PERIODISMO Y POLARIZACIÓN: ¿CUÁNTO NECESITAMOS LA VERDAD?
Ethosfera y Ethic reunieron a un grupo de periodistas, filósofos
y académicos en el webinar ‘Periodismo democrático frente a la polarización’.
@draculayeye_12-mayo-2021
La verdad.
La información veraz, y en concreto, el periodismo, deberían ser
uno de los pilares fundamentales para sostener las sociedades democráticas a la
hora de contextualizar y transmitir la información que compone su realidad.
Y es que, dentro del ecosistema informativo, el ruido no es
mundanal, sino (casi) divino:
omnipresente, se enreda en las redes sociales entre los
bulos diseminados a través del boca a boca, multiplicado hasta el
infinito por el clic, y da origen a términos como la ‘posverdad’, un
concepto de largo recorrido en la sociedad actual.
Esta ha sido la génesis de Periodismo democrático frente a la polarización, un debate organizado
por Ethic junto al think-tank de Ethosfera
que, enmarcado dentro del 30 aniversario del Día Internacional de la Prensa,
tuvo como leitmotiv la información como bien público.
En su introducción, el editor de Ethic, Pablo
Blázquez, advierte sobre cómo
«el fenómeno de la posverdad se diferencia de la mentira
en la predisposición del individuo de aceptar el engaño».
«La posverdad se aprovecha de cierta actitud acrítica. El
ciudadano no busca tanto verdad como reforzar una suerte de identidad
ideológica», apunta.
La Directora de Ethosfera y moderadora del debate, Elena
Herrero-Beaumont, pone el acento sobre la cuestión de los estándares de los
propios medios de comunicación y anuncia algo esperanzador, y es que se
está negociando con las plataformas tecnológicas para que «se premie a aquellos
medios que apuestan por el periodismo y la información de calidad». Y en
esa línea pregunta a la periodista Ana Pastor cómo la transparencia sobre los
estándares de los fact-checkers está contribuyendo a generar
una mayor confianza con los usuarios y lectores.
Pastor, fundadora de Newtral, responde abriendo el
debate con la realidad de que España es, hoy, uno de los países con
mayor grado de polarización del mundo.
En este sentido, defiende que uno de los factores que ha
alimentado la mecha de la división social
ha sido la proliferación de las noticias falsas.
Y apunta hacia la autocrítica:
«La primera pata de quienes tienen que fabricar una vacuna
contra los bulos son los medios y los periodistas».
Pero hay más culpables:
las instituciones y las plataformas de redes sociales también
deben formar parte de la lucha por una información veraz y contrastada.
Incluso la propia sociedad, responsable última de la
dispersión, tiene su labor contra la
desinformación.
«La gente considera a la clase política un problema a causa de
la polarización»,
señala Pastor en relación a la profunda división social e
ideológica de la sociedad española.
Ana Pastor:
«Los más jóvenes han incorporado rutinas que vienen muy viciadas
de origen por culpa de la tecnología»
Giles Tremlett, escritor y corresponsal de The Guardian en
España, apunta al nuevo sistema de suscripciones como un cambio sustancial en
el ecosistema periodístico. «Este modelo hace que los lectores sean más
exigentes con nosotros, con los periodistas», explica. Sin embargo, hace falta
engrasar una pieza fundamental del engranaje:
el desarrollo del pensamiento crítico en la educación nacional.
«El gran problema es el lector: tenemos que ayudar a educar a
los lectores para que sepan distinguir lo que es noticia de lo que no.
Esto no es fácil, el pensamiento crítico no es especialmente
bueno en el sistema educativo español»,
subraya Tremlett.
Algo en lo que también coincide Ana Pastor, que añade además el
factor de «la gente más joven que ha ido incorporando unas rutinas que vienen
muy viciadas de origen por culpa de la tecnología».
Es decir, que el lector más joven, en ocasiones, ni siquiera se
plantea diferenciar lo que es información veraz de lo que no.
Diego Garrocho, filósofo y Presidente del Consejo Académico de
Ethosfera, hace hincapié en el hecho
de que este no es un fenómeno espontáneo.
«Hay una crisis de nuestra percepción con la realidad»,
señala el filósofo en relación a la hegemónica visión
relativista occidental.
«El periodismo no solo debe vincular información veraz. También
es un elemento vertebral a la hora de construir la opinión pública.
La democracia liberal necesita un clima saludable de competencia
entre ideas, que es uno de los motores esenciales del sistema».
Algo tan sencillo como complejo ya que, como él mismo admite,
«el libre mercado de la atención no siempre premia el mejor
producto disponible».
Es precisamente esto lo que abre la puerta, en su opinión, a la
posibilidad de una regulación estatal sobre la información.
Pero regresamos al mismo problema de fondo: la educación. Tal y
como defiende el profesor en relación a las identidades políticas,
«lo que tendríamos que operar son proyectos educativos para
dejar de vivir como adolescentes».
La información, así, ha de saber desgranarse, ha de saber
interpretarse.
En ello coincide también Rafael Rubio, experto en comunicación
política, quien señala la deuda histórica que las democracias tienen con la
Ilustración.
«La democracia representativa se vincula básicamente con la
verdad.
Cuando uno descubre que la verdad existe, uno entiende que la
razón es la única forma de llegar a la verdad.
Y esta forma es colectiva, por medio de una competición de
ideas», reflexiona.
La información, al fin y al cabo, construye nuestra realidad y
esta solo puede ser útil y benigna si es veraz.
Rubio defiende, eso sí, que
solo los valores comunes de una sociedad permitirán el diálogo.
Si no existen, o si chocan entre sí, la conversación será
imposible.
Por su parte, Ricardo Calleja, profesor de ética de IESE,
subraya la necesidad de que las auténticas democracias de corte liberal
conviertan
«lo común», la verdad y lo plural en un todo.
«En las sociedades occidentales se ha cultivado durante décadas
una actitud posmoderna donde solo hay interpretaciones, perspectivas
diferentes», critica.
«Si nunca hay un momento de búsqueda de lo común, de inclusión
del otro en los espacios comunes e institucionales… entonces es sencillamente
imposible».
La posverdad y la polarización son, así, dos caras de una misma
moneda. No es algo fácil de mitigar:
la posverdad influye en la medida en que un individuo –y un
colectivo– esté dispuesto a creer una mentira y se den las condiciones para ello.
Por eso es esencial reconducir el volante hacia el destino más
mencionado durante el evento: la educación.
Como concluye Gremlett,
«hay que darles a los jóvenes una oportunidad de caminar por el
mundo sin perderse ni marearse».
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