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sábado, 22 de febrero de 2025

FRANCO BIFO BERARDI - "VIVIR BIEN SE HA HECHO IMPOSIBLE" - CHARLA SOBRE LA DESERCIÓN CON JORGE ALEMÁN - SOBRE EL LIBRO DE FRANCO "BIFO" BERARDI

 



 

"VIVIR BIEN SE HA HECHO IMPOSIBLE"

IMPERDIBLE CHARLA SOBRE LA DESERCIÓN - FRANCO "BIFO" BERARDI Y JORGE ALEMÁN:

En el marco del podcast en video "Punto de emancipación", el filósofo y el psicoanalista se trenzaron en un profundo análisis del estado de las cosas en el siglo XXI.

POR LAURA GOMEZ [publicó “PAGINA 12”]

 

¿Qué forma tendría hoy la deserción si tuviéramos que pensarla? ¿Es una forma silenciosa de revolución del siglo XXI? Berardi es uno de los artífices del concepto y, al inicio de la charla, advirtió:

 

"No es mi intención proponer la deserción, no tendría sentido; se trata de constatar.

Marx dijo: 'hasta hoy los filósofos han interpretado el mundo y ahora se trata de cambiarlo'.

Es una frase que no me convence mucho porque parece que la interpretación es algo secundario e inútil. Interpretar es todo".

 

A modo de diagnóstico, el autor de Desertemos (Prometeo) plantea que

"ha empezado la deserción de la historia humana, probablemente de la existencia misma del ser humano, de la procreación, de la reproducción del género humano".

 

El italiano señala que es necesario observar lo que están haciendo hoy los grandes poderes del mundo para entender que "la vida va a ser horrible en los próximos años". 

 

Desertar de la vida, de la producción y de la existencia misma es, según Berardi, lo que acontece en la actualidad, no lo que él desea. 

 

"Hay un agotamiento de todas las posibilidades de vida feliz en el futuro de la humanidad: esa es mi interpretación desesperada", sentenció.

 

La desesperación puede ser una buena herramienta a la hora de entender y la esperanza puede convertirse a menudo en una trampa.

 

"Me parece evidente que hay un odio contra la vida feliz, la igualdad y la racionalidad; este odio ha tomado el plano del poder casi en todo el mundo, con la excepción del pequeño lugar en donde nos encontramos, pero es muy pequeño.

 

Dicen que muchos escuchas esperan la discusión entre Bifo y Alemán, pero son una minoría irrelevante en la realidad contemporánea", agregó jocoso.

 

A partir de la referencia de Bifo a la crisis de Feuerbach sobre la interpretación, Alemán sumó la perspectiva de Heidegger, quien también ponía el acento en la constatación.

 

"Hay algo que conmueve del discurso de Berardi: un antiguo militante, un hombre que ha dedicado su vida a la lucha política y que ha participado de cierta experiencia radical, ahora transmite que

la voluntad histórica y política ya no tiene ninguna posibilidad de intervenir en nada porque estamos viviendo la época de la extinción, del final. 

 

Lo está diciendo un militante histórico", subrayó, y sumó que el desertar no está solo en la constatación sino que "es un proyecto estratégico de Bifo".

 

El psicoanalista distingue entre la descripción, el diagnóstico y la estrategia que el italiano despliega en sus libros:

"El propio término desertemos tiene el carácter de una invocación imperativa.

El libro no se nos presenta como una descripción de la estructura contemporánea del poder mundial sino que presenta también una propuesta, una que él considera ética y estratégicamente racional".

 

Berardi responde que no tiene mucha importancia lo que ha dicho o escrito cuando se habla del asunto en sí mismo. "Sería un poco incomprensible, loco e irresponsable proponer a las mujeres del mundo no procrear. ¿Quién soy yo para proponer algo así? 

No es loco constatar un hecho muy claro:

las mujeres del norte del mundo parecen haber decidido, de manera consciente o inconsciente, no procrear. La sexualidad misma tiende a desaparecer en la vida cotidiana".

 

Berardi citó el trabajo del estadístico británico David Spiegelhalter en su libro Sex by numbers (2015), donde detalla que 

"la frecuencia de los contactos sexuales bajó a menos de la mitad en los últimos 20 o 30 años". 

 

El filósofo enumeró algunos factores que alimentan tal deserción:

--- por un lado, seis horas y media de cada día están destinadas a hablar con una pantalla, de modo que la virtualización generó cambios sustanciales en el modo de vincularnos (en los últimos años, los seres humanos han desarrollado más competencias para sostener una interacción mediada por la tecnología que una cara a cara); --- por otro, se descubrió que los microplásticos atentan contra la fertilidad masculina

--- y la guerra se expande en todo el mundo de manera frenética.

 

"Desertar significa, antes que nada, desertar de la guerra", precisó el autor italiano, quien publicó su libro en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania.

 

Con una mirada un poco más optimista, Alemán descartó la estadística como único fundamento de la deserción y sostuvo:

"Podría nacer uno que sea distinto a todo este poder terrible que fabrica subjetividades a la medida del horror. 

Creo que desertar de la guerra es una cuestión, pero no sé si se puede incluir en la misma lista de las otras deserciones de las que hablás".

 

Berardi, por su parte, habló de las diferencias entre la población de antaño y la actual:

"Es un mundo de viejos humillados, enfurecidos por su impotencia porque el sueño publicitario de la felicidad desapareció". 

 

El psicoanalista matizó esa hipótesis con el orgullo de haber participado de los momentos revolucionarios del siglo XX, a lo que Bifo respondió:

"Yo no estoy orgulloso. Si la conclusión es Donald Trump, significa que nadie ha merecido sobrevivir".

"La historia es el producto de una voluntad machista de dominación, violencia y sumisión. Solo quien escapa a la historia puede estar orgulloso. Quien participa de la historia, participa de la vergüenza", 

apuntó Berardi, y dijo que esa revelación sobrevino hace poco, cuando releyó el clásico de Elsa Morante titulado La historia.

 

Alemán planteó una disidencia a partir de los movimientos de resistencia frente a la dictadura argentina de 1976:

"Yo llegué con 24 años a España y me siento orgulloso de una experiencia colectiva que, si bien fue fallida, ha dejado una huella. Sin esa huella, la historia sería la historia de los campos de concentración. Sin esos momentos revolucionarios, la historia de Occidente sería la historia de horrores encadenados".

 

Hacia el final, el italiano explicó que no es un problema de orgullo o vergüenza sino de buen vivir. "¿Hemos vivido bien gracias a la resistencia, gracias a los comunistas, gracias a la democracia, gracias a una deserción masiva de las retóricas nacionalistas históricas?", preguntó. 

"Vivir bien se ha hecho imposible. La única manera es no aceptar el chantaje de la historia, salir de la historia".

 

Berardi describe a los jóvenes como

"una generación que ha aprendido más palabras por una máquina que por la voz de su madre,

que ha vivido frente a una pantalla desde los 2 años, que no ha aprendido la posibilidad de su libertad o del erotismo,

algo que no es natural sino que se desarrolla a través del conocimiento del otro, del placer".

 

Desde su perspectiva, esa generación mira a los miembros de la suya con algo de "compasión y envidia, que no es admiración".

"Nosotros hemos vivido una vida social feliz con sanidad y educación pública, buenos salarios; hoy, en cambio, hay esclavismo", concluyó.

 





Alemán y Berardi: “Es un mundo de viejos humillados, enfurecidos por su impotencia porque el sueño publicitario de la felicidad desapareció”.

¿Qué es la deserción? Ese fue el punto de partida en la conversación que mantuvieron el filósofo italiano Franco "Bifo" Berardi y el psicoanalista argentino Jorge Alemán en el marco de Punto de Emancipación, podcast transmitido por YouTube que inauguró su segunda temporada en los estudios de Casa Victoria (Madrid). 



miércoles, 19 de febrero de 2025

EL SHOW DE LA POLÍTICA - POLÍTICA ESPECTÁCULO: LA INTOXICACIÓN DE LA REALIDAD - LOS HECHOS - COMPLICIDAD DE LOS HECHOS - ERA DE LA POST-VERDAD - INFO-OPINIÓN

 




 

POLÍTICA ESPECTÁCULO: LA INTOXICACIÓN DE LA REALIDAD

 

Resulta indiferente si dicen la verdad o mienten: ya no cabe la distinción entre verdad y mentira porque todo acaba siendo opinable. El resultado no es solo la banalización de la realidad sino el regreso de la propaganda frente a la información de los hechos.

Por: Mario García de Castro [17 julio2020]

 

Debemos a la televisión, como dijo Umberto Eco, la emisión de los hechos en tiempo real, y a Internet y las redes sociales, como diría Mark Zuckerberg, la máxima eficacia o la sobredimensión de esa difusión en directo.

 

Esto ha acarreado un doble efecto social, por una parte, la mayor transparencia en detalles que antes permanecían opacos, como por ejemplo el video de la muerte por asfixia de un hombre negro por parte de un policía blanco en Estados Unidos, pero por otra

la multiplicación de la propaganda y la intoxicación interesada de los hechos de la realidad, como por ejemplo la proliferación de la demagogia y el oportunismo político de líderes y formaciones populistas.

 

El viejo debate sobre la influencia de la televisión política en la opinión pública se ha reforzado con la multiplicación que ofrecen las redes sociales.

 

La polémica hoy es confirmar si este nuevo sistema mediático,

que permite un más fácil acceso a la realidad, también ha favorecido su mayor o mejor conocimiento.

 

Sin embargo, parece que la extensión del rumor, el juicio de valor o las fake news stories ha sustituido hoy a la vieja hegemonía de los hechos factuales.

 

La extensión de la pandemia Covid-19 por el mundo ha propiciado la promoción de miles de alertas falsas y desinformaciones.

 

En Reino Unido u Holanda, varias torres de telefonía resultaron quemadas por aquellos que dieron credibilidad a que el virus era un invento para confinarnos y poder controlarnos mejor a través de las redes 5G, o en España que todos los emigrantes que llegaban en patera iban a recibir el Ingreso Mínimo Vital.

 

Los hechos, veraces o falsos, cuentan menos que la opinión que nos suscitan. Todo resulta opinable por cualquiera.

La actualidad ha dejado de ser un proceso informativo para ser un estado opinativo. Hoy la realidad se «conforma» a través de la opinión.

 

Y el valor social de la televisión, medio preferido por más del 90 por ciento de los ciudadanos para informarse, sigue aumentando. En el aún gran medio de masas, 

el triunfo del nuevo talk show político ha desplazado la hegemonía del viejo Telediario.

 

LA ACTUALIDAD HA DEJADO DE SER INFORMATIVA

 

Las televisiones generalistas, que a principios del nuevo siglo habían consolidado el protagonismo y el liderazgo de los informativos en su programación, han tenido que hacer frente, en la segunda década, a un nuevo sistema mediático y a la fragmentación de su público.

 

El crecimiento del consumo de la PayTV* (Televisión de pago) y del VoD (Video bajo demanda) ha provocado la pérdida progresiva de audiencia.

 

Los efectos de las redes sociales han contribuido a consolidar la creencia de que todo es opinable

 

Y los tradicionales emisores mainstream han reaccionado aumentando la presencia de los programas emitidos en directo y disminuyendo los contenidos enlatados o que pueden ser consumidos on demand, para afrontar el recorte de inversiones con el abaratamiento de costes y la búsqueda de una nueva rentabilidad.

 

El viejo prime time ha saltado por los aires en varias franjas horarias y ha irrumpido con gran protagonismo el Infoshow: contenidos baratos, realizados en pequeños platós y emitidos en directo.

 

El modelo había sido profetizado por Guy Debord en la sociedad del espectáculo en los años 60, por Eco en los años 80 y por el teórico francés Pierre Bourdieu en 1996.

 

Esta deriva televisiva procede de uno de los peores lastres del periodismo tradicional:

el periodismo de declaraciones que estaba basado en reproducir más o menos literalmente las declaraciones de figuras públicas o políticos de uno y otro signo, en un bucle de acción-reacción. 

 

Modelo hiperpolitizado que ya dio lugar al pseudo-acontecimiento como base de la producción de la noticia y que hoy ha renacido propiciado por las tendencias populistas de políticos y periodistas. Partidos y medios, necesitados unos de los otros, se reparten por igual la responsabilidad de esta tendencia. Ahora, los efectos de las redes sociales han contribuido a consolidar la creencia de que todo es opinable y que todos pueden opinar.

 

LA ACTUALIDAD OPINABLE

 

Hace poco que las cadenas de televisión españolas han descubierto que los contenidos políticos pueden ser sus programas más vistos y a la vez los más rentables.

 

La crisis de modelo que vive la televisión generalista en España ha propiciado esta expansión de los programas de la televisión en directo y el éxito del formato del talk show y especialmente del político.

 

De momento, el auge de estos formatos de plató ha acabado convirtiendo

la actualidad política en algo menos objetivable y más opinable.

Esta formulación, el debate espectacular, la discusión entre unos personajes maniqueos, que se reparten los papeles, ha facilitado que la información se haya convertido en entretenimiento.

 

Mientras que las horas de programas o formatos de infoentretenimiento (infotainment) no han dejado de aumentar en la última década, especialmente las de los talk shows políticos, las de informativos tradicionales han disminuido.

 

Frente a las dos horas que las cuatro cadenas de televisión en abierto en España dedican de media diaria a noticieros, el tiempo dedicado a programas de infotainment en el último año ha sido de una media de diez horas.

 

La cadena de televisión que inició está andadura hacia la televisión política hace años dedica actualmente siete horas diarias de talk show y tres de magazines y los fines de semana todo el prime time.

 

Si, como se decía, antiguamente, una ardilla podía desplazarse de árbol en árbol por toda península ibérica, ahora un telespectador común puede desplazarse ininterrumpidamente por el dial televisivo durante las doce horas del día por el mismo género de talk shows político sobre el mismo bucle de opiniones y vídeos, de tertulia en tertulia.

 

TODO ESTÁ INVENTADO EN TV

 

Este fenómeno, al que España llega bastante tarde, fue descubierto por las televisiones estadounidenses mainstream hace décadas, cuando empezaron a comprobar que los talk shows y late nights políticos y de actualidad obtenían excelentes resultados de audiencia en los horarios de máximo consumo. Concretamente fue un invento de la cadena ABC a finales de la década de los años 80 para competir desde sus escasos recursos económicos con los informativos de CBS y NBC a los que no podía alcanzar en sus despliegues.

 

Y desde la televisión americana, el infotainment tuvo su desarrollo europeo especialmente atractivo a través de la televisión italiana, donde desde hace tiempo reina el talk show político no solo en las cadenas públicas sino en las privadas.

 

Tanto aquí como en USA, desde hace décadas que la cuota de los programas informativos de la noche de las grandes cadenas comenzó a descender. Y cuando ya menos de un tercio de los espectadores atendía a estos noticieros, que habían tenido un papel central en la cultura política americana, las cadenas de cable como HBO o Comedy Central incrementaron los contenidos políticos de producción propia con los noticieros satíricos y los programas de actualidad en clave de comedia.

 

Los noticiarios satíricos, con su intertextualidad crítica, nacieron para cuestionar la autoridad de los informativos

 

Jon Stewart, conductor del programa satírico The Daily Show, en Comedy Central, llegó a ser el presentador más prestigioso, por encima de los conductores de los informativos tradicionales.

 

Estos contenidos, caracterizados como de sátira y show político, empezaron a tener más seguidores que los programas informativos tradicionales, se constituyeron en instrumento de primer orden en su sistema democrático, con gran influencia en su sistema electoral, y se acabaron convirtiendo en elemento protagonista de la cultura política americana.

 

Los noticiarios satíricos, con su intertextualidad crítica, nacieron para cuestionar la autoridad de los informativos, al parodiar y tratar sus noticias de un modo más crítico:

«Ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad».

 

El modelo pone en cuestión no solo el discurso del poder sino

la complicidad de los medios que difunden ese discurso, por lo que también fue contestado por el periodismo tradicional como promotor de un peligroso y desmovilizador cinismo político.

 

Sin embargo, los conductores de estos talk shows fueron siempre abanderados de la crítica abierta a la presidencia de Donald Trump y las políticas del partido republicano.

 

Este éxito de audiencias de la televisión política en USA alcanza ahora la era de la posverdad estrenada por Donald Trump, el magnate estadounidense, participante en realities shows televisivos, que como presidente ha logrado transformar la Casa Blanca en una casa de Gran Hermano, gracias al nuevo populismo basado en la propaganda ideológica en las redes sociales, el antintelectualismo y la teatralización de la escena política.

 

DE USA A EUROPA PASANDO POR ITALIA

 

Otro episodio ha sido el protagonizado por Fox News. Siguiendo este modelo, esta cadena todo noticias nació como el brazo armado de la Administración de Bush y siguió en la oposición contra Obama, propagando las movilizaciones del Tea Party hasta concluir en la victoria de Trump.

 

La serie La Voz Más Alta, que ya se emite en España, cuenta la historia de Roger Ailes, el productor de televisión transformado en fundador y presidente de la cadena de noticias de Murdoch y finalmente denunciado acosador sexual por sus empleadas. Ailes tuvo que abandonar Fox pero mantuvo su lema de cabecera hasta llevar a Trump a la Casa Blanca:

«Hay muchas personas que no saben qué creer. Si les dices qué tienen que pensar las pierdes, pero si les dices lo que tienen que sentir son tuyas».

 

La historia de ese productor de televisión metido a director informativo representa a la perfección la mutación en el antiguo paradigma televisivo entre información y entretenimiento.

 

En los últimos cinco minutos del cuarto episodio de la serie de Showtime, Alies enarbola su leyenda ante sus pupilos:

«No seguimos las noticias, creamos las noticias. Cambiamos el mundo. El periodismo es historia y la historia la escriben los vencedores».

 

La presidencia de Donald Trump, como antes lo había sido la de Berlusconi en Italia —dos líderes políticos televisivos-, arroja más claridad sobre el nuevo escenario en el que se han disuelto definitivamente los límites entre información y entretenimiento. 

 

Este éxito de público del talk show político se perfeccionó en Europa, especialmente en la televisión italiana. La abundancia de estos formatos en la programación de mayor consumo televisivo se reforzó con la televisión de Berlusconi hace décadas, aunque la RAI ya basaba su programación en la información y las tertulias.

 

Este modelo perfeccionado necesita no solo de una puesta en escena de confrontación sino de opinadores mediáticos o tertulianos investidos como portavoces de la opinión pública que, bien adiestrados como figuras televisivas en el arte del combate dialéctico, se convierten en profesionales de la disputa bronca y breve.

 

Proclives al juicio de valor fácil y la opinión maniquea, han acabado sustituyendo a las reflexiones de los especialistas, para mejor facilitar el reconocimiento emocional del espectador con alguno de los bandos en disputa.

 

INFOENTRETENIMIENTO Y PROPAGANDA

 

En esta época de la postelevisión se ha perdido la antigua uniformidad que separaba con precisión programas informativos y contenidos de entretenimiento, en definitiva, la información y la opinión.

 

Los nuevos usuarios consumen las noticias políticas

convertidas en breves clips de vídeo frecuentemente descontextualizados e incorporados desde las propias redes sociales de Facebook o Twiter.

 

El infotainment mezcla en el mismo contenedor los bucles de imágenes, las conexiones en directo, los reportajes, las entrevistas y los debates.

 

Aunque se pretenda ofrecer lo contrario, el directo no permite a los espectadores estar más cerca de los hechos, solo despierta expectativas y especula sobre lo sucedido.

 

Los nuevos usuarios ya no distinguen entre los noticieros clásicos, que determinaban

qué es noticia y cómo deben ser emitidas, y los programas de infotainment, cuyos contenidos de actualidad pueden ser revisados por ellos mismos en su propio significado.

 

Debido a su menor coste, estos programas en los que se debaten las noticias tienen una duración de emisión superior al de los propios programas de noticias, y la opinión incluso se anticipa a la propia crónica de los hechos, a la producción de la información, para generar expectativa cuando la tertulia se anticipa al telediario.

 

TODO ES OPINABLE

 

Que ninguna noticia esté excluida de la disputa entre unos y otros debilita la naturaleza originaria de la información como hecho veraz.

 

Las noticias que se componen de sucesos y hechos objetivos e irrefutables se convierten en polémicos de entrada. 

Es el propio formato del programa de infopinión lo que convierte automáticamente los hechos noticiosos en matizables, interpretables, y finalmente en mensajes persuasivos.

La realidad, saturada de opinión, es sometida al relativismo.

El conductor del programa y el propio medio acaban participando de una visión subjetiva.

 

Este opinionismo hace que la visión de un tertuliano en las antípodas ideológicas del otro tenga la misma validez cuando opinan de un mismo hecho objetivo.

 

El conductor del programa y el propio medio acaban participando de una visión subjetiva

 

Todo es relativo. Una opinión legitima la contraria. Como cuando líderes mundiales fueron difusores del negacionismo de los efectos de la pandemia, o cuando responsabilizaron a los emigrantes de ella.

 

Cuando la extrema derecha en España acusó al gobierno de gestión criminal que provocó la muerte y la ruina de miles de españoles. Cuando la oposición lo acusó de mala gestión de izquierdas al propiciar «más paro, crisis y recesión» como efecto del confinamiento general.

 

Resulta indiferente si dicen la verdad o mienten. Ya no cabe la distinción entre verdad y mentira porque todo acaba siendo opinable.

El resultado no es solo la banalización de la realidad sino el regreso de la propaganda frente a la información de los hechos. La intoxicación de la realidad como norma.

 

Hace un siglo que la pensadora de origen judío Hannah Arendt, ante otro de los peores momentos de la historia, ya advirtió que

la libertad de opinión era una farsa si no se garantizaba previamente la información objetiva y no se aceptaban los hechos mismos, que solo estos hechos factuales nos permitían huir de las realidades paralelas, de la tentación de trasladar a lo público meras inquietudes privadas.


La versión original de este artículo ha sido publicada en revista TELOS, de Fundación Telefónica.The Conversation


Mario García de Castro, Profesor titular de Información Audiovisual, Universidad Rey Juan Carlos. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 


LA MUERTE DE LA VERDAD - Autor: MICHICO KUKATANI

 



LA MUERTE DE LA VERDAD

 

Las oleadas de populismo y fundamentalismo que se expanden por todo el mundo están erosionando las instituciones democráticas y sustituyendo el conocimiento por la sabiduría de la turba. Michiko Kakutani, ganadora de un premio Pulitzer, lo analiza en ‘La muerte de la verdad’ (Galaxia Gutenberg).

 

MICHIKO KAKUTANI [12-abril-
2019]

    

Dos de los regímenes más monstruosos de la historia de la humanidad subieron al poder en el siglo XX.

Ambos se afianzaron sobre la violación y el saqueo de la verdad y sobre la premisa de que el cinismo, el hastío y el miedo suelen volver a la gente susceptible a las mentiras y a las falsas promesas de unos líderes políticos empecinados en el poder absoluto.

 

Como escribió Hannah Arendt en su obra Los orígenes del totalitarismo (1951)

«el sujeto ideal para un gobierno totalitario no es el nazi convencido ni el comunista convencido, sino el individuo para quien la distinción entre hechos y ficción (es decir, la realidad de la experiencia) y la distinción entre lo verdadero y lo falso (es decir, los estándares del pensamiento) han dejado de existir».

 

Lo que resulta alarmante para el lector contemporáneo es que las palabras de Arendt suenan cada vez menos a mensaje de otro siglo y más a espejo que refleja, y de un modo aterrador, el paisaje político y cultural que habitamos hoy en día: un mundo en el que las noticias falsas y las mentiras se propagan gracias a las fábricas de troles, que las emiten en cantidades industriales por boca del Twitter del presidente de los Estados Unidos y las envían a cualquier parte del mundo, adonde llegan a la velocidad de la luz gracias a las redes sociales.

 

Nacionalismo, tribalismo, deslocalización, miedo al cambio social y odio al que viene de fuera son factores que van en aumento a medida que la gente, atrincherada en sus silos y en sus burbujas filtradas, va perdiendo el sentido de la realidad compartida y la capacidad de comunicarse trascendiendo las líneas sociales y sectarias.

 

«El desplazamiento de la razón por parte de la emoción y la corrosión del lenguaje están devaluando la verdad»

 

Con esto no se pretende establecer una analogía directa entre las circunstancias actuales y los espantosos horrores de la II Guerra Mundial, sino echar un vistazo a algunas de las situaciones y actitudes

–lo que Margaret Atwood ha llamado «las banderas de peligro» y que aparecen en 1984 y Rebelión en la granja de Orwell– que hacen a la gente vulnerable a la demagogia y a la manipulación política y convierten a las naciones en presa fácil de los aspirantes a autócratas.

 

Y también estudiar hasta qué punto

el desprecio de los hechos, el desplazamiento de la razón por parte de la emoción y la corrosión del lenguaje están devaluando la verdad, y lo que eso representa para los Estados Unidos y para todo el mundo.

 

«El historiador sabe lo vulnerable que es el tejido de hechos sobre el que construimos nuestra vida diaria, que siempre corre el riesgo de quedar perforado por mentiras aisladas o reducido a jirones por mentiras organizadas y controladas por grupos o clases; o bien negado, distorsionado, perfectamente cubierto a veces por toneladas de falsedades o, simplemente, abandonado al olvido. 

Los hechos necesitan testimonios para permanecer en el recuerdo, y testigos fiables que los coloquen en lugares seguros dentro del ámbito de los asuntos humanos», escribió Arendt en su ensayo La mentira en política publicado en 1971.

 

La expresión decadencia de la verdad (empleada por la Rand Corporation para describir «el papel, cada vez menor, de los hechos y el análisis» en la vida pública estadounidense) se ha incorporado al diccionario de la posverdad que ahora también incluye otras expresiones ya conocidas como «noticias falsas» o «hechos alternativos». 

 

Y no se trata solo de noticias falsas: también hay ciencias falsas (fabricadas por los negacionistas del cambio climático o los antivacunas), una historia falsa (promovida por los supremacistas blancos), perfiles de «americanos falsos» en Facebook (creados por troles rusos) y seguidores o me gustas falsos en las redes sociales (generados por unos servicios de automatización denominados bots).

 

Trump, el presidente número cuarenta y cinco de los EEUU, miente de un modo tan prolífico y a tal velocidad que The Washington Post calculó que durante su primer año en el cargo podía haber emitido 2.140 declaraciones que contenían falsedades o equívocos: una media de 5,9 diarias.

 

Sus embustes sobre absolutamente todo, desde la investigación de las injerencias rusas en la campaña electoral hasta el tiempo que él mismo pasa viendo la televisión, no son más que la luz roja que avisa de sus constantes ataques a las normas e instituciones democráticas.

 

Ataca sin cesar a la prensa, al sistema judicial y a los funcionarios que hacen que el Gobierno marche.

 

«’The Washington Post’ calculó que Trump decía una media de 5,9 equívocos o falsedades diarias»

 

Por otra parte, estos asaltos a la verdad no se circunscriben al territorio de los Estados Unidos:

en todo el mundo se han producido oleadas de populismo y fundamentalismo que están provocando reacciones de miedo y de terror, anteponiendo estos al debate razonado, erosionando las instituciones democráticas y sustituyendo la experiencia y el conocimiento por la sabiduría de la turba.

 

Las afirmaciones falsas sobre la relación financiera de Reino Unido con la Unión Europea –bien resaltadas en un autobús de la campaña «Vote Leave» (vota salir)– contribuyeron a desviar la intención de voto y orientarla hacia el brexit y Rusia se lanzó a la siembra de dezinformatsiya en las campañas electorales de Francia, Alemania, Holanda y otros países, como parte de un proyecto propagandístico organizado y encaminado a desacreditar y desestabilizar los sistemas democráticos.

 

Ya nos lo recordó el papa Francisco:

«no existe la desinformación inocua; confiar en las falsedades puede tener consecuencias nefastas».

 

El anterior presidente, Barack Obama, observó que

«uno de los mayores retos a los que se enfrenta nuestra democracia es que no tenemos una base común de los hechos», porque hoy en día la gente «se mueve en universos de información completamente diferentes».

 

El senador republicano Jeff Flake pronunció un discurso donde advertía de que «2017 había sido un año en el que la verdad –objetiva, empírica y basada en la evidencia– se había visto apaleada y vilipendiada en mayor medida que en ningún otro momento de la historia del país, a manos de la figura más poderosa del Gobierno».

 

(…) La verdad es una de las piedras angulares de nuestra democracia. Como dijo la anterior fiscal general Sally Yates, la verdad es una de las cosas que nos separan de la autocracia:

«Podemos debatir políticas y asuntos, y deberíamos hacerlo. Pero esos debates han de basarse en los hechos que compartimos, y no en simples llamadas a la emoción y al miedo valiéndonos de una retórica y una serie de invenciones que solo conducen a la polarización. 

 

Existe una única verdad objetiva, desde luego, aunque no consiga poner de relieve la situación en que se encuentra la verdad. 

 

No podemos controlar si nuestros funcionarios nos mienten o son sinceros, pero podemos decidir si queremos

hacerlos responsables de sus mentiras o, si llevados por el agotamiento o por un afán de proteger nuestros propios objetivos políticos,

preferimos mirar hacia otro lado y convertir la indiferencia hacia la verdad en algo corriente».

 tomada de publicación: