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miércoles, 22 de abril de 2015




En los sótanos de la democracia

Un breve libro del politólogo italiano Norberto Bobbio, que agrupa artículos de una época crítica de su país, revela la ambigua relación que los gobiernos tienen con el secreto

Por   | Para LA NACION
Es casi irónico que se atribuya la expresión "secretos del poder" (arcana imperii) al historiador latino Tácito. Desde tiempos remotos, monarcas y tiranos se identificaron con lo divino; no era entonces sorprendente que su poder ilimitado estuviese, además, rodeado de misterios. Todo cambió en la modernidad, cuando los republicanos reclamaron no sólo soberanía popular sino también transparencia. El poder surgía entonces del pueblo y su ejercicio estaba sujeto a debate y controles. La Ilustración rechazó la idea según la cual el vulgo, en su ignorancia congénita, era incapaz de entender las complejidades de la vida estatal. Immanuel Kant fijó un criterio moral sobre estos ejes. Para él, una política sólo resultaba aceptable si podía mostrar sus actos ante la opinión pública; mantenerlos en las sombras implicaba un automático descrédito.
Sin embargo, todavía en el siglo XX, Elías Canetti escribió que "el secreto está en el núcleo más interno del poder", como recuerda el italiano Norberto Bobbio (1909-2004) en Democracia y secreto. Este breve libro es una selección de sus artículos producidos entre 1980 y 1990. Su país atravesaba entonces una serie de crisis derivadas de conspiraciones organizadas por logias como la P2 (con ramificaciones argentinas), de inexplicados actos terroristas de derecha e izquierda, crímenes mafiosos y alevosas redes de corrupción que produjeron el estallido del sistema de partidos establecido cuando se promulgó la Constitución de 1948. La trabajosa regeneración posterior no trajo sino frustraciones. Encaramó al gobernante más estable que tuvo Italia en todo su período democrático: Silvio Berlusconi.
La prudencia, un término que se remonta a Aristóteles, siempre se valoró como la suprema virtud política, pero en ella se entremezclan también el secreto, la astucia y la discreción en el sabio ejercicio del poder. Aunque con el tiempo la política se volviera espectáculo, jamás abandonó su costado "arcano", asegura Bobbio. El lenguaje críptico de la economía y del derecho da testimonio de lo inescrutable que resulta para el ciudadano común incluso aquello que, en apariencia, se da a conocer abiertamente.
Al lado de éstos y otros disimulos tecnocráticos, existen secretos aún más inaccesibles. En asuntos importantes, los gobiernos democráticos se apoyan en agencias opacas. Los servicios secretos son el ejemplo más evidente. Los politólogos anglosajones recomiendan a todo el mundo adoptar lo que llaman accountability o rendición de cuentas al ciudadano. Harían bien en propagar sus prístinas teorías en Washington y Londres, donde las instituciones de inteligencia adquirieron mayores márgenes de maniobra en los últimos años y operan sobre áreas cada vez más íntimas.
Para ser justos, la información reservada, el "secreto oficial" y los servicios de información más allá del control democrático forman parte del déficit intrínseco de todas las democracias occidentales. Ellas alegan que no pueden renunciar a esos recursos puesto que, si todos los países disponen de espías y sistemas de vigilancia ilegal, ¿cómo podría un solo Estado prescindir de estos instrumentos?
Ese déficit de transparencia no es el único. Según recuerda de pasada Bobbio, la democracia promete igualdad aunque la realiza apenas a un nivel puramente formal. Por otra parte, mientras se proclama que el gobierno puede ser integrado por cualquier ciudadano, lo cierto es que su funcionamiento se respalda en una burocracia permanente al servicio de unos personajes que suelen formar una especie de aristocracia (en las últimas décadas Bush y Clinton se volvieron apellidos repetidos en la democracia ejemplar y más antigua, la de Estados Unidos, y es posible que lo sigan siendo si Jeb o Hillary terminan compitiendo por la presidencia).
La "seguridad nacional" parece la traducción contemporánea de la "razón de Estado", nombre más clásico que justificaba, entre otras cosas, el secreto. En un sistema internacional lleno de amenazas y organizado de manera no democrática, el Estado debe recurrir -o eso argumenta- a zonas grises para protegerse. Al lado del gobierno existe un "subgobierno" paralelo o "criptogobierno" que combate ésos y otros temores, a menudo sólo paranoides, como las conjuras internas. Así, la faz visible del Estado democrático se ajusta al derecho y se ventila en los medios y los parlamentos. Pero hay otra faz, invisible y discrecional, de la que no se habla a menos que una crisis la proyecte bruscamente a la superficie, como sucede en estos momentos en la Argentina.
Con un prólogo de Marco Revelli que actualiza y pone en contexto las reflexiones de Bobbio,Democracia y secreto es el trabajo de un gran erudito en temas de filosofía política, cuya amplia obra se destaca por su claridad y su carácter pedagógico. En su madurez, Bobbio exploró una y otra vez la posibilidad de reunir los principios liberales con los socialistas. Hijo de su tiempo, tuvo una temprana juventud fascista y evolucionó hacia la izquierda bajo el régimen de Mussolini. En homenaje al respeto que llegó a adquirir su voz pública, el presidente de la República lo nombró senador vitalicio en 1984, exactamente diez años antes de que el voto popular -que también es secreto- eligiera como primer ministro a Berlusconi y con él se abriera una era peculiar donde el misterio se revistió de exhibicionismo.

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