionado en la racionalidad de gobierno neoliberal, pues ésta lleva a las personas a moverse continuamente con el fin de explotar sus capacidades y desarrollar sus potencialidades con el fin de hacerle frente a la imprevisibilidad de la vida y a las necesidades siempre cambiantes del mercado. 

El neoliberalismo nos ha llevado a valorizar el riesgo, pues, gracias a ello, el emprendedor logra crear nuevos nichos de negocio desplegando sus recursos. 

Para Sennett, en las últimas décadas hemos sido testigos de un ataque denodado a la rutinización de la vida y, especialmente, del trabajo. Esto explica la promoción neoliberal de «las actividades a corto plazo [y la creación de] redes amorfas y sumamente complicadas en lugar de burocracias de estilo militar». 

En consecuencia, el discurso y las prácticas de flexibilización de la vida laboral se han abierto paso. Sennett descubre que la práctica de la flexibilidad, propia del trabajo en red, produce «agujeros estructurales». 

El trabajo en red permite mayor movilidad para hacerle frente a la incertidumbre, en la medida en que el individuo puede aprovechar las oportunidades que dejan escapar los otros y explotar las grietas de autoridad que la administración central no controla. Estos espacios se piensan más como oportunidades ante la incertidumbre y el riesgo que como posibilidad de ascenso social. 

La clave del trabajo en red es el aumento del rendimiento. Ahora, este trabajo en red, al mismo tiempo, es productor de estados de desorientación e incertidumbre que, para Sennett, se manifiestan de tres formas: 
--- (1) el sujeto cree estar ascendiendo en la empresa, pero en realidad se mueve de un lado a otro, dado que no están claras las rutas del ascenso. A esto lo llama movimientos ambiguamente laterales; 
--- (2) Pérdidas retrospectivas. Los movimientos laterales ofrecen poca información sobre la posición que ocupa en la organización y, por cuenta de ello, es común su reasignación a otro puesto, en la medida en que solamente a posteriori se percata de que ha tomado decisiones erradas y 
--- (3) Ingresos impredecibles. La amorfa movilidad laboral contemporánea no asegura el ascenso salarial. El nuevo explorador de agujeros es esclavo de las incertidumbres propias del mandato de asumir riesgos. 

Sennett señala que, en la práctica de asumir riesgos, no se valora la experiencia acumulada sino la habilidad de renovación continua del individuo con el fin de adaptarse a las demandas de los nuevos amos (los clientes). En su opinión, esto corroe su carácter. 

Nuestra hipótesis es que, en el neoliberalismo, la experiencia del riesgo está cruzada por dos tensiones: la historia y la ambigüedad/incertidumbre. 

La tensión por la historia se refiere a la manera como el empresarismo actual lleva a los sujetos a debatirse entre dos polos: o habitar en el riesgo y el caos escudriñando para descubrir las oportunidades que ofrecen los agujeros y desplegando, para lograr sobrevivir en ellos, habilidades siempre nuevas (aquí el saber acumulado va perdiendo valor, razón por la cual en este extremo, el sujeto no tiene historia) o habitar en la certeza del valor de la  experiencia acumulada. 

Lo que problematiza, en el fondo, esta tensión es el valor y el lugar dado a las raíces, a la historia los logros de las personas. 

Esta polaridad ha sido inclinada por neoliberalismos a favor de la deshistorización del sujeto (un sujeto con capital pero sin historia). 

El gobierno del presente busca construir desarraigo y desapego como estrategia de adaptación de los individuos. 

Para mostrar la tensión por la ambigüedad/incertidumbre acudimos a Richard Sennett cuando indica que hay dos tipos de personas: las que son cercanas al clima de las ambigüedades y las incertidumbres (los amigos de los «agujeros») y aquellas que ante las incertidumbres se sienten desarraigados y ahogados. 

En el neoliberalismo, «vivir en el agujero» es hacerse buscador de oportunidades y, al mismo tiempo, es asumir una existencia cruzada capilarmente por la incertidumbre, la sensación de riesgo y vulnerabilidad. 

En consonancia con lo expresado hasta el momento, proponemos la existencia de dos duplas contemporáneas del empresarismo, presentes en el discurso neoliberal: 
--- (1) la dupla vulnerabilidad/riesgo y 
--- (2) la dupla flexibilidad/adaptación. 

Respecto de la primera, la racionalidad empresarial contemporánea explota la idea de que somos individuos frágiles, falibles y vulnerables, lo que nos pone en continuo riesgo. 

La salida es, a nuestra manera de ver, la gestión del riesgo: el consumo de productos siempre nuevos ofrecidos por gestores del riesgo. 

Como lo señala Rose, el empresario es un consumidor ferviente de productos para el manejo del riesgo. 

Para Laval y Dardot, el temor generado por el riesgo es lo que se encuentra en la base de la experiencia de estos sujetos. 

El sujeto consumidor, que afirma sus elecciones de mercado en el temor al riesgo, invierte grandes recursos económicos para la gestión, disminución o eliminación de este, en función de la preocupación por el incremento de su capital humano. 

De todas maneras, el management del presente también conforma un amplio mercado alrededor del temor al riesgo bajo la premisa de que, como nunca antes, somos individuos vulnerables y sin recursos para afrontar la variabilidad de la vida. 

Consideramos que el riesgo en tanto remite a lo desconocido (temido) y es irrupción, es creador de incertidumbre y angustia. 

El gobierno-por-la-empresa contemporáneo promueve el culto al riesgo, pues se convierte en el fundamento de las decisiones que los sujetos, las organizaciones y los estados toman a diario. 

Entonces, el empresario de sí debe mostrarse competentes, emprendedor y buen competidor, lo que lo torna un sujeto agonístico. 

La dimensión agonística del sujeto la vemos en la enkrateia. Para los griegos, era apreciable que el individuo combatiera consigo mismo para el dominio de los placeres y los deseos, pues eso lo hacía un ciudadano reconocido en función de la vivencia de la libertad y la sociedad.  Es decir, el compromiso con la polis, la vida política y el vivir con otros se convierte en el motor para este sujeto combativo

Otros autores adoptan la distinción establecida por Ewald y Kessler entre riesgófilos y los riesgófobos, entre aquellos individuos que tienden a asumir los riesgos como base de su acción cotidiana y los que buscan asegurarse al máximo con el fin de aminorar el efecto negativo de los riesgos. 

En cambio, el sujeto agonístico neoliberal se subjetiva a partir de la búsqueda de la riqueza económica, del mayor rendimiento, del despliegue ilimitado de los deseos y placeres, la consecución de los recursos necesarios para competir con los otros y vencerlos, haciendo inútil la política. 

Por esto, sostenemos que la agonística subjetiva contemporánea tiene un carácter externalista, pues, en la cultura de la ilimitación, la lucha no es contra sí mismo sino contra los otros en tanto competidores a los que hay que destruir para no poner en riesgo el propio capital subjetivo de la persona. 

El neoliberalismo le exige al individuo el despliegue de una capacidad guerrera y lo obliga a vencer los obstáculos para no fracasar en su constitución como empresa de sí exitosa. 

En este escenario, el fracaso es lo común, puesto que siempre habrá mejores competidores. 

En una profunda paradoja que asegura que esta racionalidad gobierne a cada uno y a toda la población, el sujeto fracasado nunca está totalmente perdido dado que siempre puede volver a empezar en la medida en que es el responsable de sus propios fracasos y, sobre todo, porque cuenta con su capital humano. 

Como lo sostienen, al ser emprendedor, el individuo debe ser innovador y puede siempre sobreponerse. 

Las consecuencias son claras: 
--- primero, el agobio y la angustia que esta posición trae para el sujeto lo enferma y lo somete al entramado de la medicalización; 
--- y segundo, el lazo social es amenazado constantemente. 

Más precisamente, lo que se ve desfondado es la política y el vivir juntos. El tema del «nosotros» no ha dejado de ser promotor de debates. 

Por una parte, está el universalismo del lazo social, previo al neoliberalismo y que surge de la problematización del ser social del individuo humano. 

En Von Mises, por ejemplo, hallamos una defensa de lo comunitario como un a priori: «el hombre aparece invariablemente miembro de una colectividad». 

La versión psi de este a priori social la vemos en las teorías del desarrollo psicológico y las corrientes angloamericanas del psicoanálisis. Por otra parte, están los que asimilan el vivir juntos con lo-social. 

Nuestro estudio, al alimentarse genealógicamente, no parten de la aceptación de ningún universalismo y, en vez de partir de una suerte de trascendentalismo comunitarista, se pregunta: 
--- ¿cómo hacen las personas para vivir juntas? 
--- ¿Cómo se construye lo social? 
--- ¿A partir de qué dispositivos, formas de relación, discursos y prácticas? 

El segundo debate se da por la ruptura del lazo social, entre quienes denigran el individualismo radical promovido por el neoliberalismo, atribuyéndole la destrucción de lo-social y quienes señalan que el neoliberalismo produce nuevas formas de vínculo.

Sennett afirma que la flexibilidad laboral (posfordismo), rompe los vínculos del trabajador con familiares, amigos y colegas, al disponer de menos tiempo para crear o mantener redes sociales y considerar a los otros como competidores. 

Álvarez- Uría, por su parte, denuncia la despolitización del sujeto, la cual aparece como efecto de la psicologización del yo. 

En Laval y Dardot podemos ver una coincidencia: «la figura del ‘ciudadano’, investido de una responsabilidad inmediatamente colectiva, se borra poco a poco de la escena para dejar paso al hombre empresarial».

El problema de fondo tiene que ver con la dependencia. Buscando disminuir los peligros propios de la pauperización de la población en el siglo XIX, se instauraron una serie de prácticas administrativas, jurídicas y económicas. 

Este gobierno social acudió a las ideas de solidaridad y mutua dependencia (también presente en el Welfare State del siglo XX). 

Los críticos del Estado-providencia atacan cualquier lógica asociada a la dependencia mutua, puesto que, a su criterio, fundamenta el intervencionismo estatal.

En consonancia con estas críticas, el neoliberalismo libera al gobierno de sí y de los otros de la dependencia recíproca, elevando la independencia al lugar de telos subjetivo y social, rompiendo la mutualidad y la solidaridad y erigiendo como ideal la autogestión, la autosatisfacción y la autorrealización a través de la inversión que cada individuo realiza sobre sí mismo. 

Ruptura del lazo social, según este diagnóstico. La segunda posición, afirma que esta racionalidad en realidad produce formas nuevas de lazo social. 

Laval y Dardot ven, por ejemplo en las ligas de consumidores (o en las organizaciones defensoras de los derechos humanos o los comités de usuarios de medios de comunicación), una práctica de resistencia desde la base (desde dentro del mismo neoliberalismo). 

Igualmente, Sennett la creación del «nosotros» es una forma de resistir a la corrosión contemporánea del carácter. 

Y la tercera posición sugiere que no ha cambiado el alzo social sino los criterios con lo que éste se lee. 

Para Vázquez ha habido un desplazamiento en la forma de gubernamentalidad: si bien antes se centraba en la gestión del riesgo colectivo mediante, por ejemplo, los seguros sociales, ahora el punto de aplicación del gobierno es el desarrollo de estrategias de autogestión del riesgo individual. 

Bauman también tercia en este problema. En una entrevista realizada a este autor titulada Zygmunt Bauman: Las emociones pasan; hay que cultivar los sentimientos y publicada en Economía de comunión, leemos que los lazos sociales «han sido sustituidos por ‘conexiones’. Mientras que los lazos exigen compromiso, ‘conectar’  y ‘desconectar’ es un juego de niños. En Facebook se pueden tener cientos de amigos moviendo un solo dedo». 

Para nosotros, el lazo social no se ha roto sino que se ha transformado debido a que la nueva forma de instauración de lo social se asienta en la competencia y el rendimiento ilimitado. 

Podemos ir más allá de Bauman para decir que los lazos sociales que se dan desde el imperativo del mercado cuentan con un gran compromiso pero dado sólo en términos de una relación de consumo. 
Por lo tanto, sugerimos que estas son relaciones intensas pero sin raíces y que esta es la característica central de la socialidad neoliberal. 

En vez de suponer que el empresario de sí es un sujeto solipsista, desarraigado y desinteresado de los otros, éste despliega toda una preocupación por los demás en tanto clientes, competidores o maestros, en una suerte de la ascesis del rendimiento, la ganancia y el bienestar completo del individuo. Por ello, consideramos que el neoliberalismo transforma el lazo social. 

Pocos vestigios quedan de la solidaridad proclamada por Adam Smith o de la simpatía darwiniana o de la preocupación por lo social del estado de bienestar. 

Lazo social cifrado en vínculos de mercado y competición; mercantilización de las relaciones con los otros, por supuesto. 

El empresario de sí «no es capaz de establecer con los otros relaciones que sean libres de cualquier finalidad» como lo dice Han. Este autor concluye, con esto, que el neoliberalismo rompe con la libertad del individuo. 

No creemos, como sí lo hace Han, que el empresario de sí esté totalmente aislado. Por el contrario, consideramos que éste es activo constructor de vínculos, pero con una finalidad empresarial, de capitalización de sí mismo. Por esta razón, el emprendedor siempre está obligado a volver a empezar. Los vínculos siempre nuevos surgen de situaciones constantemente desconocidas (pues, aunque aprenda a afrontar una novedad, inmediatamente retorna al punto cero debido a la lógica del riesgo y las demandas cambiantes del mercado, lo que conduce al sujeto a la deshistorización de su vida, sus competencias humanas y profesionales y sus vínculos). 

Para no sucumbir, el individuo debe adaptarse y hacerlo rápidamente. Así, consideramos que el neoliberalismo usufructúa la dupla vulnerabilidad/riesgo y soluciona el quántum de angustia que ella genera por medio de la segunda dupla (flexibilidad/adaptación).

La imprevisibilidad de la vida del empresario de sí le exige adaptarse y ser flexible para dar respuestas innovadoras a los requerimientos de su vida emprendedora y del mercado. 

Además de tener que adaptarse y ser flexible, el riesgo es afrontado mediante la industria del aseguramiento. El tema del riesgo no es nuevo. 

En su Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general, texto publicado en el año de 1755, Richard Cantillon ya había llamado empresarios (emprendedores) a las personas con remuneración incierta y que, por ello, viven en la incertidumbre. 

Lo novedoso en el gobierno del presente por el riesgo es que el neoliberalismo naturaliza dos hechos: que cada individuo se haga a su propio salario (remuneración incierta) y que vivir es estar en riesgo. 

Bajo esta lógica, ser asalariado disminuye el riesgo, pero aumenta la dependencia. Desear, bajo la lógica del gobierno neoliberal, es vivir en la incertidumbre y el riesgo. 

Nosotros nos apartamos de esta naturalización del riesgo y la incertidumbre. Con Laval y Dardot, sostenemos que el riesgo es una producción histórica, social y política (es decir, estratégica) con efectos de poder, que ahora ya no es gestionada por el Estado, sino por la empresa del aseguramiento privado, dando nacimiento al sujeto de la seguridad privada. 

Entonces, el discurso sobre el riesgo es una estrategia gubernamental. Los estudios genealógicos dejan ver que la problematización del riesgo procede de la racionalidad de gobierno decimonónica que «implicó nuevos métodos de entender y actuar sobre la desgracia en términos del riesgo» y que buscó hacer calculable el futuro para reducir la incertidumbre por lo no acontecido. 

En este contexto emergieron las prácticas del aseguramiento. En la actualidad, la popularización del discurso sobre la seguridad y contra el riesgo ha favorecido la mercantilización de este último, como lo muestran tanto Laval y Dardot como Rose, radicalizando el individualismo y, como efecto de ello, personalizando las causas externas de su mala situación a tal punto que el individuo se siente responsable único de su fracaso y lo atribuye a sus malas decisiones e inadecuada gestión de su capital humano. 

Por tanto, tiene que asumir el costo por el aseguramiento del riesgo del cual él se siente responsable. Pero todo ocurre como si esta ética ‘individualista’ permitiera transferir a cargo del sujeto todos los costos, mediante mecanismos que no tienen nada de ‘natural’. 

En el fondo, la estrategia consiste en partir de las aspiraciones personales a tomar decisiones en materia de opciones de existencia, para reinterpretar el conjunto de los riesgos como opciones de existencia. 

En su crítica a la idea de cultura del riesgo de Ulrich Beck, Robert Castel sostiene que con ella se termina naturalizando el riesgo.Una crítica similar la hallamos en Varela y Álvarez-Uría. 

Nosotros mismos sostenemos que el uso del concepto de cultura del riesgo, le da, a este último, visos de trascendentalidad respecto del sujeto y de lo social. 

En Castro-Gómez también vemos una posición crítica ante la tentativa beckiana de ontologización del riesgo, la cual, según aquel autor, lleva a homogeneizar, universalizar y totalizar el riesgo; es decir, hacer una metafísica de éste. 

Castro-Gómez, conforme con su postura analítica foucaultiana, sostiene que en vez de hacer definición del riesgo en tanto cosa, es preciso hablar de éste como una tecnología con carácter estratégico de gobierno. 

Para nosotros, dicho de sea de paso, el conocimiento de estas tecnologías permite configurar estrategias de resistencia ante estos aparatos de gobierno. 

Respecto de Ulrich Beck, Castro-Gómez también critica su idea de sociedad civil, pues ella no deja de ser una exterioridad respecto de los sujetos, quienes son colocados en el lugar de ‘víctimas’ «que exigen ‘derechos’ al Estado… [en vez de localizarlos] como sujetos activos que no desean ser gobernados de ese modo». 

Finalmente, nosotros mismos pensamos que la visión del riesgo de Sennett tiene un carácter negativo, pues es considerado como un agregado externo al sujeto y responsable último de su deterioro ético. Esta concepción del riesgo limita la capacidad de resistencia de los sujetos a ser gobernados mediante este recurso. 

En vez de ser visto como monstruo exterior y victimizante del sujeto, el riesgo es inmanente a las formas de subjetivación. 

Así, al problematizar la relación que sostiene consigo mismo, el sujeto reconoce que ciertos riesgos son producto de determinados modos de existencia. 

Al cuestionar la forma como es gobernado, se despliega la crítica (resistencia a ser gobernado de esa manera) y la intervención sobre los riesgos inmanentes a ese modo de ser conducido. 

EL GOBIERNO POR LA FLEXIBILIDAD 

Una de las estrategias para gobernar por el riesgo es la introducción de las nociones de sociedad del riesgo y la cultura del riesgo, según las cuales como vivimos en riesgo constante, debemos ser, por una parte, sujetos asegurados que consumen servicios de aseguramiento y, por otra parte, sujetos flexibles para lograr adaptarnos al conjunto de riesgo que nos obseden y aprovechar para generar ganancias. 

Esto lo llamamos la dupla flexibilidad/adaptación. El neoliberalismo nos conduce a que, dado que el riesgo se nos presenta como amenaza cotidiana, compremos todo tipo de seguros, contratemos toda clase expertos y seamos flexibles para adaptarnos a la incertidumbre de la existencia. 

La serpiente neoliberal requiere ser flexible. En el régimen laboral contemporáneo, la emergencia del sujeto emprendedor se dio gracias a la crítica de la rutinización fordista del trabajo. Así, la flexibilidad aparece como solución a los males asociados al fordismo. Un nuevo orden basado en la flexibilidad se ha impuesto. 

Para Sennett, la estructura de la flexibilidad tiene tres componentes: 

--- primero, la reinvención discontinua de las instituciones, lo que supone una ruptura con el pasado, la destrucción de la organización piramidal y la imposición de una estructura de red mediante la denominada reingeniería que tiene como uno de sus objetivos básicos la reducción puestos de trabajo. 

Los sobrevivientes deben ser flexibles y creativos para responder a las nuevas demandas empresariales. 

--- Segundo, la especialización flexible de la producción, consistente en la tentativa de «conseguir productos más variados cada vez más rápido». 

Los aspectos claves para ello son el uso de alta tecnología, la optimización de la comunicación, la rápida toma de decisiones, el trabajo realizado bajo la estrategia de pequeños grupos, la alta movilidad en las funciones, entre otros. 

--- Y tercero, la falacia de la concentración sin centralización del poder. 

Se piensa, erróneamente, que el trabajo en equipo es la expresión contemporánea de trabajo en red y que permite la descentralización del poder dado que estimula la participación de todos los miembros. 

Los nuevos sistemas de información hacen que los directivos tengan una visión totalizante de la organización y dejan a los individuos expuestos todo el tiempo. 

Laval y Dardot afirman que esta organización empresarial contemporánea impone un nuevo régimen subyugación al empleado: el nuevo jefe, al cual se le debe obedecer incondicionalmente, es el cliente (el mercado). 

Esto se entiende en la medida en que, como lo muestra Han (Psicopolítica) el nuevo amo es el capital. 

La consecuencia de esta nueva estructura reticular de la empresa ha sido que la competencia ya no sólo se da entre empresas (externa), sino entre trabajadores, empleados y colegas (interna). 

Lejos de ser disminuidos, los controles jerárquicos son modificados progresivamente. De hecho, el neomanagement introduce formas organizacionales nuevas y nuevos instrumentos de contabilidad, registro, comunicación y demás. 

Consecuentemente, sostenemos que, al igual que la idea de la concentración sin poder, la de desjerarquización empresarial es falaz. 

Nuevas formas de jerarquía han emergido a propósito de una nueva noción de empresa, la cual dejó de ser fundamentalmente una organización instalada en una gran superficie. 

Más bien, hoy la empresa funciona, según Sennett, como península y archipiélago: la primera ensambla el producto final y cuenta con una gran ascendencia jerárquica respecto de las islas (constructoras de partes, pequeñas filiales, proveedoras proceso específicos, etc.), las cuales son prescindibles (siempre habrá otra que realice su función a menor costo). 

La nueva forma de organización mantiene una alta jerarquización y varía la responsabilidad que adquiere la empresa sobre los trabajadores. 

Las nuevas islas contratan (o subcontratan) a sus empleados, descargando en éstos el costo de aspectos como la seguridad social, la jubilación, la recreación, la formación, etc. 

A nuestra manera de ver, la estructura empresarial de red es, en realidad, una empresa fragmentada con un definido centro de poder y con un sistema ético relativo y móvil según las demandas del mercado. La adaptación a éste es la norma. 

Un segundo sentido de la idea de red se refiere a la organización del trabajo dentro de la empresa. Las personas que conforman los equipos de trabajo son contingentes, movibles y reemplazables, lo cual amenaza la estabilidad y seguridad de los trabajadores que tienen como salida desarrollar un desapego latente respecto del trabajo (en cualquier momento otra persona puede ocupar su lugar o ser reasignados a otra labor o a otro equipo). 

La narrativa empresarial racionaliza este desapego como disposición a la adaptación y al cambio sin límites, pero en realidad estimula la fragmentación de los sujetos. 

Así, como lo dice Sennett, el desprendimiento del pasado, la fragmentación, la flexibilidad y la habilidad para moverse en el caos están a la base del carácter del promovido por el nuevo orden económico mundial y son rasgos de los que llama «vencedores». 

Pero para los novencedores el desapego significa desarraigo; la fragmentación y la flexibilidad se traducen en incertidumbre; moverse en el caos genera angustia. 

Claro está que el neoliberalismo se asegura de que estos no-vencedores se culpen por esto y, para ellos, dispone de una cadena de servicios para hacerse vencedor. Así, los perdedores también pueden hacer parte de la línea del mercado, haciéndose consumidores. 

Sostenemos que el tiempo es también capturado por esa estructura de la flexibilidad. El horario flexible ofrece la promesa de la libertad laboral, pero en realidad se torna en una estrategia para incautar todo el tiempo del trabajador. 

Por ejemplo, «trabajar en casa» convierte toda la vida familiar, la vida íntima, cotidiana y privada en sitio de trabajo, en escenario de ventas, servicios y oficios empresariales. 

Las distinciones clásicas entre trabajo y casa, vida laboral y vida familiar, lo público y lo privado, son torpedeadas, cuando el sujeto se aliena a una racionalidad en la que su vida toda es su empresa. 

En la contemporaneidad, a nuestra manera de ver, la flexibilización del tiempo no sólo acontece en la vida empresarial. La existencia cotidiana también está sometida a dicha estructura flexible del tiempo: cualquier hora es la mejor para consumir, no todo el mundo duerme cuando es de noche. 

Todo un segmento de consumo nocturno ha alzado vuelo en las últimas décadas. Call centers que no paran, páginas de ventas por internet que han perdido la noción del día-noche, web ilimitada a toda hora, centros comerciales que no cierran nunca, etc. El mercado ha logrado que la mejor hora para consumir sea «este momento», sin importar si es de noche o no. Lo definitivo aquí es el deseo; y el neoliberalismo se asegura de hacerlo fluir a todo momento. 

La flexibilización laboral, producto de la llamada desjerarquización de la empresa es una falacia y del discurso antiburocrático actual, no ha derivado en una desburocratización de la empresa. Entonces, ¿quién es el nuevo jefe? 

En «¿Por qué todos los empleados de Facebook adoran a Zuckerberg?», Javier Mesones deja ver el rostro del nuevo directivo y lo que ello muestra del funcionamiento de las formas contemporáneas de jerarquía en la empresa. 

El jefe neoliberal es un sujeto filantrópico, emprendedor y visionario, con capacidad afrontar y adaptarse frente a los cambios y los retos que ofrece el mundo de los negocios, arriesgado, con actitud estratégica (en el mercado, la vida empresarial y privada), cercano a los empleados, con políticas de bonificación hacia los trabajadores (no significa esto que necesariamente aumente sus salarios y menos aún que asegure su estabilidad laboral) y, sobre todo, generador de ingresos cada vez más altos (quizá la opinión del columnista y los trabajadores no sería igual si este jefe sólo falla en esta última condición, generando pérdidas). 

Independientemente de que el jefe aparezca como una figura cercana y preocupada por la situación del empleado, el gobierno neoliberal ha roto con lo que hasta hace poco era el piso seguro para éste, a saber, el cálculo de sí y de su futuro basado en la certeza de un trabajo seguro y estable, en el conocimiento anticipado de sus ingresos laborales, del momento de su jubilación y, en general, de sus derechos. 

Consideramos que la organización empresarial (incluidas las empresas) es el nuevo topos de la construcción de la subjetividad contemporánea. 

Los sujetos se transforman en islas flotantes que van moviéndose entre penínsulas, exhibiendo su producción, la cual tiene que diversificarse constantemente según las variadas demandas peninsulares. Todo esto se realiza con aparente libertad e independencia. 

El sujeto neoliberal es su propia empresa, razón por la cual siente no está confinado a la fábrica, ni a un contrato «rígido»; no está constreñido por el tiempo y el espacio definido por un jefe. Sin embargo, como lo plantea ByungChul Han la ilusión de libertad total que ofrece el neoliberalismo hace esclavos absolutos, sujetos que se autoexplotan sin ninguna resistencia posible. Estos sujetos, finalmente, se enferman.

EPÍLOGO 

La producción de formas de subjetivación en nuestra situación contemporánea conlleva el despliegue de una red de dispositivos asociados a unas prácticas y unas tecnologías neoliberales de gobierno. 

Aquí apreciamos una serie de transformaciones no solamente en las técnicas de gobierno, sino en las formas de vida que se quieren promover. 

Ha cambiado la función del Estado, ha tomado vuelo la arraigada individualización de los sujetos, se ha transformado la relación del individuo con los otros, con el trabajo, con el tiempo, con la libertad, con el espacio de la ciudad y de la casa, con lo público, con lo privado y, de manera privilegiada, consigo mismo. 

Esto quiere decir que si algo ha sido intervenido de manera sostenida y consistente por el neoliberalismo, para efectos del gobierno de la población, es la dimensión ética; o sea, la relación que el sujeto establece consigo mismo y la forma de vida que esa relación lo lleva a configurar. 

En otras palabras, la biopolítica ha devenido ethopolítica. Entonces, la subjetividad contemporánea, en tanto fabricación, se convierte en un objetivo estratégico para la política del presente. En esta articulación entre ética y política cobran sentido conceptos como la flexibilización (del trabajo y la vida), rendimiento, competencia, endeudamiento, crédito, organización empresarial, emprendimiento y empresarismo de sí. 

Ellos configuran los nuevos contenidos de otro arte de gobernar que emerge, hoy en día, como gran fábrica de la subjetividad humana. 

Pareciera que ya no somos gobernados, en tanto nuestros comportamientos se despliegan libres en el espacio de una nueva concepción del mercado como lugar en el que nos inventamos e inventamos la subjetividad de los otros. 

Pero es justamente esa nueva invención mercantil, constantemente renovada, del empresario que hemos devenido, el coeficiente principal que mide la eficacia de ese nuevo arte de gobernar que constituye al neoliberalismo como forma de subjetivación dominante.

CITAS:
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