Publicó el libro "Izquierda lacaniana: textos
intervenidos"
Jorge Alemán: "La política debe tomar nota del
psicoanálisis"
El nuevo libro del psicoanalista reúne todos los textos que
escribió a lo largo de su extensa trayectoria intelectual sobre su lectura
crítica de la obra de Jacques Lacan. "Hay una teoría materialista del
sujeto que aunque no encaje bien de entrada merece ser pensada articulándose en
los proyectos de emancipación", sostiene Alemán.
Por Oscar Ranzani - 27 de junio de 2021
Alemán caracteriza a Lacan como un "conservador subversivo". . Imagen: Guadalupe Lombardo
La primera vez que el psicoanalista Jorge Alemán escribió
sobre el término “izquierda lacaniana” fue hace décadas: el
recordado intelectual Nicolás Casullo estaba preparando un
número especial de la mítica revista Confines sobre las
izquierdas. Casullo le propuso a Alemán escribir un artículo al respecto. “De
la única izquierda que puedo escribir es de la lacaniana”, le respondió el
autor de Soledad: Común. Casullo no dudó en aceptarlo. “Ahí empecé
a hilvanar de manera muy conjetural qué puntos en Lacan, en su revisión de
Marx, en su revisión de lo que fueron las lógicas revolucionarias y en su
reintroducción del problema del sujeto podían dar lugar a lo que yo trato de
conjeturar como una izquierda lacaniana”, destaca ahora el psicoanalista.
Alemán recuerda que su planteo teórico implicaba, a la vez, otro aspecto de
manera inesperada: que existe entonces una derecha lacaniana. “Eso era la
consecuencia inevitable que yo no podía dejar de afrontar. Así ha sido con
otros pensadores: existe una izquierda hegeliana y una derecha hegeliana,
existe una izquierda heideggeriana y una derecha heideggeriana. Este era el
comienzo del asunto”, expresa Alemán.
Ahora, un nuevo libro reúne todos los textos que Alemán
escribió a lo largo de su extensa trayectoria intelectual sobre el tema. Se
trata de Izquierda lacaniana: textos intervenidos, que forma
parte de la colección Ensayo y no ficción, dirigida por la psicoanalista Águeda
Pereyra, de la editorial Modesto Rimba. “En el libro de ahora, que se llama con
todo rigor Textos intervenidos, se recogen todos los textos que
constituyen una serie alrededor de ese sintagma ‘izquierda lacaniana’: están
desde las intervenciones que hice en Moscú cuando me tradujeron al ruso, otras
que he hecho en España, también en Italia, algunos antecedentes que fueron
publicados en Horizontes neoliberales en la subjetividad. Es como
una antología del punto de partida de todo lo que yo puedo denominar mi
proyecto intelectual. Lo digo con la mayor modestia del mundo”, expresa Alemán,
quien destaca que con su denominación nunca buscó llevar la izquierda al
psicoanálisis sino “llevar a Lacan a la izquierda”.
-¿Hablar de izquierda lacaniana implica que hay un psicoanálisis
de raíz liberal?
-En cierta forma, sí. Si el psicoanálisis se niega a aceptar
cuáles son las condiciones del mundo actual, qué implica lo que el propio Lacan
teorizó como discurso capitalista y se repliega sobre la idea de que el
psicoanálisis es un asunto meramente individual o una mera profesión, me parece
que no está a la altura de lo que pensaba el propio Lacan, que no era de
izquierda (yo lo caracterizo más bien como un conservador subversivo).
Hay cuestiones que son muy válidas para la clínica pero me
parece que generan una especie de cinismo lúcido del psicoanálisis que siempre
advierte cómo va a terminar todo en lo peor o una especie de escepticismo en
materia de política porque resulta que el psicoanálisis se ocupa pura y
exclusivamente de la clínica del uno por uno. Mi idea materialista,
siguiendo también mi comienzo althusseriano, es que en el psicoanálisis hay una
teoría materialista del sujeto que aunque no encaje bien de entrada merece ser
pensada articulándose en los proyectos de emancipación.
-¿Cómo se puede pensar una izquierda lacaniana en tiempos de
capitalismo tardío?
-Creo que más que nunca hace falta entender que el
capitalismo tardío es, como hubiera dicho en su momento Foucault, un gobierno
de las almas. Se caracteriza por una producción de subjetividad y, por
lo tanto, eso obliga a pensar qué es lo no apropiable por el capitalismo
tardío, qué elemento queda por fuera de su alcance, porque si toda la
subjetividad que produce el capitalismo está en manos del capitalismo, el
capitalismo ya se adueña definitivamente de la misma y no habría mucho que
hacer. Entonces, siempre es interesante ver qué aspectos del sujeto se sustraen
o, en principio, no son dóciles para esa operación. El capitalismo tardío ya no
se legitima como el capitalismo fordista o industrial a través de distintos
procedimientos ideológicos clásicos. Ahora, directamente, a falta de
legitimidad, ha destruido la verdad, ha destruido los puntos de amarre que
permitían a esa verdad, ha destruido los legados simbólicos, ha destruido las
herencias. Y, por lo tanto, cualquier teoría transformadora exige no hacerse el
distraído con respecto a cómo está constituido el sujeto. Esto está también en
la inspiración primera de la izquierda lacaniana: un llamado a no distraerse
con respecto a cómo es el sujeto.
-¿En qué se diferencia el término “izquierda” como posición
crítica del que adopta en el caso de “izquierda lacaniana”?
-En que la izquierda lacaniana no puede dejar de lado las malas
noticias del psicoanálisis. Es decir, la izquierda lacaniana no puede
desconocer el problema de la repetición, el problema de que a los sujetos el
superyó los puede dominar y el capitalismo puede explotar ese superyó como una
máquina de generar sumisión. La izquierda lacaniana no puede ignorar que, a
veces, hay sujetos que votan en contra de sus intereses subjetivos, no porque
voten en contra de sus intereses sino porque esos intereses son mucho más
opacos que lo que la tradición de izquierda reconocía. Son intereses
atravesados por las identificaciones, por las pulsiones, por los modos de
gozar, por los fantasmas.
Entonces, la izquierda lacaniana viene a ser como un
apunte, un señalamiento sobre todas las malas noticias que el psicoanálisis
trajo en relación a los proyectos ilustrados o si se quiere los
proyectos de raíz ilustrada acerca de la emancipación. A todos esos
factores de progreso, de toma de conciencia, vertientes pedagógicas, la
izquierda lacaniana les sale un poco al cruce para problematizar. No para
retirarse de eso pero sí para problematizarlo.
-¿Lacan fue quien mejor explicó que el sujeto explotado bajo la
transformación de la fuerza de trabajo no garantiza que se trasforme en un
sujeto emancipatorio?
-No podría decir que fue el que mejor lo explicó pero sí fue el
que dio las razones para explicar esto cuando estableció una homología entre la
plusvalía y el plus de goce. Lacan explicó que, tal vez, en situaciones
incluso muy apremiantes y urgentes, el discurso capitalista sigue haciendo su
trabajo.
-¿Cree que Lacan supo caracterizar muy bien el malestar de la civilización?
-A Lacan se lo podría pensar como la primera punta, que luego
han continuado otros teóricos, de pensar el malestar en la civilización del
siglo XXI, ajustada a la época en que el capitalismo ya desplegó la
potencialidad de reproducirse a sí mismo de manera incesante.
-¿Qué diferencias permite trazar la izquierda lacaniana entre lo
político y la política?
-La política vamos a entenderla como todo aquello que conlleva a
la gestión: la responsabilidad política, los problemas vinculados al Estado, los
problemas relativos a la manera en que un Estado toma decisiones con respecto a
la sociedad y a la comunidad. Mientras que lo político es el modo que se tiene
de concebir todo eso como un momento previo, un momento que funciona como un
suplemento de la gestión, como un suplemento a todos los procedimientos que
hacen a la vida política. Alguien me podría decir que se puede hacer política
sin necesidad de ese suplemento, pero yo veo que, de esa manera, la política
queda definitivamente capturada por la gestión, por las lógicas
administrativas, por las lógicas del consenso. Y a mí me parece -la izquierda
lacaniana no es el único caso- que siempre hay que interpelar la raíz misma de
la política. Y la raíz de la política está en lo político.
-¿En qué aspectos nota que se cumplen las características del
discurso capitalista del que hablaba Lacan? ¿Hoy es más importante el tener que
el ser?
-Es más importante el tener que el ser, no hay ningún país que
esté por fuera del capitalismo, sean cuales sean las distintas modalidades
según los países en los que ese capitalismo se encarne. Hoy es
prácticamente inconcebible imaginar un después del capitalismo. Es un gran
dilema de la izquierda. No puede diseñar un imaginario posterior al
capitalismo y, a la vez, hay serios interrogantes sobre si se podría concebir a
un sujeto en el campo de la igualdad que no estuviera atrapado en la lógica del
mercado. Son todos problemas que se abren, a mi juicio, a partir de la
izquierda lacaniana.
-¿Cree que la pandemia acentuó esas diferencias políticas de
poder pensar en otra realidad que el capitalismo?
-Evidentemente sí. A diferencia de otros colegas filósofos que
auguraban que la pandemia iba a constituir un puente hacia otra realidad
transformada, lo estamos viendo. Aquí en España, por ejemplo, se vacuna
veinticuatro horas al día, pero los fondos europeos destinaron miles de
millones de euros a las vacunas, mientras que para un país periférico es un
milagro que existan vacunas. La pandemia es el ejemplo mayor de la
fractura que ha introducido el capitalismo. Y no sólo eso: es el
ejemplo de que el problema del capitalismo ya no es sólo que es injusto
sino que toca el núcleo mismo de la supervivencia de la humanidad.
-¿Cree, entonces, que hoy es imposible señalar que la pandemia
permita pensar una experiencia de transformación de la cultura de masas?
-Imposible no diría, en el sentido que veo señales éticas. Es
decir, el Papa dice algunas cosas, muchísimos movimientos políticos dicen
otras. Incluso, muchos presidentes dicen otras. Vamos a poner el ejemplo de la
liberalización de las patentes o de lo que ocurrió el otro día con respecto al
levantamiento del bloqueo a Cuba. Pero esto todavía -y al menos hasta ahora-,
no tiene una traducción política que permita pensar que, a partir de la pandemia,
vaya a surgir un proyecto transformador, aunque es posible que surja. Todo esto
siempre es en un orden conjetural. Lo que yo veo es que hay señales éticas muy
interesantes, pero esas señales éticas todavía necesitan un marco de
transformación política y de proyectos políticos.
-¿Considera que el neoliberalismo logró neutralizar al sujeto
crítico de la izquierda y, a su vez, al sujeto freudiano?
-Yo tengo que apostar por la idea de que eso no está nunca del
todo neutralizado, pero vamos a decir que corre riesgos. La izquierda tiene una
superioridad moral con respecto a la derecha.
Aunque ese término lo use la derecha con sorna para burlarse de
la izquierda, creo en la superioridad moral, en el sentido que creo que los
valores de igualdad y de justicia son superiores a los valores individualistas
de las derechas clásicas o de las nuevas ultraderechas, que también son
neoliberales. Para que no sea meramente testimonial, la superioridad
moral debe encarnarse políticamente. Para eso es muy necesario que, de
nuevo, pongamos en la escena a un sujeto que sea capaz de hacerse cargo de sus
legados históricos, y no solamente hacerse cargo de ellos reproduciéndolos,
sino reinventándolos y reformulándolos.
-¿Le resulta difícil pensar hoy el psicoanálisis bajo la impronta
política como sucedía con el freudo-marxismo en los 70?
-El freudo-marxismo se apresuró en reunir piezas que hay que
mantener en tensión. Creo que es más fecundo mantener en tensión los
problemas colectivos con los problemas del sujeto, no dando por sentado que
unos y otros se reúnen fácilmente en una teoría única que los totaliza. El
freudo-marxismo aspiró a una totalidad a la que la izquierda lacaniana no
aspira. La izquierda lacaniana no tiene una teoría totalizante del
sujeto y lo colectivo. A veces, veo en algunos intelectuales
eslovenos, como el caso de Slavoj Žižek y sus seguidores, que hay también algo
semejante al freudo-marxismo: una especie de lacano-marxismo donde todas las
piezas coinciden.
Y mi idea es que hay ciertos elementos que es más interesante
mantenerlos en la tensión que ellos mismos generan. Eso puede ser más fecundo
desde el punto de vista del trabajo de nuestra ideología, de nuestra praxis y
de nuestro horizonte político.
La igualdad y la diferencia absoluta
Jorge Alemán entiende que el psicoanálisis invita a una
desidealización de la política. Así lo argumenta: “El psicoanálisis, en primer
lugar (y eso no lo podemos ocultar porque eso estaba presente tanto en Freud
como en Lacan) se ocupó de pensar las dificultades que tenía la política en
transformar las cosas. En primer lugar, el psicoanálisis es una teoría
de lo que no cambia, de las inercias, de los retornos, de lo que vuelve siempre
al mismo lugar”, plantea Alemán. “El psicoanálisis surge en este mundo como
algo, por un lado, que está en el campo de la ilustración, pero a la vez es una
crítica a los ideales del progreso; es decir, a la formulación progresista de
que la historia nos va a ir superando y nos va a ir mejorando, y nos lleva a un
desenlace feliz”, agrega.
-¿El psicoanálisis le disputa, al menos, a la política cambiar
la realidad humana, aunque de distinto modo?
-Bueno, es que si la política no está para cambiar la realidad
humana, la verdad es que pierde su dimensión existencial y se vuelve nada más
que una administración de las cosas. Si la política quiere todavía
tocar algo de lo que es la existencia sexuada, hablante y mortal, así como ha
tenido que tomar nota de las cosas que ha dicho el feminismo y de las cosas que
ha dicho la ecología, tiene que tomar nota de las cosas que dice el
psicoanálisis.
-¿Uno de los aciertos de Lacan fue pensar la igualdad como
distinta de la homogeneidad?
-La igualdad no es todo lo mismo ni todos somos genios, como
sería en la psicología de las masas, ni todo equivalente, como sería en el
campo de la mercancía sino en el único lugar en donde la verdadera diferencia
puede existir. O sea, la diferencia entre unos y otros, que no va a terminar
nunca, que unos sean suicidas, otros locos, otros contentos, otros amargados,
reinará cuando seamos iguales. El lugar de la igualdad es donde la
diferencia absoluta, gran deseo del psicoanálisis, se pueda obtener.
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