LA
HEGEMONÍA IMPOSIBLE
POR
FERNANDO ROSSO*
“Todo libro comienza
con el deseo de otro libro, como impulso de copia, de robo, de contradicción,
como envidia y desmesurada confianza”, escribió Beatriz Sarlo en la
introducción a Una modernidad periférica (1).
Podría agregar que
el resultado final se ubica entre el fracaso de ese libro imaginario y el
“éxito” de lo realmente escrito. Con la excepción de la “desmesurada
confianza”, este libro contiene copia, robo y envidia, pero −sobre todo−, diálogos, conversaciones y polémicas con múltiples textos o
intervenciones que intentaron pensar con seriedad la política argentina de las
dos primeras décadas del siglo XXI a partir de un acontecimiento fundante de
esta época: el 2001.
Es el producto de
varios años de reflexión sobre la Argentina reciente a la luz de su historia:
el devenir de su “sociedad civil” siempre contenciosa y especialmente sus
inquietas clases trabajadoras; el itinerario del peronismo, movimiento que
estuvo en el corazón del sistema político en los últimos ochenta años y que hoy
es una sombra de lo que fue; el derrotero de sus derechas, que han
cambiado el pelo, pero no las mañas; y un fenómeno que se ha instalado en el
centro de la vida pública: la crisis.
Efectivamente, si
algo nos define a los argentinos y argentinas es la persistencia de la crisis,
que lejos de ser un problema “patológico” es el resultado de la irresolución de
conflictos entre fuerzas sociales y políticas que vienen protagonizando un
largo “empate”.
El país de los vetos
recurrentes, el péndulo eterno, el círculo vicioso entre los que llegan y no
pueden y los que dicen que pueden y no llegan.
El país en el que no
se puede ser más neoliberal ni más populista de lo que permite la relación de
fuerzas.
En síntesis, el país
de la hegemonía imposible.
Luego de la
ocupación menemista y del primer kirchnerismo, cuyas administraciones
establecieron algo parecido a una “hegemonía”, en los últimos años nadie logró
reunir las condiciones políticas para un cambio cualitativo de las relaciones
de fuerza y un ciclo expansivo, tanto desde el punto de vista económico como
desde la representación política.
En este laberinto,
la crisis se tornó crónica y el país parece transitar una lenta decadencia.
Este es un libro
militante, en el sentido de que aspira a contribuir al conocimiento de una
realidad compleja porque es difícil transformar lo que no se conoce o lo que no
se entiende.
Sin embargo, el
lector o la lectora no encontrarán lo que desde una posición de izquierda
tradicional se denomina una “línea”, una propuesta para la acción inmediata, un
posicionamiento programático explícito o precisas coordenadas estratégicas que −con mis capacidades
limitadas− realizo en otros ámbitos y bajo otros
formatos.
Por el contrario,
aquí se vuelcan reflexiones provisionales, ideas para el debate,
hipótesis que buscan someterse a la prueba de la realidad y discusiones que
pretenden animar la conversación colectiva que nos ayude a entender ese
problema que llamamos Argentina: la Argentina reciente como problema.
El libro tampoco es
una historia pormenorizada de cada periodo político o de las diferentes etapas
que siguieron al 2001 como acontecimiento hasta lo que periodísticamente
denomino el “quinto peronismo”, sino más bien un ensayo sobre cuáles fueron sus
características esenciales y los hechos que −desde mi punto de vista− las confirman.
Intenta restablecer
un método que coloque en el centro del análisis a las relaciones de fuerza sociales y su traducción política sobre la base
de los condicionamientos económicos. Un vector que
estuvo relativamente ausente o relegado a un segundo plano en el grueso de las
lecturas de la política argentina del último periodo, con valiosas excepciones,
que estimularon estas reflexiones.
El país de los vetos
recurrentes, el péndulo eterno, el círculo vicioso entre los que llegan y no
pueden y los que dicen que pueden y no llegan.
El país en el que no
se puede ser más neoliberal ni más populista de lo que permite la relación de
fuerzas. En síntesis, el país de la hegemonía imposible.
Un complemento que
consideré muy productivo para contribuir en este sentido fue la exposición
crítica de las diferentes polémicas o debates que se desataron ante cada
fenómeno.
En la historia
política o intelectual, el choque de ideas siempre habilitó la emergencia de
verdades más potentes que la narrativa del consenso, que termina, en general,
en un compromiso ecléctico que todos veneran y en el que nadie cree.
La deformación
profesional me inclinó hacia el uso del formato periodístico y algunas
herramientas de la crónica, pero conjugadas con lecturas de mediano o largo
plazo, elaboraciones teóricas o trabajos académicos que ayudan a tomar la
distancia necesaria para entender los avatares del presente.
Se dijo alguna vez
que el periodismo es “la primera versión de la historia”; podría agregar que a
veces también es la más precaria. Sin embargo, no me encuentro entre los
elitistas que reniegan del periodismo como una literatura menor frente a otros
géneros que tendrían una estatura presuntamente superior.
Despojado de esa dudosa
legitimidad autorreferente y de las ínfulas que pretenden encontrar en cada
hecho irrelevante “al hombre que mordió al perro”, el periodismo puede brindar
instrumentos útiles para la compresión de una época.
José Carlos
Mariátegui llegó a afirmar que “el mejor método para explicar y traducir
nuestro tiempo es, tal vez, un método un poco periodístico y un poco
cinematográfico” (2).
Este libro tiene,
además, algo de la sensibilidad y la impronta generacional, justamente por
aquella vieja advertencia: “Escribe sobre lo que sabes”, y ¿qué mayor
conocimiento que el de las cosas y hechos que, además de estudiarse, se han
vivido?
Por último, el libro
padece, sí, de una desmesura: la pretensión del ensayo, precisamente por
aquello de que “todo contenido reclama su forma”. Y en esa confluencia híbrida
entre el campanear de las siempre cambiantes coyunturas argentinas, la
experiencia política cotidiana y ciertas elaboraciones teóricas, estos textos
encontraron la forma más adecuada de transmitir lo que querían decir. Los
lectores y las lectoras juzgarán con qué éxito.
1. Beatriz
Sarlo, Una modernidad periférica, Siglo XXI, Buenos Aires, 2020.
2. José Carlos
Mariátegui, “La escena contemporánea”, en Antología (seleccionada
por Martín Bergel), Siglo XXI, Buenos Aires, 2021.
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