«QUIENES
CREARON LA CRISIS SON MÁS RICOS Y PODEROSOS QUE NUNCA»
Puede que los reversos de nuestra época necesiten
más que nunca el retumbar del eco de la voz de ese intelectual iconoclasta que
es Noam Chomsky (Filadelfia, 1928).
En la oficina
de Chomsky en el em –ai – ti,
como en Estados Unidos se conoce al prestigioso Instituto de Tecnología de
Massachusetts, en la localidad de Cambridge, trabajan dos personas, Beverly y
Anthony. También hay un perro. ¿Será de Chomsky? Al fondo, está su despacho.
Una luz baña una planta que alguien cuida con esmero. El legendario profesor
convive con una suntuosa montaña de papeles que sepultan la mesa. No parecen
papeles olvidados: da la impresión de que trabaja en todos esos documentos al
mismo tiempo. Nos sentamos en una mesa redonda, al lado de su escritorio.
Parece ser la de las visitas. Ésta está prácticamente desnuda, nada tiene nada
encima, a excepción de un par de vasos de agua. Chomsky sonríe con una
amabilidad inmensa. Nos deja claro que no tiene ninguna prisa.
Hablamos sobre los mercados y la crisis que ha convulsionado
el mundo. Ya se han
escrito miles de libros y un número incontable de artículos periodísticos sobre
el tema, se han realizado decenas de documentales y unas cuantas buenas
películas, incluso se ha llevado a escena alguna obra de teatro. Pero el debate
continúa y queremos saber cuál es la visión del más célebre y crítico pensador
de Estados Unidos.
«Me asombró
que los economistas no pudieran verlo. Había una gran burbuja inmobiliaria.
Quizá existían mil billones de dólares de dinero completamente falso. No había
base. Los precios de las casas subían más allá de cualquier regla básica.
Pero los economistas estaban tan
cautivados con las hipótesis del mercado eficiente que no pudieron ver lo que
se avecinaba. En las transcripciones de la Reserva Federal de 2007,
se puede leer que los economistas dijeron que si había un problema con las
viviendas, el mercado se encargaría de ello. Pero no lo hizo. Y en países como
España fue mucho peor que aquí. En 2007 a España le iba muy bien. Tenía un
presupuesto equilibrado. No había un gran déficit. Pero los bancos españoles se
volvieron locos, aunque eso pasaba en todo el mundo por entonces. No sólo han
sido los bancos españoles, también los alemanes y los prestamistas, que
comparten esa responsabilidad».
Y dónde queda
entonces la responsabilidad del ciudadano: ¿no vivíamos los españoles, como
tantas veces se ha dicho, por encima de nuestras posibilidades? Chomsky levanta
un poco la barbilla y desaprueba la afirmación que subyace en la pregunta.
«No. La gente vive con lo que
tiene. Si usted tiene una casa y el precio se pone por las nubes, usted va a
pensar que es pudiente. A menos que investigue más allá de lo que pueden
investigar los economistas o la Reserva Federal. Pero no se puede esperar eso
de una persona que está trabajando ocho horas al día», argumenta.
Errores del sistema
«Los economistas estaban
tan cautivados con las hipótesis del mercado eficiente que no vieron lo que se
avecinaba»
Chomsky pone
el foco en el sistema financiero internacional.«Los bancos españoles, los alemanes, los ingleses, todos participaron. Se
volvieron locos. Era un disparate. Con los préstamos, las inversiones.
Hubo todo tipo de euforias ante la
magnificencia de los mercados. Y por supuesto llegó un momento en
el que todo se estrelló. Cuando
ocurre esto, lo que pasa es que se rescata a quienes lo han provocado. Se salva
a los bancos y el pueblo paga cuando no es responsable. Como ya he
dicho, no son sólo los bancos españoles. Estuve en Irlanda hace un par de años,
y tenían un gran entusiasmo por convertirse en el país más rico del mundo.
Cuando fui a Islandia pasaba lo mismo: también querían ser el lugar más rico
del mundo. En Islandia, que es
casi el único sitio donde no se rescató a los bancos, obligaron a los
acreedores a pagar. A los bancos no les gustó, de hecho intentaron sacar
a Islandia del sistema internacional. Pero, en España o en Irlanda, los autores
de la crisis han sido rescatados. Aquí también. Y ahora los que han creado esta crisis son más ricos
y más poderosos que nunca. El Gobierno anunció, a través del
Departamento de Justicia, que no van a juzgar a uno de los mayores bancos en el
mundo, HSBC, del que se ha descubierto que estaba lavando dinero procedente de
drogas y terrorismo. Usted y yo estaríamos en la cárcel para siempre. Pero, con
ellos, han dicho que eso de está
bien, habéis ganado, sois demasiado grande para ser juzgados. Y la gente
es la que paga».
Austeridad total
Chomsky se
suma a esa corriente de pensamiento que cree que la medicina de la austeridad
acabará por minar la salud del paciente. «La troika cumple una función ante la presión del Bundesbank [banco
federal alemán] de imponer políticas que son totalmente destructivas. Estas
políticas de austeridad en la época de la recesión no tienen sentido ni para la
economía ni para la sociedad. Va a evitar el tipo de crecimiento que podría
sacarnos progresivamente de la crisis. El caso más dramático es Grecia, un país
que prácticamente se está destruyendo».
«Los bancos españoles, los alemanes, los ingleses, todos
participaron. Se volvieron locos».
Chomsky
reflexiona también sobre la situación que atraviesan los países del Sur de
Europa y se aleja de quienes defienden una salida de la eurozona dado que, en
su opinión, «tendría un gran coste» para todos. «Una opción menos extrema sería
que los países de la periferia, los que más están sufriendo realmente -Grecia,
España, Irlanda, Portugal, quizá Italia- se consolidasen de alguna manera. Que
se conviertan en un grupo de
presión para cambiar las políticas y conseguir más estímulo. En 1953 la
República Federal Alemana se encontraba en un caos total, se estaba
derrumbando. Había deuda, no había producción. Y recurrieron a Europa
para que les rescatase. Europa lo hizo. Se convirtieron en un país rico.
Ocurrió, de nuevo, algo parecido durante la unificación».
El
diagnóstico está claro: el sistema ha sufrido los excesos de la banca. Y la
medicina –según Chomsky- no puede ser la austeridad total.¿Hacia dónde deben
dirigen entonces las democracias liberales? ¿Cuál es el modelo que debemos
construir? «La primera pregunta que
debemos hacernos es si realmente vivimos en un sistema capitalista. Existe una
mezcla de sistema de mercado e intervención del estado. A veces, esta intervención
es masiva. Algunas de las intervenciones son tan obvias que no se nos pueden
escapar, como es el caso del rescate a los bancos. Si miramos los años 50 y los
60, durante el gran período de crecimiento, no había crisis financiera. Por un
motivo: las regulaciones del New
Deal tenían otra misión social, es decir, los bancos eran bancos,
lugares donde se ponía el dinero y se lo prestaban a terceros. Funcionaba. Pero
no había bancos internacionales. Cambió mucho en los años 70. Entonces, los
bancos se convirtieron en su mayoría en lugares como Goldman Sachs o JP Morgan.
Es decir, tenían –y tienen- depósitos pero la mayor parte de su actividad
consiste en jugar con el dinero. Además, saben que son demasiado grandes para
caer. Lo saben. Eso incentiva el riesgo. Se multiplican transacciones
arriesgadas para tener muchas ganancias. Y cuando se derrumban, arrastran todo
el sistema con ellos. Y al final el contribuyente viene y te rescata. Eso es un
seguro de accidentes. No sólo significa que pueden hacer lo que quieran, sino
que consiguen mejores calificaciones de crédito porque las agencias saben que
se les van a rescatar. Así, pueden conseguir préstamos más baratos y ganar
mucho dinero con ello. Un estudio del FMI demuestra que los beneficios de los
grandes bancos están conectados con las políticas publicas que protegen a esas
entidades que son demasiado grandes para caer. Esto, finalmente, significa que
los contribuyentes han pagado a estas instituciones para ayudar a destruir la
economía. Y esto no es la ley de la naturaleza».
Una llamada a la acción
Durante la
conversación el filósofo más prestigioso de Estados Unidos retrata las virtudes
que, a su juicio, han tenido los movimientos ciudadanos que han surgido por
todo el mundo: desde la versión española y sus pioneros Indignados hasta la
plataforma Occupy Wall Street en
Estados Unidos. Todos estos movimientos se ha convertido en un gran agente de
presión que demanda más transparencia.
«Antes de Occupy Wall
Street la desigualdad no era un asunto en la agenda nacional»
«No creo que
sea preciso decir que no funcionan. Creo que han provocado un efecto. Incluso
las dictaduras -y no estamos hablando de dictaduras- tienen que prestar
atención al ánimo popular. Ha habido una reacción. Como en España y en Europa.
Y así el Banco Central Europeo se ha movido hacia políticas más constructivas.
Es verdad que no son suficientes, pero ha habido algunas y creo que son, en
buena parte, el efecto de movimientos como los Indignados. No se
puede eliminar el contrato
social en Europa si hay suficiente presión. Y en Estados
Unidos el movimiento Occupy tuvo un efecto significante: cambió el discurso
nacional de forma radical. Antes de eso la gente sabía que había desigualdad,
por supuesto, pero no era un
asunto en la agenda nacional. Ahora todo el mundo tiene que hablar de
ello. Afecta a las políticas. Y, por supuesto, estos movimientos están haciendo
cosas de forma específica, como ayudar a la gente con los embargos».
Chomsky el iconoclasta
El lugar
donde se celebra la entrevista, el Instituto de Tecnología de Massachussets
(MIT), es una institución que rezuma prestigio y por cuyo claustro han pasado
nada más y nada menos que 79 premios Nobel. En este contexto, quizá el discurso
iconoclasta que -junto a sus exitosas teorías semióticas- convirtieron Chomsky
en una celebridad, sólo pueda entenderse como un intento de transformar el
sistema desde dentro. Pocos
altavoces en el mundo académico internacional son tan poderosos como el MIT y
ni que decir tiene que el profesor es perfectamente consciente de ello.«Hay
mucha ironía en cómo funciona todo esto. Recuerdo que durante los 80 se podría
decir que Estados Unidos estaba en guerra con Nicaragua. Y yo tenía una hija
allí, y era muy difícil ponerse en contacto con ella. Entonces estaba el precursor
de Internet, llamado Arpanet, que era una red del Ejército. Alguien lo tenía en
el MIT. Y así mi hija y yo nos pudimos comunicar gracias al Pentágono mientras
Estados Unidos atacaba Nicaragua», señala Chomsky, cuyos alegatos
antibelicistas –desde Vietnam hasta Irak- siempre prendieron como la pólvora
entre la opinión pública y cuya primera misión dentro del MIT fue expandir un
laboratorio de resistencia -«no de protesta, sino de resistencia», enfatiza-
durante los años en los que precisamente el Pentágono era el principal
financiador de esta Universidad.
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