ARGENTINA: DEL SUEÑO INDUSTRIAL A LA PESADILLA MILEISTA
Por Néstor Restivo* – Tektónikos - 22 abril 2024
A sus Pymes también le declararon la guerra y enfrentan de nuevo
la amenaza del cierre.
“Hay más chances de que el programa Milei se estabilice de que
se caiga rápido. Con eso no quiero decir que dure lo que sea de tiempo, nadie
lo sabe.
Lo que digo es que, al menos en lo industrial, el programa
puede durar apenas 2 años (o menos o más, nadie sabe), pero el daño dura 20”,
dice un fabricante mediano de productos electrónicos.
“No me eche, déjeme en la planta, aunque sea pagándome la mitad
del sueldo”, le ruega un empleado a otro industrial desconsolado, un textil que
supo tener cientos de trabajadores en su establecimiento.
“Le muestro a un colega datos duros de lo que hacen Estados
Unidos y otros países desarrollados para, a través del Estado y políticas
públicas, defender, subsidiar, promover sus industrias, y me responde: ‘Aunque
me muestres esos datos, no voy a cambiar de forma de pensar’.
Así, él defiende las políticas ultra-liberales del gobierno, que
nos está destrozando;
*** perdimos esa batalla cultural: los prejuicios valen más que
la realidad”, agrega otro exponente de las pequeñas y medianas empresas
argentinas (Pymes), en su caso, proveedor de la industria petrolera.
Hace alrededor de un siglo, el tiempo exacto antes del cual ha
dicho quiere regresar el presidente Javier Milei, la Argentina pastoril comenzó
a pensar un futuro industrial, en parte como producto de la crisis mundial de
los años ’30 y el cierre de los mercados, que habían sido el fuerte para que
una pequeña oligarquía agroexportadora sostenida en un régimen político
corrupto y antidemocrático se enriqueciera y tuviera un poderoso puerto y una
hermosísima ciudad (que no un país).
El país empezó entonces su camino industrialista, también la
expansión de derechos, y eso lo llevó a ser todavía hoy, pese a tantos períodos
de políticas en contra, uno de los únicos dos grandes de Sudamérica con
vocación fabril, junto con Brasil, mientras el resto en general se acomodó y se
acomoda a una gramática librecambista importadora, que resulta, a lo largo de
décadas, en países con, en el mejor de los casos, “la macro bien ordenada”,
pero con enormes desigualdades sociales.
La electrónica de Argentina, sus programas nucleares y
aeroespaciales, la siderurgia, los astilleros, el sector energético, más
recientemente el sector del conocimiento, entre tantos, han sido vanguardia
regional, muchas veces incluso referencia mundial, y tantas otras truncados por
desinteligencias internas y presiones extranjeras, como por ejemplo las que
Estados Unidos puso contra los proyectos aeronáuticos Pulqui en los años 50, el
proyecto tecnológico militar Cóndor tres décadas después o, ahora, el
desarrollo atómico.
La dictadura de 1976/83, los gobiernos de Carlos Menem (1989/99)
y de Mauricio Macri (2015/19) y desde fines de 2023 el de Javier Milei, que
apenas lleva cuatro meses, fueron completamente disruptivos del desarrollo
nacional y de sumisión a poderes económicos concentrados y mayormente extranjeros.
Para Guillermo Freund, que preside el Centro Tecnológico
Metalúrgico de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República
Argentina (ADIMRA), “hay un hilo rector entre todas esas experiencias
neoliberales, y también diferencias.
Con la dictadura había contradicciones, porque incluso dentro de
las Fuerzas Armadas hubo alguna línea con pensamiento nacional estratégico, en
acero, petróleo.
Eso se rompió con Menem. Y Macri básicamente vino a hacer un
plan de negocios.
En cambio, el gobierno de Javier Milei cree tener una misión,
van por ARSAT (satélites), la CNEA (energía nuclear), incluso contrarían
posturas históricas sobre nuestras Islas Malvinas, es distinto a todo lo
anterior.
Este gobierno sigue una filosofía o ideología que en realidad se
asocia a intereses mucho más grandes, donde las pymes no estamos”.
“Ni la dictadura, con su ministro José Alfredo Martínez de Hoz,
se animó a tanto”, completa Sergio Echebarrena, ex presidente de la Cámara
Argentina de Proveedores de la Industria Petro-Energética (CAPIPE) y dueño de
una Pyme de insumos para el sector.
Salvo excepciones, dice, en las pequeñas y medianas empresas de
su área cunde un pensamiento que reproduce el de las grandes compañías respecto
de la cuestión fiscal, el rol del Estado, la seguridad jurídica o incluso el
ordenamiento mundial.
“Están dispuestos a pagar un costo por este ‘cambio’ que traería
Milei, sin entender que es suicida, que al cabo quedarán afuera.
Y los más grandes también pagan un costo, pero lo toman como una
inversión a futuro en el cual, ellos sí, los menos, pueden llegar a estar
mejor.
Básicamente, quieren que el Estado no busque orientar,
disciplinar, intervenir, que es lo que hicieron todos los países del mundo que
se industrializaron. Si vemos cualquier desarrollo tecnológico de vanguardia,
el que empezó fue el Estado”.
En el caso textil –se suma Rodolfo Liberman, propietario de una
de las mayores plantas del país en tinturas, en el industrial distrito San
Martín de la provincia de Buenos Aires–,
*** “eso es tan así que por ejemplo la industria textil
estadounidense tiene como uno de sus grandes clientes al propio Ejército”.
Liberman, también titular del Comité Ejecutivo de
Investigaciones Textiles en el INTI (Instituto Nacional de Tecnología
Industrial) y vicepresidente segundo de la Asamblea de las Pymes (APYME) no
cita a las Fuerzas Armadas de EE.UU. de casualidad, ya que entiende que
*** “ellos (sea lo que ‘ellos’ signifique, desde la generala del
Comando Sur Laura Richardson con sus patrullajes sobre Argentina y el resto de
Latinoamérica hasta Milei, o los grupos económicos y financieros que hay
detrás) quieren una Argentina agropecuaria, sus recursos naturales, el petróleo
y la minería en crudo, el agua, y es a esos sectores a los únicos que se busca
favorecer”.
Para eso, claro, necesitan una mano de obra muy barata. Sigue el
empresario textil:
*** “Por eso destruyen los salarios, que con Macri habían caído
20%, el deterioro siguió con Alberto Fernández y ahora en tan poco tiempo mucho
más.
*** Y eso genera la caída de la demanda que nos está haciendo
achicarnos hasta quién sabe cuánto. Yo ya casi voy a la quiebra en el 2000, en
el final de una de las experiencias neoliberales”.
Echebarrena completa:
*** “Para un país así sobran 20 o 30 millones de argentinos”.
El discurso hoy dominante echa toda la culpa de los problemas
argentinos (su inflación consuetudinaria, el endeudamiento) a la “casta
política” y al frente fiscal, cuando prácticamente todos los países
industrializados tienen déficit presupuestario, y mayores a los de Argentina,
tanto como deudas colosales, empezando por el que luce la mayor economía
global.
Y ese discurso de la derecha criolla, como el de las nuevas y
envalentonadas derechas radicales del mundo, dicen que el remedio es dinamitar
el Estado (al que el capital recurre todo el tiempo para protegerse y
reproducirse, incluso haciendo políticas no anti-estatales, sino usando al
Estado para su beneficio).
En el nuevo organigrama de la administración pública que fijó
Milei hay una parálisis porque ni siquiera, todavía hoy, completaron los cargos
ni las firmas.
Dicen que el Estado, que ciertamente tiene mucho para mejorar,
no sirve y ellos mismos, así, lo hacen inservible.
Pero la conducción estatal ha sido la clave del desarrollo en
todas y cada una de las experiencias mundiales, sin negar el rol que luego
aporta el sector privado.
Piénsese en el caso de la energía, insumo fundamental de un
proceso productivo virtuoso. Según el Banco Mundial, EE.UU. es el país que más
subsidia ese sector con más de 2.000 dólares por año/cápita. Luego le siguen
Australia, Alemania, Israel, Japón, Rusia….
Argentina figura recién en el número 68, habiendo llegado al
pico de 400 dólares por año/cápita durante el gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner, hace diez años, un gobierno al que se acusaba de despilfarro en
materia de subsidios a la energía.
Asimismo, y siguiendo con el país cuyo marco económico más dicen
admirar los actuales funcionarios, el Departamento de Comercio de EE.UU. suele
hacer informes sectoriales y en ellos pregunta, por ejemplo, se cita textual,
“qué necesita” cada sector, “qué dificultades tiene” para proveer de sus
productos al Estado (el famoso capítulo de “compras nacionales”, que cuando se
negocia un tratado de “libre comercio” los grandes países quieren quebrarle al
país más débil), “qué países son sus principales competidores” y otras
requisitorias a partir de cuyas respuestas elaboran políticas industriales (que
nunca son neutrales: siempre y en todo lugar se hacen políticas industriales, a
favor o en contra).
En los países del Asia que hicieron sus “milagros”, el Estado
directamente obliga, en muchos países, a reinvertir ganancias en el país.
Y en los casos donde el Estado es aún más poderoso, como en
China, que así ha llegado a ser la segunda economía del mundo, el
disciplinamiento del empresariado que abusa de su poder es puesto en caja (o en
la cárcel) ipso facto.
Lejos de ello, el gran empresario, o al menos así se lo llama,
en Argentina, y en otros países de la periferia, siente que el Estado no debe
imponerle nada, aunque cuando tuvo políticas activas les permite ganar más
dinero que en los ciclos liberales, cuando siempre pierden o ganan menos;
pretenden que se les cobre lo menos posible de impuestos (en proporción
relativa, las Pymes pagan más sobre ganancias, porque las grandes fijan
domicilio en guaridas fiscales), y su deporte favorito es acumular, dolarizar y
fugar (un acto que para Milei es de “héroe”, porque burla al Estado, según dijo
textualmente ante empresarios millonarios estos días). Todo lo cual redunda en
una de las causas centrales de la llamada restricción externa argentina: la
falta de divisas y las crisis cíclicas.
Un economista e industrial que suelen recordar siempre los
economistas heterodoxos o no liberales argentinos es Marcelo Diamand, quien
hace cincuenta años explicó en un texto famoso esa restricción externa, el
límite al crecimiento impuesto por la insuficiencia de divisas.
En la entrevista de Tektónikos con empresarios Pymes,
Echebarrena lanza la especulación de que, acaso,
*** “traten de matar la idea de una Argentina industrial porque
así matan, al mismo tiempo, ese tropiezo permanente que es la restricción
externa”.
Es como lo que muchos opositores a Milei dicen de su lucha
contra la inflación o contra el déficit fiscal:
*** su estrategia es
bajarle la fiebre a una persona… matándola.
*** No tiene más
fiebre (ni inflación, ni déficit presupuestario), pero ya no vive más.
Freund interviene para decir que “no podemos hablar del hoy sin
ver de dónde venimos.
*** Las Pymes atravesamos dos períodos caóticos, el de Macri
–que destruyó el mercado productivo y luego el comercial, con mucha pérdida
(llegó a haber 5,9 mil Pymes exportadoras, cuando durante los anteriores
gobiernos kirchneristas habían llegado a 15 mil)– y luego la pandemia durante
el gobierno de Alberto Fernández, que fue muy dura. Cuando finalizó, hubo un
repunte productivo, en venta, en empleo, pero con ingresos magros para la
población.
El período 2022/3 no fue malo para nosotros, aunque sí muy
conflictivo por el lado de las importaciones que necesitábamos y se nos
complicaba traer, o por la inflación, pero aun así el sector tuvo ganancias.
Luego – sigue Freund–, ganara Milei o su rival del oficialismo
de entonces, Sergio Massa, la disyuntiva era ajustar u ordenar la ‘macro’. Pero
esto no quiere decir que lo que está pasando ahora era la única opción.
*** Con Milei el
superávit fiscal que persigue es a puro despido, licuación de las jubilaciones
e ingresos, un parate de la cadena de pagos, pisa todo. No solo la obra pública, se dejó de pagar contratos ya
previstos. El efecto es directo e indirecto”.
Según los más recientes indicadores de caída de la actividad
económica, algunos rubros como consumo, patentamiento de autos, producción
automotriz o recaudación por seguridad social ya muestran mermas en torno a 30%
en un año.
En la construcción, la pérdida de puestos de empleo es superior
a los 70.000 en pocos meses porque el gobierno frenó toda obra pública, un despropósito
pocas veces visto.
Y por un tarifazo violento e inédito, miles de empresas (y a las
Pymes hay que sumar la gran cantidad de cooperativas y empresas auto-gestionadas
que sobre todo crecieron tras la crisis
de 2001 y son hoy particularmente difamadas, tanto como los empleados
públicos), así como millones de personas, ya no pueden pagar servicios, seguro
de salud, alquiler, educación privada.
El Fondo Monetario Internacional, al que el kirchnerismo había
sacado del país y al que Macri regresó mediante un crédito récord e impagable y
como vigilante acreedor, dice que las medidas de Milei son “impresionantes”,
pero no se sabe qué lo impresiona, porque al mismo advierte sobre su
sustentabilidad social y arroja para 2024 una perspectiva de recesión de casi
3% y aun así, una inflación de 150%. Estanflación.
Al igual que para la mayoría de los argentinos, para las Pymes,
la perspectiva es más que oscura.
Liberman explica que la industria textil es, según el país,
entre la primera y la tercera mayor generadora de empleos en todo el mundo.
Argentina supo tener fábricas enormes antes del quiebre del
proceso de sustitución de importaciones (hace rato, mala palabra en el discurso
dominante), esto es a mediados de la década de 1970, cuando en la antesala de
la dictadura los indicadores de industria, salarios y distribución del ingreso
en Argentina fueron los mejores de su historia.
Echebarrena incorpora otro elemento más para completar el cuadro
de las políticas anti industriales:
*** el rol de los
grandes fondos de inversión, que abarcan cada vez más sectores, incluso
fabriles, pero con una lógica financiera de ganancia rápida en dólares, giro de
utilidades y cero desarrollo productivo local a largo plazo.
Argentina está en el inicio de un nuevo experimento liberal, más
radical que los anteriores, en un contexto global de grandes disputas, de una
reconfiguración de la hegemonía y, en Occidente al menos, de un grave deterioro
del sistema de representatividades y de las instituciones, de sus antes
orgullosas “democracias”.
Sobre esa crisis de múltiples dimensiones, y alineado con lo más
reaccionario del planeta, Miley y su gobierno operan un plan insólito que
vino a destruir tejidos productivos y conocimientos técnico científicos de
décadas.
Las Pymes, que en todo el mundo son las mayores generadoras de
trabajo, y que luego de las crisis de principios del siglo XXI habían vuelto a
recuperar capacidad de producción, oficios perdidos por las experiencias
previas e incluso posiciones de exportación, vuelven a ser víctimas de una
guerra frontal al sueño de un país desarrollado.
*** “Una Pyme puede achicarse poco rápidamente: elimina empleos
recientes, o menos críticos.
*** Pero cuando ya decidís achicar capas con mayor capacitación,
estás achicando o descapitalizando tu empresa.
*** Ahí hay más resistencia a despedir a lo mejor de tu personal,
con el que tienes incluso más empatía, lo conoces más, es un proceso muy
doloroso. Y eso va a comenzar ahora”, se lamenta uno de los
entrevistados.
En lugar de un país que integre campo e industria, academia y
ciencia, lo público y lo privado y que vuelva a imaginarse ser un país soberano
e industrial, el presente aturde con el ruido de persianas que bajan o el
silencio de la maquinaria que se detiene. Y por experiencias similares, se
vislumbra que las consecuencias recién empiezan a manifestarse.
…………………
*Licenciado
en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA), y periodista. Profesor
Universitario de la UBA, UNLP, UNDef, Universidad de Congreso. Director
periodístico de DangDai publicación trimestral argentina fundada en 2011,
miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (Cari)
RedAPPE(Red Argentina de Profesionales para la Política Exterior y
RedCAEM (Red China y América Latina).
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