BYUNG-CHUL HAN, ONTOLOGÍA DEL PRESENTE
Publicado el 25 Jun, 2020
El filósofo coreano continúa su tarea poliédrica de trazar un
análisis de nuestro hoy, centrándose en cada una de sus entregas en diferentes
aspectos de nuestras sociedades.
Como ya es marca de la casa, si se exceptúan algunas de sus intervenciones
en lo temático (su ensayo sobre el budismo, la visita a su jardín o
su análisis amoroso sobre Hegel) el centro de interés son las
sociedades contemporáneas, tarea que emprende en obras, las traducciones
superan la quincena, que sobrepasan escasamente las cien páginas (en lo que
hace a las medidas, solamente Topología de la violencia dobla
la paginación); me permito aclarar que las nombradas entre paréntesis también
tienen cierta relación con nuestro hoy: la primera en lo que hace a subrayar la
ejemplaridad de algunas posturas orientales dignas de ser tenidas en cuenta en
las concepciones de Occidente, la segunda, que expone su ejemplo personal, de
su jardín, como modelo de contacto con la naturaleza y desmarque del bullicio,
entre otros mediático, en el recinto de sus plantas; y en la tercera cuyo
estudio del poder en el autor de la Fenomenología del espíritu,
deriva hacia la palabra del amor y la amabilidad, como antídotos de la palabra
del poder hegeliano, que domina generalmente las interpretaciones del filósofo
alemán).
Vaya por delante que las obras de Han siempre sirven para
centrarse en aspectos esenciales de la actualidad, aunque a veces la apariencia
de que se refiere a aspectos no centrales, resulta engañosa ya que tales
aspectos son significativos y paradigmáticos en la definición del presente;
estas aparentes insustancialidades y las relaciones que el pensador establece
entre ellas le ha valido más de una crítica, en la medida en que sus
afirmaciones parecen moverse más en el futuro que en el presente.
Me viene a la cabeza, salvando las distancias que se hayan y se
han de salvar, el mundo metafórico de Jean Baudrillard que sorprendía al
personal con sus fuites en avant, que pillaban descolocado a todos
dios, como si su mirada tuviese capacidades no comunes al común de los mortales
Cierto es que algunas de las lecciones que expone Han, por
ejemplo las relacionadas con el cansancio , provocado por la
conversión de cada cual en empresario de sí mismo, en esta sociedad del
rendimiento que no hace sino rendir a los ciudadanos, han sido
criticadas , a mi modo de ver con razón, debido a que tal cansancio en la
carrera que cada cual establece consigo mismo convirtiéndose en empresario de
sí (en lo productivo, en el ámbito de la salud, de la higiene y corporal…) es
inducido desde fuera por el neoliberalismo, y no por medio de una decisión
propia como da a entender Han, siendo solamente aplicable a algunas franjas de
trabajadores y de algunas zonas del mundo mundial; ya que algunos trabajadores
se agotan con sus trabajos penosos y que exigen esfuerzo físico…y no por ningún
tipo de narcisismo, ni de superación personal (justas en este sentido resultan
las críticas que Slavoj Zizek expone veloz en su Pandemia).
Dejaré de lado las pertinentes distinciones que establecía
Gilles Deleuze, a raíz de una obra teatral de Samuel Beckett, Quad,
entre agotado (épuisé) y fatigado (fatigué) y es que ciertamente
una cosa es estar fatigado o cansado y otra más paralizante, hasta la
incapacidad de actuar, es la propia del agotamiento.
En la presente ocasión, su obra, «La desaparición de los
rituales», publicada como todas sus obras por Herder, incide en cómo tal
desaparición de los rituales sociales produce una comunicación sin
comunidad ; podría decirse que si se sigue su enfoque, los rituales
como acciones simbólicas, crean una comunidad sin comunicación, ya
que asentándose como significantes, permite que una sociedad reconozca en ellos
sus señas de identidad.
Dos cosas diré de entrada a este respecto: ya el propio Marx,
escribió junto a Engels, hablaba, en el Manifiesto, de cómo los
rituales caballerescos, propios de los tiempos feudales, habían dejado de
funcionar para dar entrada a los valores de la burguesía que se traduce en
moneda sonante y contante; hablaba Louis Althusser de la ideología como cemento que
sujetaba el edificio de la sociedad.-
Si se da por cierto la postura del francés, parece que la de Han
adolece de un escore que hace que una parte, los rituales, se conviertan en el
todo, en el eje de la constitución de la sociedad, de la comunidad con sus
señas de identidad.-
Así pues, si damos por sentado que la comunidad está desobrada
(desoeuvrée) – por adoptar la expresión de Jean-Luc Nancy, los caminos
se bifurcan: o bien, cabe levantar acta notarial de la situación, o bien tratar
de proponer alternativas y cambios que modifiquen el estado de cosas, en vez de
limitarse a chapotear en él.
Byung-Chul Han hace confluir ambas posturas ya que por un lado,
traza la genealogía y síntomas del fenómeno estudiado, y por otro, propone
ciertos posicionamientos alternativos que supongan salidas al impasse o
al menos sirvan de contrapeso.
La práctica desaparición de los rituales que formaban comunidad
de sentido, en el trato con las personas y las cosas, ha sido forzada por la
primacía otorgada a la producción y unida a ésta, al consumo, que se centra en
lo efímero, en lo fugaz que no permanece como los objetos sino que fluyen como
lo hacen los mensajes y las incesantes noticias u ocurrencias que pueblan los
móviles, y otras pantallas, creando adicción; esto se mueve más por emociones
que por necesidades, lo que supone que en el centro del consumo se sitúe el
objeto pero como modo de satisfacer del deseo del yo, dentro de la lógica de la
supuesta realización de sí.
Desde el inicio Han aclara que no escribe con nostalgia, ni con
pretensión alguna de vuelta atrás sino que únicamente intenta destacar el hecho
de que la falta de rituales hace que los lazos sociales flaqueen, teniendo en
cuenta que las variables de espacio y tiempo hayan dejado de funcionar como
antaño con lo que se origina cierta falta de asidero que supone, a su vez, un
desbrujule.
Entre las causas que han provocado este desvanecimiento se
detiene en la revolución digital, en el poder de los big data,
juzgados por Han como maneras que adopta el capitalismo moderno con la
omnipresencia de las nuevas tecnologías traducidas en el asentamiento de un
individualismo que se expresa en patologías de época (neurosis, hiperactividad,
las crisis de agotamiento, o depresiones, etc.).-
Frente a tales invasiones, que Han considera interiorizadas,
hasta el punto de haberse convertido en segunda piel de los ciudadanos como si
perteneciesen per se a los yos; Han recurre a Paul Lafargue y
el derecho a la pereza, alzándose contra la religión del
trabajo, que anula la libertad y creatividad de los ciudadanos al
convertirles en siervos de sí mismo en el trabajo, acompaña también sus
diatribas con la apuesta por el homo ludens de Huizinga,
espíritu lúdico que ha quedado enterrado por las cuestiones ya señaladas.
La frialdad de lo común se expresa igualmente en las formas
nuevas, de baja intensidad en su sutileza, de las violencias y enfrentamientos
sociales (del cuerpo a cuerpo en las contiendas bélicas se ha pasado al
enfrentamiento a distancia con la utilización de drones y otros ingenios),
concepciones que penetran hasta en los cuerpos de manera aparentemente no
impuesta como sucedía en los regímenes totalitarios o dictatoriales, sino por
medio de las tácticas de seducción que hace que la imposición sea tomada por
los sujetos, sujetados, como si fuera cosa suya, de su libre voluntad.
El simbolismo, que no otra cosa son los rituales, ha dejado de
funcionar como nexo de unión de los ciudadanos al perder gas, haciendo que
el topos común ceda y que se dé un atomismo que convierte a
cada cual en un islote ajeno a los demás; pérdida traducida en la desaparición
del re-conocimiento.
Las distintas esferas en las que se pueden comprobar estos
cambios son llamados a capítulo por Han: el imperio de los signos, la guerra y
sus cambios, los ritos de iniciación y de cierre, la sexualidad, la fiesta y la
religión, la vida y la muerte, con el trasfondo agónico (agon en
griego lucha) mostrando a partir de tales aspectos visitados la situación de
indefensión a la que queda reducido el ciudadano de hoy, recluido en sí mismo y
falto de herramientas y útiles interpretativos, y con unas relaciones que, las
más de las veces, se reducen a un mero like.
Los ecos de la comunidad de solitarios de
Pascal Quignard, los isolatos de Herman Melville o la muchedumbre
solitaria de David Riesman, resuenan, salvando todas las distancias
que se quieran y deban.
Esa preocupación por el yo y los deseos individuales hacen que
se aflojen las visiones colectivas, y que los valores pasen a regir únicamente
a cada cual; lo que no evita que la constante exigencia de transparencia haga
que se de una exposición, con respecto a lo que Han traza unas atinadas
pinceladas que diferencia el deseo, la seducción y la sexualidad, que en los
tiempos de neoliberalismo se convierten en materia de mercadeo, despejando la
paciencia y para dar paso a la velocidad que hace que se confunda lo uno con lo
otro y se exija una inmediatez que hace que la rapidez y la exhibición
privilegien la corriente pornográfica que impera en las sociedades actuales.
Hay un permanente recurso por parte del coreano a las
proposiciones oximorónicas, que hacen que lo que muchas veces se interprete
como positivo por la generalidad de analistas, él les dé la vuelta mostrando el
pretendido engaño que suponen las tan cacareadas: híper-libertad, híper-comunicación
y la híper-información de las redes, que de hecho no hacen sino enredarnos y
sujetarnos, mas Han no es de la opinión de que ante tal mecanismo panóptico el
camino sea la rendición sino que considera que hay que alzarse y poner freno a
las tendencias sumisas; subrayando que no hay peor panóptico que el instalado
en la propia mente supuestamente de manera (casi)voluntaria; recuerdo en este
orden de cosas unas declaraciones de Noam Chomsky, en un libro de presentación
editado por Gedisa, que si hubiese un dictador fascista racional elegiría el
modelo norteamericano: cada ciudadano con un policía en la cabeza.
No cabe duda de que el bombardeo de tono mercantilista invade el
campo de los valores de justicia, verdad, humanismo, haciendo que la
mercantilización de lo más sagrado penetre las mentes y los corazones de los
ciudadanos, haciendo que los valores más que colectivos devengan en la búsqueda
de la satisfacción o el logro personal de los sujetos; proceso que supone una
absoluta reificación de los individuos.
En la lectura de los libros de Byung-Chul Han se dan ciertas
repeticiones o aires de familia de ideas ya anticipadas con anterioridad, lo
que, sea dicho al pasar, es normal si en cuenta se tiene que la trayectoria de
los análisis de Han parten de un molde o estructura interpretativos, que las
distintas piezas van encajando en él para ir completando el cuadro.
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