LA SUPERVIVENCIA DE LA DEMOCRACIA ESTA
EN JUEGO
Entrevistado por BERNARDA LLORENTE
El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky ,
uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios complejos que
se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al mundo, sostiene que
estamos ante una confluencia crítica generada por el deterioro de la
democracia, la inminencia de una catástrofe medioambiental y la amenaza de una
guerra nuclear: la evolución de ese panorama depende de las próximas elecciones
en su país, a las que define en una entrevista exclusiva con la Presidenta de
Télam como "las más importantes no sólo en la historia de Estados Unidos
sino también en la historia de la humanidad".
A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como "El nuevo orden
mundial (y el viejo)" o "Poder y terror" mantiene la potencia de
su voz disidente y antibelicista que a lo largo de más de sesenta años lo llevó
a compatibilizar sus aportes académicos con intervenciones públicas que le han
valido represalias de los sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por
condenar la guerra de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente
Richard Nixon o recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de
Ronald Reagan.
Acusado a veces de "antiamericano" por la dureza de sus críticas,
Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó junto
a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo de la censura a
los contenidos que no se ajustan a los parámetros impuestos por la corrección
política- sin dejar de atizar sus cruzadas personales: el combate a las
multinacionales, al neoliberalismo y al actual presidente Donald Trump, a quien
caracteriza en una entrevista con Télam, vía Zoom desde su casa en Tucson
(Arizona), como "una especie de dictador de pacotilla que ha creado en
Washington un pantano de corrupción".
*** Dr. Chomsky, mientras una parte importante de la humanidad pareciera
centrada en el impacto del Coronavirus y sus consecuencias, usted redobla la
apuesta y advierte que la sobrevivencia de nuestra especie humana es lo que
verdaderamente está en peligro.
*** Debemos reconocer que este es un momento histórico notable. Estamos en medio de una confluencia de crisis
existenciales:
+ la de la catástrofe medioambiental,
+ la de la guerra nuclear,
+ la crisis del deterioro de la
democracia, que es el único medio para combatir estas crisis.
Y, además, las crisis de pandemias. El Covid-19 en particular -del que saldremos- tendrá un
costo innecesario, terrible. Pero no será el último.
Hemos tenido mucha suerte hasta ahora porque las repetidas
epidemias de coronavirus que hemos vivido lograron contenerse.
El Ébola, por ejemplo, fue altamente letal pero no demasiado
contagioso.
El SARS es muy contagioso, pero no muy letal.
La próxima pandemia que se presente podría ser ambas: altamente
contagiosa y altamente letal. Entonces nos enfrentaremos a algo así como la
Peste Negra del siglo XIV. Podemos prevenirlo, pero hay que hacerlo.
En marzo del 2015 visitó La Argentina
con motivo de su exposición en el Foro Internacional Emancipación e Igualdad,
donde afirmó que por primera vez en 500 años, América Latina ha dado pasos
significativos hacia la liberación del dominio imperial.
¿Por qué tenemos una pandemia hoy?
Es una pregunta importante para hacer. Tuvimos la epidemia de SARS en 2003, un
virus muy similar.
Los científicos advirtieron que vendrían otros, que debíamos
prepararnos y sabíamos cómo hacerlo: aislar los virus, planificar cómo
desarrollar una vacuna, fortalecer un sistema de prevención de pandemias. Todo
está bastante claro.
Pero no basta con tener la información, alguien tiene que
hacerlo. Las grandes empresas farmacéuticas tienen los recursos, los
laboratorios, etc. No lo hacen, sin embargo, porque hay algo que se llama
Capitalismo.
El capitalismo dicta que siempre
intentes aumentar tus ganancias. No gastas dinero en algo que podría suceder
dentro de diez años y en lo que no se ganará mucho dinero, de todos
modos.
Tienes la vacuna, la gente la usa, se acabó. Las compañías
farmacéuticas invierten en cosas que puedan seguir vendiendo mañana.
¿Tal vez las crisis están mostrando la necesidad de que el Estado retome
su protagonismo?
El gobierno tiene recursos inagotables, laboratorios maravillosos, pero no
puede hacerlo por algo llamado neoliberalismo.
Como lo expresó Ronald Reagan en su discurso inaugural, “el
gobierno es el problema, no la solución”. Esto significa que las decisiones
tienen que pasar de las manos del gobierno al poder privado.
¿La razón? Ellos creen que el gobierno es una institución
defectuosa porque responde a la población, al menos en parte, y ese es un
problema grave. No podemos permitirlo.
Por tanto para ellos es necesario trasladar las decisiones a
tiranías privadas que no rinden cuentas al público en absoluto. Se llama
“libertad” en el discurso orwelliano contemporáneo.
Volviendo a la pandemia, significa que el gobierno no pudo intervenir,
porque nunca pensaron en la gente. Así que no hubo esfuerzos para desarrollar
la vacuna y así sucesivamente. No obstante, hubo algunos avances.
¿Se refiere a las políticas del presidente Obama y su propuesta de seguro
médico? Cuánto devastó Trump de ese legado?
La administración Obama puso en funcionamiento un plan de respuesta ante una
pandemia que era bastante esperable que estallara.
Hubo investigaciones conjuntas entre científicos estadounidenses
y chinos para tratar de identificar coronavirus en cuevas de China e intentar
secuenciar los genomas. Se ejecutaron programas de demostración para ver qué
pasaría si el virus se propagaba. Todos estas iniciativas sucedieron hasta
enero de 2017. Si bien no eran suficientes, al menos eran algo.
A los primeros días de asumir, Trump desmanteló estos proyectos. Todos los años
ha intentado retirar los fondos. La última vez fue en febrero de 2020. Cuando la pandemia se desata, el presidente
recorta los gastos relacionadas con la salud pública, incluidos los del Centro
para el Control de Enfermedades. Como resultado, Estados Unidos estaba
singularmente mal preparado cuando golpeó la pandemia. Ha habido todo tipo de
incompetencia y malicia en relación a su manejo.
Lo que aparecen como serios desatinos del presidente Trump ha contado, en
realidad, con respaldos institucionales sólidos.
El Congreso Republicano ha aprobado cientos de esfuerzos legislativos para
acabar con la ley de atención asequible, la ley de Obama, y no dejar nada en su
lugar.
La ley algo avanzó. No se acerca a lo que tienen otros países,
pero al menos fue un adelanto y quieren matarla, porque para ellos, no debería
existir nada fuera del mercado. Si puedes sobrevivir bien o si no mal. Se
llama “Libertario”, lo que es una broma de mal gusto. Es totalitario.
Te están diciendo que si eres lo
suficientemente rico para sobrevivir, genial; si no lo eres, mala suerte. Eso
se está manifestando en la crisis del COVID-19.
Hay mucha gente que se niega a hacerse
la prueba porque es demasiado cara. Me
refiero a que técnicamente el gobierno paga pero luego la gente recibe copagos
que su compañía de seguros no pagará.
Los ciudadanos de los Estados Unidos son el cuatro por ciento de
la población mundial y el 25 por ciento de los casos. No hay mejoría. De
hecho, está empeorando. Yo no he salido de mi casa en cuatro meses.
¿Hay un momento en que estas ideas tomaron mayor fuerza?
Echa un vistazo a los hospitales, especialmente desde Reagan. Los programas
neoliberales de Reagan fueron realmente duros con la población en general.
Los hospitales funcionan con un modelo comercial, deben ser
eficientes, solo tienen los recursos a utilizarse en una situación normal. Se
asemejan a una línea de montaje en la empresa Ford Motors. Con los recursos
justos. Cuando se presenta cualquier situación excepcional, el desastre es
total.
De hecho, este modelo de negocio Reaganiano tuvo un efecto en
todo el mundo. Esas son las batallas que se libran internamente en Estados
Unidos, pero lo mismo está sucediendo en todas partes.
Los movimientos populares están tratando de moverse hacia una
sociedad viable y habitable. Y la pregunta es ¿quién va a ganar?
¿Como revertirse algunas de estas políticas frente a tantas urgencias?
Por supuesto que es mucho lo que puede hacerse, pero hay que superar barreras
serias.
Hay que superar la lógica capitalista,
hay que superar la plaga neoliberal y hay que superar el liderazgo malévolo;
tres barreras principales. No va a ser
fácil, pero no es imposible.
Las otras crisis: calentamiento
global, guerra nuclear, deterioro de la democracia, sabemos cómo afrontarlas y
es imprescindible hacerlo. No queda mucho tiempo.
¿En este contexto, ¿El resultado electoral del próximo 3 de noviembre
puede ser la bisagra para superar o agravar las distintas crisis que viene
enumerado y describiendo?
Claro, las elecciones de 2020 son probablemente las más importantes que ocurran
no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de
la humanidad, por una razón que no se discute y que es en sí misma asombrosa.
Es la pregunta más importante que hoy enfrenta la humanidad y,
de no se responderse pronto, podría significar el fin de la vida humana
organizada en la Tierra.
Se trata de la catástrofe
medioambiental que se avecina. No está lejos, no se puede retrasar y debemos
decidir si la vamos a enfrentar. Este es el tema principal que está en juego en
la elección.
El presidente Trump y su partido han
dejado muy claro que quieren acelerar la carrera hacia el desastre.
Quizás sea una señal de que la especie humana es simplemente
inviable, si no puedes lidiar con un problema como este. Y no es el
único.
La segunda cuestión crucial que enfrentan los seres
humanos -y que tampoco se menciona- es la creciente amenaza de guerra nuclear.
Es muy alta, mayor que durante la Guerra Fría según los principales expertos en
el tema, y sigue elevándose considerablemente.
Tenemos que preguntarnos en qué tipo de sociedad vivimos. Qué
clase de especie somos si no estamos dispuestos a parar estos desastres.
“La catástrofe ambiental
no está lejos, no se puede retrasar y debemos decidir si la vamos a enfrentar.
Este es el tema principal que está en juego en la elección de Estados Unidos.
El presidente Trump y su partido han dejado muy claro que quieren
acelerar la carrera hacia el desastre.
Donald Trump habilitó la perforación para combustibles
fósiles en las últimas grandes reservas naturales que quedan en el país; en
Alaska, una enorme reserva que se ha mantenido alejada de la perforación,
además aprobó las órdenes ejecutivas que reducen las regulaciones (de hecho,
las eliminan) sobre la emisión de metano; que es mucho más letal que el co2 de
las plantas de combustibles fósiles. Tenemos una década o dos para lidiar con
este problema. Ya nos acercamos a puntos de inflexión irreversibles”.
“Se ha informado que tal vez estemos cerca de alcanzar el derretimiento
irreversible del hielo de Groenlandia. Hay incendios por toda Siberia; el
permafrost se está derritiendo. Los enormes glaciares antárticos se están
derritiendo.
Donde me encuentro yo en Arizona, el suministro de agua (de hecho
en todo el suroeste, incluida California) proviene principalmente del río
Colorado. La fuente del río Colorado se está agotando por el derretimiento del
hielo y los glaciares, lo que significa que no habrá suministro de agua en el
suroeste de los Estados Unidos, incluida la mayor parte de California. Esto
está sucediendo en todo el mundo.
“En Bangladesh, un tercio del área poblada estaba bajo el agua. Lo que hemos
puesto en el aire está ahí, se quedará ahí a menos que se desarrolle una nueva
tecnología asombrosa, pero no está en el horizonte. No tenemos mucho tiempo
para ocuparnos de esto.
Trump quiere correr hacia la destrucción. El programa del
Partido Demócrata no es perfecto de ninguna manera, pero en este tema es mejor
que cualquiera que haya estado ahí en mucho tiempo. Ese es el tema principal en
la elección y no se menciona”.
¿Cuál es la razón para que estos temas tan vitales y urgentes no sean la
prioridad en la agenda política estadounidense?
Estados Unidos es un país muy libre, más que cualquier otro en el mundo. Por
otro lado, es la más empresarial de las democracias occidentales.
Los empresarios estadounidenses tienen
una elevada conciencia de clase. Son marxistas hasta la médula, en una especie
de marxismo vulgar invertido. Libran conscientemente una guerra de
clases, sin descanso, sin retroceder, sin detenerse nunca. Y hay resultados.
Las instituciones financieras son tan poderosas que no permiten resolver
estos temas porque para ellos no son un problema. La población lo quiere, pero
cada vez que se hace algo las instituciones financieras vienen y lo aplastan.
Bueno,
*** ¿por qué deberían existir?
*** ¿Por qué deberíamos tener el 40 por ciento de las ganancias
en Estados Unidos en manos de instituciones depredadoras, que no hacen nada por
la economía y probablemente la perjudican?
*** ¿Por qué deberíamos tener una industria de combustibles
fósiles, que cumplió su función en las primeras etapas del desarrollo
capitalista, pero ahora es una institución que se dedica a matar personas
y destruir la vida en la Tierra?
*** ¿Por qué conservarla?
*** ¿Por qué no hay un rechazo masivo? Ni siquiera sería tan
caro actualmente con el precio del petróleo a la baja. Por mucho menos gasto
del que se dedica a otras cosas, el gobierno podría acabar con la industria de
los combustibles fósiles.
*** Por qué no tapar los pozos que tienen fugas de metano o
avanzar hacia una energía sostenible?.
Son tareas factibles, pero antes que nada deben elevarse al
nivel de conciencia.
En este sentido, se observa el
surgimiento de nuevos tipos de activismo político sumados a las protestas
masivas, con una intensa participación de los jóvenes, o fenómenos como el
movimiento Black Lives Matter.
¿Qué significa la aparición de estos nuevos factores y actores en la
política estadounidense?
Es muy significativo. Black Lives
Matter después del asesinato de George Floyd no se parece a nada en la historia
de Estados Unidos, literalmente.
Nunca ha habido un movimiento social
que se haya desarrollado a tal escala con un enorme respaldo popular. Dos tercios
de la población lo apoyaron, eso es más que lo que Martin Luther King logró en
pleno apogeo.
Es solidaridad entre negros y blancos,
marchando del brazo, buscando temas importantes que abordar; no solo los
ataques policiales contra los negros -que ya es bastante escandaloso- sino
también problemas mucho más profundos.
Si bien es un cambio notable en la sociedad estadounidense no es
un fenómeno aislado. Es uno de los muchos signos de una conciencia
creciente acerca de los problemas más enraizados y complejos.
Han transcurrido 400 años desde que trajeron esclavos a los
Estados Unidos; 400 años de continua violencia y opresión sin tregua hasta el
presente, con un lúgubre legado. Y finalmente se está considerando con bastante
seriedad.
Hace un par de meses el New York Times publicó una serie muy
significativa llamada “1619” (fecha del comienzo del tráfico de esclavos), en
la cual se exponían los crímenes atroces de la esclavitud y la post esclavitud
hasta el presente. Hace unos años hubiera sido inimaginable, ni siquiera se le
hubiera ocurrido a alguien hacerla.
¿Cuánto influye el racismo y antirracismo en las próximas elecciones del
3 de noviembre?
Está teniendo un efecto sustancial. Para la administración Trump, para el
Partido Republicano, es la pieza absolutamente central de su campaña. Hacen
hincapié abiertamente sobre la supremacía blanca. El tema central es
mostrar una América cristiana blanca en peligro; mientras disminuye su número y
crece sobre ella la amenaza de personas de color, de minorías, de sectores con
ideas progresistas, hay que preservar la América cristiana supremacista, blanca
y racista. Ese es el tema abierto de la campaña. Nunca ha existido nada
parecido.
He visto corrientes subterráneas de
este tipo a lo largo de la historia de Estados Unidos, pero nada tan
abiertamente racista.
No es solo la campaña, son los tweets,
los comentarios, cada declaración que está haciendo Trump es una incitación a
la supremacía blanca, al odio blanco.
Su base son ahora los evangélicos, ese
25 por ciento de la población que es republicana, rural, tradicional,
conservadora, cristiana blanca.
Hoy se refleja en el clima social un nivel de polarización que no se veía desde hace décadas. Una parte importante esta movilizada con cuestionamientos profundos.
¿Las protestas pueden ser el motor del cambio?
Si, es posible con un activismo popular comprometido. Es el tipo de cosas que
se están viendo en las calles después del asesinato de Floyd. Ese tipo de
movilización intergeneracional y multiétnica puede generar cambios. De hecho,
ha llevado a todos los cambios positivos que han tenido lugar a lo largo de la
historia: abolición de la esclavitud, derechos de la mujer, oposición a la
agresión, lo que sea; siempre ha venido del mismo lugar y eso puede pasar
ahora. Pero hay que hacerlo.
Todo lo que hemos mencionado tiene soluciones que no son
utópicas, están al alcance. Es necesario que alguien recoja la pelota y corra
con ella. Algunas de las formas de hacerlo es manifestarse en las calles
u ocupando oficinas del Congreso, como lo hizo el grupo de jóvenes Sunrise
Movement con la oficina de Nancy Pelosi. Bueno, obtuvieron apoyo de los
representantes jóvenes elegidos en la ola de Sanders, especialmente Alexandria
Ocasio-Cortez, y se logró poner un New Deal Verde en la agenda
legislativa por primera vez.
Ese es un prerrequisito para la supervivencia, la enorme
oposición en los centros de poder, la industria de combustibles fósiles, las
industrias financieras, los bancos, etc.
Es el tipo de cosas que ofrecen esperanza de una supervivencia y
una vida digna. Se puede hacer, pero no ocurre por sí solo.
¿Como juega el Partido Demócrata en este nuevo escenario político y con
un panorama electoral en el que lleva ventaja pero puede ser imprevisible?
Los movimientos populares son tremendamente significativos, también al interior
del Partido Demócrata.
Cuál se
impondrá? El partido de la base popular, que es una especie de
socialdemócrata, o el de los clintonistas, orientado hacia los donantes,
particularmente los más ricos.
La oposición demócrata está dividida entre estas dos tendencias
y sus diferencias se plasman en muchos temas importantes. Uno, por ejemplo, el
cambio climático.
Joe Biden y Kamala Harris, los nominados a la presidencia y
vicepresidencia, pedían el fin de los subsidios para las empresas de
combustibles fósiles, demanda explicitada en la plataforma electoral de 2016.
La idea de que el gobierno subsidie a las empresas que se
comprometen a destruir la vida en la Tierra está más allá de las palabras. Y no
solo en los Estados Unidos, sucede en todo el mundo.
El Partido Demócrata, dirigido por burócratas seguidores de Clinton,
la eliminó del programa, ante el riesgo de que estas empresas dejarán de
contribuir a la campaña.
¿Cuán profundas son las diferencias entre el ala más “progresista”
y la “burocracia recaudadora”, como usted llama a los seguidores de
Clinton?
Echa un vistazo a la campaña de Sanders. Las posiciones de Bernie son
condenadas en un espectro amplio, incluso por liberales que dicen:
“son agradables, son buenas, pero el país no está preparado para ellas”.
Repasemos el programa para el que el país “no está
preparado”. Sanders tiene dos
propuestas principales: una es la atención médica universal. ¿Se te ocurre
algún país que no tenga salud universal? No, existe en todas partes. Entonces,
lo que se afirma en todo el espectro mediático es que es demasiado radical
decir que Estados Unidos podría llegar al nivel de cualquier otro país
avanzado, incluso al de los países pobres. “Es imposible. No podemos llegar tan
alto ”.
El otro programa es la educación
superior gratuita. Está en todas partes; en los países capitalistas más
avanzados, aquellos con mayores récords y logros: Alemania, Finlandia, Francia,
dondequiera que mires hay educación superior gratuita. Los países pobres
también la tienen. Pero suena como algo demasiado radical para los
estadounidenses. Para los clintonistas -burócratas, conservadores, preocupados
por los donantes ricos - estas propuestas no se pueden permitir. Para la
base popular son fundamentales; desean elevarse al nivel del resto del mundo.
Casi habiendo terminado su primer mandato, ¿Qué cree que ha significado
la presidencia de Trump para la democracia estadounidense?
Abrís los periódicos casi todos los días, por ejemplo, en el New York Times, y
ves un titular que dice “¿Es este el fin de la democracia estadounidense?”,
“¿Es esta la última elección estadounidense?”.
No son teorías conspirativas marginales. La supervivencia de la
democracia está en juego. La democracia no se basa solo en reglas y leyes. Se
basa en la buena fe y la confianza. La democracia moderna más antigua, Gran
Bretaña, tiene 350 años, su constitución se puede escribir en una pequeña
tarjeta, es una oración o dos. Y ha existido gracias a la buena fe y la
confianza.
Cuando Boris Johnson prorrogó el Parlamento, para poder aprobar
su versión del Brexit, hubo un gran alboroto en Inglaterra y la Corte Suprema
reaccionó.
Eso no sucedería en Estados Unidos con la Corte que tenemos. Lo
que está haciendo Trump es mucho más extremo. El Poder Ejecutivo ha sido casi
totalmente depurado de cualquier voz crítica o incluso independiente. Quienes
quedan son sólo aduladores, como Mike Pompeo o Mike Pence. Constitucionalmente,
los nombramientos realizados por el presidente deben ser ratificados por el
Congreso, por el Senado. No está sucediendo. Ni siquiera los envía para su confirmación.
Simplemente los nombra en un puesto temporal. Trump ha creado en Washington un
pantano de corrupción. Es como una especie de dictador de pacotilla.
¿En la era Trump no solo se redujeron derechos, también se vio afectada
la calidad institucional de una democracia que aparecía como “ejemplar”? ¿Qué queda de la
democracia?
No demasiado. Hay mucho de qué culpar a los demócratas. Mucho.
Pero lo que está pasando en el Partido Republicano nunca ocurrió en la historia
de la Democracia Parlamentaria, bajo el liderazgo de un dictador de pacotilla.
El Senado en manos de Mitch McConnell, cómplice cercano del
Presidente, simplemente se niega a actuar. No hace nada más que aprobar leyes
para enriquecer a la porción del electorado súper rico de Trump: recortes de
impuestos, exenciones corporativas, etc.
También se dedica a copar de lleno el poder judicial, con
abogados jóvenes de ultraderecha que permanecerán por más de una generación y
podrán bloquear cualquier legislación que se aleje de sus posiciones extremadamente
reaccionarias. Este es el Senado. El Poder Ejecutivo se acabó.
Como ha señalado muy claramente, en Estados Unidos conviven un gobierno
que se va corriendo cada vez más a la extrema derecha del espectro político,
con enormes movimientos políticos de participación masiva en medio de
esta profunda crisis de salud, que ha agudizado muchas de las contradicciones
subyacentes. En ese contexto, ¿Cómo imagina el mundo post-covid-19?
Quienes produjeron la crisis en la que
estamos ahora (la pandemia, el calentamiento global -que es mucho más grave-,
la amenaza de una guerra nuclear, la destrucción de los procesos democráticos,
básicamente todo el programa neoliberal) están luchando sin descanso para
asegurarse que el sistema que crearon, del que se han beneficiado, persista de
una forma aún más dura, con mayor vigilancia y control. Una
tendencia mundial que se ejemplifica en la política exterior de Trump.
No es fácil encontrar demasiada coherencia en el caos de
la administración actual, aunque destacan algunas ítems.
En asuntos internacionales la
intención descrita abiertamente por Steve Bannon (uno de los principales
estrategas de Trump en los primeros años) ha sido crear una internacional
reaccionaria; una internacional de los Estados más derechistas del mundo,
dirigida por la Casa Blanca.
Eso significa en Medio Oriente alentar
las dictaduras familiares del Golfo, MBS [Mohammad bin Salman, príncipe de
Arabia Saudita] y el resto. O apoyar la peor dictadura en la historia de Egipto, (Trump la llama su dictadura favorita), o que Israel se haya
movido muy a la derecha.
En el hemisferio occidental, respaldar países como el Brasil de
Bolsonaro o a otras figuras de ultraderecha.
Moviéndonos más hacia el este tenemos la India de Modi, que
intenta desmantelar la democracia secular. El grupo gobernante radical hindú es
su candidato preferido.
En Europa, Victor Orban de Hungría, quien atenta contra el
sistema democrático y además de otros ejemplos que abundan por el mundo.
Básicamente, una iniciativa internacional reaccionaria de la
Casa Blanca.
Se trata de una estrategia global que se combina a nivel nacional con los
programas neoliberales que han perjudicado gravemente a la población y han
beneficiado enormemente a una minoría minúscula. Persistirán en una forma aún
más dura, esa es una tendencia internacional.
“Trump también se está moviendo de una manera muy comprometida para aumentar la
amenaza de una guerra nuclear. Paso a paso, está desmantelando el régimen de
control de armas, que ha ofrecido cierto grado de protección contra esta
extraordinaria amenaza. En agosto pasado eliminó el Tratado INF que fue
acordado por Reagan y Gorbachov.
Hace un par de meses, desmanteló el Tratado de Cielos Abiertos,
iniciado por el presidente Eisenhower. Y ahora retrasando más allá de cualquier
esperanza de resolución la firma del nuevo Tratado START, el último tratado
importante. Los rusos le han implorado que lo renueve. Trump no quiere, y
ofrece objeciones frívolas. Puede que sea demasiado tarde para hacer algo al
respecto en este momento. Vence en febrero. Su administración amenaza con
realizar una prueba nuclear; la primera vez en 28 años, rompiendo la barrera de
la prohibición de pruebas.
Todo esto aumenta la amenaza y no es solo mi opinión. Es la
opinión de todos los especialistas en el tema.
Cada año, el Bulletin of Atomic Scientist, en enero, pone las manecillas del
llamado Reloj del Apocalipsis. Se estableció poco después de las bombas
atómicas y en ese momento faltaban 7 minutos para la medianoche; medianoche
significa el exterminio.
Ha oscilado a lo largo de los años y cada año que Trump ha
estado en el cargo se acerca a la medianoche.
Hace dos años estaba más cerca que nunca, dos minutos para la
medianoche. Este enero, los analistas abandonaron los minutos y pasaron a los
segundos. Ahora faltan 100 segundos para la medianoche y eso fue antes de los
ataques actuales contra el régimen de control de armas y el desarrollo de
nuevas armas.
Sin mención en la cobertura masiva en las convenciones. Estas
son las cosas que están en juego en las elecciones de 2020.
En pocas palabras, lo que está en juego en las elecciones es la
supervivencia y no se está discutiendo.
¿Que alternativas hay frente a esto? ¿Cuál sería la respuesta?
En todo el Planeta hay fuerzas populares que dicen “ese no es el mundo que
queremos”, “ese no es un mundo en el que la gente pueda vivir una vida digna,
en el que la sociedad pueda sobrevivir, en el que habrá políticas dirigidas a
las necesidades no lucrativas”.
Se están reuniendo de hecho. En unos días se realizará el primer encuentro de La Internacional
Progresista. Fue fundada por la gente de Bernie Sanders en los Estados Unidos,
Young 25 en Europa con la gente de Varoufakis (ex ministro de economía de
Grecia), un movimiento europeo transnacional que está tratando de preservar lo
que es valioso en la Unión Europea y superar sus serias fallas. Tienen
candidatos en el Parlamento Europeo y han traído voces del Sur Global. La
primera reunión tendrá lugar en Islandia, el Primer Ministro es miembro de la
organización.
Eso representa otra fuerza en distintos lugares del mundo.
Representa una especie de guerra de clases a escala internacional, enfrentando
riesgos que nunca han existido en la historia de la humanidad. Son colosales.
Se trata literalmente de la supervivencia de la humanidad. Esa es la situación
que tenemos ahora mismo, no se puede hacer una predicción.
Si sabemos muy bien cómo actuarán las
fuerzas reaccionarias. Tienen recursos económicos, poder estatal, tienen
programas, están comprometidos. La pregunta es cómo reaccionará la población
general del mundo. Tienen opciones, tienen posibilidades, tienen números. La
pregunta es si pueden montar una fuerza contraria que de alguna manera permita
a la humanidad escapar de la actual confluencia de crisis que
enfrentamos.
¿Qué tipo de liderazgos políticos se requiere en estas circunstancias?
¿Cuales imagina emergiendo de esta pandemia?
Ahora mismo es difícil ser particularmente optimistas al respecto, pero sabemos
qué tipo de liderazgo político nos gustaría que saliera.
La cuestión es si podemos hacer que asuman. Tomemos la
Internacional Progresista. Creo que gente como Bernie Sanders y Yanis
Varoufakis y otros asociados con su movimiento, AOC [Alexandria Ocasio-Cortez]
en los Estados Unidos, y algunos otros con este perfil, serían el tipo de
líderes políticos que podrían lidiar con estas grandes crisis. No solos, por
supuesto. Los líderes políticos no pueden hacer nada [solos].
Primero necesitan un apoyo popular masivo. Y luego tienen que
romper el poder que poseen las instituciones y que controlan la sociedad.
Hay que recordar que vivimos en mundos de Estado-Capitalismo y
cada país tiene una forma u otra de Estado-Capitalismo.
Eso significa una concentración extrema de poder en instituciones
privadas con enorme voluntad y poder enorme y que suelen tener una gran
influencia en todo lo que sucede. Eso tiene que ser eliminado.
Dr. Chomsky, una pregunta final. En lo que respecta a América Latina, en
la cual vemos esta batalla entre gobiernos más progresistas y gobiernos de
derecha o extrema derecha como es el caso del Brasil de Bolsonaro. ¿Qué mensaje
le gustaría transmitir a la Región en este momento?
Brasil envía mensajes muy claros. El Banco Mundial, que no es una organización
particularmente de izquierda, hizo un análisis detallado de la economía en
2016, un par de años después de que Lula dejará el cargo.
Calificaron los años de Lula como una década dorada en la
historia de Brasil, con fuertes reducciones de la pobreza, incorporación de
gran parte de las poblaciones que habían sido marginadas, inclusión, grandes
avances en el desarrollo social. Dijeron que fue una década dorada, nada
comparable. En ese momento Brasil fue probablemente el país más admirado del
mundo, estaba en foros internacionales, era una voz para el Sur Global, estaba
uniendo a Sudamérica. Lula era probablemente la figura política más
respetada del mundo.
¿Qué es ahora? Brasil es simplemente objeto del desprecio y el
ridículo del mundo, dirigido por un payaso virulento, una persona que apoya la
dictadura militar, que busca destruir. La devastación de la selva amazónica
aumentó aproximadamente el 30% sólo en el último año. Acabemos con todo,
enriquezcamos aún más a los ricos, matemos a quien no nos guste, dejemos que la
pandemia continúe. Es el gobierno quizás más reaccionario en la historia
de Brasil. Un objeto de burla en todo el mundo.
Bueno, esas son lecciones. Contamos con un plazo de diez años.
La lección es que tienes el futuro en tus manos. Puedes hacerlo de una manera,
puedes hacerlo de otra manera. No hay forma de predecirlo. Eso es Brasil, se
podría aplicar lo mismo a los demás.
Dr. Chomsky, gracias una vez más por
todo.
Bernarda Llorente. Presidenta de Télam.
11 de Septiembre de 2020.
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