Ignacio Ramonet revela la
increíble vigilancia ejercida hoy día sobre los ciudadanos del mundo, que deja
pequeño al Gran Hermano de Orwell.
Hoy día los ciudadanos del mundo estamos siendo vigilados y, por tanto, controlados.
Internet ha revolucionado
totalmente los campos de la información y de la vigilancia, que ahora es
omnipresente y totalmente inmaterial.
AUTOR
Ignacio Ramonet (Redondela,
Pontevedra, 5 de mayo de 1943) es un periodista español establecido en Francia.
Es una de las figuras principales del movimiento antiglobalización.
Nacido en 1943, Ramonet creció en
Tánger donde sus padres, republicanos españoles que huían de Franco, se
instalaron en 1948.
Estudió en la Universidad de
Burdeos y regresó a Marruecos. En 1972 se trasladó a París, donde se inició
como periodista y crítico cinematográfico.<BR><BR>
Es doctor en Semiología e Historia
de la Cultura por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de
París y catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad
Denis-Diderot (París-VII).<BR><BR>
Especialista en geopolítica y
estrategia internacional y consultor de la ONU, actualmente imparte clases en
la Sorbona de París.
Desde 1990 hasta 2002 fue director
de la publicación mensual Le Monde Diplomatique y la bimensual Manière de
voir.<BR><BR>
Es cofundador de la organización
no gubernamental Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios
de Comunicación) de la que es presidente.<BR><BR>
Un editorial escrito en Le Monde
Diplomatique durante 1997 dio lugar a la creación de ATTAC, cuya labor se
dedicó originalmente a la defensa de la tasa Tobin.
En la actualidad se dedica a la
defensa de una gran variedad de causas de la izquierda política y tiene como
presidente de honor a Ignacio Ramonet.
Fue también uno de los promotores
del Foro Social Mundial de Porto Alegre.<BR><BR>
Es Doctor Honoris Causa de la
Universidad de Santiago de Compostela, en España, de la Universidad Nacional de
Córdoba, en Argentina y de la Universidad de La Habana, en Cuba.
Hoy todos los
estadounidenses están bajo escucha.
Edward Snowden
A nuestro alrededor merodea
permanentemente un Big Brother que quiere saberlo todo de cada
uno de nosotros, y clasificarnos en función de los “riesgos potenciales” que
podríamos presentar.
Esta vigilancia masiva ha sido
siempre la gran tentación de los poderes autoritarios. En este sentido, algunos
regímenes del pasado permanecen definitivamente asociados a prácticas secretas
de intromisión en la vida de las personas.
Pensamos sobre todo en el III
Reich hitleriano y en el Estado estalinista. En su novela 1984,
George Orwell se burló especialmente de este último.
Más próxima a nosotros, la
película La vida de los otros [1] ha estigmatizado el sistema de
vigilancia generalizada en la antigua República Democrática Alemana (RDA),
implantado por el Ministerio para la Seguridad del Estado, más conocido como
Stasi.
Estos regímenes eran dictaduras.
Pero, en nuestros días, son democracias las que han levantado sofisticadas
redes de vigilancia clandestina, a veces en contradicción con sus propias
tradiciones.
En este sentido, hay que recordar
que el acto fundador de los Estados Unidos fue la revuelta de los colonos
norteamericanos contra una ley inglesa que autorizaba la violación de la vida privada.
La explosión de cólera desembocó
en la revolución norteamericana de 1776. La cuarta enmienda de la Constitución
de los Estados Unidos protege siempre a los ciudadanos estadounidenses contra
cualquier abuso de una administración que quisiera someterlos a una violación
ilegal de su intimidad:
“”“No será violado el derecho de
los ciudadanos a la seguridad de sus personas, domicilios, documentos y bienes;
contra cualquier registro o detención arbitrarios …”””.
El auge de Internet y de las
nuevas redes electrónicas ofrece actualmente a los principales servicios
estatales de escucha de las comunicaciones –la NSA, en los Estados Unidos; el
GHCQ, en el Reino Unido; la DGSE, en Francia; el CNI en España-, una inesperada
ocasión para instaurar fácilmente una vigilancia sistemática y generalizada de
todas las protestas políticas y sociales.
Precisamente porque Internet ya no
es ese espacio de libertad descentralizado que permitiría escapar a la
dependencia de los grandes medios de comunicación dominantes.
Sin que la mayoría de los
internautas se haya dado cuenta, Internet se ha centralizado en
torno a algunas empresas gigantes que lo monopolizan y de las que ya casi no se
puede prescindir.
No se vio venir la centralización
de Internet –confirma Laurent Chemla, uno de los pioneros de la Internet
militante en Francia.
No entendimos que el modelo
económico de publicidad-contra-gratuidad crearía un peligroso fenómeno de
centralización, porque los anunciantes tienen interés en trabajar con los más
grandes, aquellos que tienen más audiencia.
En la actualidad, hay que
conseguir ir en contra de esta lógica, para descentralizar de nuevo Internet.
La opinión pública debe comprender
que la gratuidad conlleva una centralización tal de Internet que, poco a poco,
el control se vuelve más fuerte y la vigilancia se generaliza
[2].
Otro cambio: hoy la vigilancia se
basa esencialmente en la información tecnológica, que es automática, más que en
la información humana.
Como en Minority
Report, es el “predelito” lo que a partir de ahora se persigue. Para
“anticiparse a la amenaza”, las autoridades tratan de “diagnosticar la
peligrosidad” de un individuo a partir de elementos de sospecha, más o menos
comprobados.
Con la paradójica idea de que,
para garantizar las libertades, hay que empezar por limitarlas.
RETORNO
DEL DETERMINISMO GENÉTICO
En el nuevo Estado de vigilancia,
toda persona es considerada sospechosa a priori. Sobre todo, si las
“cajas negras algorítmicas” la clasifican mecánicamente como “amenazante”
después de analizar sus contactos y sus comunicaciones.
Esta nueva teoría de la seguridad,
que es una variante del funesto determinismo genético, considera que el ser
humano está desprovisto de verdadero libre arbitrio o de pensamiento autónomo.
El hombre no sería sino una mera
máquina sometida a la influencia de pulsiones de nacimiento y a fatalidades
biológicas.
Es inútil, por lo tanto, que, para
prevenir eventuales derivas, se busque intervenir retroactivamente en
el entorno familiar o en las causas sociales.
Lo único que ahora quiere el
Estado, con la fe puesta en los informes de vigilancia, es reprimir lo antes
posible, antes de que se cometa el delito.
Esta concepción determinista de la
sociedad, imaginada hace más de sesenta años por el excelente escritor
estadounidense de ciencia ficción Philip K. Dick, se impone poco a poco en
numerosos países, a medida que son golpeados por la tragedia del terrorismo[3].
METAMORFOSIS
DE LA JUSTICIA
El gran cambio arrancó en los
Estados Unidos. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, la ley Patriot
Act modificó, por primera vez en el seno de una democracia, la
relación seguridad/vida privada.
Más que un cambio, explica la
jurista francesa Mireille Delmas-Marty, es una auténtica metamorfosis de la
justicia penal, y, por extensión, del control social […].
La Patriot Act ha
hecho posible que, por orden del presidente, emerjan una vigilancia masiva y un
régimen penal derogatorio, y que se llegue a amparar el uso de la tortura e
incluso la organización de asesinatos selectivos […].
Se ha pasado muy rápidamente a una
“guerra contra el terrorismo” desplegada sobre el conjunto del planeta;
primero, con la apertura del campo de concentración de Guantánamo fuera del
territorio de los Estados Unidos; y, más tarde, con la “tela de araña”
estadounidense, denunciada en 2006 por el Consejo de Europa: el mapa de centros
secretos de detención en todo el mundo y las transferencias ilegales de
detenidos[4].
Otras democracias han imitado a
los Estados Unidos. De la Terrorism Act [5], en el Reino Unido, a la ley Renseignement,
en Francia, pasando por la Ley de Seguridad Ciudadana[6], en España, se ha multiplicado la
legalización de la vigilancia clandestina de masas.
Expresar en Internet una simple intención de
cometer un acto “irregular” puede llevar hoy, en algunos países democráticos, a
la detención del internauta [7]. Lo cual es contrario a uno de los
principios fundadores de la Justicia penal moderna.
El jurista Beccaria [8] estableció, en el Siglo de las
Luces, que para declarar “criminal” a una persona, primero tiene que haberse
cometido realmente el crimen, o al menos haberse iniciado su ejecución.
LA
CUESTIÓN DE LA LIBERTAD
Nada que hacer: nuestro uso de
Internet nos delata. Lo cual ha llevado a Julian Assange a decir: “Internet ha
sido transformado para convertirse en el más peligroso vehículo del
totalitarismo que jamás hayamos conocido”. La red es “de ahora en adelante una
amenaza para la civilización humana [9]”.
Porque, hay que admitir finalmente
que, con la centralización de Internet, la “democracia digital”, en la que se
pudo creer en los albores, se ha revelado como una impostura y un engañabobos.
La “República digital” –explica
François de Bernard—no es el gobierno del interés público por medio de las
leyes -lo cual, según Rousseau, constituye la condición, si no la esencia, de
toda República-, sino solamente el gobierno de los números, por los números y
para los números; el gobierno de las cifras, de lo cifrado y destinado a la
cifra, con el fin de que, con un simple clic del ratón, la República pueda ser
gobernada con el menor número de obstáculos que pudieran dificultar el
despliegue del proyecto de sus dirigentes[10].
Succionados por la dinámica
centralizadora, los gobiernos, los servicios de seguridad y las empresas
gigantes de la Red se fusionan ante nuestros ojos en un complejo
securitario-digital que tiene un objetivo preciso: controlar Internet para
controlarnos mejor.
En Internet, cada internauta está
interconectado y proporciona, en tiempo real, una cantidad incalculable de
informaciones personales que ningún Estado ni empresa privada habría soñado
nunca en poder recopilar.
Como “un ejército de ocupación”
que controla los puntos de paso […], los Estados impiden la independencia de la
Red.
Llevados al extremo, pueden
alimentarse, como sanguijuelas, en las venas y las arterias de nuestras nuevas
sociedades, atiborrándose con cada intercambio expresado o comunicado, con cada
mensaje enviado y con cada pensamiento “googleado”, y almacenar luego
todo este saber –miles de millones de interceptaciones diarias, un poder
inimaginable- en centros de procesamiento de datos. Y para siempre.
Frente a este rodillo compresor,
muchos ciudadanos tiran la toalla y se resignan a ver amenazada su libertad de
expresión y violados sus derechos fundamentales. Están equivocados. Porque la
auténtica cuestión no es la vigilancia, sino la libertad, como explica Edward
Snowden:
Cuando alguien dice: “No tengo
nada que ocultar”, en realidad está diciendo: “Me río de mis derechos”. [..]
Si dejáis de defender vuestros
derechos pensando: “No necesito mis derechos en este contexto”, ya no se trata
de derechos.
Los habéis convertido en algo de
lo que disfrutáis como de un privilegio revocable por el gobierno […] Y ello
reduce el perímetro de la libertad en el seno de una sociedad
[11].
RESISTIR,
ENCRIPTAR
¿Cómo defenderse?
En primer lugar, informándose y
consultando las numerosas páginas web especializadas en seguridad informática [12].
También uniéndose a las diferentes
organizaciones que luchan contra la vigilancia masiva, especialmente WikiLeaks [13] y, en Francia, La
Quadrature du Net [14].
Y sobre todo optando, en primer
lugar, por la autodefensa mediante la encriptación, o codificación, como nos
aconseja Edward Snowden: “La encriptación es una responsabilidad cívica, un
deber cívico”.
Solamente la encriptación permite
enviar y recibir mensajes de correo electrónico codificados. Impide que una
herramienta automática de vigilancia pueda leerlos si los intercepta.
Aunque no se tenga nada que
ocultar, la encriptación nos ayuda a proteger nuestra vida privada y la de las
personas con quienes nos comunicamos. Lo cual hará más difícil el trabajo de
los espías del nuevo Complejo securitario-digital.
Aunque muchos gobiernos, sobre
todo después de los odiosos atentados del 13 de noviembre en París, están
planteándose la prohibición de todo sistema de encriptación de mensajes, las
revelaciones de Edward Snowden han permitido la emergencia y la democratización
de varias herramientas de encriptación de mensajes SMS y de comunicaciones
telefónicas. Por ejemplo: Signal, Telegram, Wickr, TrueCrypt, ProtonMail,
Threema, etc.
Oponerse a la vigilancia del
Estado, cuando se es inocente, es una lucha política. Y aprender a protegerse
es la primera etapa de esta lucha.
Después, hay que pasar a la
guerrilla digital: engañar a los espías, cegarlos, disimular nuestras
conexiones a Internet, cifrar nuestros correos electrónicos, proteger nuestros
mensajes.
El objetivo es hacer que los
algoritmos enloquezcan, crear zonas de opacidad, y escapar a la inspección y al
cacheo de los chivatos digitales secretos.
El derecho está de nuestra parte.
Una importante sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE),
dictada el 6 de octubre de 2015, constituye efectivamente una gran victoria
jurídica, y alienta la rebelión de los ciudadanos contra la vigilancia masiva.
En respuesta a la demanda contra
Facebook interpuesta por un joven austriaco, Maximilian Schrems, que, a raíz de
las revelaciones de Edward Snowden, acusó a la empresa gigante de haber
colaborado con la NSA, el TJUE decidió ese día invalidar el acuerdo entre la
Unión Europea y los Estados Unidos, firmado en el año 2000, llamado
comúnmente Safe Harbor (“Esfera de Seguridad”), que autorizaba
a las empresas estadounidenses, y especialmente a las GAFAM (Google, Apple,
Facebook, Amazon, Microsoft) a exportar a los Estados Unidos los datos
personales de los europeos, y a almacenarlos allí [15].
La sentencia “Schrems” debería
obligar a Facebook a suspender la transferencia de datos a los servidores
estadounidenses.
También debería obligar a la
Comisión Europea a ser más severa en la renegociación del acuerdo con
Washington[16]. Y forzar a las GAFAM, que obtienen la
mayor parte de sus ingresos de la explotación a gran escala de nuestros datos
personales, a revisar sus prácticas.
Finalmente, el Consejo de Europa[17], ha estimado en un informe reciente que
“mientras los Estados no acepten fijar límites a los programas de vigilancia
masiva que llevan a cabo sus agencias de información, la codificación
generalizada, y orientada a proteger la vida privada, es la solución de
repliegue más eficaz para permitir a la gente proteger sus datos”[18].
Más aún. Con ánimo de resistencia,
algunos sitios web asociativos permiten iniciarse fácilmente en el cifrado de
las comunicaciones digitales[19].
Hay también otras armas: la red de
anonimato TOR[20], sobre todo; las empresas ProtonMail (Alemania)
y Tutanota (Suiza), que ofrecen servicios para proteger mejor
los correos; el sistema de explotación Tails[21]; la solución de ciframiento Trucrypt,
que permite ante todo cifrar archivos; o proyectos de mensajería como Caliopen,
un software libre destinado a proteger la confidencialidad de los intercambios
de sus usuarios, lanzado en septiembre de 2013 por Laurent Chemla[22].
Al parecer, las revelaciones de
Edward Snowden han generado una toma de conciencia de la importancia de la
encriptación[23], incluso en el seno de algunos
organismos más oficiales, como el Internet Engineering Task Force (IETF),
encargado de la estandarización de los protocolos de Internet a escala global.
LOS LANZADORES
DE ALERTAS
Desde hace varios años, hackers,
militantes contra el espionaje y lanzadores de alertas colaboran
y se relevan para denunciar los abusos. Resisten al Imperio de la vigilancia y
son los héroes de la era Internet.
Conocemos, desde luego, a los tres
más célebres: Julian Assange, Chelsea Manning y Edward Snowden, pero recordemos
que otros iniciaron la resistencia antes que ellos. Por ejemplo, Mark Klein, un
ex ejecutivo de la empresa AT&T, y el jurista Thomas Tamm, en los Estados
Unidos. También algunos ex agentes de la NSA, inspirados probablemente en el
ejemplo de Daniel Ellsberg, un analista de la Rand Corporation que,
en 1971, se atrevió a publicar los célebres Pentagon Papers[24],
que sacaron a la luz las razones ocultas de la intervención militar de los
Estados Unidos en Vietnam (55.000 muertos del lado estadounidense, más de un
millón del vietnamita), un conflicto que jamás fue autorizado por el Congreso.
Entre los lanzadores de
alertas anteriores a Snowden, y ex agentes de la NSA, se puede citar
también a Perry Fellwock, o a Russell D. Tice. Y, más recientemente, a William
Binney, Thomas Drake, Edward Loomis y J. Kirk Wiebe, quienes, junto a Diane
Roark, del Comité para la Información de la Cámara de Representantes, llegaron
a difundir públicamente un manifiesto contra la vigilancia masiva, el 17 de
enero de 2014 [25].
En muchos países se han lanzado
campañas para incitar a los agentes de información a que dimitan. Por ejemplo,
en septiembre de 2015, y a iniciativa del colectivo berlinés Peng (www.pen.gg), grupos de artistas y activistas
defensores de las libertades públicas pegaron, delante de las agencias de
información estadounidenses y alemanas, banderolas animando a los espías con
remordimientos a que abandonasen su trabajo. “¿Queríais servir a vuestros
conciudadanos? Habéis terminado por espiarlos. ¡Dimitid![26]”.
De igual modo, ante la entrada de
la base militar estadounidense de Dager, en Alemania, donde hay una importante
estación de escucha de la NSA, unos activistas instalaron un panel estratégico
en el que se podía leer:
“”“Escuchad vuestro corazón, no
nuestras conversaciones”””.
Por otra parte, el sitio web IntelExit (www.intelexit.org) ofrece muchos consejos
y argumentos para convencer a los agentes de que dejen sus funciones, y les
ayuda también a redactar automáticamente una carta de dimisión[27].
POR
UNA CARTA DE INTERNET
Pero hay que hacer más, y
contraatacar. Muchos militantes anti-cibervigilancia proponen el
lanzamiento de una Carta de Internet, semejante a la Carta de la ONU:
“””Es necesario
–afirma Snowden—que nuestra generación cree lo que Tim Berners-Lee, el inventor
de la Red, llama la Gran Carta de Internet. Queremos definir lo que deben ser
los “derechos digitales”. ¿Qué valores debemos esforzarnos en proteger? ¿Cómo
vamos a garantizarlos[28]? “””
En una entrevista en The
Guardian[29], Tim
Berners-Lee deseó, efectivamente, que esta Gran Carta[30] mundial que él exige consagre la
vida privada, la libertad de expresión y el anonimato:
“”” Sin un Internet libre y
neutral, sobre el que podamos apoyarnos sin tener que preocuparnos por lo que
pasa entre bastidores –declaró—, no podemos tener un gobierno abierto, ni una
buena democracia, ni un buen sistema de salud, ni comunidades conectadas entre
sí, ni diversidad cultural. […]
“”” Nuestros derechos son
pisoteados cada vez más en todas partes. Y el peligro es que nos acostumbremos
a ello. Quiero, por tanto, aprovechar el 25 aniversario del nacimiento de la
Web para invitarnos a todos a ponernos manos a la obra con el fin de retomar
las riendas y definir la Web que queremos para los próximos 25 años[31].
Con la cooperación de ONG
internacionales y de juristas de todo el mundo, WikiLeaks ha creado también su
propia Carta.
Consta de trece principios[32], denuncia la vigilancia del Estado como
“un atentado a las leyes internacionales sobre los derechos humanos”, y rechaza
que lo gobiernos utilicen su poder para controlarnos.
Otros pensadores, como el filósofo
François de Bernard, reclaman el derecho a “una objeción de conciencia digital[33]”.
¿Cómo resistir? La solución está
en buscar una multitud de micro resistencias, que pasan por la educación
popular, la formación en herramientas informáticas de cifrado, la búsqueda de
soluciones alternativas para volver caducas las actuales normas dominadas por
las GAFAM.
La batalla por los nuevos derechos
cívicos en la era digital no ha hecho más que comenzar.
Los Estados de vigilancia se
apoyan en su carácter democrático para manifestarse especialmente implacables
contra los nuevos disidentes.
No es casualidad que Snowden
decidiera difundir sus espectaculares revelaciones sobre el programa PRISM
justo el día en el que comenzaba en los Estados Unidos el proceso contra
Chelsea Manning (antes Bradley Manning), acusada de transmitir archivos
secretos a WikiLeaks; la misma fecha en la que se cumplía también el primer
aniversario de la reclusión de Julian Assange en los locales de la embajada de
Ecuador en Londres, donde hubo de encontrar refugio para evitar ser extraditado
a los Estados Unidos vía Suecia…
Snowden, Manning, Assange, tres
héroes de nuestro tiempo, acosados y perseguidos por el Imperio de la
vigilancia.
Edward Snowden se arriesga a una
pena de treinta años de prisión[34], tras haber sido acusado por los Estados
Unidos de “espionaje”, “robo” y “utilización ilegal de bienes gubernamentales”.
El 21 de agosto de 2013, Chelsea
Manning fue ya condenada a treinta cinco años de prisión. Y Julian Assange está
amenazado con la pena de muerte[35].
A aquellos que se preguntan por
qué estos tres paladines de la libertad asumen tantos riesgos, Snowden les
responde:
“””Cuando te das cuenta de que el
mundo que has ayudado a crear será peor para la nueva generación y para las
siguientes, y de que no deja de reforzarse la capacidad de esta arquitectura de
la opresión, comprendes que hay que denunciarla y que, por eso, debes aceptar
todos los riesgos. Cualesquiera que sean las consecuencias.”””
A todos los ciudadanos libres de
actuar de la misma forma, una sola consigna: “¡Contra la vigilancia masiva,
resistencia masiva!”.
NOTAS
[1] Florian Henckel von
Donnersmarck, Das Leben der Anderen, 2006.
[2] Cf. “Entretien avec Laurent
Chemla”, Le Journal du Net, 11 de marzo de 2015
(http://www.journaldunet.com/edbusiness/le-net/laurent-chemla-laurent-chemla-project-caliopen-shtml.)
[3] Recordemos que, en Francia,
el antiguo ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, afirmó, en abril de 2007,
que ciertos comportamientos, en especial la pedofilia y el suicidio de los
jóvenes, tenían en su opinión “causas genéticas”. Cf. Philosophie
Magazine, abril de 2007.
[4] Le Monde, 4 de
junio de 2015.
[5] La ley Terrorism Act se
promulgó en 2006, tras los atentados de Londres de julio de 2005. Fue reforzada
en 2008 por la Counter-Terrorism Act, que, sobre todo, prolonga el
plazo de retención hasta los 42 días.
[6] Conocida popularmente
como Ley Mordaza, entró en vigor el 1 de julio de 2015. Viene a
completar el importante arsenal de medidas antiterroristas en España,
especialmente la ya muy severa Ley Antiterrorista de 1984.
[7] El 10 de marzo de 2004 entró
en vigor el artículo 221-5-1 del Código Penal, que creó, en Francia, el delito
de intención criminal. Esta ley castiga el “mandato criminal”, es decir, el
hecho de solicitar a una persona afín que cometa un delito, aunque el mandante
no cometa la infracción principal. Castigar actos que aún no se han cometido
constituye toda una innovación… Por lo tanto, con este artículo hay una
derogación efectiva del principio de legalidad de los delitos y las penas,
establecido por Cesare Beccaria.
[8] Cesare Beccaria (1738-1794),
jurista y filósofo italiano perteneciente al periodo de las Luces. En su
libro, De los delitos y las condenas, funda el derecho penal
moderno, y destaca por desarrollar la primera argumentación contra la pena de
muerte.
[9] J. Assange et
al.,op. cit.
[10] François de Bernard, L’Homme
post-numérique, París, éditions Yves Michel, 2015.
[11] K. van den Huevel y S. F.
Cohen, art. cit.
[12] Por ejemplo: http://www.nextinpact.com; www.anonymat.org; http://www.udernews.fr; http://assite.com.free.fr; http://sous-surveillance.fr Véase
también el sitio web de la Agencia Nacional de Seguridad de los sistemas
informáticos (ANSSI), http://www.ssi.gouv.fr
[13] Ver la web
https://wikileaksactu.wordpress.com
[14] www.laquadrature.net/fr
[15] Le Monde, 7 de
octubre de 2015.
[16] Cf. Marc Rees, “Safe
Harbour: Bruxelles prône la poursuite des flux des données
transatlantiques”, NextINpact, 6 de octubre de 2015
(www.nexintpact.com/news/96777-safe-harbor-bruxelles-prone-poursuite-flux-donnees-transatlantiques.htm)
[17] Creado en 1949, el Consejo
de Europa tiene la misión de promover los derechos humanos en todo el
continente. Sus principios han sido retomados por el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (TEDH).
[18] Cf. E. Tréguer, “Résistance
multiforme”, art. cit.
[19] Por ejemplo, la web
Autodefensa del correo (https://emailselfdefense.fsf.org/es).
[20] La red TOR puede hacer
anónimos los intercambios en Internet basados en el protocolo de comunicación
TCP; es decir, aproximadamente el 95% de todo el tráfico de Internet.
[21] Tails es un sistema cuyo
objetivo es preservar la vida privada y el anonimato. Permite utilizar Internet
de manera anónima y esquivar la censura en cualquier ordenador y en casi todos
los sitios que se visitan. Tails no deja rastro alguno de lo que se hace, salvo
que se le pida expresamente. (https://tails.boum.org/about/index.fr.html).
[22] Con respecto a Caliopen,
véase “Entretien avec Laurent Chemla”, art. cit.
[23] Cf. F.Tréguer, “Résistance
multiforme”, art. cit.
[24] http://www.wllsberg.net/archive
[25] Con el título “We Need Real
Protection From The NSA” (http://www.informationclearinghouse.info/article37397.htm)
[26] Le Monde, 30 de
septiembre de 2015.
[27] Wired, 28 de septiembre de
2015
(http://www.wired.com/2015/09/campaign-help-surveillance-agents-quit-nsa-gchq).
[28] K. van den heuvel y S. F.
Cohen, art. cit.
[29] The Guardian, Londres,
12 de marzo de 2014
(http://www.theguardian.com/technologyu/2014/mar/12/online-magna-carta-berners-lee-web)
[30] En alusión a la Magna
Carta de 1215, que limitó por primera vez el poder absoluto de la
Corona, y fue el fundamento del derecho y las libertades inglesas.
[31] Cf. Numérama, 12
d emarzo de 2014
(http://www.numerama.com/magazine/28719-1-inventeur-du-web-veut-une-charte-mondiale-pour-proteger-internet-html).
[32] Sed puede leer el texto
íntegro en la web https://wikileaksactu.wordpress.com
[33] Cf. F. de Bernard, “Pour une
objection de conscience numérique”, Mémoire des luttes, 2 de
septiembre de 2015 (http://www.medlu.org/Pour-une-objection-de-conscience).
[34] Tras dejar Hong Kong por
Moscú, Edward Snowden pidió asilo político a veintiún países, entre ellos a
Francia. Sólo Rusia le dio una respuesta positiva y lo acogió en su territorio.
[35] La ley sobre espionaje,
promulgada en 1917, en el momento en que el presidente de los Estados Unidos,
Woodrow Wilson, buscaba criminalizar a todos aquellos que se oponían a entrar
en guerra, prevé sanciones muy duras: cadena perpetua e incluso pena de muerte.
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