NEOLIBERALISMO, TRABAJO Y SUBJETIVIDAD - VOLUNTADES ROBADAS
A partir del documental Retiros (in)voluntarios, el autor
analiza cómo el neoliberalismo se propone robar la voluntad de los
sujetos, cómo busca apropiarse de sus movimientos, sentimientos, pensamientos y
su organismo.
28 de abril de 2022 - 00:55
Hay, en el psicoanálisis, un gesto algo desconsiderado para con la voluntad, pese a que Freud le asignó cierto territorio en el patrimonio yoico.
Que las determinaciones que empujan dentro nuestro provengan
mayormente de fuentes que rehúyen de la conciencia no echa por tierra la
existencia de un margen de decisiones discursivas y motrices que, de uno u otro
modo, intentamos gobernar.
Por caso, voluntad de poder es el concepto con
el que Freud designó los destinos constructivos de la pulsión de dominio y,
también, se refirió al plus de libertad anímica que se obtiene
por el análisis y distingue la actividad consciente de la inconsciente.
Un camino diverso para pensar la ausencia de voluntad lo plantea
S. Gugliotta en el documental Retiros (in)voluntarios, basado en el
libro La privatización de los cuerpos, de D. Pierbattisti, sobre lo
cual fui invitado a participar de un debate (1).
El documental relata cómo los suicidios de trabajadores
telefónicos condujeron a identificar las prácticas laborales que se llevaron a
cabo en la empresa telefónica de Francia cuando se privatizó.
Asimismo, establece los nexos que unen aquellas prácticas con
las desarrolladas en Argentina, unos años antes, cuando también se dio el
proceso de privatización de empresas públicas.
Allí, de hecho, está el núcleo del neoliberalismo, su
instalación, primero, en el mundo laboral y, luego, su ampliación hasta abarcar
todos los ámbitos de nuestras vidas.
En nuestras investigaciones sobre neoliberalismo,
trabajo y subjetividad distinguimos cuatro dimensiones de análisis: la
justicia (prácticas abusivas, persecutorias, etc.); el afecto (propósito de
suprimir toda solidaridad y empatía); el pensamiento (discurso falso,
simplificación de todo razonamiento, etc.) y el organismo (desvitalización y
agotamiento de los cuerpos, vaciamiento económico, etc.).
No en vano, en la distopía y neolengua orwellianas los cuatro
ministerios (Minipax, Minimor, Miniver y Minindancia)
se ocupaban, respectivamente, de la paz, el amor, la verdad y de los asuntos
económicos.
Si el punto de partida fueron los suicidios, el documental
retrata también el padecimiento de sujetos lesionados en cuerpo y alma que no
se (o no les) quitaron la vida, exhibe las formas en que habitantes de un mismo
pueblo --y ajenos a la empresa-- argumentan, justifican y desmienten los
hechos, así como nos abre el interrogante sobre aquellos trabajadores que
continúan en sus puestos sin mostrar, al menos en apariencia, indicadores de
perturbación.
Esto último, diremos, no deja de ser inquietante, no deja de
evocarnos la figura de quienes sufren de normalidad.
ENMUDECER Y AGOTAR
Me centraré en un problema específico y que resulta central en
Retiros (in)voluntarios: cómo a través de amenazas, manipulación emocional,
mentiras y precarización, el neoliberalismo constituye una ideología y
una práctica que se propone robar la voluntad de los sujetos; es decir,
busca apropiarse de sus movimientos, sus sentimientos, sus pensamientos y su
organismo.
Freud propuso dos trilogías.
*** La primera de ellas es conocida como triple
vasallaje, según el cual el yo de cada quien responde a tres amos: el ello,
el superyó y la realidad.
Dicho en un lenguaje más simplificado, el yo se ve en la tarea
de conciliar lo que desea, lo que debe y lo que puede, y cualquier alternativa
que suponga el exceso de una de tales interpelaciones en desmedro de las otras
será una fuente de conflictos.
Si sólo tomamos en cuenta lo que queremos hacer, el riesgo será
la ilusión de omnipotencia; si sólo respondemos a lo que debemos hacer, el
riesgo será el sometimiento, en tanto que si sólo registramos lo que podemos
hacer, el riesgo será limitar nuestra imaginación y nuestra creatividad.
Sin embargo, la lógica neoliberal captura la dinámica de dicho
vasallaje al punto que ni siquiera opera uno u otro de los amos de modo
excluyente como recién mencionamos.
En efecto, el amo neoliberal constituye una realidad despótica
que se introduce en el superyó como un deber ser que, no obstante, es adoptado
por el sujeto cual si fuera un deseo propio. De este modo, los frecuentes
programas de motivación no tendrán por función estimular los deseos sino
reforzar (y encubrir) el deber ser. De ese modo, el sujeto ya no podrá decir
que se opone a un mandato, pues éste queda encubierto.
Si en lugar de pensar “me obligan a”, desconozco ese
imperativo y termino pensando “yo quiero”, la única forma de
oponerse a este presunto deseo es el desgano. La apatía, pues, es la última
resistencia que le queda al sujeto que creyó en lo no creíble.
Sumemos otra consecuencia: el conflicto dejará de ser
intersubjetivo, dejará de desplegarse en la escena social con ese otro que da
una orden, y pasará a desarrollarse solo en el terreno intrapsíquico.
El neoliberalismo, pues, no explota tanto la culpa, sino sobre
todo el sentimiento de inferioridad, consistente en sentir que uno es
insuficiente, que no tuvo suficientes ganas ni estuvo a la altura,
escapándose del registro el verdadero proceso que aconteció: el desgano que
siente no es ni más ni menos que el desenlace propio de haber cedido sus deseos
y cambiarlos por la asunción de un mandato ajeno como si fuera un anhelo
propio.
Al quedar invisibilizado el factor inductor tales estrategias
empresariales producen un particular de entrampamiento que dificulta
la expresión del sentimiento de injusticia.
La segunda trilogía Freud la denominó triple fuente de
sufrimientos, es decir, un conjunto de incitaciones que empujan desde cada
quien hacia la resolución del malestar constitutivo.
Tales fuentes son el propio cuerpo, los vínculos y el mundo
exterior. Por ello solemos decir que pensar la actividad laboral desde el punto
de vista psicoanalítico supone considerar el valor del trabajo en la economía
psíquica, su función en las relaciones intersubjetivas y la importancia de la
actividad transformadora de la realidad.
Así se torna imperioso identificar las ocasiones en las que la
apelación a la potencialidad del sujeto, las estrategias para desarrollar un
sentimiento de pertenencia y el estímulo para hacer, no cumplen con su objetivo
sino que van promoviendo un progresivo estado de desvitalización y desamparo.
Dicho de otro modo, si la realidad no está disponible para
transformarla y los vínculos se tornan amenazantes y falsos, poco a poco el
sujeto encuentra que solo puede intervenir sobre sí mismo, sobre su propio
cuerpo cual si, con ello, transformara el mundo externo.
En el documental, el intendente de un pequeño pueblo francés,
para explicar el suicidio del trabajador, dice: “La gente pierde el
control de su vida”. Sin darse cuenta, este hombre dice una verdad o, al
menos, una media verdad.
En efecto, alude a la gente que pierde el control de su vida,
aunque no dice por qué un sujeto pierde ese dominio y, a su vez, quién se
apropia de ese control.
En efecto, lo que queda no dicho por el funcionario es qué
sucede cuando en una organización, la apropiación de los procesos laborales, la
cooperación recíproca entre los trabajadores y el uso de la propia inteligencia
quedan desestimados por la gestión, por el management y, por
lo tanto, los trabajadores pierden todo control sobre sus actos, sus decisiones
y sus pensamientos.
Retiros (in)voluntarios cuenta
sobre una empresa particular, sobre dos épocas y dos países: Argentina durante
los ’90 y Francia en la primera década de este siglo.
En esa historia, los protagonistas son trabajadores que,
derrumbados, no encontraron más salida que el suicidio, otros que fueron
desempleados, otros que se enfermaron.
También es menester preguntarnos por aquellos que se quedaron
trabajando sin que hubieran expresado su malestar, sin que manifiesten su
dolor, aquellos que, como se ha dicho, sufren de normalidad.
Pero, sobre todo, no debemos considerar el documental ni como un
pergamino histórico ni únicamente como una investigación sobre el caso particular.
Por el contrario, se trata de una lógica vigente, una lógica que no solo impera
en numerosas organizaciones sino que, especialmente, el neoliberalismo procura
trasladar a la vida en general, a nuestros intercambios de todo tipo.
Resistir, entonces, requiere recuperar el optimismo y el dominio
de nuestra voluntad.
(1) El panel fue organizado por CITRA–CONICET–UMET. Agradezco a
D. Pierbattisti la invitación.
Sebastián Plut es doctor en Psicología. Psicoanalista. Miembro
Fundador del Grupo Psicoanalítico David Maldavsky (GPDM). Coordinador del Grupo
de Investigación en Psicoanálisis y Política (AEAPG).
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