EL
SURGIMIENTO DEL FASCISMO SOCIAL
En un reciente
libro, Boaventura de Sousa Santos ha teorizado el concepto de fascismo social
como riesgo derivado de las democracias post-modernas.
Dice el científico
social portugués:
"Con ello no se
está hablando de un regreso al fascismo de los años 30 y 40 del siglo pasado.
A diferencia del
anterior, el fascismo actual no es un régimen político. Es más bien un régimen
social y civilizacional.
En lugar de
sacrificar la democracia a las exigencias del capitalismo, trivializa la
democracia hasta el punto que ya resulta
innecesario, ni siquiera conveniente, sacrificar la democracia a fin de
promocionar el capitalismo.
Se trata de un tipo
de fascismo pluralista producido por la sociedad en lugar del Estado. El Estado
es aquí un testigo complaciente, cuando no un culpable activo.
Estamos entrando en
un período en el que los Estados democráticos coexisten con las sociedades
fascistas. Es por tato un fascismo que nunca había existido.
Distingo cuatro
clases principales de fascismo social.
***La primera es el fascismo del apartheid social.
Es decir, la segregación social de los excluidos
a través de la división de la ciudad en zonas salvajes y zonas civilizadas.
(...)
La división entre
zonas salvajes y zonas civilizadas en las ciudades del mundo -incluso en
"ciudades globales" como Nueva York o Londres que, como ha demostrado
Sassen (2001), son los nodos de la economía global- está volviéndose un
criterio general de sociabilidad, un nuevo espacio-tiempo hegemónico que atraviesa
todas las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales y que es, por
tanto, común a la acción estatal y no estatal. (...)
*** La segunda fase
del fascismo social es el fascismo paraestatal.
Se refiere a la
usurpación de las prerrogativas del Estado por parte de actores sociales muy
poderosos que, frecuentemente con la complicidad del propio Estado, o bien
neutralizan o bien suplantan el control social producido por el estado.
El fascismo
paraestatal tiene dos dimensiones, el fascismo contractual y el fascismo
territorial.
El fascismo
contractual se da en las situaciones en las que la discrepancia de poder entre
las partes en el contrato civil es tal que la parte más débil, presentada como
más vulnerable por no tener ninguna alternativa, acepta las condiciones
impuestas por la parte más fuerte, por muy costosas y despóticas que sean.
El proyecto
neoliberal de convertir el contrato de trabajo en un contrato de derecho civil
como cualquier otro presagia una situación de fascismo contractual.
Esta clase de fascismo
se da hoy en día con frecuencia en políticas dirigidas a
"flexibilizar" los mercados de trabajo o a privatizar los servicios
públicos.
En tales casos, el
contrato social que regía la producción de servicios públicos en el Estado de
bienestar y en el Estado desarrollista se reduce al contrato individual entre
consumidores y proveedores de servicios privatizados. (...)
La segunda dimensión
del fascismo paraestatal es el fascismo territorial.
Tiene lugar siempre
que actores sociales con enormes cantidades de capital disputan al Estado el
control sobre los territorios donde actúan o neutralizan ese control al cooptar
o coaccionar a las instituciones del Estado y al ejercer la regulación social
sobre los ciudadanos del territorio sin que éstos participen y en contra de sus
intereses.
Se trata de los
nuevos territorios coloniales dentro de los Estados que son con frecuencia
Estados postcoloniales. (...)
*** La tercera clase
de fascismo social es el fascismo de la inseguridad.
Consiste en la
manipulación discrecional del sentido de la inseguridad de las personas y
grupos sociales vulnerables debido a la precariedad del trabajo o a causa de
accidentes o eventos desestabilizadores. Esto desemboca en ansiedad crónica e
incertidumbre frente al presente y el futuro para gran número de personas,
quienes de esta manera reducen radicalmente sus expectativas y se muestran
dispuestos a soportar enormes cargas para conseguir reducciones mínimos de
riesgo e inseguridad. (...)
*** La cuarta clase
del fascismo social es el fascismo financiero.
Esta es quizá la
clase más atroz de sociabilidad fascista y requiere, por tanto, análisis más
detallados.
Es el tipo de
fascismo que controla los mercados financieros y su economía de casino.
Es la más pluralista
en el sentido que los flujos de capital son el resultado de las decisiones de
inversores individuales o institucionales esparcidos por todo el mundo y que no
tienen nada en común salvo el deseo de maximizar sus activos. Precisamente
porque es la más pluralista, es también la clase de fascismo más cruel, puesto
que su espacio-tiempo es el más adverso a cualquier clase de intervención y
deliberación democrática. (...)
Este espacio-tiempo
virtualmente instantáneo y global junto a la lógica especulativa del lucro que
lo sustenta confiere un enorme poder discrecional al capital financiero,
suficientemente fuerte para debilitar, en cuestión de segundos, la economía
real o la estabilidad política de cualquier país. (...)
La crueldad del
fascismo financiero consiste en que se ha convertido en el modelo y el criterio
operativo de las instituciones de regulación global: las agencias de
calificación, el FMI, los bancos centrales. (...)
En todas estas
clases el fascismo social es un régimen caracterizado por relaciones sociales y
experiencias de vida bajo relaciones de poder e intercambios extremadamente
desiguales, que se dirigen a formas de exclusión particularmente severas y
potencialmente irreversibles.
Boaventura da Sousa Santos, Sociología jurídica crítica. Para un
nuevo sentido común en el derecho. Trotta, Madrid, 2009, pp. 560-563.
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