LA INICIATIVA DEL CENTENARIO RELATIVA AL FUTURO DEL TRABAJO
El mundo del trabajo atraviesa cambios importantes que
seguirán ocurriendo y que podrían
intensificarse en el futuro. Para entender mejor estos
nuevos retos y enfrentarlos de manera
eficaz, la OIT ha lanzado una “Iniciativa sobre el futuro
del trabajo” y ha propuesto cuatro
“conversaciones del centenario” para los debates que se
realizarán hasta su 100º aniversario
en 2019:
i)
trabajo y sociedad;
ii)
trabajo decente para todos;
iii) la organización del trabajo y de la
producción, y
iii)
la gobernanza del trabajo.
La finalidad de esta nota informativa es presentar un
panorama general de las tendencias clave y problemas en áreas temáticas
seleccionadas que son particularmente importantes para las “conversaciones”
para que sirva de base y facilite el dialogo y los debates en los planos
nacional, regional y mundial.
LOS CAMBIOS TECNOLÓGICOS - EL TRABAJO
EN EL FUTURO:
CÓMO LOGRAR QUE LA TECNOLOGÍA
BENEFICIE A TODOS*
En esta nota se analizan los impactos de los cambios tecnológicos en la
cantidad y calidad de los
trabajos y se discuten los desafíos políticos para desarrollar una fuerza
de trabajo capacitada, evitar
la polarización del empleo y asegurar la distribución equitativa del
aumento de la productividad.
1. DEFINICIÓN DEL ESCENARIO: TEMAS CLAVE Y VISIÓN GENERAL
Se sabe que el cambio tecnológico es un factor principal de crecimiento y
desarrollo. Según
el pensamiento económico, por ejemplo, generalmente se asume que el
crecimiento en el
largo plazo se debe en gran medida a los avances tecnológicos. Robert
Solow, acreedor de un
Premio Nobel en economía por su teoría del crecimiento, estimó que los
avances tecnológicos
representaron aproximadamente 80 por ciento del crecimiento económico en
los Estados Unidos
en el primer semestre del siglo XX (Solow, 1957).
Los cambios tecnológicos también son procesos inevitablemente dinámicos
que implican:
---a) tanto suprimir como crear puestos de trabajo y
---b) transformar los actuales, principalmente en términos de cómo se
organiza el trabajo.
Ambos aspectos tienen repercusiones críticas para los trabajadores, los
empleadores y sus familias. El alcance de los cambios tecnológicos y la rapidez
con la que ocurren siempre han sido tema de debates económicos y sociales,
muchas veces con opiniones divergentes entre los optimistas y los pesimistas.
La corriente reciente de cambios tecnológicos dentro del paradigma digital
ha llamado nuevamente la atención general. Si bien se ha llegado a un amplio
consenso sobre su potencial para la productividad, en los últimos años hay una
creciente preocupación –no muy diferente de la del pasado– sobre la
“posibilidad de que este tipo de cambio tecnológico reemplace la mano de obra”
(OIT, 2015).
Algunos creen que la corriente actual ya ha alcanzado su máximo desarrollo,
de modo que la digitalización de la economía (o sociedad) sin trabajo podría
ser una realidad en el futuro próximo. Otros están en desacuerdo.
Algunos son más optimistas, y resaltan el proceso secuencial de la
creación de puestos de trabajo, que muchas veces es más sólido que la supresión
de los mismos. Y también hay otros que sostienen que la innovación tecnológica
los pone en riesgo, pero que es una situación que se podría evitar. Según
ellos, los futuros impactos de la tecnología en el mercado de trabajo dependerán
de la elección social y de las acciones políticas y, por consiguiente, en el
futuro se podría lograr una economía digital con una alta cuota de empleos.
El cambio tecnológico es un proceso complejo, no lineal, progresivo y que
requiere una gran cantidad de recursos, y es impulsado por fuerzas que no son
únicamente económicas, sino también sociales y políticas.
Además, el cambio tecnológico no es homogéneo y supone una definición
amplia que permita considerar las diferentes formas de cambio e innovación que afectan
la cantidad y la naturaleza de las tareas individuales de diferentes maneras.
El cambio tecnológico se refleja en la creación de conocimiento nuevo, la
implementación de un producto original o su mejora significativa, o una técnica
de producción, lugar de trabajo o modelo comercial diferentes, y en la amplia
difusión de estas innovaciones dentro de la economía.
Evidentemente, solo el tiempo dirá que rumbo tomará el futuro, y, tal como
se indica en los párrafos anteriores, las políticas también cumplen un papel
fundamental en el desenlace del futuro. Sin embargo, hay otras dimensiones
importantes que van más allá de la cantidad de empleos. Se sabe que los cambios
tecnológicos tienen repercusiones críticas en la distribución, con ganadores y
perdedores.
2. ¿QUÉ NOS DICE LA HISTORIA?
Si bien los cambios tecnológicos han llevado, en última instancia, a la
creación de nuevos puestos de trabajo, generalmente parten de ganancias
derivadas del “ahorro de mano de obra” (es decir, la reducción de puestos) y
esta mejora de la eficiencia tecnológica muchas veces ha sido más rápida que la
creación de puestos para los trabajadores desplazados.
De cierta forma, la supresión de puestos de trabajo viene primero y le
siguen las acciones compensatorias, generalmente a un ritmo más lento. Es por
ello que, históricamente, los cambios tecnológicos han sido fuente de ansiedad
e incluso inconformidad.
A inicios del siglo XIX se presenció la introducción masiva de máquinas
textiles que originaron el conocido movimiento ludista. Desde entonces, en
general se ha reaccionado de manera menos negativa ante la innovación tecnológica,
aunque ha seguido siendo vista con bastante recelo, ya que muchas empresas y
trabajadores perdieron sus empleos debido a estos cambios.
A inicios de los años treinta, John Maynard Keynes denominó esta pérdida
de empleos “una nueva enfermedad” e introdujo un nuevo término, el desempleo
tecnológico: “el desempleo causado por los medios descubiertos para ahorrar
mano de obra que ocurre mucho antes de que podamos encontrar nuevos usos para
la misma” (Keynes, 1930)1. El debate
sobre este tema continúa.
Desde su creación en 1919, la OIT ha actuado como un punto de encuentro
mundial para discutir sobre los impactos del avance tecnológico en el empleo.
Por ejemplo, en respuesta a las dudas que surgieron sobre los impactos de
la rápida mecanización y automatización en el empleo (es decir, la estandarización
de los productos y de los procesos de producción que permiten codificar los
trabajos que realizan los trabajadores en algoritmos para que puedan hacerlos
las máquinas) en los años cincuenta, el Director General de la OIT presentó un
informe que sostenía que “la experiencia del pasado no presenta motivos para
creer que la innovación tecnológica haya reducido la cantidad de puestos de
trabajo en el mundo. Por el contrario, sugiere que si bien tales innovaciones
redujeron los puestos en ciertas áreas, en el largo plazo generaron aumentos en
otras” (OIT 1957, p. 29).
Sin embargo, el tecno-pesimismo ganó fuerza en los años sesenta, lo que
llevó a la OIT a discutir, en su Conferencia Internacional del Trabajo (CIT)
anual de 1972, sobre las “repercusiones laborales y sociales de la
automatización y de otros avances tecnológicos”.
Es interesante observar que el informe de la CIT de 1972 empezó con un
análisis de las últimas tendencias al referirse a “las opiniones expresadas
durante los años cincuenta y a inicios de los sesenta” que fueron
predominantemente pesimistas (el informe de la CIT se refirió a estas como
“miedo a la automatización”). Indicó que “la discusión fue principalmente de
índole teórica y se basó más en las opiniones que en los hechos” y concluyó que
las consecuencias de los cambios tecnológicos fueron “en muchos aspectos mucho
menos dramáticos de lo que se temía”.
Agregó: Muchas de las predicciones que se hicieron a inicios de los años
cincuenta han sido claramente refutadas por el curso real de los hechos. Quizá
una de las más impactantes sea la de Norbert Wiener, una eminencia en
cibernética, quien dijo en 1950 que la automatización proveniente de las
computadoras y de los controles de retroalimentación cibernética daría lugar en
25 años a una depresión que haría parecer una “broma” la de los años treinta. Veintidós años más tarde, aparentemente su
profecía no se hará realidad en 1975 o –afortunadamente– incluso en los
próximos 25 años” (OIT 1972, p.4).
En los años sesenta se observaron debates similares en los Estados Unidos,
con preocupaciones sobre los “desempleados de la automatización”, que llevaron
al Presidente Johnson a establecer una comisión nacional que llegaría a la
conclusión de que estas inquietudes estaban infundadas (Autor, 2015).
La innovación tecnológica ganó más fuerza después de los años setenta, con
los típicos altibajos cíclicos, pero la cantidad de puestos de trabajo en general
aumentó en términos tanto absolutos como relativos. Para ilustrarlo de manera
simple, en la Figura 1 se muestra la tasa de empleo en relación con la
población en los países de la OCDE entre 1960 y 2015.
La tasa para hombres cayó significativamente, pero esta disminución fue
más que compensada por el rápido crecimiento de la tasa de empleo para las
mujeres. Esta evolución desigual entre hombres y mujeres refleja, en parte, los
cambios tecnológicos que han cambiado el rumbo de la economía que ha pasado de
la manufactura predominantemente masculina a los sectores del servicio.
En general, la tasa de empleo ha aumentado en aproximadamente 10 puntos
porcentuales en los últimos 55 años. De hecho, los informes de la OIT sobre el
trabajo en el mundo (1996/7,2001) concluyeron que las cifras agregadas no
fundamentan el temor al desempleo tecnológico masivo (“el fin del trabajo”).
Figure 1. Aumento del empleo en la era de la innovación tecnológica: tasa
de empleo-población en los países de la OCDE para el periodo 1960-2015 - Fuente:
OIT y OCDE, grupo de edad 15-64
3. ¿SERÁ DIFERENTE ESTA VEZ?
Supresión de puestos de trabajo: ¿qué tan malo será esta vez?
Hasta la fecha, históricamente la experiencia nos ha llevado a
desacreditar el tecno-pesimismo cuando se trata del resultado general en el
empleo, pero la historia no siempre se repite. Por lo tanto, debemos
cuestionarnos si esta vez será diferente respecto a la supresión de puestos de
trabajo en términos netos; y de ser así, ¿cómo?
Según algunos observadores, estamos ante una salida crítica del patrón que
históricamente hemos tenido hasta la fecha y resaltan la naturaleza particular
de la corriente actual de los cambios tecnológicos, que algunas veces se conoce
como “la Cuarta Revolución Industrial” (Schwab, 2015). Uno de los argumentos
que respaldan este punto de vista es que esta revolución se basa en los logros
de las corrientes anteriores del cambio tecnológico (incluida la tecnología de
la información (TI) y la automatización) y las une para producir un crecimiento
de la productividad a un ritmo exponencial y sin precedentes.
La automatización también ha aumentado, y ha dado lugar a impactos mucho
más fuertes en el reemplazo de los puestos de trabajo. Se espera que las nuevas
tecnologías en la manufactura que llevan a la Industria 4.0 introduzcan una
nueva corriente de automatización de puestos de trabajo en los campos de la
logística, la coordinación y la comunicación.
El avance hacia automatizar toda la cadena de valor mediante la
fabricación e integración de robots autónomos equipados con sensores para
recolectar y analizar datos en una red de datos que mejore las conexiones,
tanto entre las empresas como dentro de las mismas, podría aumentar la
productividad de manera exponencial. De hecho, algunos esperan que el desempleo
tecnológico siga aumentando debido a las repercusiones negativas del uso innovador
de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC), la difusión del
aprendizaje de robótica, la Internet de las cosas y la impresión en 3D (McAfee
y Brynjolfsson, 2014), y otros prevén un futuro sin empleo (Ford, 2015).
Este aumento de la automatización coexiste con las constantes tensiones
generadas por la competitividad en el contexto de la globalización. Las
empresas se ven presionadas para aumentar la productividad y reducir sus
costos. La competencia lleva a las empresas y al sector de la investigación y
el desarrollo a buscar nuevas tecnologías de producción para aumentar la
productividad y la competitividad.
Estas tensiones generadas por la competitividad han impulsado la
automatización y la fragmentación de los sistemas de producción como dos
tendencias de largo plazo en la innovación de procesos que optimizan la
productividad mediante el ahorro de mano de obra y, por lo tanto, suprimen
puestos de trabajo.
Por estos motivos, desde la perspectiva pesimista, la naturaleza sin precedentes
del cambio tecnológico actual se inclina básicamente al “ahorro de mano de
obra”, incluso en el largo plazo. La pregunta es: ¿qué tan malo será esta vez?
Se han hecho varios esfuerzos para estimar la magnitud potencial de la
supresión de puestos de trabajo. Por ejemplo, Frey y Osborne (2013) exploraron
la posible automatización de las ocupaciones, es decir, la facilidad o
factibilidad técnica de informatizar las ocupaciones. Estimaron que 47 por
ciento del empleo total en los Estados Unidos está técnicamente en una
categoría de alto riesgo de automatizarse en las “próximas dos décadas”. El
estimado comparable para el Reino Unido es 35 por ciento, y los estudios para
Alemania y Francia mostraron resultados similares.
Un estudio reciente de la OIT ha producido un estimado mucho más alto para
los países de la ASEAN: aproximadamente tres de cada cinco puestos de trabajo
se encuentran bajo “un alto riesgo de ser automatizados” (Chang y Hyunh, 2016),
por lo que surgen preguntas importantes sobre las variaciones regionales en la
supresión de puestos de trabajo.
Sin embargo, según las críticas es improbable que la automatización futura
suprima totalmente las ocupaciones; más bien los puestos de trabajo dentro
estas variarán, y si bien es probable que algunos puestos desaparezcan, otros
solo cambiarán (Autor y Handel, 2013). Los estudios que analizan los puestos de
trabajo en lugar de las ocupaciones encuentran riesgos significativamente menores
para las pérdidas de puestos de trabajo.
Según Arntz, Gregory y Zierahn (2016), la automatización reemplazará
algunas tareas que básicamente cambiarán la naturaleza de los trabajos que los
trabajadores realizarán, pero los trabajos en sí, no están en riesgo. Concluyen
que en los países de la OCDE, en promedio aproximadamente 9 por ciento de los trabajos
están en alto riesgo de ser automatizados, con una variación entre 12 por
ciento en Austria, Alemania y España y aproximadamente 6 por ciento o menos en
Finlandia y Estonia.
Además, los recientes cambios tecnológicos muchas veces han facilitado la
tercerización y la relocalización y han fragmentado más el proceso de
producción, lo que podría agravar la pérdida de puestos de trabajo en los
países desarrollados. Las nuevas tecnologías en el transporte y las tecnologías
de la información y las comunicaciones, así como las nuevas instituciones, como
los acuerdos de comercio y regímenes de libre comercio, han permitido aumentar
la fragmentación para mejorar la productividad.
Al inicio, los trabajos eran rutinarios, con especialización en una
secuencia de tareas estrecha. La búsqueda del aumento de la productividad con
economías de especialización y aglomeración también ha llevado a las empresas a
especializarse en tareas específicas en los países, y finalmente a especializarse
en tareas específicas en las cadenas de valor mundiales.
La tercerización de las tareas de producción que requieren un alto coeficiente
de mano de obra ha dado lugar a la fragmentación de los procesos de producción más
allá de las fronteras, y a la reubicación de puestos de trabajo poco
calificados de países desarrollados en países de remuneraciones bajas.
Durante las últimas décadas, los países de economías desarrolladas se han
especializado en tareas altamente calificadas, tales como la investigación y el
desarrollo, el diseño, las finanzas y los servicios post-venta, mientras que los
países en desarrollo han atraído muchos de los puestos de trabajo de baja
remuneración y poco calificados que todavía no se pueden automatizar.
En general, se espera que la alta competencia en los mercados mundiales
siga impulsando la automatización y la fragmentación, aunque es probable que la
nueva corriente de especialización esté más orientada al sector de servicios
que a la manufactura. Por un lado, se espera que las nuevas tecnologías de
producción que requieren habilidades complejas repatríen o internalicen los
empleos y tengan repercusiones en las cadenas de valor. Por ejemplo, los nuevos
robots podrán realizar las tareas de costura que hasta el momento habían sido
un trabajo para “manos hábiles” en los países de bajas remuneraciones (The
Economist, 2015, 30 de mayo).
Por otro lado, los efectos indirectos positivos de las tecnologías
digitales, los poderosos algoritmos, software de aprendizaje (inteligencia
artificial) llevarán a la descomposición de los puestos de trabajo
profesionales, y a la reubicación de los puestos de los países desarrollados en
los países en desarrollo.
Según Brown y Lauder (2013), habrá un proceso de “Taylorismo informático”.
Las empresas dividirán los servicios de las oficinas en tareas especializadas,
tal como ocurrió con el proceso del Taylorismo en la manufactura.
La digitalización permite reubicar estas tareas en los países en desarrollo.
Incluso las tareas de servicios complejas serán externalizadas a los países en
desarrollo debido al creciente número de trabajadores altamente calificados que
hay en estos países, además de los salarios que son dos tercios más bajos que
en los países de economías desarrolladas. Pero también se crearán nuevos
puestos de trabajo: mecanismos y magnitud
Muchos otros investigadores han puesto en tela de juicio este escenario
desalentador porque resaltan el potencial de creación de nuevos puestos de
trabajo. Si bien el impacto directo de las innovaciones para lograr un proceso
que mejore la productividad es la supresión de puestos de trabajo, tales
innovaciones y las consecuencias que buscan también podrían impulsar nuevas
actividades económicas y crear puestos de trabajo (con el potencial de creación
positiva neta de empleo en el nivel agregado). De hecho, hay varios mecanismos,
como los indicados anteriormente, que pueden viabilizar tales cambios
(Vivarelli, 2007).
Primero, hay complementariedades entre la nueva tecnología
y el empleo dentro de un determinado sector.
Por ejemplo, tal como lo explica Autor (2015), la introducción de los
cajeros automáticos redujo la demanda de trabajo para los cajeros, pero fue
compensado por el aumento del número de sucursales. Además, la nueva tecnología
en sí permite que los bancos amplíen la variedad de sus servicios,
principalmente mediante la “banca de clientes” donde los funcionarios del banco
presentan varios servicios bancarios a los clientes de manera personal.
En segundo lugar, los efectos indirectos positivos de la
tecnología crean puestos de trabajo.
Las mismas innovaciones de los procesos que desplazan a los trabajadores
en las industrias usuarias crean demanda de trabajadores en las industrias
productoras. Los nuevos robots y máquinas inteligentes se tienen que
desarrollar, diseñar, construir, mantener y reparar.
Además, la fragmentación de los sistemas de producción, la Internet de las
cosas, la Industria 4.0, el Taylorismo informático, los carros sin conductores
y otros fenómenos aumentarán la demanda de construcción de nueva
infraestructura, equipo de transporte y de TI, así como programas informáticos
cada vez más complejos e instituciones nuevas. Muchos países en desarrollo
tendrán que desarrollar un suministro confiable de electricidad, transporte e
infraestructura de TI.
En tercer lugar, la innovación tecnológica lleva a otras
innovaciones.
El nuevo conocimiento científico ofrece “oportunidades que se pueden
aprovechar” no solo para las tecnologías de los procesos, sino también para el
desarrollo de nuevos productos. Los emprendedores creativos diseñan y
desarrollan principalmente bienes y servicios nuevos, desenvuelven nuevos modelos
empresariales y crean nuevos puestos de trabajo. La Internet Industrial de las
cosas (IIoT) y los macrodatos (Big Data) han creado un nuevo modelo empresarial
–la manufactura combinada con el servicio– en el que las empresas conjugan la
manufactura con la generación de datos para innovar con otros productos.
Por ejemplo, Michelin ha desarrollado neumáticos con sensores para recabar
información sobre las condiciones de las rutas, la temperatura y la velocidad
para proveer a los gerentes de flotas de camiones servicios que les permitan
reducir el consumo y los costos de la gasolina.
Al mismo tiempo, las empresas de programas informáticos, como Google,
adoptan las nuevas tecnologías para incursionar en la manufactura mediante el
desarrollo de vehículos sin conductores (Accenture Technology, 2014).
En cuarto lugar, está el efecto en los precios y en los ingresos
(Acemoglu y Restrepo, 2016).
El incremento de la productividad derivado de la tecnología, traducido a
mayores remuneraciones, ingresos, poder adquisitivo y precios más bajos,
aumentará la demanda por productos nacionales, así como su producción.
Asimismo, los costos más bajos aumentarán la competitividad y las
ganancias más altas fomentarán la inversión. Esto llevará a aumentos en la productividad
mediante la innovación y las economías de escala. Estos efectos en los ingresos
y en la expansión de los mercados podrían compensar la pérdida de empleo
(Vivarelli, 2007).
Por ejemplo, los avances tecnológicos en la atención de la salud permiten
reducir los costos de salud, lo que, a su vez, aumenta la demanda de servicios
médicos más complejos.
En quinto lugar, la implementación de tecnologías de procesos que ahorran
mano de obra ha dado lugar a menos horas de trabajo, lo que ha llevado a una
mayor demanda de actividades de ocio, una gran variedad de productos
innovadores, industrias y servicios del entretenimiento totalmente nuevos y la
creación de nuevos puestos de trabajo. Los deportes, la salud, el
esparcimiento, el turismo, la música, la televisión, los videojuegos, los
restaurantes, las ferias, los museos y el movimiento de bricolaje, que empezó
en los años ochenta, son ejemplos de este fenómeno.
La evidencia también muestra que las industrias del entretenimiento usan
cada vez más la tecnología y, por consiguiente, los trabajos se han vuelto cada
vez más complejos (Posner, 2011). La mayor demanda de actividades de ocio en el
futuro depende de que los avances tecnológicos se traduzcan en menos tiempo de
trabajo en lugar de en desempleo.
Por ello, es esencial que los aumentos de la productividad provenientes de
las nuevas tecnologías de producción también se compartan con los clientes a fin
de garantizar un mayor nivel de capacidad adquisitiva y una mayor demanda.
Si existieran todos estos mecanismos, “la tecnología suprimiría los
puestos de trabajo, pero no el trabajo” (Bowen 1966, citado en Autor, 2015).
¿Será diferente esta vez? Es difícil de predecir, por lo que se requerirán
más investigaciones y debates bien fundamentados en los próximos años. Un punto
importante en este debate es reconocer que las nuevas tecnologías tendrán diferentes
impactos en los procesos de supresión y creación de puestos de trabajo de
acuerdo con cada país. Los datos empíricos muestran que cada país es muy
diferente respecto a las actividades innovadoras, el crecimiento de la
robotización y la integración en las cadenas de valor mundiales, así como
respecto al impacto de la innovación de los procesos en la creación neta de
empleo.
Pero lo más interesante es que la correlación entre estas nuevas
tecnologías de los procesos y el empleo no queda del todo clara y, de hecho,
los efectos, tanto de la supresión como de la creación de puestos de trabajo son
diferentes de acuerdo con cada país (Timmer et al, 2015; Graetz y Michaels,
(2015).
Por ejemplo, si bien Alemania tenía la tasa de crecimiento más alta en robots,
que superaba de lejos la tasa de los Estados Unidos, la pérdida neta de empleos
en la manufactura como parte del empleo total fue mucho menor en comparación
con los Estados Unidos (Nübler, 2016).
En términos más generales, necesitamos entender mejor las fortalezas de
cada país para adoptar rápidamente las nuevas tecnologías, adquirir
competitividad y crear productos innovadores como parte de su proceso de ajuste
económico. Si bien los efectos de compensación son creados por los mercados,
estos no funcionan aislados. Más bien, están insertos en sociedades cuyas
capacidades de innovar, movilizar recursos para nuevas actividades económicas y
aprender a competir son factores determinantes e importantes para la innovación
de los productos y la creación de puestos de trabajo (Cheon, 2014; Nübler,
2014; Paus, 2014).
4. MÁS ALLÁ DE LA CANTIDAD DE PUESTOS DE TRABAJO: LA
CALIDAD DEL EMPLEO, LA ADAPTACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL Y LOS RETOS DE LA
DISTRIBUCIÓN
Nuestro análisis muestra que el resultado de la Cuarta Revolución
Industrial quizá no sea tan negativo como lo sugieren ciertos observadores
pesimistas. La creación de más puestos de trabajos en lugar de suprimirlos es
un camino posible en el futuro próximo. Sin embargo, incluso en este escenario
positivo hay muchos otros aspectos que merecen ser objeto de un debate político
serio, y los resultados económicos y sociales de la evolución tecnológica
suelen depender en gran parte de cómo los países abordarán estos aspectos.
En concreto, hay tres temas principales:
En primer lugar, los cambios tecnológicos transformarán la
naturaleza y la calidad de los puestos de trabajo actuales y futuros. En
palabras simples, en este sentido, la principal inquietud es si se podrá
evitar, y de qué manera, la supresión de buenos puestos de trabajo y la
creación de puestos de trabajo malos, aunque lo segundo implique el aumento del
empleo total.
Gordon (2016, p. 604) lo definió bien: “El problema creado por la era informática
no es el desempleo masivo, sino la desaparición gradual de trabajos buenos, estables
y de nivel medio que se han perdido no solo debido a los robots ni a los algoritmos,
sino también debido a la globalización y a la externalización a otros países,
junto con la concentración del aumento de puestos de trabajo en empleos
manuales y rutinarios con remuneraciones relativamente bajas”.
En los países en desarrollo, la principal preocupación es generar patrones
de diversificación que generen más y mejores puestos de trabajo.
En segundo lugar, el
proceso dinámico de la supresión y creación de puestos de trabajo implica que
los trabajadores y las empresas, al igual que las comunidades, tendrán que
pasar por cambios y ajustes importantes, que generalmente son difíciles y
costosos.
El resultado de los cambios tecnológicos depende de cómo se manejen estos
procesos de ajuste. No se trata solo de los procesos del mercado, sino también
de las opciones sociales y políticas que elijan las comunidades y de las
políticas que implementen.
En tercer lugar, los cambios tecnológicos pueden generar mayores
ganancias en la productividad. Nuevamente, el impacto en el ámbito del trabajo
en cada uno de los países y en todo el mundo dependerá de la forma en la que se
distribuyan estas ganancias entre las economías y los grupos sociales. Este
punto es particularmente importante, ya que la evolución tecnológica actual
ocurre en un contexto en el que la desigualdad general de los ingresos ha
alcanzado un récord histórico (Piketty, 2014).
¿SUPRIMIRÁ LA EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA LOS TRABAJOS DE NIVEL
MEDIO Y EMPEORARÁ LA POLARIZACIÓN DEL EMPLEO?
La evolución tecnológica no solo afecta la cantidad de los puestos de
trabajo, sino también la naturaleza y la calidad de los mismos.
Si bien hay varias maneras de describir la calidad del empleo, la OIT
(1990) define el empleo como “un conjunto de tareas y cometidos desempeñados por
una persona, o que se prevé que esta desempeñe, para un empleador particular,
incluido el empleo por cuenta propia”.
Esto define un empleo en términos del alcance, naturaleza y perfil de las
tareas y estas características del empleo determinan el perfil ocupacional.
Autor et al. (2003) describen las tareas de un empleo como rutinarias y
no rutinarias y como manuales o cognitivas. Muestran que la automatización
primero reemplazó las tareas manuales rutinarias y gradualmente ha ido
reemplazando cada vez más las tareas no rutinarias; mientras que las diferentes
tecnologías nuevas recientes han permitido la automatización de tareas cada vez
más complejas, principalmente las tareas cognitivas rutinarias y no rutinarias.
Muchos de los nuevos robots móviles no reemplazarán a los seres humanos,
pero aumentarán sus capacidades cognitivas, participativas y físicas. Los
trabajadores empezarán a centrarse más en las tareas que las computadoras no
pueden realizar y, por ende, los trabajos se volverán más complejos. La
interacción y la colaboración entre el trabajador y la máquina requieren un
mayor nivel de autonomía por parte de los operadores y diseñadores, lo que los
llevará a centrarse más en encontrar el valor que en seguir las reglas.
Los administradores que trabajan con máquinas inteligentes y conectadas
que los ayudan en las decisiones administrativas diarias y otras decisiones
rutinarias necesitarán más habilidades interpersonales, que se adquieren principalmente
a través de la experiencia, como el sentido común, la creatividad y la
capacidad de resolver problemas. Los administradores tendrán que formular las
preguntas para que las computadoras las respondan, abordar circunstancias
excepcionales caracterizadas por algoritmos cada vez más inteligentes, y
aprender a lidiar con la ambigüedad.
Además, los empleos en la
investigación, el desarrollo, y el diseño serán de índole más experimental, ya
que los modelos y las simulaciones reducen los costos de los experimentos, y
será cada vez más frecuente que los procesos de trabajo cumplan ciclos de
“diseñar, construir y probar”.
Además, las innovaciones de productos impulsadas por la Internet de las cosas,
los macrodatos, la Industria 4.0 y el Taylorismo informático podrían crear
puestos de trabajo en una gran variedad de ocupaciones nuevas basadas en el
saber. Surgirán nuevas ocupaciones, principalmente en la intersección de
profesiones, programas informáticos y máquinas, como arquitectos y analistas de
macrodatos, especialistas en servicios de nubes, desarrolladores de programas informáticos
y profesionales del marketing digital (Frey, 2016).
Según Susskind y Susskind (2015), se crearán varias funciones legales
nuevas en la intersección de los programas informáticos y el derecho, como
ingenieros con conocimiento legal, tecnólogos legales, gerentes de proyectos,
gerentes de riesgos y analistas de procesos.
Un aspecto importante en este contexto es definir si la demanda de
ocupaciones altamente calificadas surge a expensas de ocupaciones de calificaciones
e ingresos medios, es decir, si esta llevará a la polarización o a la
“desaparición” de los puestos de trabajo. Por ejemplo, según Autor, Levy y
Murnane (2003), desde los años ochenta, la proporción de los empleos rutinarios
de calificación media en los Estados Unidos disminuyó en relación con los
empleos de calificación baja o más alta. Sin embargo, en estudios recientes,
Graetz y Michaels (2015) y Timmer, Los y de Vries (2015) evalúan el impacto de
la robotización y la globalización en los empleos durante los años noventa y
2000 y confirman los resultados para los Estados Unidos, pero encuentran
pruebas limitadas de una polarización general del empleo en otros lugares.
La polarización del empleo también se puede observar mundialmente,
principalmente cuando la evolución tecnológica ocurre de manera desigual, con
un rezago por parte de los países de bajos ingresos. Por ejemplo, los niveles
de evolución tecnológica siguen siendo bajos en la mayoría de los países
africanos, y solo unos cuantos han podido transformar sus economías al
dinamizarlas mediante la actualización tecnológica. Los hechos indican que cada
país tiene diferentes patrones de cambio en la diversidad de las ocupaciones.
Si bien en algunos países la proporción de empleos de calificaciones e ingresos
altos y medios aumenta, en otros se observa una polarización del empleo, como
se ha definido previamente, y en otros hay simplemente un aumento de la proporción
de los empleos de calificaciones e ingresos medios (OIT, 2015).
¿CÓMO PODEMOS ENFRENTAR LOS AJUSTES ECONÓMICOS Y SOCIALES
DE LA ACTUALIZACIÓN TECNOLÓGICA?
El proceso dinámico de la evolución tecnológica y de la innovación no
ocurre de manera aislada ni de forma predeterminada y supone varios ajustes
económicos y sociales que pueden afectar de manera desproporcional a ciertos
trabajadores, empresas y comunidades (y en algunos casos, países y regiones).
La experiencia indica que el resultado de los cambios tecnológicos depende
de cómo se manejen estos procesos de adaptación y de si estos incluyen o no
apoyo a las comunidades y a los trabajadores desplazados (incluida la
capacitación y el apoyo a los ingresos) e incentivos para emprendimientos para
las empresas.
Estos procesos suelen ser complejos y requieren una gran cantidad de
recursos, pero generalmente no se sopesa adecuadamente que ocurrirán tales
ajustes.
Los nuevos perfiles de tareas para los puestos de trabajo y las nuevas
ocupaciones pueden cambiar en gran medida la naturaleza de las habilidades que
se requieren para la producción y la innovación. Esto exige que los sistemas de
educación y capacitación, las empresas y las familias provean las habilidades
que se requerirán en el futuro, y que promuevan el desarrollo de una serie de
competencias diversas y complejas en el mercado de trabajo.
En principio, los trabajadores necesitan adquirir las habilidades
adecuadas para poder ser contratados y adaptarse rápidamente a las diferentes
calificaciones requeridas.
Tales competencias están relacionadas con conocimientos técnicos, pero
también con habilidades básicas como la creatividad, la imaginación, la
apertura a nuevas ideas y habilidades sociales y de comunicación.
Sin embargo, en un contexto de cambio tecnológico rápido, se desconocen
muchas de las habilidades específicas que se necesitarán en el futuro, o son inciertas.
Los sistemas de educación y capacitación enfrentan el reto de reducir este
riesgo y mejorar la flexibilidad de los trabajadores y la transferibilidad de
sus calificaciones.
También se requieren políticas de transformación productiva para promover
la diversificación de las empresas con nuevos productos e industrias. El debate
reciente sobre la transformación productiva resalta principalmente la función
de las dinámicas industriales, los efectos macroeconómicos y las innovaciones
sobre el cambio estructural para promover la creación de buenos empleos
(Salazar-Xirinachs, Nübler, Kozul-Wright, 2014).
Los modelos económicos también muestran que para que haya un crecimiento
sostenido en la productividad y buenos empleos es necesario que la economía se
diversifique, que aumenten las actividades de alta tecnología, y que haya un
crecimiento dinámico en la demanda nacional e internacional (Astorga, Cimoli y
Porcile, 2014).
Un mensaje fundamental es que los mercados solos no pueden impulsar este
complejo proceso de ajuste relacionado con los cambios tecnológicos y que las
políticas e instituciones proactivas y deliberadas del gobierno son
fundamentales para apoyar estos procesos.
La evidencia indica que los países asiáticos que lograron recuperarse
transformaron su estructura industrial para favorecer a los sectores de alta
tecnología y de mayor elasticidad en la demanda. Para lograrlo, implementaron
políticas en la industria, el comercio, la inversión, la educación y la capacitación,
así como políticas macroeconómicas y relacionadas con el mercado de trabajo lo
que permitió generar procesos de aprendizaje, de transformación productiva y de
creación de puestos de trabajo.
Muchos países latinoamericanos, y también africanos, no han podido generar
dinámicas de cambio estructural para mejorar su productividad y aumentar los
puestos de trabajo.
La experiencia reciente muestra una vez más que los países asiáticos han
usado la integración en las cadenas de valor mundiales como un medio para
aumentar la complejidad de su economía, mientras que los países
latinoamericanos siguieron una estrategia que la redujo (Nübler, Kümmritz y Rubínová,
2016).
También es importante notar que el cambio tecnológico ocurre en ciclos
largos, y que las fases de innovaciones para mejorar la productividad y de
supresión de puestos de trabajo están seguidas por fases de innovaciones de
productos que crean nuevos bienes y servicios básicos e impulsan lo que Perez
ha denominado una “Era de Oro de creación de empleos”.
Esta segunda fase siempre ha llevado a innovaciones interconectadas –
“…innovaciones técnicas, organizacionales y gerenciales… lo que abre una amplia
gama inusual de oportunidades de inversión y de ganancia”. Esta es la fase en
la que las empresas crean valor mediante el desarrollo de nuevos productos y
mercados, y donde las nuevas industrias reemplazan a las industrias predominantes
como motores del crecimiento. Nuevamente, los mercados no pueden lograr esta
transición; la historia muestra que se trata de una elección sociopolítica.
Crear una fase de Era de Oro requiere una transformación fundamental de
las economías y esto solo se puede lograr con la transformación de las
sociedades, que es básicamente un proceso de aprendizaje colectivo (Nübler,
2016).
Con base en su marco de trabajo de recurrencias históricas, Perez (2013)
sostiene que actualmente los países están en un momento decisivo en el que
tienen que hacer elecciones sociales y políticas, lograr un nuevo consenso
social y desarrollar nuevas instituciones para avanzar hacia nuevos patrones de
consumo y de producción (Nübler, 2016).
RETOS EN LA DISTRIBUCIÓN DE LOS CAMBIOS TECNOLÓGICOS Y LAS
GANANCIAS DE LA PRODUCTIVIDAD: ¿CUÁN REALES SON Y CUÁLES SON LAS POLÍTICAS?
La innovación tecnológica permite aumentos significativos en la
productividad y quizá siga siendo así. En una era de mayor aplicabilidad de la
TI y de globalización, es probable que las economías de escala (y los aumentos
de la productividad) sean incluso mayores. Sin embargo, como estas ganancias
han ido principalmente a los dueños de tales innovaciones, los recientes cambios
tecnológicos también han llevado a una mayor desigualdad (OIT 2014, 2015).
La polarización del empleo, mencionada previamente, ha aumentado la
desigualdad en muchos países, debido a una distribución desigual de las altas
ganancias de la productividad derivadas de las innovaciones entre los dueños del
capital, trabajadores calificados y no calificados y los consumidores.
Además, es probable que el aumento esperado de las habilidades de los
gerentes y, principalmente las habilidades interpersonales, que solo se pueden
adquirir mediante la experiencia, contribuyan al aumento de la desigualdad
intergeneracional. Por ello, la desigualdad podría aumentar aún más con el
avance tecnológico sostenido.
Sin embargo, el nivel actual de desigualdad ya es alto, lo que presenta
riesgos económicos y políticos serios (ibíd.) y se ha llegado a un consenso
mundial sobre la necesidad de abordar esta división (G20, 2016).
Además, es importante observar que la innovación tecnológica, como se ha
discutido previamente, es el resultado de los esfuerzos colectivos y acumulados
de los individuos y empresas durante generaciones y, por lo tanto, sus beneficios
se deberían compartir con todos.
Este también es un aspecto económico importante. La concentración de las
ganancias de la productividad entre ciertos grupos económicos (lo que resulta
en una mayor desigualdad) puede reducir el consumo general y, por consiguiente,
limitar el crecimiento económico. Si esto se combina con el desempleo
tecnológico, puede crear déficits considerables en la demanda agregada que, a
su vez, podría ser un duro golpe para la economía mundial, dada la persistente debilidad
de la demanda agregada desde el inicio de la Gran Recesión.
Tal como lo sostuvo Ford (2015, p.190):
“La acelerada tecnología podría amenazar cada vez más los empleos en todas
las industrias y en varios niveles de habilidades. Si esta tendencia continúa,
tendrá repercusiones importantes en la economía general. La automatización
incesante de los empleos y los ingresos podría llevar a la mayoría de los
consumidores a carecer de los ingresos y poder adquisitivo necesarios para
impulsar la demanda, que es fundamental para el crecimiento económico
sostenido”.
Por ello, algunos analistas han recomendado el derecho a ingresos básicos
como una contramedida política. Esto garantizaría estándares de vida mínimos
para todos, independientemente de su condición laboral y, así, se mantendría la
demanda de consumo. Esta idea no es nueva.
En los años sesenta, cuando había un gran pesimismo tecnológico, la
comisión establecida por el Presidente Johnson observó que la “revolución
cibernética” llevó a “un sistema de capacidad de productividad casi ilimitada
que requería cada vez menos mano de obra humana” y a la ruptura del “vínculo
tradicional entre empleos e ingresos”. Por consiguiente, se propuso que la
“sociedad, mediante las instituciones legales y gubernamentales pertinentes,
asumiera el claro compromiso de que cada individuo y cada familia recibiera, de
pleno derecho, un ingreso adecuado”.
En general, las ganancias de la productividad se suelen distribuir con los
trabajadores bajo la modalidad de remuneraciones más altas o una reducción del
horario de trabajo.
Sin embargo, en los últimos años, las remuneraciones han tendido a
estancarse en muchos lugares del mundo (OIT 2014, 2015) y los horarios de
trabajo se han reducido muy poco, principalmente para los trabajadores a tiempo
completo (OIT, 2011). Por ello, los salarios por horas, que podrían aumentar
con tarifas más altas por hora o mediante la reducción del horario de trabajo,
han quedado rezagados en relación con la productividad laboral.
En general, una característica importante de la corriente de innovación
tecnológica actual que la diferencia de las corrientes anteriores es que avanza
a buen ritmo en un contexto en el que la desigualdad ya es alta, los empleos
están cada vez más polarizados y el mercado de trabajo está muy segmentado.
Dado el riesgo significativo de que estas tendencias empeoren, los debates se deberán centrar principalmente
en acciones políticas para abordar la distribución de las ganancias de la
productividad.
5. CONCLUSIONES: PREGUNTAS CLAVE PARA LOS DEBATES FUTUROS
Los cambios tecnológicos han sido un factor determinante de las economías
de mercado, y muchas veces han generado opiniones divergentes sobre sus
impactos en el trabajo.
La cantidad de empleos ha resistido el tecno-pesimismo muchas veces, pero
la historia no siempre se repite. De hecho, la corriente actual de los cambios
tecnológicos (es decir, la Cuarta Revolución Industrial) incluye varios
elementos que podrían hacer que esta vez sea diferente. Sin embargo, los
estudios también han identificado nuevas fuentes de creación de puestos de
trabajo que podrían compensar la pérdida de empleos.
Lógicamente, existen diferentes proyecciones sobre la cantidad de empleos
en los próximos años, por lo que se tendrán que suscitar debates a partir de un
nuevo análisis empírico mediante varias metodologías, con énfasis en este tema
que abarca tantos aspectos:
--- ¿ Cómo se puede lograr el “empleo pleno” en el contexto de los cambios
tecnológicos actuales y futuros?2
Para abordar esta interrogante, es necesario revisar las siguientes
preguntas específicas:
--- ¿ Qué empleos y ocupaciones están en riesgo? y
---¿Cuáles son las potenciales fuentes de creación de puestos de trabajo?
Si la pérdida neta de empleos es inevitable,
---¿de qué otras maneras se pueden crear puestos de trabajo en la sociedad
para lograr el empleo pleno (por ejemplo, la economía del cuidado)?
---¿ Cómo funcionan estas dinámicas de supresión y creación de puestos de
trabajo en el mundo?
---¿ Qué políticas, tanto en el nivel nacional como en el internacional,
pueden ser útiles para alcanzar todo el potencial de la creación de nuevos
puestos de trabajo?
La transición de las economías hacia industrias nuevas y dinámicas con un
gran potencial de crear puestos de trabajo requiere un cambio tecnológico
transformador, innovaciones basadas en misiones y un nuevo consenso social.
¿Cómo podría cumplir el dialogo social un papel fundamental para definir
este proceso?
Además, la tecnología tiene efectos sumamente importantes sobre la calidad
de los empleos, los ajustes económicos y sociales y los retos de la
distribución.
En primer lugar, los hechos indican que los cambios
tecnológicos actuales pueden empeorar la tendencia actual hacia la polarización
del empleo; lo cual podría segmentar aún más el mercado de trabajo, desplazar a
la clase media y aumentar la desigualdad de los salarios.
Por ello, los debates también se deben centrar en preguntas como:
--- ¿ Podría evitarse la polarización causada por la tecnología?
---¿Qué políticas y cambios
institucionales se requieren para enfrentar la polarización del empleo y, en
términos más amplios, el deterioro de la calidad del empleo?
---¿Serán las políticas de
educación y capacitación suficientes?
---¿ Cómo cambiarán las nuevas tecnologías la naturaleza de los empleos
en las distintas ocupaciones y en los diferentes niveles?
---¿Cuáles serán las
características que definan los nuevos puestos de trabajo y, lo más importante,
serán percibidos como empleos de calidad?
En segundo lugar, los cambios tecnológicos no ocurren
de manera aislada ni de forma mecánica, sino que requieren varios ajustes económicos
y sociales.
La experiencia indica que el resultado de los cambios tecnológicos y la
naturaleza de las innovaciones dependen de cómo se manejen estos procesos de
ajuste. Por ello, se requieren debates que se centren principalmente en:
---¿ Cuáles son las buenas prácticas y qué capacidades se requieren para
manejar este proceso de ajuste?
---¿Cuáles son los elementos
clave para tener éxito, principalmente en términos de articular una gran
variedad de políticas del mercado de trabajo, políticas de educación y
capacitación, políticas industriales y políticas macroeconómicas?
---¿ Cómo tendremos que redistribuir el empleo dentro de la fuerza de
trabajo y ajustar el horario de trabajo ante la supresión neta de puestos de
trabajo?
---¿Cuáles son los modelos innovadores
y qué podemos aprender de la experiencia pasada?
En tercer lugar, los cambios tecnológicos actuales
han creado grandes aumentos en la productividad que, hasta la fecha, han
empeorado la desigualdad de ingresos.
Dado el riesgo económico y político existente de que la desigualdad
aumente, la forma en la que se aborde el reto de distribuir las ganancias de la
productividad será un factor importante para definir el futuro del trabajo y de
la sociedad.
Por ello, será necesario iniciar debates que se centren en:
---¿ Cómo podemos manejar la (re)distribución de las ganancias de la
productividad para reducir la desigualdad y, al mismo tiempo, mantener el poder
adquisitivo y la demanda para fortalecer los efectos de compensación, el crecimiento
económico sostenido y la creación de puestos de trabajo?
---¿ Cómo pueden las políticas fiscales y salariales ser instrumentos
eficaces para distribuir los aumentos de la productividad con los consumidores
y emprendedores creativos?
---¿ Necesitamos acaso una nueva forma de pensar sobre la distribución
de los ingresos con un “cambio de paradigma” (por ejemplo, los ingresos
básicos)?
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