ZYGMUNT BAUMAN, SOCIÓLOGO Y FILÓSOFO
"HEMOS REEMPLAZADO LA SOLIDARIDAD POR LA SOSPECHA"
DAVIDE CASATI (SOCIAL-EUROPE) Traducción: ÁLVARO SAN JOSÉ LÓPEZ
3 de agosto de 2016
Profesor Bauman,
parece que se están levantando nuevos muros en europa, otra vez. Las razones
que emplean los políticos para defender las decisiones de construir estos
muros, ya sean reales o burocráticos, están relacionadas con problemas de
inmigración y seguridad, ¿cómo analiza lo que está pasando? ¿cuáles son los
riesgos de esta carrera por proteger nuestro continente?
Deberíamos estudiar, memorizar y
hacer todo lo posible por sacar conclusiones prácticas del análisis que el papa
francisco (en su discurso de agradecimiento al recibir el premio europeo Carlomagno)
realizó sobre los peligros mortales que acarrean “los nuevos muros que se alzan
en Europa”; muros levantados, paradójica y equivocadamente, con la intención o
esperanza de crear parcelas seguras para sus habitantes en este caótico mundo
lleno de riesgos, trampas y amenazas.
Al señalar que “la creatividad, el ingenio, la capacidad de levantarse y salir
de los propios límites pertenecen al alma de Europa”, y recordar que en el
último siglo Europa fue testigo de “que un nuevo comienzo era posible” (de paso
poniendo los “cimientos de un baluarte de la paz, de un edificio construido por
estados que no se unieron por imposición, sino por la libre elección del bien
común, renunciando para siempre a enfrentarse”, de manera que “Europa, después
de muchas divisiones, se encontró finalmente a sí misma y comenzó a construir
su casa”), el papa francisco reconoce, con una profunda pena y preocupación,
que si “los padres fundadores del proyecto europeo”, “mensajeros de la paz y
profetas del futuro”, nos inspiraron para “construir puentes y derribar muros”,
la familia de naciones que soñaron crear parece últimamente:
«[…]sentir menos suyos los muros de la casa común, tal vez
levantados apartándose del clarividente proyecto diseñado por los padres. Aquella
atmósfera de novedad, aquel ardiente deseo de construir la unidad, parecen
estar cada vez más apagados; nosotros, los hijos de aquel sueño estamos
tentados de caer en nuestros egoísmos, mirando lo que nos es útil y pensando en
construir recintos particulares.»
Parece que las personas tienen cada
día más miedo a los continuos ataques que tienen lugar en nuestras ciudades. Independientemente
de las razones que llevan a sus autores a realizarlos, que pueden ser diversas,
la percepción es que cada vez estamos menos seguros, ¿qué puede hacer la
política para mitigar este miedo y no verse abocada a una caza de brujas?
Las raíces de la inseguridad que usted señala son muy profundas, están
arraigadas en nuestro modo de vida, caracterizado por el debilitamiento de los
vínculos interhumanos, por el abatimiento y desmoronamiento de las comunidades,
y por la tendencia a reformular nuestros problemas sociales comunes en términos
de preocupaciones individuales, que transfieren la labor de combatirlos a los
que sufren para que se les arreglen como puedan.
Nuestra incertidumbre y el sentimiento de inseguridad resultante son
existenciales: nacen y renacen a diario como consecuencia de reemplazar la
solidaridad humana con la sospecha mutua y la competencia feroz.
El miedo que engendran es difuso y permea todas nuestras actividades diarias,
sin fundamento y busca en vano un objetivo en que fijarse, un objetivo visible,
palpable y que esté a nuestro alcance, para que podamos intentar
controlarlo.
Pero en nuestro mundo globalizado, sin duda de forma selectiva, formado por
unos poderes independientes del control político y políticas incapaces de
controlarlos, la brecha que separa la grandiosidad de los quehaceres y la
mediocridad de las herramientas utilizadas para controlarlos y usarlos se está
haciendo cada vez más grande.
El “hábitat natural” de la inseguridad existencial, el espacio sujeto a los
caprichos de los poderes económicos sin regulación, sin correa y sin control
político, continúa por tanto ensanchándose también, y de igual manera aumenta
el ansia de reducir la insoportable complejidad de cualquier objeción a medidas
simples, instantáneas o atajos, y de apoyar a líderes impetuosos que apliquen
estas medidas tan irresponsables y engañosas como escandalosas y rimbombantes
son sus promesas, a cambio de la obediencia incondicional de sus seguidores…
La respuesta al problema de la inmigración
parece estar dividida. Lo mismo sucede con temas como la seguridad (Viktor Orban
pidió que copiara el modelo de Trump a este respecto), ¿están a punto de
destruir estas fuerzas el sueño que vio nacer a la UE?
En general, hoy en día estamos siendo testigos en toda Europa de una tendencia
a reclasificar asuntos sociopolíticos urgentes como si fueran problemas de los
cuerpos de seguridad y de la policía.
Esto no deja en muy buen lugar al espíritu que inspiró la creación y la expansión
de la unión europea.
En fin de cuentas, una de las características primordiales de ese
espíritu, quizá la más importante, fue una visión de Europa que hiciera de las
necesidades militares o policiales un elemento gradual y progresivamente
innecesario.-
Si observamos a Trump y a la UE, el
miedo parece que se apodera del discurso político, ¿es este el destino de
nuestra sociedad, estar dominados por el miedo?
Sin duda se trata de una posibilidad bastante preocupante y perturbadora,
aunque no sea necesariamente un destino predeterminado o ineludible.
Las promesas de los demagogos están ganando lugar, aunque por suerte son
efímeras.
Una vez que hayamos construido los muros, que hayamos enviado
más soldados a los aeropuertos y espacios públicos, o que hayamos denegado el
asilo a más refugiados, se hará evidente, por suerte, la poca relación que todo
esto tiene con las verdaderas causas de nuestra incertidumbre y con los miedos
y ansiedades que generan.
Las fuerzas del mercado desregulado continuarán perturbando por completo todas
y cada una de nuestras certidumbres existenciales.
Los demonios que nos acechan, como perder nuestro lugar en la sociedad, la
fragilidad percibida de nuestros logros vitales o la amenaza del retroceso y la
exclusión social, no van a evaporarse y desaparecer.
Puede que recuperemos la razón y adquiramos inmunidad frente a los cantos de
sirena de estos charlatanes incendiarios que solo buscan ganancias políticas a
base de llevarnos por el mal camino, pero la cuestión de fondo es otra: ¿cuánta
gente tendrá que convertirse en una víctima y perder la vida antes de que esto
suceda?
Se apunta cada vez más a la religión,
sobre todo al islam, como un factor que entorpece la integración. en Alemania,
movimientos como Pegida describen abiertamente al islam como una máscara que
utilizan los degolladores,
¿qué cree que deberían
hacer las sociedades y los políticos para demostrar la falsedad de esta
ecuación?
Para empezar, evitemos el craso error de extrapolar tendencias duraderas, no
hablemos ya de futuros inevitables, de modas o manías actuales.
Como sugiere el perspicaz y único en su especie sociólogo alemán Ulrich Beck,
nuestra confusión actual nace de la discrepancia que existe entre encontrarnos
formando parte ya de una “situación cosmopolita”, condenados a cohabitar
permanentemente con culturas, modos de vida y religiones diferentes, y el
atraso significativo en la tarea urgente de desarrollar y apropiarse de la
“educación cosmopolita”.
Hacer frente a esta discrepancia, es decir, cerrar la brecha que existe entre
las realidades en que vivimos y nuestra capacidad para entender su lógica y sus
necesidades, no es una tarea que se pueda completar de la noche a la mañana.
En resumen, para que podamos comprender el lío en el que estamos
metidos, déjeme que cite de nuevo las ideas irreprochables del papa Francisco,
sacadas del discurso anteriormente mencionado:
“sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino
una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano.
[…]
"sueño una Europa que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin
olvidar los deberes para con todos.
"sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los
derechos humanos ha sido su última utopía”.
Y luego se preguntaba:
“¿qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos
humanos, de la democracia y de la libertad?
"¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos,
escritores?
"¿qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes
hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad
de sus hermanos?”.
Estas preguntas van dirigidas a todos nosotros, a nosotros, humanos que no
podemos sino estar en todos los espacios y tiempos, que estamos hechos de
historia y la hacemos, ya sea voluntaria o involuntariamente.
De nosotros depende que encontremos y demos respuestas, tanto con hechos como
con palabras.
Creo sinceramente que el principal obstáculo que impide que encontremos las
respuestas es nuestra postergación deliberada en averiguarlas.
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