Franz Kafka nació el 3 de Julio de 1883 en Praga. De niño era
tímido y discreto, intentaba pasar desapercibido, por lo que era una persona
que se encerraba en sí misma.
Trabajó en una Compañía de Seguros de Accidentes Laborales hasta
dos años antes de morir y por las noches escribía.
Estaba obsesionado por amortizar el tiempo lo
máximo posible, por ello empezó a padecer de
insomnio y agotamiento nervioso.
Murió a causa de la tuberculosis en el año 1924. Poco antes
de morir le pidió a su amigo Max Brod, que destruyera todos sus manuscritos,
cartas, cuentos, diarios, relatos… pero al contrario de lo que deseaba el
difunto Kafka este editó su obra y la propagó hasta hacerla famosa.
Entre sus obras está América, El proceso,
El castillo y su obra más conocida, La metamorfosis,
publicada en 1915. Varias de estas obras han sido llevadas al cine y al teatro.
El texto que vamos a analizar a continuación, Ante la ley,
fue publicado por primera vez en 1916 en una recopilación de cuentos cortos titulada
Un médico rural.
Aunque no lo parezca, la mayoría de las veces, un texto
literario posee un orden, es decir, está formado por unas partes secuenciadas y
relacionadas entre sí.
Estas partes ordenadas que componen el texto conforman su
estructura.
En nuestro caso, se pueden distinguir claramente tres partes o
apartados.
Como ya se ha mencionado anteriormente, nuestro texto es un
cuento y, como cuento que es, posee una estructura lineal y cronológica.
Esta estructura se presenta en tres partes o apartados relacionados
entre sí construyendo el discurso, las cuales son: introducción, nudo
y desenlace.
En la introducción es donde se presenta a los personajes y sus
propósitos, se plantea la pregunta dramática para captarla atención del lector e introducirlo hacia el
nudo.
A esta introducción le acompaña un problema/obstáculo que el
personaje principal tiene que tratar de resolver en la siguiente parte.
En el texto, esta primera parte o apartado
comprende las líneas 1 a 5 (desde “ Ante la ley hay”
hasta “no por ahora.”).
Para
el estudio se ha empleado la traducción del texto de Kafka que figura en la siguiente
página virtual : Biblioteca digital Ciudad Seva,http://www.ciudadseva.com/bibcuent.htm [Fecha de consulta: 10 de abril de
2014].
También
se han consultado los datos biográficos del estudio preliminar que incluye la edición
en castellano: KAFKA, Franz. (1999), La metamorfosis y otros cuentos,
Madrid, Edicomunicación S.A. pp 5-22.
Se nos presenta al guardián y al campesino como personajes del
cuento y nos deja con la incertidumbre de si el guardián, en algún
momento, dejará entrar en la Ley al campesino.
A la introducción le sigue el nudo que desarrolla el problema y
nos muestra al protagonista en el trance de superar el
obstáculo.
En este intento el protagonista irá superando
poco a poco algunos retos y fracasando en otros que, finalmente, le llevarán a conseguir
o no su objeto de deseo.
Evidentemente, este intento por superar el obstáculo, se
desarrollará poco a poco, ya que de no ser así, el cuento acabaría enseguida.
En el texto, este apartado comprende las líneas 6 a 28 (desde “La
puerta que da a la Ley” hasta “poco tiempo de vida.”) donde
podemos observar los fallidos intentos del campesino por acceder a la Ley, así
como la firmeza del guardián en su postura de no dejarlo pasar.
La incansable espera del campesino ante la puerta acabará por alargarse
hasta su vejez.
Finalmente, como última y tercera parte de la estructura, está
el desenlace.
En el desenlace las tensiones del nudo alcanzan su punto más
álgido hasta llegar a un resultado, positivo o negativo, de las acciones
llevadas a cabo por el protagonista.
Este momento de máxima tensión narrativa recibe el nombre de
clímax. Es el fin de la intriga, la culminación de la trama.
En el cuento, esta última parte o apartado comprende las líneas
28 a 38 (desde “Antes de morir” hasta “Ahora voy a
cerrarla.”)
Después de tan larga espera, el protagonista no accede
a la Ley. El guardián cierra la puerta y condena
a un campesino a punto de morir.
En este cuento, como puede suceder en algunos otros, carece de anticlímax
(parte dedicada a aliviar la tensión del clímax generando una vuelta a la calme
en el lector).
Parece ser que el autor buscaba acabar la historia de una
manera brusca y dramática.
Como en todas sus obras, Kafka nos presenta una narración que
gira entorno a los elementos nucleares de su universo literario: el absurdo, la
burocracia, la impotencia ante el poder y la angustia vital.
En Ante la ley nos encontramos con una
parábola acerca de los mecanismos sutiles de la coacción jurídica y su
impacto en el individuo.
El estilo de la narración contribuye en la generación de un
espacio y una atmósfera particulares que desde el principio rompen con
cualquier intento de verso, similitud realista y nos introducen en el mundo
fantástico de Kafka.
Las dos primeras frases del cuento constituyen un ejemplo
perfecto de esta técnica Kafkiana:
“ Ante la ley hay un guardián. Un campesino
se presenta frente a
este guardián y solicita que le permita entrar en la Ley
”.
Prescindiendo de todo florilegio prosopográfico, el autor
nos presenta los elementos de la historia de una manera escueta pero efectiva:
ordenándolos de
manera jerárquica (Ley-Guardián-Campesino); introduciendo
la atmósfera de extrañamiento nada más empezar con una prosopopeya sobre la
Ley; y finalmente prefigurando la pregunta dramática que recorrerá toda la narración
(¿será capaz el campesino de cruzar la puerta?).
La sencillez del vocabulario, la construcción llana de las
oraciones y la brevedad de la narración confieren al texto de Kafka un tono de
parábola bíblica o fábula alegórica.
Sin embargo, esta sencillez no debe engañar al lector, ya que el
texto está cargado de símbolos y alegorías que apuntan hacia la temática
central del cuento: el poder de la Ley.
De entre estos elementos configuradores
cabría destacar el espacio, el tiempo, los personajes y el
objeto de deseo.
El espacio de la narración se presenta, desde un primer momento,
como un lugar extraño más propio del mito que del cuento realista.
A medida que avanza la historia se va convirtiendo en un locus
terribilis en el cual se juntan la angustia de la espera y el absurdo
de la situación.
La combinación magistral de elementos opuestos refuerza esta sensación
de malestar: por un lado Kafka nos describe una edificación de enormes medidas
y por otro limita toda la acción del cuento al portal de la construcción; la grandeza
e imponencia del guardián contrasta con la pasividad y pequeñez del campesino
que se ve todavía más disminuido cuando se sienta a esperar en el escabel.
Todo este juego de proporciones bosqueja los contornos de una
atmósfera extrañada tan propia de las obras del autor.
Al igual que el espacio, el tiempo y el ritmo narrativo son
manipulados al servicio del tono fantástico del cuento.
Cabría destacar aquí el cambio vertiginoso de ritmo que se
produce en el octavo párrafo donde el autor, a base de elipsis y
el uso de la frase corta, acelera el paso del tiempo de la historia hasta
situarnos en los momentos cercanos a su muerte.
Como señala Mieke Bal, esta técnica narrativa suele ser empleada
en la fábula y la narración breve para producir una distinción entre un tiempo de
crisis (en el cual en un breve lapso se condensan acciones
significativas para el desarrollo de la acción narrativa) y un tiempo de desarrollo
(que viene, normalmente, a detallar consecuencias que se desprenden
de la crisis).
Sin embargo, contrariamente a lo habitual en la narración, Kafka
dedica una mayor extensión del cuento para narrar el momento de la crisis que
para contar el momento del desarrollo.
Esta disociación de proporciones contribuye a sumergir
al lector en la atmósfera extrañada y angustiosa que el escritor
busca evocar.
En el caso de los personajes, el autor aprovecha cada detalle
para situar a los dos en los extremos opuestos del objeto de deseo: la Ley.
La separación queda plasmada a través de una cualidad
fundamental en el universo kafkiano: la autoridad.
Esta autoridad se manifiesta de manera sutil a través del gesto,
la voluntad y los objetos connotativos de poder o sumisión.
Su distribución es siempre asimétrico puesto que necesita de
dos polos opuestos para su existencia: el dominador y el
dominado.
En el cuento Kafka nos sitúa ante dos personajes que
encarnan cada uno de estos aspectos: el guardián y el campesino.
El guardián es un personaje imperioso acostumbrado a dar órdenes
y seguro de sí mismo.
Puede permitirse cierta condescendencia (como podemos comprobar
en las líneas 6-8, 21 y 31-32) e incluso proponer el desafío de su autoridad
(líneas 9-11) porque se sabe investido de un dominio que el campesino respeta y
hasta teme.
Como hemos indicado, su aparición no viene precedida de una
descripción física sino que se nos muestra de pie “Ante la ley” (línea 1) y
recibiendo la solicitud del campesino (línea2).
Esta manera ostensiva de caracterizar al guardián recorre toda
la narración y realza su dominio sobre la situación.
Otras dos estrategias narrativas contribuyen a la hora de fijar
la autoridad sobre el campesino.
En primer lugar, el diálogo en el cuento impone una jerarquía de
importancia similar al orden de aparición; el estilo directo es
acaparado por el guardián durante una gran
porción del texto (líneas 5, 9,11, 21 y 34) y en cada
intervención se nos transmite un aire de seguridad e indiferencia.
Solo en el desenlace cede Kafka la palabra al campesino y su
intervención no hace más que precipitar la condena.
En segundo lugar, cabe destacar la representación que se hace el
campesino del guardián (líneas 13-15).
Esta descripción prosopográfica se introduce en un punto muy
posterior a la aparición del guardián y no tiene como objetivo presentar
personaje sino describirnos el impacto que tiene la imagen del guardián.
Es esta percepción la que acaba anulando la voluntad del
campesino y a aceptar su lugar en la jerarquía.
En contraposición al guardián, al protagonista de la historia le
corresponden las cualidades de la sumisión y la debilidad.
Provisto de unas ideas ingenuas (“la Ley debería ser accesible a
todos” línea 12), el campesino jamás cuestiona el dominio que el
guardián ejerce sobre él.
Ante el temor a la represalia se somete a su condición y se sitúa
en el lugar que le corresponde al aceptar el objeto simbólico de su pequeñez:
el escabel que le entrega el guardián (línea 14).
Sin embargo, su deseo por entrar en la Ley le lleva a realizar
el esfuerzo absurdo de esperar toda una vida delante de la puerta.
Los intentos por superar su obstáculo (el soborno y la
adulación, líneas 19-20 y 25-26) más que acercarlo a la Ley, ahondan en su
estado de sumisión ante el guardián.
El campesino representa, por tanto, el extremo necesario pero
desagradable de poder: la parte que ha de aceptar con docilidad
el dominio para que el mecanismo de la autoridad funcione.
El cuarto elemento de la narración es, quizás, el más
interesante puesto que constituye el eje central en torno al
cual gira la acción y, a la vez, es el que menos presencia tiene en el relato.
La Ley solo aparece en el cuento como
palabra y como objeto de deseo, nunca como presencia
real y tangible; pero a pesar de esta ausencia, o tal vez gracias a ella, su
fuerza es palpable en todo el texto.
Sus cualidades (el silencio y la invisibilidad) obligan al
lector a inferir su naturaleza a través de manifestaciones secundarias como son
el aura de autoridad del guardián, la actitud pusilánime del campesino o la
grandeza del edificio.
A través de esta elipsis genial, Kafka vacía completamente el
significado ordinario de la palabra Ley y lo convierte en continente de una
metáfora acerca del poder absurdo que la burocracia ha alcanzado en nuestra sociedad.
A pesar del desenlace trágico de la historia, Kafka arroja un
rayo de esperanza para las personas que vivimos en el mundo moderno.
La frase del guardián “esta entrada solamente era para ti”
(línea 39) se convierte en la condena final del campesino pero también puede
interpretarse como una advertencia al lector: el poder que la Ley y los guardianes
poseen surge de una aceptación.
Somos nosotros quienes decidimos someternos ante la autoridad,
somos nosotros quienes les concedemos su fuerza y somos nosotros quienes
dejamos que nos venzan sin levantar un dedo.
Si realmente queremos ser dueños de nuestro destino, si
realmente queremos dictar nuestras propias normas, debemos tener el coraje
suficiente para ponernos en pie, dar el paso y, finalmente, cruzar la puerta.
La lectura del cuento de Kafka puede despertar en nosotros una
serie de reflexiones interesantes puesto que lo podemos relacionar con
vivencias relacionadas con la burocracia o las colas que hacemos para realizar
alguna gestión.
Cuando nos encontramos con un final sorprendente
como el de Kafka esta situación de ambigüedad se multiplica. En el texto “Ante
la ley” el campesino no consigue la puerta, pero, nos queda una incertidumbre:
¿Qué hay detrás?
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