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domingo, 2 de diciembre de 2012

ACOSO LABORAL - Psicoanálisis: Sobre el acoso laboral - notas de JESÚS DAPENA BOTERO - Síndrome de acoso institucional - Definición y objetivo del Mobbing - Chivo expiatorio - Sujeto victimizado - Perversión del conflicto - Estigmatización del trabajador atormentado - Eliminaciónn del sujeto - Depresión, trastorno crónico invalidante - Perfil psicológico del acosador - Síndrome de mediocridad imperante activa -


jueves, 29 de noviembre de 2012

Psicoanálisis: Sobre el acoso laboral
Jesús Dapena Botero (Desde Vigo, España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

(conceptos  sobre una conferencia del doctor González de Rivero)

....... Narró como en el 2000 estuvo en contacto con una institución maltratadora con sus integrantes, porque ella misma estaba en proceso de desintegración, lo que lo llevó a crear el concepto de síndrome de acoso institucional, que publicó, tal vez, no recuerdo bien, en un artículo de prensa, de donde como el texto gustó tanto al público, empezaron a llegar maltratados en el trabajo a su consulta.-
La pregunta que surgió al doctor fue:

- ¿Qué han hecho para que los maltraten?

- ¿Será que no saben poner límites al maltratador?

Mientras tanto Espasa le encargó que escribiera un libro sobre el mobbing que los anglosajones llaman Adult-bullying, fenómeno caracterizado por el maltrato psicológico, frecuente, repetido y persistente, sin que la víctima tenga posibilidades de escapar ni de defenderse, el cual es favorecido por el entorno, con el objetivo de, finalmente, eliminar a la víctima.

Esa violencia se ejerce para plegar a los sujetos a una exigencia normativa.
Entonces se le vino la pregunta al doctor González de Rivero, ¿cómo hacer para volver a alguien loco? Y recordó el concepto de doble vínculo de Gregory Bateson, pero esta vez no aplicado a una familia esquizofrenógena sino al acoso corporativo, en el que la Institución, elige una chivo expiatorio.
Para ello, el Poder aplica una serie de estrategias; en la
bibliografía consultada por el doctor González de Rivero había cuarenta y seis, pero en su casuística encontró sesenta.

Todas tienen como común denominador que los superiores no dejan explicarse al sujeto victimizado.
Muchos de los compañeros dejan de dirigirle la palabra, cosa que hiere las necesidades de aprobación y de dependencia de la persona atacada.
El propósito es incomunicarlo y ejercer una presión para que no hable, para que coma callado, como dicen en Colombia, en un círculo infernal de intimidación y de desprestigio del elegido como chivo expiatorio, a quien se pretende entorpecer todo progreso.
El doctor González de Rivero habla de que se dan:

1. Una perversión del conflicto.
2. Una estigmatización del atormentado por la tortura psicológica.
3. Una intervención operativa para lograr la realización del sacrificio.
4. Una eliminación del sujeto, quien trata de autoafirmarse en un principio; pero, dada la malignidad del acosador, lo que logra es entrar en un estado de desconcierto y perplejidad, para luego sobrevenirle un burn-out, en el que termina
por deprimirse, lo que deja las huellas de un trauma, hasta conducir a un trastorno crónico invalidante, algo muy semejante a las neurosis traumáticas, descritas por Freud.

De ahí que al empezar a ver este tipo de pacientes, el doctor alcanzó a ver que en las entrevistas iniciales, lo que los sujetos victimizados necesitaban era hacer una descarga, una catarsis, por lo que decidió hacerlas de hora y media y no de cuarenta y cinco minutos, para luego empezar a hacer un trabajo elaborativo de simbolización de lo traumático.
Ningún acosador vino a verlo pero, por el relato de los pacientes, el médico pudo irse haciendo un perfil psicológico del acosador, ya que había rasgos comunes en todos ellos; eran seres mediocres y envidiosos, con una perversión narcisista, con lo que el psiquiatra estadounidense M. Scott Peck, denominaba una personalidad maligna, cuya manifestación más específica sería la obsesión por aniquilar o
destruir a quien se manifiesta vital o lleno de plenitud existencial, en la medida que los que padecen esa malevolencia se consideran a sí mismas reprobables o malas, de tal modo que la bondad y capacidad ética de otros sujetos les resulta una denuncia implícita; la carencia de virtud es lo que los impele a destruir la fuente de esa disonancia, sin importarles sacrificar al otro para preservar su propia autoimagen.
 

Palabras del propio Peck son:
Las personalidades malvadas utilizan el Poder para aniquilar el crecimiento humano y espiritual de los demás, con el propósito de preservar y defender la integridad de sus propias personalidades enfermizas. Lo que para dicho autor constituye una verdadera enfermedad mental.


El doctor González de Rivero también habló de que estas personas sufrían una sociopatía agresiva sutil, como la descrita por T. Field; pero en la conceptualización de nuestro conferensista, de lo que habla es de un síndrome de mediocridad inoperante activa, caracterizada por una envidia maligna, que nada tiene que ver con la competencia leal ni la emulación y terminaría con una cita de Quevedo
que dice:

La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
El doctor González terminaría citando al Hartzenbuch que escribiera:

En el silencio de la noche oscura
sale de la espesura
incauta la luciérnaga modesta,
y su templado brillo
luce en la oscuridad el gusanillo.
Un sapo vil, a quien la luz enoja,
tiro traidor le asesta,
y de su boca inmunda
la saliva mortífera le arroja.
La luciérnaga dijo moribunda:
¿Qué te hice yo para que así atentaras
a mi vida inocente?
Y el monstruo respondió: Bicho imprudente,
siempre las distinciones valen caras:
no te escupiera yo, si no brillaras.

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