Mónica Müller, autora de “Pandemia”: “Los virus son eternos, inevitables e impredecibles”
En la reedición de su libro, la médica hace un recorrido por algunas de las grandes pestes de la historia. En exclusiva con Infobae, da algunas pistas sobre lo que nos puede suceder y lo que podemos hacer los humanos frente al brotePandemia, el ensayo que la médica Mónica Müller publicó en 2010 y que reúne una descripción y un cruce de epidemias a partir de evidencias científicas y testimonios en primera persona, será reeditado con una edición ampliada y corregida que incluye la historia del virus COVID-19.
En su escrito la además escritora de ficción y de textos de divulgación hilvana las distintas epidemias, desde la actual del coronavirus reportada por primera vez en 2019 en Wuhan (China), con el SARS de 2002-2003, el virus A (N1H1) que en 2009 se cobró oficialmente 14.000 víctimas, hasta la Gripe Española de 1918.
Mientras escribía la reedición de su libro recibía llamados telefónicos, mails y mensajes de Whatsapp de pacientes y parientes que querían consultarle sobre diversos síntomas. Pocos expresaban directamente su temor a estar infectados por el nuevo virus, pero la mayoría deslizaba información inquietante para sugerir sin nombrarlo el diagnóstico que más temen en estas últimas semanas: coronavirus.
La cifra de muertos por coronavirus alcanzó este jueves los 50.230 en todo el mundo mientras que el número de contagios alcanzó el millón, según las últimas cifras del centro de monitoreo de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos. Y mientras los gobiernos barajan diferentes estrategias para neutralizar el brote, las estadísticas evidencian que aún se encuentra en desarrollo creciente y la curva de contagios aún no alcanza su punto máximo.
“Los nuevos virus son maquinarias programadas para la supervivencia. No son seres vivos porque no nacen, no se alimentan y no mueren. Son piezas que se ensamblan dentro de las células, las colonizan, reemplazan su información genética y las obligan a producir piezas de virus. Son realmente de una eficiencia aterradora, están programados para invadir e infectar la mayor cantidad de seres vivos en el menor tiempo posible", advirtió en diálogo con Infobae la especialista.
Aunque pertenecen a distintas familias, el nuevo virus COVID-19 y el A H1N1/09 que provocó la pandemia de gripe del año 2009 tienen una marca de nacimiento en común. También este se originó por mutación y combinación de virus animales y humanos probablemente en una granja de producción de cerdos, y a partir de un primer caso detectado en México se difundió por todo el mundo.
“Es probable que las rápidas medidas preventivas que tomó el Ministerio de Salud en enero de 2020 no basten para abortar el brote en el corto plazo, porque los contagios siguen en aumento en todo el mundo”, asegura. Y agrega: “El mundo sigue con temor la trayectoria y las andanzas del nuevo germen. Su aparición en un marzo caluroso sorprendió a muchos, incluso a médicos que lo esperaban recién en el invierno. Sin embargo, lo mismo había sucedido en 2009: el primer caso de gripe A (H1N1) también se registró en abril, recién empezado el otoño".
El verdadero brote que provocó síntomas graves: discriminación, xenofobia y racismo
Como siempre ocurre, la palabra “pandemia” genera reacciones desproporcionadas en los individuos inclinados a la ansiedad. “Cuando explico que las únicas medidas de prevención eficaz contra el nuevo coronavirus son evitar los lugares cerrados y concurridos, ventilar los ambientes y extremar la higiene de las manos y los objetos, percibo que mis palabras no bastan para enfriar su angustia”, explicó.
Y aunque muchos quisieran envolverse en nylon, tomar vitaminas, bañarse en desinfectantes, irse a vivir a una isla desierta o usar escafandras para salir a la calle, saben que ninguna de esas medidas sería útil para no enfermarse ni para calmar su miedo.
“La realidad es que el virus existe y su evolución futura por ahora es un enigma, pero ya está claro que el verdadero brote ha provocado tres síntomas graves: discriminación, xenofobia y racismo. El reflejo primitivo de depositar la responsabilidad en algo o en alguien cuando el temor apremia no es algo novedoso ni exclusivo de la cultura argentina. Desde la aparición de las primeras enfermedades infecciosas todas las sociedades humanas han reaccionado culpando a un grupo étnico o social y aislando o sencillamente dejando morir en soledad a los enfermos”, advirtió.
Los barbijos y las intrincadas tramas conspirativas
Curiosamente, en la calle y en los medios de transporte en nuestro país raramente se ven personas usando barbijos. Para la experta, “es evidente que la información clara y consistente del Ministerio de Salud contraindicando su uso ha sido recibida y registrada”.
“Me parece una buena señal que en la Argentina tan poca gente use barbijos. La única utilidad de un barbijo de tela -apuntó- es que una persona con síntomas lo use cuando está en contacto con otras personas para que su saliva no llegue a los demás. La gente sana los usa, se los saca y se los deja colgando en el cuello todo el día. De esta manera, solo conforman un caldo de cultivo que habría que quemar en un basurero nuclear, y por ende una gran fuente de contagio”.
Para la especialista, las epidemias también son útiles para que las personas con tendencias paranoides descarguen sus sospechas bajo la forma de intrincadas tramas conspirativas. “La afirmación de que el virus ha sido creado en un laboratorio (chino, ruso, alemán o estadounidense, a elección según la ideología de cada uno) para despachar a media humanidad y quedarse con las reservas (de agua, petróleo, litio, oro u otras riquezas naturales), apareció inmediatamente después de la aparición del nuevo coronavirus, con argumentos idénticos a los de 2009”.
Si bien desconoce el origen de estas teorías, Müller es testigo de que hay muchas, algunas muy disparatadas que otras. “Siempre me pregunté quién se toma tanto trabajo en producirlas y por qué lo hacen. Cuando alguien plantea las más complejas y bizarras -continuó- yo pregunto cuál sería el móvil del supuesto ‘impulsor’ del brote. ¿Por qué los EEUU van a querer fabricar un virus que mate a determinada cantidad de personas? Y siempre las explicaciones son confusas o contradictorias”.
Sarampión, dengue y datos reales
Mientras todo esto ocurre en el mundo, Argentina registró 3.209 enfermos de dengue en 2019 y más de 70 personas en lo que va del 2020. Al mismo tiempo, estamos cursando un brote de sarampión, una de las enfermedades infecciosas que los colonizadores europeos trajeron a América, y que aniquiló poblaciones enteras al entrar en contacto con su sistema inmunitario virgen.
“Cuando entregué el primer original de Pandemia a la imprenta, el sarampión era una anécdota del pasado y el dengue no generaba preocupación entre los argentinos. Sólo los médicos especialistas manifestaban su alarma en los congresos de infectología y advertían sobre una próxima multiplicación de los casos. Diez años más tarde ambos virus están presentes, activos y amenazantes como si la ciencia no hubiera avanzado ni un paso”, expresó.
El nuevo virus, por el momento tiene una letalidad de entre el 2 y el 6 por ciento, según la edad del paciente. Sin embargo, habrá que esperar muchos meses más, la epidemia tendrá que llegar a su pico y las autopsias y los estudios de laboratorio tendrán que ser procesados y estadificados para poder conocer la tasa de mortalidad con mayor precisión.
Eso es lo que ocurrió con el virus A (H1N1), más tarde denominado A H1N1/09 Pandémico por la OMS. El 20 de diciembre de 2009 la Organización Mundial de la Salud (OMS) informaba que había provocado entre 12.220 y 13.000 casos fatales y ocho meses más tarde actualizó la cifra a 18.631. Hoy se calcula que los fallecimientos fueron no menos de 203.000 y probablemente hasta 575.000. Esto indica que nada de lo que se diga sobre las epidemias virales que cíclicamente nos visitan debe tomarse como una verdad duradera.
Los datos definitivos sólo se tendrán cuando la epidemia se haya extinguido, y aún en ese momento la información no será ciento por ciento confiable, porque por las características de la enfermedad, siempre hay un subregistro de magnitud desconocida. Ante los primeros casos se implementa un rápido sistema de escaneo para poder evaluar el poder invasivo y destructivo del germen, pero una vez superada cierta cantidad de contagios se hace imposible registrarlos a todos y se los contabiliza como positivos según los síntomas.
“Lo único cierto sobre los virus es que son eternos, inevitables e impredecibles y que la ciencia nunca corre por delante de ellos” advirtió. A su existencia se le podría aplicar con justicia las palabras de Gilles Deleuze: “El secreto del eterno retorno consiste en que no expresa de ninguna manera un orden que se oponga al caos y que lo someta. Por el contrario, no es otra cosa que el caos, la potencia de afirmar el caos”.
Casi todo está por verse y saberse sobre el nuevo coronavirus. Y para la especialista, "solo queda hacer lo que estamos haciendo: adoptar las medidas de higiene y aislamiento, aislar a los ancianos, tratar de que no se disemine el virus, de que se vaya adquiriendo una inmunidad de rebaño, es decir que toda la población o casi toda tenga algún contacto con el virus para tener inmunidad total o parcial para que en la próxima oleada del virus ataque a menos personas y con menos gravedad”, concluyó
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