La “neocolonización” de la Argentina
Por Atilio A. Boron
24 de septiembre de 2022 - 00:49
En los últimos tiempos la
Argentina ha acelerado su deslizamiento hacia una condición neocolonial. Si hubiera que marcar un
hito de este proceso diríamos que esta tendencia irrumpe con fuerza durante
la dictadura cívico-militar con
el estallido de la crisis de la deuda
externa, en agosto de 1982. Ésta corrió como un reguero de pólvora por
toda Latinoamérica y el Caribe y acentuó la vulnerabilidad externa de nuestros
países. Porque, tal como lo observara con sagacidad John Quincy Adams, sexto presidente de
Estados Unidos, “hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación: una es
la espada; la otra es la deuda”.
La recuperación de la
democracia atestiguó una tentativa inicial del gobierno de Raúl Alfonsín de enfrentar
colectivamente el tema de la deuda externa mediante la creación de un “Club de
Deudores” (el Grupo de Cartagena) para negociar, con cierta paridad de fuerzas,
con el “Club de Acreedores”. La Administración
Reagan fulminó esta iniciativa y a poco andar su radical
cuestionamiento ocasionó la salida del ministro de Economía, Bernardo Grinspun, y con ello el fin
de los ensayos de gestión macroeconómica heterodoxa. El previsible derrumbe del
gobierno alfonsinista abrió el camino para la re-encarnación neoliberal del
peronismo. En efecto, el menemismo fue el segundo acto de un proyecto cuyo
primer capítulo había sido protagonizado por la dictadura genocida. Junto con
las profundas reformas neoliberales del gobierno de Carlos Menem, gran parte de las cuales
sobreviven todavía al día de hoy, se acentuó la dependencia de la Argentina en relación con Estados Unidos,
reduciéndose los márgenes de autonomía nacional en materia económica y en la
política exterior. Con el kirchnerismo esta tendencia hacia la
“neocolonización” de la Argentina detuvo su marcha pero sin ser completamente
revertida, pese a indudables avances como acabar con la dictadura del FMI o la estatización de
las AFJP y la adopción
de una política exterior independiente.
En la actualidad hay
múltiples indicadores de la acrecentada gravedad de este proceso de creciente
heteronomía y sometimiento neocolonial. El escándalo de los puertos privados sobre el río Paraná,
la absoluta falta de control sobre
nuestras exportaciones agrarias (pero también mineras) y la
debilidad del Estado para controlar la dinámica arrasadora de los mercados (caso de la inflación,
por ejemplo) son otros tantos indicios, a los cuales se podrían sumar muchos
más, de esta progresiva pérdida de soberanía. Pero en los últimos días se han
agregado algunos elementos más: la llamativa magnanimidad de autoridades
gubernamentales y corporaciones estadounidenses durante la gira del ministro de
Economía, Sergio Massa, ¿no
exigirá una contrapartida de nuestra parte? ¿O es que sin que nos hayamos
percatado el imperio se convirtió en una entidad filantrópica? No creo. Sería
un parteaguas geopolítico, pero hasta ahora no se lo advierte.
Si observamos con
detenimiento algunas noticias recientes, daremos con rotundos indicios de la
mencionada “neocolonización”. Por ejemplo, la Argentina está consintiendo la
sigilosa instalación de una base
militar de Estados Unidos a pocos kilómetros de Vaca Muerta, sin que el
tema haya sido discutido en el Congreso Nacional o en la Legislatura neuquina,
y sin haber sido informado a la opinión pública. Segundo: la abierta
intromisión del embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, recomendando una estrategia de “coalition
building”, en donde convergen todas las fuerzas políticas con la excepción
del treinta por ciento que, casualmente, es el caudal electoral del
kirchnerismo. Injerencia que, infelizmente, no recibió de nuestra Cancillería
la réplica que las normas diplomáticas de la Convención de Viena exigían.
Tercero, las reiteradas declaraciones de la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, acerca de la
necesidad de preservar este verdadero emporio de recursos naturales que es
Latinoamérica para uso exclusivo de quienes habitamos esta parte del mundo y no
para, según sus palabras, “nuestros adversarios y competidores que también
saben de nuestras riquezas y vienen a nuestro vecindario para apoderarse de
esos recursos“. O sea, monroísmo recargado y de ahí la necesidad de instalar
una base en Neuquén. Cuarto, y más reciente, la insolente intervención pública
de la Amcham (la
Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina) que con fecha del 22 de
septiembre dio a conocer un documento en el cual textualmente dice: "En
función del posible tratamiento durante el día de hoy en el Honorable Senado de
la Nación sobre el proyecto de ley que pretende sustituir el artículo 21 del
Decreto Ley 1285/58, proponiendo la ampliación sustancial de los integrantes de
la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (Amcham
Argentina) manifiesta su preocupación ante la sola posibilidad que esto se
concrete". O sea, las empresas estadounidenses ¡se sienten cómodas con la Corte Suprema y el
Poder Judicial que tenemos! Para ellas, el cáncer del lawfare no
existe, es sólo el delirio de algunos espíritus alucinados en el campo popular.
Urge revertir estas tendencias y reconstruir la soberanía nacional porque sin
ella la democracia termina convirtiéndose en una farsa.
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