EL TRABAJO HUMANO
CONCEPTO Y VALORACIÓN
"Ganarás el pan con el sudor de tu frente" El conocido precepto bíblico nos recuerda que
en la antigüedad el trabajo era considerado como un castigo.
Es por ello que el origen etimológico de las palabras que en los
distintos idiomas identifican al trabajo, generalmente tienen significados
vinculados con situaciones penosas.
Así nuestro vocablo castellano: "trabajo", (del mismo
origen del italiano, "trabaglio"; del portugués "trabalho"
y del francés "travail"), significa etimológicamente: obstaculizar,
trabar.
Algunos filólogos lo vinculan con el "tripalium"
latino, que era una especie de yugo y también elemento de tortura.
Hoy, sin embargo, se ha
revalorizado la función del trabajo.
Se sostiene que "es
un bien escaso", que tiene contenidos económicos, espirituales y sociales,
porque posibilita, no sólo el acceso a los bienes y la creación de nuevos
bienes sino que promueve el desarrollo integral del individuo y de la
comunidad.
En nuestra época el castigo de la divinidad consiste en la privación
del trabajo, con su secuela de miseria, desarraigo, pérdida de identidad y
valoración del individuo, aislamiento familiar y social, etc.
Por algo Lord William Beveridge calificó al desempleo como uno
de los "jinetes del apocalipsis".
Guillermo Cabanellas dice que
"puede entenderse por trabajo
el esfuerzo humano, sea físico, intelectual o
mixto, aplicado a la producción u obtención de la riqueza".
Preferimos la simple,
pero fascinante, definición que trae la Ley de Contrato de Trabajo en su
artículo 4º, cuando expresa:
“”"El contrato de trabajo tiene como principal objeto la
actividad productiva y creadora del hombre en sí.
“””Sólo después ha de entenderse que media entre
las partes una relación de intercambio y un fin
económico..."
Dice Juan Carlos Fernández Madrid que esta es una norma rectora
que da primacía a la persona humana y a su realización.
Probablemente -según nuestro
criterio- esta sea
la norma legal
más importante establecida en el derecho
laboral argentino; implica, sencillamente, el triunfo de la dignidad humana
sobre las cosas, sobre los meros aspectos económicos.
EL TRABAJO COMO
DERECHO Y DEBER SOCIAL
Según señala Guillermo Cabanellas (*), el dogmatismo
liberal de la Revolución
Francesa condujo en un aspecto más, de la libertad absoluta
reconocida al hombre, a que el trabajo fuera un derecho
individual, tanto en su aspecto positivo (dedicación de la actividad personal a
la profesión
elegida) como en el negativo de no desempeñar ocupación alguna.
Con distinta motivación, apoyándose unos en el Derecho Natural y
basándose otros en la forzosa cooperación que la vida social impone, se establece
que el trabajo
es también, y ante todo, una
obligación socialmente exigible.
Así, el trabajo deja de
constituir el medio natural y optativo para ganar el sustento diario o para
mejorar la posición de cada cual, y se convierte en obligatorio hasta para los
poseedores de medios de fortuna bastantes importantes como para no preocuparse
por el pan de cada día; y esto, por el deber
de contribuir a la mayor riqueza
y bienestar general.
En este sentido se
declara que, si el trabajo es precepto impuesto al hombre por la naturaleza, su
cumplimiento será exigible en justicia, porque la voz del deber requiere
desenvolver las facultades físicas y espirituales conforme a la estructura
orgánica y al ser moral.
Aún sin alcanzar el grado
de coerción que torna
ineludible el trabajo
por movilización bélica, imperativos de la economía nacional, prestaciones estatales o municipales
con carácter de impuesto
o penas que
se traducen en trabajos, forzosos o
forzados, el trabajo se ha erigido genéricamente en obligación de carácter social para
todos los habitantes
del país en condiciones físicas de
prestar servicios útiles.
LA DIGNIDAD DEL TRABAJO
Siguiendo al mismo autor (Cabanellas) recordamos que el trabajo
fue denigrado en la sociedad
antigua y medieval, habiéndose reducido su apreciación
al enfoque económico de una mercancía.
Fue la Doctrina Social de la Iglesia, iniciada por León
XIII en 1891
(aunque es consecuencia
de antiguas tradiciones cristianas) la que revalorizó el trabajo
señalando en su Encíclica Rerum Novarum que:
“”"El trabajo común según el testimonio
de la razón
y de la filosofía
cristiana, lejos de ser un motivo de vergüenza hace honor al hombre, porque le
proporciona un medio noble de sustentar su vida"””.
En los tiempos modernos
se alza un coro de alabanzas al trabajo, entre las voces más notorias preciso
es recordar a Juan Bautista Alberdi (considerado un visionario del Derecho del
Trabajo, al punto de que la Universidad de Tucumán ha puesto su nombre al
Instituto de Derecho Laboral)
quien decía
“”"La tierra es la madre; el hombre es el padre de la
riqueza. En la maternidad de la riqueza no hay generación espontánea. No hay
producción de riqueza si la tierra no es fecundada por el hombre. Trabajar es fecundar.
El trabajo es la vida, es el goce, es la felicidad del hombre. No es un
castigo... Trabajar es crear, producir, multiplicarse en las obras de su
hechura: nada puede haber más plácido y lisonjero para una naturaleza
elevada"””.
¡Qué contraste de estas expresiones con las del filósofo inglés
John Locke quien decía
“”"Cuando la mano se emplea para manejar el arado y la
azada, la cabeza raramente se eleva a ideas sublimes...””" (The reasobleness
of Christianity)
DOCTRINAS POLÍTICAS
El análisis de las ideologías que han dominado (y dominan) al
mundo nunca ha sido desapasionado.
Aún aquellos que han anunciado "la muerte de las
ideologías" (Francis Fukuyama: “The End of History and the Last Man”), revelaron con tal
anuncio su propia
ideología y reavivaron
las llamas de quienes sienten que el
hombre debe alimentar el fuego de los grandes ideales.
Creemos que negar las ideologías es como desconocer la existencia del amor:
no lo podemos
palpar, pero existe.
Pero las ideologías, como
toda obra humana, no son perfectas, debemos rescatar de ellas sus aspectos
positivos y desechar sus lacras.
Todas las ideologías han sido
utilizadas por seres
despreciables: dictadores (comunismo y
socialismo), genocidas (corporativismo), terroristas (anarquismo), corruptos e insensibles
(liberalismo); pero ello
no debe cegarnos
en advertir que todas
ellas, han tenido
algún aspecto beneficioso para la
humanidad y que han
sido inspiradas por hombres
que pretendían un mundo
mejor.
LIBERALISMO
No hay duda que la Revolución Francesa, al margen de la
gravitación del pensamiento de la Ilustración fue la respuesta coherente a una
suerte de tensión que la sociedad europea venía experimentando desde el ocaso
del absolutismo monárquico que no se resignaba a compartir el poder ni a hacer
prudentes concesiones a las ascendentes clases burguesas.
Coincide la Revolución Francesa, cronológicamente, con el nacimiento de la Revolución Industrial, de
allí su profunda repercusión en el ámbito de las relaciones laborales.
El liberalismo surgido a
consecuencia del triunfo de la Revolución Francesa, implanta el principio
fundamental de la libertad de trabajo, garantizando la autonomía de la voluntad
de los contratantes en la celebración del contrato de trabajo.
Las consecuencias del liberalismo en materia social son harto
conocidas.
Privados los trabajadores de una legislación protectora y proscripto el derecho
de Asociación profesional por la ley Le Chapelier, los trabajadores
se vieron sometidos
a condiciones inhumanas de trabajo, porque a causa del
abstencionismo estatal, quedaron librados a sus propias fuerzas para contratar
condiciones dignas de trabajo.
El Estado, influido por el liberalismo de la Revolución
Francesa, organizado para proteger los intereses de la burguesía capitalista,
se "abstenía" de intervenir en las relaciones de patrones y obreros,
dejando que se las arreglaran de acuerdo al libre juego de sus conveniencias
recíprocas.
El liberalismo económico
asimiló el trabajo humano a una mercancía y, por consiguiente el precio de ésta
quedó sometido a los vaivenes de la
conocida ley de la oferta y la demanda.
Consecuentemente, en la práctica, la aplicación de la
explotación del hombre por el hombre, con todas sus nefastas consecuencias
sociales.
SOCIALISMO
Según señalaba La Tour du
Pin (Hacia un orden social
Cristiano)
“”"El liberalismo ha
engendrado al socialismo
como consecuencia ineludible de sus doctrinas y reacción
obligada de sus prácticas"””.
El socialismo ha atravesado
distintas etapas, iniciándose con la fase utópica de Tomas Moro y Campanella,
siguiendo un período romántico con Saint Simon, Fourier y Proudhon, avanzando
con la científica de Marx y Engels para culminar
con la etapa
revisionista o parlamentaria
de Bernstein, Lasalle y Mac Donald.
En su esencia
la ideología socialista postula para la
solución de los problemas
sociales, la abolición de la propiedad privada, la socialización de los medios
de producción capitalista y el trabajo
obligatorio para todos.
COMUNISMO
En una noción amplia se entiende por comunismo la doctrina
social y política basada en la comunidad
general de bienes y el movimiento de
masas que propugna la abolición de la propiedad privada y la instauración
de la "dictadura del proletariado".
En los hechos el comunismo accedió al poder con la Revolución
Rusa de Octubre de 1917, (años más tarde en China) la
que para consolidarse
desestimó el ejercicio
de la democracia
instaurándose una burocracia que aterrorizó a la mayor parte de la población.
Los comunistas nunca pudieron
explicar las bondades
de su "paraíso" frente al muro de Berlín. Sin embargo, la caída del
muro no debe verse sólo como el fracaso del comunismo, sino también como fruto
de la convergencia de los sistemas ya que el Capitalismo evidentemente se
humanizó y se "socializó" en el curso de este siglo.
ANARQUISMO
El anarquismo coincide con el comunismo en la idea de la
supresión de la propiedad privada, pero se diferencian en que el anarquismo
propone también las supresión violenta del Estado, propugnando un régimen libre
donde no haya leyes ni autoridades.
El nuevo régimen sería comunista-libertario, no autoritario como
el soviético.
El anarquismo tuvo como
representantes más destacados
a dos nobles
rusos: el príncipe
Kropotkine ("rebelaos contra todas
las leyes") y
Bakounine ("la libertad es el fin supremo
de todo desarrollo
humano"), ambos hombres de ciencia.
El anarquismo tuvo una
influencia poderosa en el movimiento
obrero entre 1870 y 1930, luego comenzó a declinar hasta su práctica desaparición
en la actualidad.
CORPORATIVISMO
Dice Deveali que es interesante señalar los elementos
tan dispares que coexisten en el fascismo; su doctrina
política es de negación
de la democracia, de exaltado nacionalismo, y su dictadura
representa una forma de Estado totalitario
y autoritario, sin embargo
su doctrina social a
través del derecho corporativo permitía a los trabajadores por medio de sus
organizaciones sindicales una amplia participación en la política económica y social.
Incluso el régimen de Mussolini estableció en abril
de 1927 la "Carta del Lavoro"
(Carta del Trabajo) que establecía una amplia gama de derechos en favor de los
trabajadores.
El fascismo instituyó una organización del trabajo basada en la
existencia de sindicatos únicos por profesión, sometidos a un estricto control
del Estado, al punto de ser consideradas entidades de derecho
público.
El sindicato no sólo perseguía
fines económicos sino culturales y patrióticos.
Los sindicatos se agrupaban en 4 confederaciones que abarcaban
todas las actividades económico-sociales del país, que integraban organismos
mixtos con otras 4 confederaciones empresarias.
Esta conjunción daba lugar a las corporaciones, cuyo consejo
nacional era algo así como el estado mayor de la economía italiana.
El nazismo adoptó varias
de las ideas del corporativismo pero se diferenció fundamentalmente por su pensamiento anticristiano y racista.
Ambos regímenes cayeron estrepitosamente con su derrota en la
Segunda Guerra Mundial, aunque varios países imitaron tanto la estructura laboral
como el sistema dictatorial (Portugal de Antonio Salazar, España del "Generalísimo"
Franco).
Cabe acotar que Juan Domingo Perón también se manifestó
simpatizante del fascismo, y de hecho el “modelo sindical argentino” es
–indudablemente- tributario de esa ideología.
NEO-LIBERALISMO
Como directa consecuencia de la crisis energética que en la
década de los "70” afecta seriamente las economías de los países
industrializados, resurgen las ideologías que culpan
a la intervención
del Estado como
causante de todos los males al “alterar morbosamente las leyes del mercado”.
Esas ideologías tienen su correlato en el ámbito laboral en las
ideas de "flexibilización" que más adelante analizaremos.
En 1962 la Universidad de
Chicago publicó la obra "Capitalismo y Libertad" que
junto con "Libertad de Elegir" conforman un poco la
"biblia" de este nuevo dogma. Su
autor Milton Friedman,
en colaboración con su esposa
Rose, fue galardonado, en 1976, con el Premio Novel en Materia Económica.
Friedman formula una reivindicación
expresa de Adam
Smith y una encendida
crítica al Estado
de Bienestar propulsado por el presidente norteamericano Franklin Delano
Roosevelt.
En el ámbito de las relaciones laborales Friedman sostiene que el secreto del crecimiento
de la clase
obrera en Estos Unidos
obedece a la vigencia del mercado
libre, formulando una encendida
crítica a las asociaciones sindicales (en especial a las que nuclean a los médico).
Con una especie
de efecto "dominó"
los distintos países han
ido abandonando distintas funciones del
Estado en el entendimiento de que la mayoría de ellas resultarán más
eficientemente administrada en manos privadas.
Este es indudablemente un tema polémico, sobre el que -a la luz
de la experiencia argentina- cada uno debe tener su comprometida
opinión.
NEO-CORPORATIVISMO
En algún viaje al extranjero nos sorprendieron los profesores
italianos que hacían referencia constante y no peyorativa al "neo-corporativismo".
Luego de hacerles notar nuestra sorpresa entendimos que para
ellos tal palabra no contiene una carga
emotiva o peyorativa
como en Latinoamérica.
En una oportunidad el profesor Gino Giugni (ex Ministro de Trabajo
de Italia y ex Senador por el Socialismo) nos explicó que con el término neo-corporativismo sólo se
hace referencia a los mecanismos tripartitos de negociación
y participación entre el
Estado y las organizaciones
obreras y empresarias.
La principal diferencia es que estas
organizaciones son independientes del Estado.
A diferencia del liberalismo
o del neo-liberalismo, el neo-corporativismo propugna la participación de los
actores sociales y la concertación para la elaboración de las políticas del
Estado.
Ello ha dado lugar en la mayoría de los países
de Europa a
la celebración de "Pactos
Sociales" y a la creación permanente de organismos de
concertación como el "Consejo Económico-Social".
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