FIEBRE BÉLICA: DE LA GUERRA ECONÓMICA Y DE LA ECONOMÍA DE GUERRA
Por Martin Sonneborn y Claudia Latour (*) – Berliner Zeitung 27
MARZO 2024·
“¡Mi Führer, puedo caminar de nuevo!” (Dr. Strangelove)
Endeudamiento, militarización, robo, mercado negro, tráfico de
armas, opacidad sin rendición de cuentas, financiación y preparación para la
contienda se unen en esta UE de Von der Leyen que recuerda a la era pre
Guillermina.-
Tras agotar todas sus existencias de granadas de artillería y
ser incapaz de producir más, ahora la UE, liderada por un país corrupto hasta
los tuétanos (Chequia), quiere adquirir 800.000 unidades en remanentes
internacionales y en los mercados sombríos e inescrutables de África por 1.500
millones de euros, sin revelar ni siquiera algo del cómo, el qué, el porqué y
el quién.-
¿Ha suspendido la Unión Europea, junto con su misión de paz,
también los estándares mínimos de una administración conforme a la ley?
La mera sospecha de planificar negocios opacos con traficantes
de armas habría llevado a la renuncia en bloque de toda la Comisión… al menos
hasta hace poco.
¡Y Alemania está involucrada en esta operación con una suma de
millones de euros de tres dígitos!
¡Varios miles de euros por granada, qué buen precio! –celebra el
diario Süddeutsche Zeitung, que informa sobre esta locura escalofriante con una
seriedad sagrada, como si de la recuperación de la sandalia del pie derecho de
Jesucristo se tratase.
Al mismo tiempo, Macron, agraviado en su honra napoleónica
liliputiense, llama con un susurro sombrío al europeo medio, que ya vegeta por
las condiciones de vida complicadas por la guerra, a “no ser un “cobarde” y a
enfrentarse finalmente con esta “historia” que se le acerca con la embestida de
un Lada pasado de moda.
¿Es esto lo que se obtiene como resultado cuando se convierte en
presidente a un yerno de los mercados financieros con ojos de cachorrillo?
Su principal argumento por aquel entonces era que su malvada
oponente (Le Pen, hija) llevaría inmediatamente a la hermosa Francia “a la
guerra más cercana”.
ECONOMÍA DE GUERRA À LA CARTE
En Bruselas, por último, se encuentra el multimillonario Thierry
Breton, que es una experimentada correa de transmisión entre el gran capital
(privado) y la administración (pública), así como comisario de la UE para todo
lo extraño o poco confesable.
Bajo acrónimos a menudo crípticos (después de “EDIDP” y “ASAP”
ahora “EDIP” y “EDIS”), presenta el programa de la Comisión para transformar
los últimos restos de la economía europea en una “economía de guerra”:
subvenciones, préstamos, exenciones fiscales de 100.000 millones de euros para
el complejo industrial militar (que se libra así de cualquier riesgo previsible
de pérdidas), todo financiado mediante préstamos, activos extranjeros
confiscados, fondos propios y donaciones de necesitados (¡lo de las donaciones
era una broma!).
La portadora del Premio Nobel de la Paz, la Unión Europea, ha
rechazado rotundamente durante dos años usar la invención europea de la
diplomacia para pacificar su propio continente, y ha preferido en su lugar
armarse para el “gran conflicto” con dinero prestado (en los mercados financieros),
robado (activos estatales rusos) y artesano (impresora de patatas del BCE),
mientras se niega con obstinación a detener dicho conflicto.
Endeudamiento, militarización, robo, mercado negro y tráfico de
armas, opacidad sin rendición de cuentas, financiación y preparación para la
contienda se unen en un ensordecedor grito de guerra con reminiscencias de la
era pre-Guillermina: una Unión Europea tal, con todos los respetos, nunca fue
fundada en Europa.
ECONOMÍA DE GUERRA
Que la Unión Europea, que ni siquiera es un Estado, hubiera
declarado, pudiera declarar o debiera declarar la guerra, (asociándola además
obligatoriamente a una economía de guerra) a cualquier otro aparato
administrativo supranacional (¿al FMI? ¿a la OMS? ¿a la Unión Postal Mundial?);
eso, ciertamente, es algo nuevo para nosotros.
Y la Comisión misma deja esta pregunta, confusa tanto en la
lógica como en la argumentación, en la imprecisión conveniente y simple de una
difuminación a lo Richter.
Economía de guerra, entonces. Prepárense ahí fuera, abróchense
los cinturones, por precaución, porque la experiencia histórica muestra que las
proclamaciones de este tipo, a menudo son seguidas por racionamientos de
recursos, requisamientos forzosos (campanas de iglesias, neumáticos de
automóvil, reservas de Nocilla), directrices semi instructivas en caligrafía
estilo Sütterlin (“¡Ahorra jabón! ¿Pero cómo?”) y cupones de alimentos
monocromáticos.
Es posible que a todo ello le suceda un estado conocido como el
“invierno del hambre”, que haría brotar lágrimas de sincera autocompasión en
los ojos de los belicistas lifestyle de hoy.
Al menos la Comisión de Von der Leyen, en un raro momento de
lenguaje libre de tapujos, delata abiertamente a qué se dedican desde hace un
tiempo:
***a la formación desinhibida de conceptos compuestos de las
palabras “economía” y “guerra”.
Desde hace tiempo, la Unión ha transformado la economía, su
tradicional campo de acción, que ha pasado de ser un instrumento para asegurar
la prosperidad material a ser un arma para el control (remoto) ideológico.
Parece que la era de las campañas de la globalización y los
lemas neoliberales de victoria ha llegado a su fin de manera definitiva.
Después de décadas de luchar por el libre comercio mundial y la
apertura de los mercados, la UE ahora lucha por lo diametralmente opuesto, en
especial desde que se ha involucrado en el gran negocio de las sanciones.
Dado que ninguno de sus trece paquetes de sanciones (impuestos
bajo la influencia de una autoestima ilimitada) pudo producir el efecto que se
esperaba de ellos de forma errónea, la UE incluso ha ingresado hace poco al
terreno minado ética y legalmente del uso de sanciones secundarias. Estas
apuntan a la aplicación extraterritorial de sus propias leyes.
En ellas se concentra lo que Occidente ha aportado al mercado
global en términos de comportamiento geopolítico pre-democrático y voluntad de
sumisión (post)colonial, todo ello bajo una denominación eufemística.
La Unión Europea, al imponer sanciones secundarias, adopta la
conocida práctica de intimidación de matón del patio del colegio de los Estados
Unidos y viola de forma consciente el derecho internacional.
¿Una UE que, con plena conciencia de sus responsables, utiliza
un medio que ella misma, según una serie de sus propias regulaciones, leyes y
declaraciones, clasifica como sin lugar a duda ilegal?
Con la señora Von der Leyen, la UE ha adoptado un
embrutecimiento transatlántico que no tiene consideración por el derecho
internacional, los principios administrativos, los tratados internacionales ni
los más mínimos modales.
Según un informe del Financial Times, en enero el Consejo
elaboró un “plan confidencial” para desestabilizar de forma intencionada la
economía y la moneda de un miembro de la UE, Hungría, y asegurar una
transferencia de 51.000 millones de euros a un país no miembro, Ucrania.
La UE pasa así de la retención de fondos (al menos legítima
según el denominado instrumento del Estado de derecho), a hacer que sus propios
estados miembros se sometan a su dictado mediante métodos de guerra económica y
chantaje puro y duro.
LA NUEVA JUSTICIA POR CUENTA PROPIA CLANDESTINA
No es necesario ser amigo de Orbán, Putin o Al Capone para
comprender la explosividad de este documento y descubrir el patrón de
pensamiento que contiene, con el cual la UE se propone, en última instancia,
socavar el derecho de veto contractual de un Estado miembro, no a través de un
proceso legitimado de forma democrática, o mediante la aplicación de una
disposición legal, sino mediante una justicia por cuenta propia clandestina.
El hecho de que la Unión, cuya función principal es representar
los intereses de sus miembros, especialmente en asuntos económicos, planee, en
serio, tomar medidas contra uno de sus propios miembros es un desarrollo casi
de pesadilla que no parece en absoluto una expresión de “defensa”, sino que
retuerce por la fuerza el propósito fundamental de la Unión.
La UE está dispuesta a permitir que sus propios ciudadanos
(húngaros) sean arrastrados de forma deliberada al torbellino del colapso
existencial por parte de la misma institución a la que han confiado la
protección de su bienestar económico.
*** La UE está dispuesta a permitir que sus propios ciudadanos
sean arrastrados de forma deliberada
No podemos entender, incluso después de una reflexión
exhaustiva, cómo algo así podría corresponder con algún valor europeo. Tal vez
se trata de los diez mandamientos de la mafia.
Por cierto, nosotros consideramos que amenazar con la
destrucción económica a un Estado miembro de la UE para robarle dinero para un
tercero es un enfoque bastante digno de ser mejorado.
***Tan pronto como estemos en el poder, lo primero que haremos
será quitar un montón de dinero del saco europeo de Luxemburgo para Brot für
die Welt [Una ONG alemana contra el hambre, NdelaT].
***O de ese Estado quesero francés para todas las áreas
explotadas por él durante siglos, especialmente en África Occidental.
***Y si la UE sobrevive –incluso en contra de nuestras
expectativas– a su autodestrucción económica, por último extraeremos el dinero
que ha retenido a sus ciudadanos durante décadas, para reparar aunque sea de
forma provisional el deterioro generalizado de todas las infraestructuras en
toda Europa y la vergonzosa tasa de pobreza de la UE, que ronda el 22%.
También se rumorea que la UE está decidida a confiscar activos
de la banca central rusa, a pesar de las advertencias desde hace semanas, no
solo de los bancos centrales de Alemania, Francia e Italia, sino también del
BCE y Euroclear (la empresa que custodia los activos): enormes riesgos para la
estabilidad financiera de Europa, impacto en los mercados, consecuencias
legales imprevisibles.
Los activos estatales gozan de inmunidad según el derecho
internacional.
Si la UE subvirtiera este principio de manera abrupta, “se
produciría una ‘grave afectación de la confianza’ en el sistema Euroclear, en
los mercados de capital europeos, en el euro como moneda (de reserva)”, según
Lieve Mostrey, la directora ejecutiva de Euroclear.
Que la UE esté considerando seriamente hacerse con la propiedad
ajena no solo supone –una vez más– que evidentemente es perjudicial para sí
misma, sino también –una vez más– que es claramente ilegal, sin importar el
cómo se mire.
En los códigos legales de los estados civilizados todavía se
considera “robo” y está sujeto a castigo (si es que la Comisión Europea aún no
lo ha cambiado) la apropiación ilegítima de los bienes de otra persona.
Todos aquellos incompetentes que hoy en día aplauden este
comportamiento no parecen haber comprendido las implicaciones de tal acto: una
organización transnacional con una base de legitimación semidemocrática ha
comenzado a socavar uno de los fundamentos más importantes del orden social que
ella misma promueve: la propiedad.
Si el brillante término de propiedad (protegido por el tratado)
en la UE del futuro ya no vale ni el papel en el que una vez estuvo escrito, y
cualquier propiedad queda desprotegida y se convierte en presa arbitraria de
sus cazadores; bueno, ¡entonces, que se suelten las amarras!
Tan pronto como estemos en el poder, confiscaremos los activos
de Pfizer, Rheinmetall, McDonalds y el periódico Bild, para distribuirlos por
fin entre todos aquellos que han sido dañados por ellos durante años luz.
Blackrock y Vanguard pueden olvidarse de su llamada propiedad,
al igual que Von der Leyen y Thierry Breton, quien por cierto acaba de adquirir
su propio castillo con altas almenas en Gargilesse-Dampierre (departamento de
Indre) para estar a salvo de las previsibles consecuencias de la economía de
guerra que él mismo ha declarado.
Cómo serían las compras centralizadas de armas de la UE bajo Von
der Leyen en términos de transparencia, optimización de costos y cumplimiento
de normas puede imaginárselo todo aquel que siguiera la tramitación de los contratos
de vacunas, que se supone servirán de modelo para diseñar los contratos de
armas de la UE, que según la presidenta de la Comisión serán “muy exitosos”.
‘FOLLOW THE MONEY’
Desde 2018, la Defensora del Pueblo Europeo, Emily O’Reilly, ha
instado una y otra vez, en vano, a la Comisión para que elimine la escandalosa
falta de transparencia en el flujo de fondos de la UE hacia la industria
armamentística, la cual ha sido defendida a capa y espada por las instituciones
involucradas en la UE durante años.
No son públicos ni siquiera los nombres de los “expertos”
externos que la UE consulta para financiar proyectos militares, ni tampoco los
informes que llevan a invertir sumas millonarias.
Mucho menos se garantiza de manera alguna que dichos expertos no
estén de forma directa o indirecta en la nómina de las empresas de armamento
que se benefician a posteriori de los fondos europeos liberados.
Además, según O’Reilly, la Comisión pone en peligro “la
integridad de la administración de la UE” al no tomar medidas decididas contra
las prácticas de puertas giratorias.
Esto también se aplica al ámbito de la defensa, donde, por
ejemplo, Jorge Domecq, director de la Agencia Europea de Defensa (EDA), se
convirtió en lobista para el gigante aeroespacial Airbus apenas meses después
de dejar su cargo en 2020 –una de las mayores contratistas de la agencia de la
UE que él mismo había dirigido–. ¡LOL!
Podemos estar expectantes sobre la industria en la cual
reaparecerá el Comisario de Industria, Thierry Breton, que ha pasado toda su
vida en alternancia entre puestos de CEO y cargos políticos. Esto, una vez
finalizado su mandato como comisario. Si no logra obtener el puesto actual de
Von der Leyen, al que también, por supuesto, aspira.
“Es el viejo asunto Watergate, ¡sigan el dinero!”, recomienda la
Defensora del Pueblo Europeo, O’Reilly, mientras tanto. Tal vez, sobre todo, el
dinero de los comisarios de la UE (emoticono de guiño con una sonrisa).
“¡Te miramos a los ojos, complejo de ceguera europea!”. (Una
frase del dramaturgo René Pollesch, actualizada). [N. de la T.: La frase
original es “¡Te miro a los ojos, contexto de ceguera social!”].
Además, la Comisión debería hacer desaparecer cuanto antes su
nuevo eslogan de adquisición de armamento del mismo cajón del que lo sacó: “Buy
european!”.
Las empresas militares europeas que se benefician de los fondos
de armamento de la UE están en todo caso en manos de grandes fondos de
inversión, al igual que sus contrapartes estadounidenses.
BlackRock, Vanguard, Capital, etc., poseen con astucia acciones
tanto de empresas de armamento de la UE como de sus competidores
estadounidenses.
Este problema de propiedad común, conocido como el problema
“common ownership”, no solo crea incentivos para aumentar los precios y reducir
la producción, sino que también conlleva distorsiones conocidas en la
competencia y el riesgo de formación de un verdadero trust.
En cualquier otro sector económico, la Comisión haría cumplir
sus propias reglas de competencia con guantes de boxeo. Sin embargo, en ese
ámbito nunca lo ha hecho.
Todo esto ya ha generado arrugas en la frente (muy profundas) al
European Network Against Arms Trade (ENAAT), mucho antes de que, con la guerra
en Ucrania, se rompieran las últimas barreras de la reorientación del capital
certificado por la UE hacia el complejo militar-industrial: “Abrimos la caja de
Pandora.
Europa se convierte en una vaca lechera de cash (para la
industria armamentística), en una fuente de financiación ilimitada”.
¡Da igual! ¡Arriba la bandera europea rasgada! ¡Arriba la
bayoneta interna!, grita la Comisión, que anima a sus masas sedadas, que, por
su parte, no pueden reconocer la flagrante contradicción.
Sin darse cuenta siquiera de que la UE ahora añade a su
inagotable suministro de palabras vacías un suministro igual de vacío de
verdaderos estallidos de balas, con un gran estruendo en esta gran “paz”, cuya
cáscara de palabras todavía está grabada en mayúsculas en su Carta.
Sin ánimo de ofender, pero una Unión Europea así nunca fue
fundada en Europa.
LOS IDEALES FUNDACIONALES EUROPEOS, PULVERIZADOS
Las contorsiones teleológicas e interpretativas que la UE debe
realizar en su camino desde la guerra económica a la economía de guerra son, no
hay sorpresa, legión.
El Diccionario de Economía Gabler nos advierte de algo alarmante,
y es que las economías de guerra mantienen un mercado formal, pero desactivan
sus mecanismos centrales para reemplazarlos por un “sistema administrativo
orientado a propósitos militares”.
Europa, el bastión de la economía de libre mercado sin compromisos.
*** ¿Dónde en concreto se puede encontrar la autoridad de la
Comisión en los tratados pertinentes de la UE para establecer esta “forma
especial de economía centralizada para fines de armamento”? Solo los dioses lo
saben.
Desde hace tiempo, los esfuerzos de la Comisión se han dirigido
a la erradicación total de los ideales fundacionales europeos, a través del
sistema clásico de escalada gradual: primer golpe, segundo golpe, pulverización
final con el bumbum atómico.
Porque, al contrario de lo que se nos hace creer hoy en día, la
UE no se adapta de manera reactiva o repentina a ningún desarrollo geopolítico
sorprendente del presente.
Más bien, presenta ahora los resultados acumulados durante años
de su transformación frankensteiniana en un proyecto de militarización
contraproducente.
En el interior de la Comisión ya estaban preparados a la
perfección para esta guerra que, para ustedes allá afuera, había llegado por
completo por sorpresa.
Con la East StratCom Task Force, el Equipo de Comunicación
Estratégica del Este, la UE ya había creado su propia herramienta de combate en
2015 para el campo de batalla de la guerra “híbrida” sobre la hegemonía
interpretativa:
***una oficina oficial para combatir la desinformación,
rectificar el conocimiento y garantizar la creencia informativa, que está tan
cargada de ideología militante y es tan engañosamente confusa que solo parecía
“neutral” para los absolutos idiotas.
La percusionista mayor Von der Leyen transformó con rapidez la
Comisión que había heredado de un instrumento de consenso democrático vivo en
uno de obediencia ciega y estructura de mando vertical: “De la Comisión Juncker
a la Comisión búnker”, como la llamaron los periodistas al comienzo de su
mandato.
Tan sabia, amable y previsora como es Von der Leyen, ya en 2019
consideró una necesidad absoluta añadir al organigrama de esta Unión Europea,
que en 2012 fue declarada (por accidente) Premio Nobel de la Paz, el punto
oficial de división de un departamento para armamento –un verdadero acto de
ruptura de un tabú que hacía que los pesimistas, las Casandras y nosotros
mismos nos quedáramos sin aliento poco a poco–.
Von der Leyen es la primera presidenta de la Comisión en los 60
años de historia de la UE que ha dedicado a las armas una dirección general
propia, una competencia ministerial propia y un comisario propio: el comisario
de guerra Thierry Breton, que lleva más de un año trabajando en la
configuración de esa economía de guerra que ahora anuncia oficialmente en
nombre de la UE.
Si nuestros padres hubieran tenido la oportunidad de presenciar
esto… o los padres de nuestros padres. O al menos aquellos fundadores de la UE
tan citados, que –por completo ingenuos– habían realizado el trabajo sucio
intelectual previo a la “integración” europea sin siquiera imaginar a dónde llevaría
eso en 2024, bajo una erudita humanista como Von der Leyen. Estarían asombrados
ante un desarrollo como el actual, que –con pleno conocimiento de sus actuales
líderes– conduce a la sistemática militarización de Europa.
Después de todo, esto entra en directa contradicción con los
tratados de la Unión que ellos mismos firmaron, en los que con el Artículo 41,
Párrafo 2 del Tratado de la Unión Europea –también con pleno conocimiento–
establecieron una estricta prohibición de financiación para bienes de armamento,
específicamente para todos los “gastos” con “referencias militares y de
defensa” de los fondos de la Unión.
En el pasado, la Comisión nunca tuvo problemas para encontrar
ideas creativas para eludir esta prohibición, ocultando las donaciones a la
industria de guerra en partidas presupuestarias para ciencia, investigación,
desarrollo, modernización, infraestructura, promoción de la competencia,
cohesión o (nuevo en el programa) transición verde.
Y creó además estructuras financieras paralelas de corte
orwelliano para garantizar el flujo seguro de fondos al complejo
militar-industrial a través de presupuestos paralelos.
Por supuesto, sin dejar de recurrir precisamente a esas
reinterpretaciones semánticas que George Orwell había previsto para los sistemas
de dominación sin alma de los tiempos venideros, como el Fondo Europeo de Apoyo
a la Paz, que desde su creación solo ha financiado operaciones militares.
O bien el mencionado punto de la lucha contra la des-información,
del cual, aparte de su ideología anclada en un barato gris feldgrau, no se
puede extraer nada informativo.
Nada, al menos, que no sea su intención anti-ilustradora de
hacer imposible cualquier competencia autónoma, crítica o simplemente culta de
evaluación y contextualización fuera de sus cuatro propias paredes de hormigón
de ahora en adelante.
Medios y formas, programas y financiaciones, reasignaciones y
etiquetados falsos –con la ayuda (nunca del todo altruista) de un bloque negro
parlamentario-burocrático de lobistas conservadores de armamento y neo-conservadores
transatlánticos, que desde siempre (y no solo en Bruselas)– están unidos como
los nibelungos.
Hasta ahora, no hemos convencido con nuestra profética demanda
de “¡Gofres en lugar de armas!”, aunque es mucho menos alocada que todo lo que
ha surgido en la UE militarizada en los últimos años.
Estamos ante una maniobra en el límite de la legalidad, una
“militarización sobre los escombros de la ley”, como escribió el jurista
constitucional Andreas Fischer-Lescano en 2018.
Si la UE ahora pasa realmente a utilizar, además de todos los
pasos previos de militarización ya ilegales, sus recursos presupuestarios
propios (y robados directamente) para sus fantasías de armamento, sería una
violación abierta de la ley.
La Comisión Europea estaría violando el texto y el espíritu de
su propio tratado.
Y por mucho que los juristas (armamentistas) se esfuercen por
explicar en retorcidos bucles de interpretación por qué podría ser sin embargo
legalmente conforme a la ley eludir esta disposición jurídicamente vinculante
de la Constitución de la UE mediante una flexión jurídicamente efectiva de la
ley, todas sus piruetas jurídico-semánticas deberían fracasar si nos atenemos
al tan cacareado ESPÍRITU de estos tratados, a saber, la INTENCIÓN con la que
los Estados europeos han entrado a formar parte de una comunidad común y a la
que las instituciones europeas no se cansan de referirse en otros contextos.
De hecho, aquellos padres fundadores –a diferencia de las hijas
de sus hijos hoy en día– aún estaban bajo la impresión más directa de las
devastaciones continentales de las dos guerras mundiales.
Podemos suponer con seguridad que las palabras bélicas referenciadas
con frecuencia por la generación de la guerra y la posguerra europea, “guerra
nunca más”, estaban cargadas de la convicción más profunda y de la firme
intención de no querer caer de nuevo en una locura que pareciera razonable de
manera distorsionada. No dedicando sumas ingentes de capital financiero y
político a la felicidad y el bienestar de los europeos, sino al negocio mortal
con equipos letales.
La permanencia del estado de excepción se ha sumado bajo Von der
Leyen a la permanencia de la violación de las normas y a la traición absoluta a
los principios.
Con la declaración de economía de guerra, la UE, que apenas
podía ocultar ya su estado mental interno, ha dejado caer incluso la última de
sus máscaras de camuflaje azul cobalto.
Y mientras la UE, junto con la vergonzosa mayoría de los
gobiernos europeos, sigue dispuesta a alabar en todas partes a esta OTAN (que
todavía no es parte de la UE), podemos pedir al asombrado resto del mundo que
asista al entierro final de los valores europeos, ya que la señora Von der
Leyen lo ha anunciado en su reciente discurso bélico:
*** “La Unión Europea debe comenzar a producir una nueva
generación de armas para triunfar en el campo de batalla”.
Si no supiéramos que el espíritu del mundo ya está bajo
tratamiento psiquiátrico, lo internaríamos, especialmente con esta voltereta
dadaísta, porque ya no podemos reconocer una “razón objetiva” que atraviese y
ordene Europa (o el mundo) en el mejor de los casos…
AL MENOS NINGUNA BENIGNA.
Y tal vez también nosotros nos estemos volviendo locos aquí
gradualmente, porque nos bastaría con que los astutos monstruos
administrativos, surgidos del pensamiento fundacional europeo, se atuvieran a
las reglas de sus propios tratados.
Nunca pensamos que llegaríamos a la desagradable situación de
tener que defender tratados europeos, porque tenemos muchas críticas y
objeciones a ellos.
Pero defenderlos incluso contra aquellos que están destinados a
protegerlos, una Comisión Europea en funciones junto con su presidenta en
funciones, eso ni siquiera se nos habría ocurrido. Ni en nuestros sueños más
febriles y coloridos.
Porque, con todo respeto, tal Unión Europea nunca fue fundada en
Europa.
—–—-
(*
)Martin Sonneborn es un cómico, periodista y político alemán con una larga
trayectoria como director de la revista Titanic y reportero en programas de
televisión. Es líder y eurodiputado desde 2014 del partido político satírico
“Die PARTEI”. Claudia Latour es economista y asesora de Sonneborn. Traducción
para CTXT de Carmela Negrete
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