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sábado, 7 de octubre de 2023

FRANZ KAFKA * ANTE LA LEY * COMENTARIO * EL PODER DE LA LEY, DE LA BUROCRACIA *



Franz Kafka nació el 3 de Julio de 1883 en Praga. De niño era tímido y discreto, intentaba pasar desapercibido, por lo que era una persona que se encerraba en sí misma.

 

Trabajó en una Compañía de Seguros de Accidentes Laborales hasta dos años antes de morir y por las noches escribía.

 

Estaba obsesionado por amortizar el tiempo lo máximo posible, por ello empezó a padecer de insomnio y agotamiento nervioso. 

 

Murió a causa de la tuberculosis en el año 1924. Poco antes de morir le pidió a su amigo Max Brod, que destruyera todos sus manuscritos, cartas, cuentos, diarios, relatos… pero al contrario de lo que deseaba el difunto Kafka este editó su obra y la propagó hasta hacerla famosa.

 

Entre sus obras está América,  El proceso,  El castillo y su obra más conocida,  La metamorfosis, publicada en 1915. Varias de estas obras han sido llevadas al cine y al teatro.

 

El texto que vamos a analizar a continuación,  Ante la ley, fue publicado por primera vez en 1916 en una recopilación de cuentos cortos titulada Un médico rural.

 

Aunque no lo parezca, la mayoría de las veces, un texto literario posee un orden, es decir, está formado por unas partes secuenciadas y relacionadas entre sí.

 

Estas partes ordenadas que componen el texto conforman su estructura.

 

En nuestro caso, se pueden distinguir claramente tres partes o apartados.

 

Como ya se ha mencionado anteriormente, nuestro texto es un cuento y, como cuento que es, posee una estructura lineal y cronológica.

 

Esta estructura se presenta en tres partes o apartados relacionados entre sí construyendo el discurso, las cuales son: introducción, nudo y desenlace.

 

En la introducción es donde se presenta a los personajes y sus propósitos, se plantea la pregunta dramática para captarla atención del lector e introducirlo hacia el nudo.

 

A esta introducción le acompaña un problema/obstáculo que el personaje principal tiene que tratar de resolver en la siguiente parte. 

 

En el texto, esta primera parte o apartado 

comprende las líneas 1 a 5 (desde “ Ante la ley hay” hasta “no por ahora.”).

Para el estudio se ha empleado la traducción del texto de Kafka que figura en la siguiente página virtual :  Biblioteca digital Ciudad Seva,http://www.ciudadseva.com/bibcuent.htm [Fecha de consulta: 10 de abril de 2014].

También se han consultado los datos biográficos del estudio preliminar que incluye la edición en castellano: KAFKA, Franz. (1999),  La metamorfosis y otros cuentos, Madrid, Edicomunicación S.A. pp 5-22.

 

Se nos presenta al guardián y al campesino como personajes del cuento y nos deja con la incertidumbre de si el guardián, en algún momento, dejará entrar en la Ley al campesino.

 

A la introducción le sigue el nudo que desarrolla el problema y nos muestra al protagonista en el trance de superar el 

obstáculo. 

 

En este intento el protagonista irá superando poco a poco algunos retos y fracasando en otros que, finalmente, le llevarán a conseguir o no su objeto de deseo.

 

Evidentemente, este intento por superar el obstáculo, se desarrollará poco a poco, ya que de no ser así, el cuento acabaría enseguida.

 

En el texto, este apartado comprende las líneas 6 a 28 (desde “La puerta que da a la Ley”  hasta “poco tiempo de vida.”) donde podemos observar los fallidos intentos del campesino por acceder a la Ley, así como la firmeza del guardián en su postura de no dejarlo pasar.

 

La incansable espera del campesino ante la puerta acabará por alargarse hasta su vejez.

 

Finalmente, como última y tercera parte de la estructura, está el desenlace.

 

En el desenlace las tensiones del nudo alcanzan su punto más álgido hasta llegar a un resultado, positivo o negativo, de las acciones llevadas a cabo por el protagonista.

 

Este momento de máxima tensión narrativa recibe el nombre de clímax. Es el fin de la intriga, la culminación de la trama.

 

En el cuento, esta última parte o apartado comprende las líneas 28 a 38 (desde “Antes de morir”  hasta  “Ahora voy a cerrarla.”)

 

Después de tan larga espera, el protagonista no accede a la Ley. El guardián cierra la puerta y condena a un campesino a punto de morir.

 

En este cuento, como puede suceder en algunos otros, carece de anticlímax (parte dedicada a aliviar la tensión del clímax generando una vuelta a la calme en el lector).

 

Parece ser que el autor buscaba acabar la historia de una manera brusca y dramática.

 

Como en todas sus obras, Kafka nos presenta una narración que gira entorno a los elementos nucleares de su universo literario: el absurdo, la burocracia, la impotencia ante el poder y la angustia vital.

 

En Ante la ley  nos encontramos con una parábola acerca de los mecanismos sutiles de la coacción jurídica y su impacto en el individuo.

 

El estilo de la narración contribuye en la generación de un espacio y una atmósfera particulares que desde el principio rompen con cualquier intento de verso, similitud realista y nos introducen en el mundo fantástico de Kafka.

 

Las dos primeras frases del cuento constituyen un ejemplo perfecto de esta técnica Kafkiana:

 

 Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entrar en la Ley.

 

Prescindiendo de todo florilegio prosopográfico, el autor nos presenta los elementos de la historia de una manera escueta pero efectiva:  ordenándolos de 

manera jerárquica  (Ley-Guardián-Campesino); introduciendo la atmósfera de extrañamiento nada más empezar con una prosopopeya sobre la Ley; y finalmente prefigurando la pregunta dramática que recorrerá toda la narración (¿será capaz el campesino de cruzar la puerta?).

 

La sencillez del vocabulario, la construcción llana de las oraciones y la brevedad de la narración confieren al texto de Kafka un tono de parábola bíblica o fábula alegórica.

 

Sin embargo, esta sencillez no debe engañar al lector, ya que el texto está cargado de símbolos y alegorías que apuntan hacia la temática central del cuento: el poder de la Ley.

 

De entre estos elementos configuradores cabría destacar el espacio, el tiempo, los personajes y el objeto de deseo.

 

El espacio de la narración se presenta, desde un primer momento, como un lugar extraño más propio del mito que del cuento realista.

 

A medida que avanza la historia se va convirtiendo en un locus terribilis  en el cual se juntan la angustia de la espera y el absurdo de la situación.

 

La combinación magistral de elementos opuestos refuerza esta sensación de malestar: por un lado Kafka nos describe una edificación de enormes medidas y por otro limita toda la acción del cuento al portal de la construcción; la grandeza e imponencia del guardián contrasta con la pasividad y pequeñez del campesino que se ve todavía más disminuido cuando se sienta a esperar en el escabel.

 

Todo este juego de proporciones bosqueja los contornos de una atmósfera extrañada tan propia de las obras del autor.

 

Al igual que el espacio, el tiempo y el ritmo narrativo son manipulados al servicio del tono fantástico del cuento.

 

Cabría destacar aquí el cambio vertiginoso de ritmo que se produce en el octavo párrafo donde el autor, a base de elipsis y el uso de la frase corta, acelera el paso del tiempo de la historia hasta situarnos en los momentos cercanos a su muerte.

 

Como señala Mieke Bal, esta técnica narrativa suele ser empleada en la fábula y la narración breve para producir una distinción entre un tiempo de crisis  (en el cual en un breve lapso se condensan acciones significativas para el desarrollo de la acción narrativa) y un tiempo de desarrollo  (que viene, normalmente, a detallar consecuencias que se desprenden de la crisis).

 

Sin embargo, contrariamente a lo habitual en la narración, Kafka dedica una mayor extensión del cuento para narrar el momento de la crisis que para contar el momento del desarrollo.

 

Esta disociación de proporciones contribuye a sumergir al lector en la atmósfera extrañada y angustiosa que el escritor busca evocar.

 

En el caso de los personajes, el autor aprovecha cada detalle para situar a los dos en los extremos opuestos del objeto de deseo: la Ley.

 

La separación queda plasmada a través de una cualidad fundamental en el universo kafkiano: la autoridad.

 

Esta autoridad se manifiesta de manera sutil a través del gesto, la voluntad y los objetos connotativos de poder o sumisión.

 

Su distribución es siempre asimétrico puesto que necesita de dos polos opuestos para su existencia: el dominador y el dominado.

 

En el cuento Kafka nos sitúa ante dos personajes que encarnan cada uno de estos aspectos: el guardián y el campesino.

 

El guardián es un personaje imperioso acostumbrado a dar órdenes y seguro de sí mismo.

 

Puede permitirse cierta condescendencia (como podemos comprobar en las líneas 6-8, 21 y 31-32) e incluso proponer el desafío de su autoridad (líneas 9-11) porque se sabe investido de un dominio que el campesino respeta y hasta teme. 

 

Como hemos indicado, su aparición no viene precedida de una descripción física sino que se nos muestra de pie “Ante la ley” (línea 1) y recibiendo la solicitud del campesino  (línea2).

 

Esta manera ostensiva de caracterizar al guardián recorre toda la narración y realza su dominio sobre la situación.

 

Otras dos estrategias narrativas contribuyen a la hora de fijar la autoridad sobre el campesino.

 

En primer lugar, el diálogo en el cuento impone una jerarquía de importancia similar al orden de aparición; el estilo directo es acaparado por el guardián durante una gran 

porción del texto (líneas 5, 9,11, 21 y 34) y en cada intervención se nos transmite un aire de seguridad e indiferencia.

 

Solo en el desenlace cede Kafka la palabra al campesino y su intervención no hace más que precipitar la condena.

 

En segundo lugar, cabe destacar la representación que se hace el campesino del guardián (líneas 13-15).

 

Esta descripción prosopográfica se introduce en un punto muy posterior a la aparición del guardián y no tiene como objetivo presentar personaje sino describirnos el impacto que tiene la imagen del guardián.

 

Es esta percepción la que acaba anulando la voluntad del campesino y a aceptar su lugar en la jerarquía.

 

En contraposición al guardián, al protagonista de la historia le corresponden las cualidades de la sumisión y la debilidad.

 

Provisto de unas ideas ingenuas (“la Ley debería ser accesible a todos” línea 12), el campesino jamás cuestiona el dominio que el

guardián ejerce sobre él.

 

Ante el temor a la represalia se somete a su condición y se sitúa en el lugar que le corresponde al aceptar el objeto simbólico de su pequeñez: el escabel  que le entrega el guardián (línea 14).

 

Sin embargo, su deseo por entrar en la Ley le lleva a realizar el esfuerzo absurdo de esperar toda una vida delante de la puerta.

 

Los intentos por superar su obstáculo (el soborno y la adulación, líneas 19-20 y 25-26) más que acercarlo a la Ley, ahondan en su estado de sumisión ante el guardián.

 

El campesino representa, por tanto, el extremo necesario pero desagradable de poder: la parte que ha de aceptar con docilidad el dominio para que el mecanismo de la autoridad funcione.

 

El cuarto elemento de la narración es, quizás, el más interesante puesto que constituye el eje central en torno al cual gira la acción y, a la vez, es el que menos presencia tiene en el relato. 

 

La Ley solo aparece en el cuento como 

palabra y como objeto de deseo, nunca como presencia real y tangible; pero a pesar de esta ausencia, o tal vez gracias a ella, su fuerza es palpable en todo el texto.

 

Sus cualidades (el silencio y la invisibilidad) obligan al lector a inferir su naturaleza a través de manifestaciones secundarias como son el aura de autoridad del guardián, la actitud pusilánime del campesino o la grandeza del edificio.

 

A través de esta elipsis genial, Kafka vacía completamente el significado ordinario de la palabra Ley y lo convierte en continente de una metáfora acerca del poder absurdo que la burocracia ha alcanzado en nuestra sociedad.

 

A pesar del desenlace trágico de la historia, Kafka arroja un rayo de esperanza para las personas que vivimos en el mundo moderno.

 

La frase del guardián “esta entrada solamente era para ti” (línea 39) se convierte en la condena final del campesino pero también puede interpretarse como una advertencia al lector: el poder que la Ley y los guardianes poseen surge de una aceptación.

 

Somos nosotros quienes decidimos someternos ante la autoridad, somos nosotros quienes les concedemos su fuerza y somos nosotros quienes dejamos que nos venzan sin levantar un dedo.

 

Si realmente queremos ser dueños de nuestro destino, si realmente queremos dictar nuestras propias normas, debemos tener el coraje suficiente para ponernos en pie, dar el paso y, finalmente, cruzar la puerta.

 

La lectura del cuento de Kafka puede despertar en nosotros una serie de reflexiones interesantes puesto que lo podemos relacionar con vivencias relacionadas con la burocracia o las colas que hacemos para realizar alguna gestión.

 

Cuando nos encontramos con un final sorprendente como el de Kafka esta situación de ambigüedad se multiplica. En el texto “Ante la ley” el campesino no consigue la puerta, pero, nos queda una incertidumbre:

 

¿Qué hay detrás? 


 

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