CIEN DÍAS DE MILEI EN ARGENTINA: APENAS CRUELDAD Y TRANSGRESIÓN [20 MARZO 2024]
Pablo Stefanoni – Democracia Abierta
Tres meses de ruido y furia mientras Argentina hace equilibrio
al borde del abismo
El 10 de diciembre pasado, aniversario 40 de la recuperación de
la democracia argentina, llegaba a la Casa Rosada el economista Javier Milei,
un ‘anarco-capitalista’ que ha expresado su escepticismo sobre la democracia y
que sigue considerando al Estado una “organización criminal”.
Milei se esfuerza en mostrar que su llegada al poder no solo no
lo modera, al contrario de lo que suele ocurrir, sino que alimenta aún más sus
ansias refundacionales.
Una suerte de ‘Rebelión del Atlas’ (‘Atlas Shrugged’)
rioplatense, que recupera las imágenes de capitalismo heroico de la novela de
Ayn Rand, publicada en 1957, junto con visiones mesiánicas de la política que
lo llevan a compararse con Moisés; o a comparar a su hermana Karina con Moisés
y reservarse para sí el papel del hermano, y ‘traductor’ de Moisés, Aarón.
UN PRESIDENTE-TROL
Para Milei, la refundación nacional pasa por acabar con “100
años de colectivismo” que habrían desviado al país del destino trazado por los
liberales del siglo XIX, llevándolo a ser una enorme ‘villa miseria’.
Pasa también por acabar con la ‘casta’ política – recuperó
incluso la consigna “Que se vayan todos”, coreada en las calles durante la
rebelión social de 2001– aunque en su gobierno abunden los políticos de
carrera, incluido el ex candidato presidencial peronista Daniel Scioli, quien
en 2015 perdió por escaso margen frente al ex presidente conservador Mauricio
Macri (2015-2019) y hoy es secretario de Turismo, Ambiente y Deportes.
El deterioro económico de los últimos años, con una inflación de
más de 100% anual y el consiguiente aumento de la pobreza a más de 40%, llevó a
votantes de sectores medios y bajos a confiar en este discurso y a elegir a La
Libertad Avanza, el sello electoral de Milei, con una mezcla de hartazgo por lo
conocido y esperanza ante lo desconocido.
Al mismo tiempo, resulta difícil explicar el resultado electoral
argentino sin tener en cuenta el clima global, con el ascenso de nuevas
derechas radicales y políticos supuestamente ‘antisistema’.
Milei asumió la presidencia en una ceremonia de espaldas al
Congreso – para reafirmar su combate contra la casta –; y su reciente mensaje a
la nación con motivo de la apertura del año legislativo dejó ver su desprecio
por un Congreso en el que está en minoría y depende de la derecha de Propuesta
Republicana (Pro), el partido de Mauricio Macri, y de la oposición dialoguista,
a la que no deja de insultar.
“No hay lugar para tibios”, dijo el presidente de la Cámara de
Diputados, Martín Menem, del partido de Milei y uno de los parientes del ex presidente
neoliberal Carlos Menem (1989-1999) que integran el nuevo oficialismo.
La furia de Milei se incrementó este mes cuando una mayoría del
Senado rechazó su decreto de necesidad y urgencia (DNU) emitido en diciembre –
que deroga o modifica unas 300 leyes para desregular la economía– aunque esta
decisión no tiene efectos legales si la Cámara de Diputados no vota también el
rechazo.
El presidente reposteó un mensaje con la lista de senadores que
votaron contra el DNU y las letras HDRMP (hijos de remil puta).
También había amenazado con “mear” [orinar] a los gobernadores
tras el fracaso de su ‘ley ómnibus’ – con más de 500 artículos y poderes
especiales para el presidente – que no prosperó en la cámara baja, y se refirió
al Congreso como un “nido de ratas”.
Adicto a las redes sociales, Milei actúa como un verdadero
presidente-trol, en la estela de Donald Trump, apoyado por ejércitos de
seguidores – organizados y espontáneos – que lanzan violentas guerrillas
virtuales y ponen en circulación un léxico dirigido a descalificar a la
oposición, a menudo bajo la forma de memes.
“No la ven” (los opositores no ven la realidad), “lágrimas de
zurdos” (los izquierdistas lloran ante la pérdida de sus privilegios) o “las
fuerzas del cielo” (sobre las que se sostiene el gobierno), junto a otra gran
variedad de memes en los que Milei es presentado como un león rugiente o un
superhéroe.
Milei, profundizando su faceta mística, repite una cita del
Libro de los Macabeos que señala que, en la batalla, la victoria no depende del
número de soldados, sino de las fuerzas del cielo.
Cercano a la organización jasídica Jabad Lubavitch, a pesar de
que no es judío, suele tuitear mensajes bíblicos en hebreo para reafirmar que
no lidera un gobierno ordinario, sino una revolución que va más allá de los
límites terrenales.
GUERRA CULTURAL
Desde su salto a la política en 2021, luego de hacerse conocido
como excéntrico panelista televisivo obsesionado con John M. Keynes – nombre que
lo saca literalmente de quicio –, Milei comenzó a incorporar el lenguaje de la
‘derecha alternativa’.
Primero denunció la supuesta omnipresencia del Foro de São Paulo
– una debilitada red de partidos de izquierda de América Latina – desde
visiones complotistas, y terminó por volverse un cruzado contra el ‘marxismo
cultural’.
En ese marco denuncia el calentamiento global como un invento
socialista y vincula el ‘feminismo radical’ y el ambientalismo con un plan para
reducir la población planetaria a través del aborto y el decrecimiento.
Milei presenta sus políticas como verdaderas revanchas
antiprogresistas.
Los cierres del Instituto Nacional contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo y de la agencia de noticias estatal Télam, y los
recortes de fondos para al cine argentino y el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas se celebran como victorias contra el
marxismo cultural, que provocan “lágrimas de zurdos”.
Incluso los despidos de trabajadores son festejados por
militantes libertarios, a menudo en las puertas de las instituciones
“canceladas”.
“La crueldad está de moda”, dijo el escritor Martín Kohan. Una
crueldad mezclada con la transgresión característica de las redes sociales y de
las nuevas derechas.
También se vive de este modo el protocolo ‘anti-piquete’ – que
criminaliza los cortes de calles –, adoptado por la ministra de Seguridad,
Patricia Bullrich, quien quedó fuera del balotaje en las últimas elecciones.
“Halcón” de la derecha tradicional, que ya ocupó el mismo puesto
en el gobierno de Macri, Bullrich es una pieza clave del gobierno y ha hecho de
la mano dura, contra el delito y la protesta social, su marca de fábrica.
Si el Milei anarco-capitalista hablaba críticamente de las
‘fuerzas represivas del Estado’, el Milei presidente hace suyas las amenazas de
represión de su ministra.
La última provocación fue reemplazar, el 8 de marzo – mientras
decenas de miles de mujeres marchaban en Buenos Aires por el Día Internacional
de la Mujer –, el Salón de las Mujeres argentinas de la casa de gobierno por el
Salón de los Próceres.
Se cambió así un panteón pluralista, que incluía a mujeres de
diferentes biografías e ideologías, por retratos de próceres, todos varones,
que incluye a los tradicionales ‘padres fundadores’ con figuras como el
polémico ex presidente Menem, quien impuso un radical programa de
privatizaciones en la década de 1990 – para Milei, un prócer más.
La encargada de este cambio fue Karina Milei, hermana del
mandatario a la que él apoda ‘el Jefe’ y actual secretaria general de la
presidencia.
“Una idea de nación arcaica y excluyente… con olor a naftalina”,
resumió el reconocido historiador Roy Hora.
Frente a las críticas de misoginia, Milei responde reivindicando
a las mujeres que ocupan puestos en su gabinete: Bullrich, la canciller Diana
Mondino, la ministra Sandra Pettovello, al frente del Ministerio de Capital
Humano que absorbió las carteras de educación, trabajo, políticas sociales,
mujeres y derechos humanos, y su hermana Karina, figura central de la
administración.
También puede añadirse a la lista la vicepresidenta Victoria
Villarruel, una abogada que reivindica, o al menos justifica, a los militares
condenados por crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura
(1976-1983), pero cuyo estilo e intereses chocan permanentemente con Milei y su
entorno.
Esta batalla cultural inserta a Milei en la tribu global de los
políticos ultras.
Él cree que Occidente está en peligro porque ha abandonado las
ideas de la libertad, tal como señaló ante el Foro Económico Mundial de Davos,
al que considera un club de socialistas.
Convertido en 2013 en seguidor de la versión más radical de la
escuela austriaca de economía, la de Murray Rothbard, el mandatario argentino
se ha vuelto icono de las derechas libertarias, pero su anti-progresismo lo
conecta también con los sectores más reaccionarios.
Como tal, fue uno de los invitados a la última Conferencia de
Acción Política Conservadora (CPAC) en Estados Unidos, donde conoció a Donald
Trump sin poder ocultar su emoción.
Milei también visitó a la ultra-derechista primera ministra
italiana Giorgia Meloni – en el mismo viaje en el que intentó reconciliarse con
el papa Francisco, a quien había llamado “representante del maligno en la
Tierra” – y mantiene estrechos vínculos con la familia Bolsonaro.
Recibió además numerosos elogios de Elon Musk, con quien
comparte el odio visceral a la justicia social.
GUERRA CULTURAL
Milei hizo campaña con una motosierra para simbolizar la
reducción del gasto público que, prometió, solo afectaría a la ‘casta’.
Pero su programa de shock llegó a tal dimensión que el propio
Fondo Monetario Internacional (FMI) le recomendó no desatender a las familias
trabajadoras y a los más vulnerables, por temor a un estallido social.
En enero, la pobreza ya afectaba a más de 57% de la población,
según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica.
Más que la motosierra Milei ha utilizado la licuadora (licuación
de gastos): mantuvo sin aumentos rubros presupuestarios de 2023 con una
inflación del 20,6% en enero y del 13,2% en febrero (guarismo festejado por el
gobierno por una supuesta tendencia a la baja).
Las jubilaciones tuvieron una caída de 30% en su poder de
compra.
La reducción de las prestaciones sociales, la parálisis en la
obra pública, el corte de transferencias a las provincias y la postergación del
pago de deudas explican el superávit financiero que el gobierno festeja y que
varios economistas ven con escepticismo, sobre todo en términos de
sostenibilidad.
Estos 100 días estuvieron marcados por las tensiones con los
gobiernos provinciales, ante la negativa de la administración federal de
transferirles algunos fondos fiscales.
Pero en el caso de la provincia de Buenos Aires, la más poblada
del país y gobernada por el peronista Axel Kicillof, Milei apoyó el llamado a
una “rebelión fiscal” – en esencia, negarse a pagar impuestos – lanzado por el
diputado José Luis Espert, aliado del gobierno.
Pero la estrategia de Milei de ahogar financieramente a las
provincias para que hagan ajustes tan radicales como el estado federal, tiene
doble filo, y solo basta recordar los violentos estallidos sociales
provinciales en la década de 1990.
“Vamos Toto [Caputo, ministro de Economía]. El déficit 0 no se
negocia”, escribió Milei en la red X.
Por su parte, Caputo aseguró que “no hay antecedente mundial de
una reducción de cinco puntos de déficit en un mes, y lo que eso muestra es el
compromiso del presidente”.
Pese a que Milei considera que todo impuesto es robo y que
evadirlos debería ser un derecho humano, intenta aumentar varios de ellos, e
inclusive amplió el mal llamado impuesto a las ganancias (ingresos salariales)
que el ex ministro de Economía y candidato presidencial Sergio Massa había
reducido el año pasado, en campaña electoral.
LA ECONOMÍA SERÁ LA CLAVE
La batalla cultural sirve para cohesionar y entretener a las
bases de Milei, pero el presidente ganó la elección porque convenció al 30% del
electorado en la primera vuelta y al 55% en la segunda de que su receta sacaría
al país de la crisis y lo proyectaría hacia un promisorio futuro de libertad y
abundancia.
Y será en ese terreno donde se defina su futuro – y su capacidad
para poner en pie un bloque político-social de apoyo del que hoy carece.
La estabilidad del gobierno está dada de momento por un Partido
Justicialista aún golpeado por la derrota electoral – y por el fuerte rechazo
social que concita el sector peronista dominante en los últimos 20 años, el de
la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner –, por un sistema político que
aún no logró decodificar al ‘mileísmo’ y por el temor de la oposición
dialoguista a que Milei capitalice en clave populista el rechazo legislativo a
sus medidas en las elecciones parlamentarias de 2025.
Mientras tanto, todos se preguntan cuánto durará la confianza
social – que según encuestas parece perdurar – en el presidente más
inclasificable y extravagante de las últimas cuatro décadas de democracia en Argentina.
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