MARGINALIDAD Y CLIENTELISMO POLÍTICO (subtitulo de un trabajo sobre la pobreza)
Autor: EDUARDO ALFONSO DEPETRIS - julio 2007-
Las prácticas clientelísticas constituyen en la actualidad uno de los mayores obstáculos al desarrollo de una democracia sustancial y no formal y sobre todo fundada en principios de equidad.
Los sectores pobres y marginales que encuentran en los vínculos clientelísticos una esperanza de acceso a bienes y servicios que no pueden obtener por sus propios medios y en forma digna, son el elemento propicio de esta perversa práctica política.
El clientelismo es una relación social caracterizada por la asimetría. En uno de sus extremos, el titular de la riqueza, del poder; en el otro el careciente, caracterizado generalmente por su falta de trabajo y marginalidad.
En esta relación que se activa a través de un intermediario, generalmente un caudillo político que convence al cliente de que es el único camino para acceder a los bienes y/o servicios de los que carece, ya que tiene acceso a los mismos o al mundo que los provee.-
La contraprestación que se espera del cliente, es la lealtad, que suele ser político-partidaria, aunque puede ser de otra índole; la falta de ella le vale el estigma de traidor, sobre todo en provincias con estructuras económicas y políticas feudales.-
Estas prácticas no solo son factibles sino que se potencian en contextos de inequidad y exclusión. La asimetría en los recursos y el carácter personalizado de las relaciones son propios de estos vínculos, cuyo eslabón más débil son los sectores más pobres y marginados de la sociedad.
Para poner coto a estas prácticas seria aconsejable reemplazar los mecanismos de asignación de recursos basados en lealtades personales por una asignación de recursos universalista, basada en el reconocimiento de los derechos ciudadanos, que respete la dignidad de los menos pudientes.-
El concepto de ciudadanía supone la existencia de un espacio de igualdad. Considerada como ciudadanía política, la noción comporta un principio de exclusión (la nacionalidad) pero en su interior reconoce la creación de un área de igualdad en el que, los derechos corresponden en cuanto ciudadanos, y no en función de atributos individuales, de clase, étnicos, etc.
Para ejercer los derechos que nos competen en tanto que ciudadanos, como mínimo debemos tener conciencia de ser titulares de tales derechos, y para ello concebirnos en un espacio de iguales, dentro de cuyos límites los derechos no son reconocidos en función de atributos individuales, sino en función de pautas universales.
Atento a que las prácticas del clientelismo político desde el punto de vista estructural se asientan sobre un mecanismo de exclusión conectado a la concentración y centralización capitalistas, es útil explorar el lado de la formación de la conciencia subjetiva, ya que la estructura y formación de la subjetividad son dos caras de un mismo proceso.-
Con relación a este segundo aspecto conviene tomar en consideración qué contenidos de conciencia son menester para el ejercicio pleno de la ciudadanía, y, en el otro extremo, qué tipo de identidades emergen con más frecuencia en contextos de exclusión.-
La situación de marginalidad acota enormemente las posibilidades del individuo de construir un tipo de identidad, (es decir, un complejo de significados acerca de sí mismo y de su lugar en el mundo) que lo coloque en posición de exigir, en un contexto de recursos insuficientes, el ejercicio pleno de sus derechos ciudadanos, ya que sus posibilidades de afirmación de la identidad están fuertemente acotadas por circunstancias estructurales.-
No se puede hablar ni de igualdad ni de titularidad de derechos entre los hiposuficientes (léase pobres y marginados) y los suficientes.-
La cultura de la pobreza, da a los pobres y marginados una fuerte carencia de confianza en si mismos y una estrecha dependencia del individuo o grupo respecto de lo significados socialmente dominantes, y por ende, del poder extrínseco (la mirada de los otros) y del poder estructural.-
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