fuente: REPRODUCIÓN DE WWW.RELATS.ORG
NOAM CHOMSKY: "LA SUPERVIVENCIA DE LA DEMOCRACIA ESTÁ EN
JUEGO"
Entrevista de Bernarda Llorente, Presidenta de Telam Septiembre
2020 https://www.telam.com.ar/notas/202009/512967-noam-chomsky-la
supervivencia-de-la-democracia-esta-en-juego.html
El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky, uno de
los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios complejos que se
articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al mundo, sostiene que
estamos ante una confluencia crítica generada por el deterioro de la
democracia, la inminencia de una catástrofe medioambiental y la amenaza de una
guerra nuclear: la evolución de ese panorama depende de las próximas elecciones
en su país, a las que define en una entrevista exclusiva con la Presidenta de
Télam como "las más importantes no sólo en la historia de Estados Unidos
sino también en la historia de la humanidad".
A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como
"El nuevo orden mundial (y el viejo)" o "Poder y terror"
mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que a lo largo de más
de sesenta años lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos con
intervenciones públicas que le han valido represalias de los sucesivos
gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra de Vietnam,
figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o recibir duros
cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald Reagan.
Acusado a veces de "antiamericano" por la dureza de
sus críticas, Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas - hace pocos
meses firmó junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el
riesgo de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros
impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas
personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al actual
presidente Donald Trump, a quien caracteriza en una entrevista con Télam, vía
Zoom desde su casa en Tucson (Arizona), como "una especie de dictador de
pacotilla que ha creado en Washington un pantano de corrupción".
Dr. Chomsky, mientras una parte importante de la humanidad
pareciera centrada en el impacto del Coronavirus y sus consecuencias, usted
redobla la apuesta y advierte que la sobrevivencia de nuestra especie humana es
lo que verdaderamente está en peligro.
Debemos reconocer que este es un momento histórico notable.
Estamos en medio de una confluencia de crisis existenciales: la de la
catástrofe medioambiental, la de la guerra nuclear, la crisis del deterioro de
la democracia, que es el único medio para combatir estas crisis.
Y, además, las crisis de pandemias. El Covid-19 en particular
-del que saldremos- tendrá un costo innecesario, terrible. Pero no será el
último. Hemos tenido mucha suerte hasta ahora porque las repetidas epidemias de
coronavirus que hemos vivido lograron contenerse. El Ébola, por ejemplo, fue
altamente letal pero no demasiado contagioso. El SARS es muy contagioso, pero
no muy letal.
La próxima pandemia que se presente podría ser ambas: altamente
contagiosa y altamente letal. Entonces nos enfrentaremos a algo así como la
Peste Negra del siglo XIV. Podemos prevenirlo, pero hay que hacerlo.
¿Por qué tenemos una pandemia hoy?
Es una pregunta importante para hacer. Tuvimos la epidemia de
SARS en 2003, un virus muy similar.
Los científicos advirtieron que vendrían otros, que debíamos
prepararnos y sabíamos cómo hacerlo: aislar los virus, planificar cómo
desarrollar una vacuna, fortalecer un sistema de prevención de pandemias.
Todo está bastante claro. Pero no basta con tener la
información, alguien tiene que hacerlo. Las grandes empresas farmacéuticas
tienen los recursos, los laboratorios, etc.
No lo hacen, sin embargo, porque hay algo que se llama
Capitalismo. El capitalismo dicta que siempre intentes aumentar tus ganancias.
No gastas dinero en algo que podría suceder dentro de diez años y en lo que no
se ganará mucho dinero, de todos modos. Tienes la vacuna, la gente la usa, se
acabó.
Las compañías farmacéuticas invierten en cosas que puedan seguir
vendiendo mañana.
¿Tal vez las crisis están mostrando la necesidad de que el
Estado retome su protagonismo?
El gobierno tiene recursos inagotables, laboratorios
maravillosos, pero no puede hacerlo por algo llamado neoliberalismo.
Como lo expresó Ronald Reagan en su discurso inaugural, “el
gobierno es el problema, no la solución”.
Esto significa que las decisiones tienen que pasar de las manos
del gobierno al poder privado. ¿La razón?
Ellos creen que el gobierno es una institución defectuosa porque
responde a la población, al menos en parte, y ese es un problema grave. No
podemos permitirlo. Por tanto para ellos es necesario trasladar las decisiones
a tiranías privadas que no rinden cuentas al público en absoluto. Se llama
“libertad” en el discurso orwelliano contemporáneo.
Volviendo a la pandemia, significa que el gobierno no pudo
intervenir, porque nunca pensaron en la gente. Así que no hubo esfuerzos para
desarrollar la vacuna y así sucesivamente. No obstante, hubo algunos avances.
¿Se refiere a las políticas del presidente Obama y su propuesta
de seguro médico? Cuánto devastó Trump de ese legado?
La administración Obama puso en funcionamiento un plan de
respuesta ante una pandemia que era bastante esperable que estallara. Hubo
investigaciones conjuntas entre científicos estadounidenses y chinos para
tratar de identificar coronavirus en cuevas de China e intentar secuenciar los
genomas. Se ejecutaron programas de demostración para ver qué pasaría si el
virus se propagaba. Todos estas iniciativas sucedieron hasta enero de 2017.
Si bien no eran suficientes, al menos eran algo. A los primeros
días de asumir, Trump desmanteló estos proyectos. Todos los años ha intentado
retirar los fondos.
La última vez fue en febrero de 2020. Cuando la pandemia se
desata, el presidente recorta los gastos relacionadas con la salud pública,
incluidos los del Centro para el Control de Enfermedades. Como resultado,
Estados Unidos estaba singularmente mal preparado cuando golpeó la pandemia.
Ha habido todo tipo de incompetencia y malicia en relación a su
manejo. Lo que aparecen como serios desatinos del presidente Trump ha contado,
en realidad, con respaldos institucionales sólidos.
El Congreso Republicano ha aprobado cientos de esfuerzos
legislativos para acabar con la ley de atención asequible, la ley de Obama, y
no dejar nada en su lugar. La ley algo avanzó. No se acerca a lo que tienen
otros países, pero al menos fue un adelanto y quieren matarla, porque para
ellos, no debería existir nada fuera del mercado.
Si puedes sobrevivir bien o si no mal. Se llama “Libertario”, lo
que es una broma de mal gusto. Es totalitario. Te están diciendo que si eres lo
suficientemente rico para sobrevivir, genial; si no lo eres, mala suerte.
Eso se está manifestando en la crisis del COVID-19. Hay mucha
gente que se niega a hacerse la prueba porque es demasiado cara. Me refiero a
que técnicamente el gobierno paga pero luego la gente recibe copagos que su
compañía de seguros no pagará.
Los ciudadanos de los Estados Unidos son el cuatro por ciento de
la población mundial y el 25 por ciento de los casos. No hay mejoría. De hecho,
está empeorando. Yo no he salido de mi casa en cuatro meses.
¿Hay un momento en que estas ideas tomaron mayor fuerza?
Echa un vistazo a los hospitales, especialmente desde Reagan.
Los programas neoliberales de Reagan fueron realmente duros con la población en
general. Los hospitales funcionan con un modelo comercial, deben ser
eficientes, solo tienen los recursos a utilizarse en una situación normal.
Se asemejan a una línea de montaje en la empresa Ford Motors.
Con los recursos justos. Cuando se presenta cualquier situación excepcional, el
desastre es total.
De hecho, este modelo de negocio Reaganiano tuvo un efecto en
todo el mundo. Esas son las batallas que se libran internamente en Estados
Unidos, pero lo mismo está sucediendo en todas partes.
Los movimientos populares están tratando de moverse hacia una
sociedad viable y habitable.
Y la pregunta es ¿quién va a ganar? ¿Como revertirse algunas de
estas políticas frente a tantas urgencias?
Por supuesto que es mucho lo que puede hacerse, pero hay que
superar barreras serias.
Hay que superar la lógica capitalista, hay que superar la plaga
neoliberal y hay que superar el liderazgo malévolo; tres barreras principales.
No va a ser fácil, pero no es imposible.
Las otras crisis: calentamiento global, guerra nuclear,
deterioro de la democracia, sabemos cómo afrontarlas y es imprescindible
hacerlo. No queda mucho tiempo.
¿En este contexto, ¿El resultado electoral del próximo 3 de
noviembre puede ser la bisagra para superar o agravar las distintas crisis que
viene enumerando y describiendo?
Claro, las elecciones de 2020 son probablemente las más
importantes que ocurran no sólo en la historia de Estados Unidos sino también
en la historia de la humanidad, por una razón que no se discute y que es en sí
misma asombrosa.
Es la pregunta más importante que hoy enfrenta la humanidad y,
de no se responderse pronto, podría significar el fin de la vida humana
organizada en la Tierra.
Se trata de la catástrofe medioambiental que se avecina. No está
lejos, no se puede retrasar y debemos decidir si la vamos a enfrentar.
Este es el tema principal que está en juego en la elección. El
presidente Trump y su partido han dejado muy claro que quieren acelerar la
carrera hacia el desastre.
Quizás sea una señal de que la especie humana es simplemente
inviable, si no puedes lidiar con un problema como este. Y no es el único.
La segunda cuestión crucial que enfrentan los seres humanos -y
que tampoco se menciona- es la creciente amenaza de guerra nuclear.
Es muy alta, mayor que durante la Guerra Fría según los
principales expertos en el tema, y sigue elevándose considerablemente.
Tenemos que preguntarnos en qué tipo de sociedad vivimos. Qué
clase de especie somos si no estamos dispuestos a parar estos desastres.
¿Cuál es la razón para que estos temas tan vitales y urgentes no
sean la prioridad en la agenda política estadounidense?
Estados Unidos es un país muy libre, más que cualquier otro en
el mundo. Por otro lado, es la más empresarial de las democracias occidentales.
Los empresarios estadounidenses tienen una elevada conciencia de
clase. Son marxistas hasta la médula, en una especie de marxismo vulgar
invertido.
Libran conscientemente una guerra de clases, sin descanso, sin
retroceder, sin detenerse nunca. Y hay resultados.
Las instituciones financieras son tan poderosas que no permiten
resolver estos temas porque para ellos no son un problema.
La población lo quiere, pero cada vez que se hace algo las
instituciones financieras vienen y lo aplastan. Bueno, ¿por qué deberían
existir?
¿Por qué deberíamos tener el 40 por ciento de las ganancias en
Estados Unidos en manos de instituciones depredadoras, que no hacen nada por la
economía y probablemente la perjudican?
¿Por qué deberíamos tener una industria de combustibles fósiles,
que cumplió su función en las primeras etapas del desarrollo capitalista, pero
ahora es una institución que se dedica a matar personas y destruir la vida en
la Tierra? ¿Por qué conservarla? ¿Por qué no hay un rechazo masivo?
Ni siquiera sería tan caro actualmente con el precio del
petróleo a la baja. Por mucho menos gasto del que se dedica a otras cosas, el
gobierno podría acabar con la industria de los combustibles fósiles.
Por qué no tapar los pozos que tienen fugas de metano o avanzar
hacia una energía sostenible?.
Son tareas factibles, pero antes que nada deben elevarse al
nivel de conciencia.
En este sentido, se observa el surgimiento de nuevos tipos de
activismo político sumados a las protestas masivas, con una intensa
participación de los jóvenes, o fenómenos como el movimiento Black Lives
Matter.
¿Qué significa la aparición de estos nuevos factores y actores
en la política estadounidense?
Es muy significativo. Black Lives Matter después del asesinato
de George Floyd no se parece a nada en la historia de Estados Unidos,
literalmente.
Nunca ha habido un movimiento social que se haya desarrollado a
tal escala con un enorme respaldo popular.
Dos tercios de la población lo apoyaron, eso es más que lo que
Martin Luther King logró en pleno apogeo.
Es solidaridad entre negros y blancos, marchando del brazo,
buscando temas importantes que abordar; no solo los ataques policiales contra
los negros -que ya es bastante escandaloso- sino también problemas mucho más
profundos.
Si bien es un cambio notable en la sociedad estadounidense no es
un fenómeno aislado. Es uno de los muchos signos de una conciencia creciente
acerca de los problemas más enraizados y complejos.
Han transcurrido 400 años desde que trajeron esclavos a los
Estados Unidos; 400 años de continua violencia y opresión sin tregua hasta el
presente, con un lúgubre legado. Y finalmente se está considerando con bastante
seriedad.
Hace un par de meses el New York Times publicó una serie muy
significativa llamada “1619” (fecha del comienzo del trafico de esclavos), en
la cual se exponía los crímenes atroces de la esclavitud y la post esclavitud
hasta el presente.
Hace unos años hubiera sido inimaginable, ni siquiera se le
hubiera ocurrido a alguien hacerla.
¿Cuánto influye el racismo y antirracismo en las próximas
elecciones del 3 de noviembre?
Está teniendo un efecto sustancial. Para la administración
Trump, para el Partido Republicano, es la pieza absolutamente central de su
campaña.
Hacen hincapié abiertamente sobre la supremacía blanca. El tema
central es mostrar una América cristiana blanca en peligro; mientras disminuye
su número y crece sobre ella la amenaza de personas de color, de minorías, de
sectores con ideas progresistas, hay que preservar la América cristiana
supremacista, blanca y racista. Ese es el tema abierto de la campaña. Nunca ha
existido nada parecido.
He visto corrientes subterráneas de este tipo a lo largo de la
historia de Estados Unidos, pero nada tan abiertamente racista.
No es solo la campaña, son los tweets, los comentarios, cada
declaración que está haciendo Trump es una incitación a la supremacía blanca,
al odio blanco.
Su base son ahora los evangélicos, ese 25 por ciento de la
población que es republicana, rural, tradicional, conservadora, cristiana
blanca.
Hoy se refleja en el clima social un nivel de polarización que
no se veía desde hace décadas. Una parte importante esta movilizada con
cuestionamientos profundos.
¿Las protestas pueden ser el motor del cambio?
Si, es posible con un activismo popular comprometido. Es el tipo
de cosas que se están viendo en las calles después del asesinato de Floyd.
Ese tipo de movilización intergeneracional y multiétnica puede
generar cambios.
De hecho, ha llevado a todos los cambios positivos que han
tenido lugar a lo largo de la historia: abolición de la esclavitud, derechos de
la mujer, oposición a la agresión, lo que sea; siempre ha venido del mismo
lugar y eso puede pasar ahora. Pero hay que hacerlo.
Todo lo que hemos mencionado tiene soluciones que no son
utópicas, están al alcance. Es necesario que alguien recoja la pelota y corra
con ella.
Algunas de las formas de hacerlo es manifestarse en las calles u
ocupando oficinas del Congreso, como lo hizo el grupo de jóvenes Sunrise
Movement con la oficina de Nancy Pelosi.
Bueno, obtuvieron apoyo de los representantes jóvenes elegidos
en la ola de Sanders, especialmente Alexandria Ocasio-Cortez, y se logró poner
un New Deal Verde en la agenda legislativa por primera vez.
Ese es un prerrequisito para la supervivencia, la enorme
oposición en los centros de poder, la industria de combustibles fósiles, las
industrias financieras, los bancos, etc.
Es el tipo de cosas que ofrecen esperanza de una supervivencia y
una vida digna. Se puede hacer, pero no ocurre por sí solo.
¿Como juega el Partido Demócrata en este nuevo escenario
político y con un panorama electoral en el que lleva ventaja pero puede ser
imprevisible?
Los movimientos populares son tremendamente significativos,
también al interior del Partido Demócrata.
Cuál se impondrá?
El partido de la base popular, que es una especie de
socialdemócrata, o el de los clintonistas, orientado hacia los donantes,
particularmente los más ricos.
La oposición demócrata está dividida entre estas dos tendencias
y sus diferencias se plasman en muchos temas importantes.
Uno, por ejemplo, el cambio climático. Joe Biden y Kamala
Harris, los nominados a la presidencia y vicepresidencia, pedían el fin de los
subsidios para las empresas de combustibles fósiles, demanda explicitada en la
plataforma electoral de 2016.
La idea de que el gobierno subsidie a las empresas que se
comprometen a destruir la vida en la Tierra está más allá de las palabras.
Y no solo en los Estados Unidos, sucede en todo el mundo. El
Partido Demócrata, dirigido por burócratas seguidores de Clinton, la eliminó
del programa, ante el riesgo de que estas empresas dejarán de contribuir a la
campaña.
¿Cuán profundas son las diferencias entre el ala más
“progresista” y la “burocracia recaudadora”, como usted llama a los seguidores
de Clinton?
Echa un vistazo a la campaña de Sanders. Las posiciones de
Bernie son condenadas en un espectro amplio, incluso por liberales que dicen:
“son agradables, son buenas, pero el país no está preparado para ellas”.
Repasemos el programa para el que el país “no está preparado”.
Sanders tiene dos propuestas principales: una es la atención
médica universal.
¿Se te ocurre algún país que no tenga salud universal? No,
existe en todas partes. Entonces, lo que se afirma en todo el espectro mediático
es que es demasiado radical decir que Estados Unidos podría llegar al nivel de
cualquier otro país avanzado, incluso al de los países pobres.
“Es imposible. No podemos llegar tan alto”.
El otro programa es la educación superior gratuita.
Está en todas partes; en los países capitalistas más avanzados,
aquellos con mayores récords y logros: Alemania, Finlandia, Francia,
dondequiera que mires hay educación superior gratuita. Los países pobres
también la tienen. Pero suena como algo demasiado radical para los
estadounidenses.
Para los clintonistas -burócratas, conservadores, preocupados
por los donantes ricos - estas propuestas no se pueden permitir.
Para la base popular son fundamentales; desean elevarse al nivel
del resto del mundo.
Casi habiendo terminado su primer mandato, ¿Qué cree que ha
significado la presidencia de Trump para la democracia estadounidense?
Abrís los periódicos casi todos los días, por ejemplo, en el New
York Times, y ves un titular que dice “¿Es este el fin de la democracia
estadounidense?”, “¿Es esta la última elección estadounidense?”. No son teorías
conspirativas marginales. La supervivencia de la democracia está en juego.
La democracia no se basa solo en reglas y leyes. Se basa en la
buena fe y la confianza.
La democracia moderna más antigua, Gran Bretaña, tiene 350 años,
su constitución se puede escribir en una pequeña tarjeta, es una oración o dos.
Y ha existido gracias a la buena fe y la confianza.
Cuando Boris Johnson prorrogó el Parlamento, para poder aprobar
su versión del Brexit, hubo un gran alboroto en Inglaterra y la Corte Suprema
reaccionó.
Eso no sucedería en Estados Unidos con la Corte que tenemos. Lo
que está haciendo Trump es mucho más extremo.
El Poder Ejecutivo ha sido casi totalmente depurado de cualquier
voz crítica o incluso independiente. Quienes quedan son sólo aduladores, como
Mike Pompeo o Mike Pence.
Constitucionalmente, los nombramientos realizados por el
presidente deben ser ratificados por el Congreso, por el Senado. No está
sucediendo. Ni siquiera los envía para su confirmación. Simplemente los nombra
en un puesto temporal.
Trump ha creado en Washington un pantano de corrupción. Es como
una especie de dictador de pacotilla.
¿En la era Trump no solo se redujeron derechos, también se vio
afectada la calidad institucional de una democracia que aparecía como
“ejemplar”? ¿Qué queda de la democracia?
No demasiado. Hay mucho de qué culpar a los demócratas. Mucho.
Pero lo que está pasando en el Partido Republicano nunca ocurrió
en la historia de la Democracia Parlamentaria, bajo el liderazgo de un dictador
de pacotilla.
El Senado en manos de Mitch McConnell, cómplice cercano del
Presidente, simplemente se niega a actuar. No hace nada más que aprobar leyes
para enriquecer a la porción del electorado súper rico de Trump: recortes de
impuestos, exenciones corporativas, etc.
También se dedica a copar de lleno el poder judicial, con
abogados jóvenes de ultraderecha que permanecerán por más de una generación y
podrán bloquear cualquier legislación que se aleje de sus posiciones
extremadamente reaccionarias. Este es el Senado. El Poder Ejecutivo se acabó.
Como ha señalado muy claramente, en Estados Unidos conviven un
gobierno que se va corriendo cada vez más a la extrema derecha del espectro
político, con enormes movimientos políticos de participación masiva en medio de
esta profunda crisis de salud, que ha agudizado muchas de las contradicciones
subyacentes.
En ese contexto, ¿Cómo imagina el mundo post-covid-19?
Quienes produjeron la crisis en la que estamos ahora (la
pandemia, el calentamiento global -que es mucho más grave- , la amenaza de una
guerra nuclear, la destrucción de los procesos democráticos, básicamente todo
el programa neoliberal) están luchando sin descanso para asegurarse que el
sistema que crearon, del que se han beneficiado, persista de una forma aún más
dura, con mayor vigilancia y control.
Una tendencia mundial que se ejemplifica en la política exterior
de Trump.
No es fácil encontrar demasiada coherencia en el caos de la
administración actual, aunque destacan algunas ítems.
En asuntos internacionales la intención descrita abiertamente
por Steve Bannon (uno de los principales estrategas de Trump en los primeros
años) ha sido crear una internacional reaccionaria; una internacional de los
Estados más derechistas del mundo, dirigida por la Casa Blanca.
Eso significa en Medio Oriente alentar las dictaduras familiares
del Golfo, MBS [Mohammad bin Salman, príncipe de Arabia Saudita] y el resto.
O apoyar la peor dictadura en la historia de Egipto, (Trump la
llama su dictadura favorita), o que Israel se haya movido muy a la derecha.
En el hemisferio occidental, respaldar países como el Brasil de
Bolsonaro o a otras figuras de ultraderecha.
Moviéndonos más hacia el este tenemos la India de Modi, que
intenta desmantelar la democracia secular. El grupo gobernante radical hindú es
su candidato preferido.
En Europa, Victor Orban de Hungría, quien atenta contra el
sistema democrático y además de otros ejemplos que abundan por el mundo.
Básicamente, una iniciativa internacional reaccionaria de la
Casa Blanca. Se trata de una estrategia global que se combina a nivel nacional con
los programas neoliberales que han perjudicado gravemente a la población y han
beneficiado enormemente a una minoría minúscula. Persistirán en una forma aún
más dura, esa es una tendencia internacional.
¿Que alternativas hay frente a esto? ¿Cuál sería la respuesta?
En todo el Planeta hay fuerzas populares que dicen “ese no es el
mundo que queremos”, “ese no es un mundo en el que la gente pueda vivir una
vida digna, en el que la sociedad pueda sobrevivir, en el que habrá políticas
dirigidas a las necesidades no lucrativas”.
Se están reuniendo de hecho. En unos días se realizará el primer
encuentro de La Internacional Progresista. Fue fundada por la gente de Bernie
Sanders en los Estados Unidos, Young 25 en Europa con la gente de Varoufakis
(ex ministro de economía de Grecia), un movimiento europeo transnacional que
está tratando de preservar lo que es valioso en la Unión Europea y superar sus
serias fallas. Tienen candidatos en el Parlamento Europeo y han traído voces
del Sur Global. La primera reunión tendrá lugar en Islandia, el Primer Ministro
es miembro de la organización.
Eso representa otra fuerza en distintos lugares del mundo.
Representa una especie de guerra de clases a escala
internacional, enfrentando riesgos que nunca han existido en la historia de la
humanidad. Son colosales.
Se trata literalmente de la supervivencia de la humanidad. Esa
es la situación que tenemos ahora mismo, no se puede hacer una predicción.
Si sabemos muy bien cómo actuarán las fuerzas reaccionarias.
Tienen recursos económicos, poder estatal, tienen programas, están
comprometidos.
La pregunta es cómo reaccionará la población general del mundo.
Tienen opciones, tienen posibilidades, tienen números.
La pregunta es si pueden montar una fuerza contraria que de
alguna manera permita a la humanidad escapar de la actual confluencia de crisis
que enfrentamos.
¿Qué tipo de liderazgos políticos se requiere en estas
circunstancias? ¿Cuales imagina emergiendo de esta pandemia?
Ahora mismo es difícil ser particularmente optimistas al
respecto, pero sabemos qué tipo de liderazgo político nos gustaría que saliera.
La cuestión es si podemos hacer que asuman. Tomemos la
Internacional Progresista. Creo que gente como Bernie Sanders y Yanis
Varoufakis y otros asociados con su movimiento, AOC [Alexandria OcasioCortez]
en los Estados Unidos, y algunos otros con este perfil, serían el tipo de
líderes políticos que podrían lidiar con estas grandes crisis. No solos, por
supuesto. Los líderes políticos no pueden hacer nada [solos].
Primero necesitan un apoyo popular masivo. Y luego tienen que
romper el poder que poseen las instituciones y que controlan la sociedad.
Hay que recordar que vivimos en mundos de Estado-Capitalismo y
cada país tiene una forma u otra de Estado-Capitalismo.
Eso significa una concentración extrema de poder en instituciones
privadas con enorme voluntad y poder enorme y que suelen tener una gran
influencia en todo lo que sucede.
Eso tiene que ser eliminado. Dr. Chomsky, una pregunta final.
En lo que respecta a América Latina, en la cual vemos esta
batalla entre gobiernos más progresistas y gobiernos de derecha o extrema
derecha como es el caso del Brasil de Bolsonaro. ¿Qué mensaje le gustaría
transmitir a la Región en este momento?
Brasil envía mensajes muy claros. El Banco Mundial, que no es
una organización particularmente de izquierda, hizo un análisis detallado de la
economía en 2016, un par de años después de que Lula dejará el cargo.
Calificaron los años de Lula como una década dorada en la historia de Brasil,
con fuertes reducciones de la pobreza, incorporación de gran parte de las
poblaciones que habían sido marginadas, inclusión, grandes avances en el
desarrollo social. Dijeron que fue una década dorada, nada comparable. En ese
momento Brasil fue probablemente el país más admirado del mundo, estaba en
foros internacionales, era una voz para el Sur Global, estaba uniendo a
Sudamérica. Lula era probablemente la figura política más respetada del mundo.
¿Qué es ahora? Brasil es simplemente objeto del desprecio y el
ridículo del mundo, dirigido por un payaso virulento, una persona que apoya la
dictadura militar, que busca destruir.
La devastación de la selva amazónica aumentó aproximadamente el
30% sólo en el último año.
Acabemos con todo, enriquezcamos aún más a los ricos, matemos a
quien no nos guste, dejemos que la pandemia continúe.
Es el gobierno quizás más reaccionario en la historia de Brasil.
Un objeto de burla en todo el mundo.
Bueno, esas son lecciones. Contamos con un plazo de diez años.
La lección es que tienes el futuro en tus manos. Puedes hacerlo de una manera,
puedes hacerlo de otra manera. No hay forma de predecirlo. Eso es Brasil, se
podría aplicar lo mismo a los demás.
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