Berardi, Franco. 2010. Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en
el semiocapitalismo. Buenos Aires: Tinta Limón Editores.
Análisis de Edith Flores
Pérez Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco
Franco Berardi no sólo es un intelectual, sino
también un militante. En este libro, que se ocupa de las últimas mutaciones del
capitalismo, recurre a su memoria personal para trazar un itinerario político
que nos conduce desde las luchas obreras en la Italia de los años setenta hasta
los desplazamientos políticos de las últimas décadas.
El semiocapitalismo, como lo llama el
autor, integra las emociones, la imaginación, el deseo y los afectos a la
producción de plusvalía.
Es un capitalismo de signos, que se apropia de
la inteligencia colectiva y de las pasiones.
En medio de esa transformación, que algunos
consideran tan radical como la estudiada por Polanyi con respecto al
capitalismo industrial, nació una generación de humanos, en los países
desarrollados, que tuvo más contacto con diversos tipos de máquinas que con sus
madres o sus padres y que Berardi llama "generación post-alfa".
Ésta sería la primera, sostiene el autor, para
la cual el alfabeto no ha tenido la función formativa que tuvo en las
generaciones anteriores, desde la invención de la imprenta y la difusión de la
educación formal.
Si esta generación creció rodeada de máquinas,
especialmente de tecnologías de la información que le permitían navegar
indistintamente por mundos virtuales y conectarse en la inmediatez con
cualquier nodo informático, entonces ha experimentado coordenadas
espacio-temporales totalmente distintas a las de sus padres.
El tiempo y el espacio del cuerpo materno
-restringido por las obligaciones y los mandatos laborales, prontamente
suspendido y reemplazado por las instituciones educativas-, el tiempo y el
espacio del pecho, de la cuna, del juego y de la casa, han sido suplidos por
espacios y tiempos tecnificados, virtuales y desincorporados.
En ese abandono del cuerpo humano y su
consecuente sustitución por otras corporalidades (más técnicas y menos
carnales), y por otras comunicaciones, otros afectos, otros tactos, se produce
-dice Berardi- una metamorfosis de la subjetividad.
Si la corporalidad materna le entrega al infante
las coordenadas de su mundo, si el tiempo de la crianza es una forma lenta de
parir, cultural y socialmente, sus sustitutos le entregan al niño otras
coordenadas y lo socializan de otra manera.
Escribe Berardi:
"Las raíces de la devastación psíquica que
golpea a las generaciones post-alfabéticas se encuentran en el enrarecimiento
del contacto corpóreo y afectivo, en la modificación horrorosa del ambiente
comunicativo, en la aceleración de los estímulos a los que la mente es sometida
(:75, 76)."
El de Berardi es un libro-manifiesto, atravesado
por la urgencia política y la preocupación cultural.
Es un texto que se puede utilizar para
profundizar cualquier reflexión sobre el presente que esté atenta a las
transformaciones subjetivas y corporales.
Berardi tiene una posición política y no la
oculta.
Cuando las cosas, los cuerpos, los signos
comienzan a formar parte del modelo semiótico de la economía, la riqueza puede
realizarse solo de manera indirecta, refleja, aplazada.
La riqueza, entonces, ya no es el goce temporal
de las cosas, de los cuerpos, de los signos, sino producción acelerada de falta
y de ansiedad (:88).
¿No es la producción acelerada de la falta y de
la ansiedad el motor de las industrias psicofarmacológicas, que expanden su
riqueza a costa de la miseria psíquica y vital de millones de humanos,
sostenidas en clasificaciones de psiquiatras y psicólogos, que no dejan de
sumar padecimientos a sus manuales de enfermedades y trastornos mentales?
La producción social de miseria psíquica y de
sufrimiento individual y colectivo, es la contraparte de esta producción
acelerada de la falta y de la ansiedad.
En este sentido, Berardi desplaza los discursos
terapéuticos y psiquiátricos dominantes:
"mi tesis es que no podemos hablar de
psicopatología sin considerar las condiciones sociales, las modalidades de la
prestación laboral, las relaciones de competencia y sobre todo las formas de
comunicación dentro de las que el cuadro psíquico se constituye" (:82).
El libro está organizado en
siete bifurcaciones, como las llama el autor, y una conversación que
mantuvo con el colectivo argentino Situaciones.
Considero que la noción de bifurcación es
adecuada para denominar a cada capítulo, porque Berardi investiga y teoriza
cambios fundamentales que han experimentado las sociedades occidentales durante
los últimos cuarenta años y que, en muchos sentidos, se han extendido
globalmente, aunque de maneras diversas.
La perspectiva que surge de mi análisis es la de
una catástrofe del humanismo moderno.
Pero toda situación de catástrofe abre una
bifurcación: puede precipitarse en una espiral infernal, si se queda rehén de
los dogmas dominantes o, por el contrario, puede verificarse una ruptura
epistemológica, puede revelarse una visión totalmente nueva de la relaciones
entre los seres humanos, si se sabe ver la actividad más allá de las categorías
de la economía, del crecimiento y la ganancia (:26).
Uno de los méritos del texto de Berardi es
analizar una compleja gama de fenómenos económicos, sociales, culturales y
subjetivos sin reducirlos a una sola matriz explicativa, que supusiera la
preeminencia de un campo sobre el otro.
Son fenómenos y procesos de gran complejidad,
que no se expresan de manera especular. Es decir, las enormes transformaciones
en los soportes materiales y simbólicos de los procesos económicos no se
traducen de manera lineal en cambios subjetivos. Ni éstos replican de forma
especular a los otros.
Entre la emergencia del cognitariado, como
lo llama Berardi, que agrupa a todos aquellos individuos que, sin ser dueños de
los medios de producción (rasgo central en la definición marxista del
proletariado), utilizan gran parte de sus capacidades subjetivas, emocionales y
creativas en sus trabajos (en vez del uso exclusivo de la fuerza o destreza
corporal) y los cambios profundos en los modos de producción de las
subjetividades, que implican, en términos históricos, "(...) el
desplazamiento de las generaciones alfabético-críticas a las generaciones
post-alfabéticas, configuracionales y simultáneas" (:25), no hay
relaciones causales ni directas.
Pero sí hay vínculos históricamente
determinables. Por ejemplo, las modificaciones en los soportes de socialización
de las nuevas generaciones, que son cada vez más maquínicos y técnicos, y menos
afectivos y corporales, son parte de las explicaciones que permiten entender el
surgimiento de nuevas subjetividades.
Aunque la sexualidad y los movimientos sociales
que su politización ha generado no sean temas que Berardi aborde directamente,
creo que entrega claves de lectura que permitirían desplazar tanto la
comprensión que tenemos de aquella como la visión sobre esos movimientos
políticos.
Me detendré en este último punto. Una de las
transformaciones que Berardi analiza en su libro es la modificación de la
política: el modelo representativo y jacobino habría sufrido una erosión casi
definitiva.
Esto implica tanto el fin de ciertas formas de entender
la política como el surgimiento de otros modos de plasmarla, pero también de
significarla.
Un aspecto parece atravesar todo el libro: las
instituciones territoriales han entrado en una crisis profunda. Y entre ellas,
el Estado es sin duda la más importante.
Esto significa que las políticas nacionales
están atravesadas por dinámicas globales y transnacionales que no pueden
comprenderse sólo dentro de las fronteras de las soberanías estatales.
Pero, por otra parte, los modos en los que el
Estado garantizaba la reproducción social -leyes, instituciones de
socialización, políticas públicas, infraestructura de bienestar- tampoco son
suficientes para abordar la desterritorialización creciente de los procesos de
formación humanos y las nuevas formas de construir las relaciones entre
sujetos.
¿Cómo afecta todo esto la producción social de
la sexualidad y sus regulaciones?
¿Qué tipo de imaginario debiera crearse para
entender los vientres de alquiler, las nuevas tecnologías reproductivas, los
bancos de semen, los perfiles genéticos?
¿Qué explicaciones podemos elaborar para los
vínculos eróticos virtuales y las afectividades maquínicas?
Pareciera que los movimientos sociales que
politizan las relaciones de género y la sexualidad siguen operando con
imaginarios y explicaciones "alfabéticas", siguiendo la terminología
de Berardi, y también territoriales.
La desnaturalización de las relaciones humanas
no sólo se realiza mediante el cuestionamiento de las ideologías, como lo ha
hecho de manera intensa el feminismo.
Esa desnaturalización es producida
tecnológicamente de manera creciente por el conocimiento científico y las
empresas capitalistas.
La crisis del humanismo de la que habla Berardi
es también la crisis de los marcos "naturales" o de los límites
biológicos de la especie humana y de la vida en general.
Foucault llamó biopolítica al
amplísimo campo de intervención y producción que se abría en este punto.
Berardi especifica esos análisis al conducirlos
hacia relaciones de producción, formas de trabajo, modos de organización
familiar, hacia el vínculo que los sujetos elaboran consigo mismos.
Lo que el autor describe como un desplazamiento
definitivo de las formas de producir la política tiene enormes consecuencias
para el pensamiento y la acción política en el campo de la sexualidad.
Si los años setenta conmovieron las pesadas
estructuras partidarias y los discursos monocausales y centralistas, también
permitieron la creación de modos de ejercer la política diversos: locales,
autónomos, nodales, descentralizados y proliferantes.
Luego, hemos sido testigos de su ampliación
constante, sostenida, por ejemplo en el uso de las nuevas tecnologías de la
información.
Pero eso no necesariamente ha sido acompañado
por un desplazamiento equivalente de las plataformas y los discursos políticos,
al menos en el campo que aquí nos interesa.
Si bien existe una densa red de activismo en
torno al género y la sexualidad, el interlocutor central sigue siendo el
Estado, y el artefacto social de cambio, la ley.
Eso, en el análisis de Berardi, es seguir
pensando la política con las claves del siglo XX.
Sin embargo, no es tan claro cuál debe ser la
producción discursiva, técnica y experiencial que necesitamos para incidir en
los nuevos procesos de politización de la sexualidad y las relaciones de
género, en sus diversos niveles.
¿Cómo enfrentar la apropiación del código
genético por las corporaciones científicas estadounidenses?
¿Cómo entender las nuevas relaciones de
subordinación que surgen en los espacios virtuales?
¿De qué manera podemos vincular los procesos de
desterritorialización, económicos pero también simbólicos, con las formas de
violencia extrema ejercida contra las mujeres y las minorías sociales?
Pensar cómo lo reseñado anteriormente vincula
las relaciones de producción y las formas de subjetivación, las estructuras
sociales y las psíquicas, es un desafío mayor.
Berardi aporta lo que Deleuze y Foucault
llamaron una 'caja de herramientas', una serie de análisis y conceptos que
permitan comprender y producir cierta inteligibilidad.
Si bien el autor concordaría con ciertos
diagnósticos que recalcan el carácter incomprensible de la posmodernidad o del
capitalismo tardío, apuesta por una lectura polivalente y descentrada de los
procesos sociales, que no desconoce el lugar de los sujetos, que son sus
efectos, sus testigos y sus actores, como un punto de comprensión e
interpretación.
Por ello reivindica de manera tan intensa las
experiencias colectivas, políticas y culturales, de los años setenta en Italia,
y las nuevas experiencias en América Latina y en Europa. Porque ellas no sólo
son modos de comprender, son también formas de vivir.-
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