JAVIER MILEI, ¿UN NUEVO SAVONAROLA?
En 1494, en la Florencia renacentista, llegó al poder Girolamo Savonarola, un fray dominicano carismático que instituyó un régimen despótico inspirado en ideas religiosas ultramontanas.
Accedió al gobierno criticando los excesos de los ricos y prometiendo combatir la corrupción de la Iglesia, algo que agradaba al pueblo, así como Milei se impuso en el balotaje con la promesa de acabar con “la casta” política y los privilegios de “los de siempre”.
En
ambos casos, fueron promesas incumplidas ya que terminaron aliándose a la flor
y nata de los que proclamaban combatir: los Médicis en Florencia y Macri,
capitán de la ‘patria contratista’ en Argentina.
Si trazamos un paralelismo entre ambas figuras políticas, podemos ver que si el
gobernante florentino, prometía la salvación eterna a cambio de
despojarse de los placeres mundanos (como las fiestas populares, la literatura,
la pintura, las ropas suntuosas, etc.), por su vez, Javier Milei, en nombre del
“dios mercado”, promete la prosperidad futura siempre que nos resignemos a
abandonar los “lujos” en el presente, tales como salir de vacaciones, ir al
cine, llenar el tanque de combustible, tener salud y transporte, etc.
En lo político, ambas figuras también se asemejan: así como
Savonarola usaba al Papa Alejandro VI como blanco de críticas
para construir y legitimar su poder, Milei (como lo hizo Macri entre
2015-2019) se vale de la figura de los Kirchner.
El hombre nacido en Ferrara, por otro lado, tenía “enemigos
menores” como los clérigos apóstatas y los nobles corruptos, así como Milei se
la carga contra los sindicalistas, los herejes populistas…. o
socialistas/comunistas y/o keynesianos, etc.
En su mesianismo teocrático extremo, Savonarola defendía que
Cristo era el Rey de Florencia y que la ciudad debía ser gobernada por
principios religiosos, contraponiendo el ascetismo religioso a la Renascenza italiana.
En su mesianismo economicista, Milei desprecia las normas de la
administración pública (que muchas veces desconoce) que rigen el funcionamiento
del Estado y propone suplantarlas por las alocadas soluciones dictadas por la
escuela austríaca de economía, que de tan radicales nunca fueron aplicadas
íntegramente en ningún país.
Para su propósito moralizador, Savonarola organizaba la ‘hoguera
de las vanidades’ en la plaza della Signoria en la que quemaba
los objetos suntuosos ofrecidos por la nobleza o decomisados por las milicias
de sus firmes seguidores.
También le cortaba la lengua a los blasfemos, creó un impuesto
para quienes llevasen una vida desordenada y una pena pesadísima para los
homosexuales.
En el mismo sentido, aunque minorado por los tiempos modernos,
el mandatario argentino destruye reputaciones con su ejército de trolls y
periodistas acólitos, corta planes sociales a los “planeros”, no entrega
medicamentos a quienes los necesitan, despide masivamente a los “parásitos” del
estado (aunque luego contrata los propios), cierra los medios públicos y, no
contento, prohíbe el uso del lenguaje inclusivo, entre otras cosas.
Como dato curioso, la prédica de Savonarola no solo ‘encantaba’
al pueblo sino también a los poderosos, cansados del poder de la Iglesia
‘corrupta’, así como la de Milei, que llega a vastos sectores populares y
medios de la sociedad pero también a un gran sector del empresariado cansado de
la ‘corrupción opresiva’ del Estado.
La "República de Savonarola" duró relativamente poco tiempo, de 1494 a 1498, cuando fue excomulgado por la iglesia, encarcelado, torturado y condenado a muerte por herejía y sedición y quemado en la piazza della Signoria por el pueblo cansado de su tiranía.
En los tiempos
modernos, en los que no se quema o ahorca a los gobernantes en plaza pública,
Javier Milei puede perecer en la “hoguera mediática” en 4 años de gobierno.
Sin embargo, lo que más los asemeja es que ni Savonarola ni Milei pretendían o pretenden gobernar administrando justicia y terciando en los conflictos de intereses, existentes en toda sociedad, como un gobernante normal haría.
En última instancia, ambos desprecian al pueblo que los llevó al poder porque están imbuidos de un mesianismo sin par, una fe ciega en sus dogmas, teocráticos uno y mercadológicos el otro, y quieren pasar a la historia como los que sacrificaron sus vidas en esa empresa.
Savonarola, a su manera, ya lo
consiguió y hoy tiene una modesta estatua en su Ferrara natal. Ojalá el
argentino no tenga tanta suerte.
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