El Estrés es un conjunto de reacciones fisiológicas que se activan en nuestro organismo cuando percibimos que una situación es amenazante, reacciones destinadas a activar diversos mecanismos de defensa que nos preparan para afrontarla.
Se trata de una respuesta natural y necesaria para la supervivencia que, cuando se da en exceso, produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo y afecta a nuestra salud, impidiendo el funcionamiento normal de nuestro cuerpo. Esa sobrecarga es lo que conocemos como estrés crónico.
Nuestro cuerpo desarrolla una serie de mecanismos que se activan ante una situación puntual para aumentar las probabilidades de supervivencia frente a una amenaza a corto plazo: vaso-constricción, taquicardia, aumento de la frecuencia respiratoria, entre otros.
Si esos mecanismos se mantienen indefinidamente en lugar de desactivarse cuando la situación amenazante cesa, se produce un grave desgaste en nuestro organismo que puede llegar a desembocar en diversas patologías como ansiedad, depresión, dolor y tensión muscular, insomnio, trastornos de atención e incluso trombosis o diabetes.
Nuestro cerebro es el responsable de reconocer y responder a los agentes estresantes, de ahí que el origen del estrés se encuentre en el cerebro y le afecte a él directamente.
Su efecto perjudicial está directamente relacionado con los niveles de hormonas que se segregan como respuesta fisiológica del organismo; hormonas de gran importancia para el adecuado funcionamiento de nuestro cerebro, pero que pueden llegar a producir toda una serie de alteraciones en distintas estructuras cerebrales.
En la actualidad existen infinidad de datos experimentales y clínicos que ponen de manifiesto que si la intensidad y duración del estrés sobrepasa ciertos límites, puede producir alteraciones considerables en el cerebro.
Un estrés agudo, incluso durante un corto periodo de tiempo, es suficiente para destruir conexiones entre neuronas en zonas específicas del cerebro.
El estrés crónico, por su parte, provoca destrucción de neuronas y por tanto una disminución del tamaño de la zona cerebral responsable de la memoria, actuando sobre el aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones.
¿Qué puede producirnos estrés?
Los llamados estresores o factores estresantes son aquellas situaciones desencadenantes del estrés y pueden corresponder a cualquier estímulo interno o externo (estímulos físicos, acústicos, químicos, somáticos e incluso socioculturales) que, de manera directa o indirecta, desestabilizan en el equilibrio dinámico de nuestro organismo.
Según los Doctores Lazarus y Folkman, para los cuales el “estrés psicológico es una relación particular entre el individuo y su entorno, que es percibido por el individuo como amenazante y que pone en peligro su bienestar”,sería más acertado clasificar los estresores basándonos en el tipo de cambios que producen en nuestras condiciones de vida.
Así, existen cuatro tipos de acontecimientos estresantes:
- Los cambios drásticos en las condiciones del entorno de vida de las personas, denominados estresores únicos.
- Los cambios significativos y de transcendencia vital que afectan sólo a una persona o a un pequeño grupo, conocidos como estresores múltiples.
- Un cúmulo de molestias, imprevistos y alteraciones en nuestra rutina cotidiana. Estos reciben el nombre de estresores cotidianos
- Los mecanismos físicos y químicos que disparan directamente la respuesta de estrés sin que los procesos psicológicos intervengan. Estos mecanismos se conocen como estresores biogénicos.
Todos estos tipos de situaciones o acontecimientos estresantes pueden ser reales o simplemente resultado de la anticipación mental acerca de lo que es posible que ocurra.
¿Cómo reaccionamos ante el estrés?
Cada individuo reacciona ante el estrés de diversas formas, pero la respuesta del sujeto al estrés podría englobarse en dos tipos:
- Cuando la respuesta del organismo favorece la adaptación al factor estresante, respuesta conocida como Eutres, con consecuencias positivas para el sujeto estresado. Correspondería al impulso de echar a correr cuando nos sentimos atacados por un perro, con el resultado positivo de que logramos huir.
- Si la respuesta del sujeto al estrés no favorece, sino que dificulta la adaptación al factor estresante, hablamos de Distrés, con consecuencias negativas para nuestro organismo. Ante el ataque del mismo perro nuestro organismo hace que nos quedemos inmóviles, presa del terror, lo cual correspondería a una respuesta de Distrés, con la consecuencia negativa de que nos acabe mordiendo. El Distrés, además, puede desencadenarse cuando la respuesta estrés se prolonga demasiado tiempo y comienza a afectar a las defensas del organismo.
Es una realidad que el estrés puede contribuir directa o indirectamente a la aparición de trastornos físicos o psicológicos. Una situación estresante provoca que el cerebro se ponga en guardia y prepare al organismo para la acción defensiva: nuestro sistema nervioso se despierta e infinidad de hormonas son liberadas para activar los sentidos, acelerar el pulso, modificar el ritmo respiratorio y tensar nuestros músculos.
Episodios breves o infrecuentes de estrés representan poco riesgo para nuestra salud integral, pero si la exposición a situaciones estresantes sucede de forma muy habitual o mantenida en el tiempo, nuestro organismo permanece en un estado constante de alerta, lo cual supone un desgaste que desemboca en fatiga, afectando a nuestra capacidad para recuperarnos y defendernos. Como resultado, aumenta el riesgo de lesión o dolencia
Una variante del Estrés es el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) que se presenta tras acontecer algún suceso aterrador o un trauma (un accidente, un robo o asalto, una violación, un desastre natural, una guerra, entre otros). Este suceso provoca que la persona que ha sobrevivido al suceso tenga recuerdos y pensamientos recurrentes y aterradores sobre esa experiencia. Puede darse tanto en personas que han vivido la amenaza como en quienes la han presenciado, incluso en aquellos que simplemente hayan imaginado que podría haberles pasado a ellas. El TEPT puede acontecer a todas las edades, siendo los niños una población especialmente vulnerable a él.
El estrés laboral es una figura que se ha extendido debido al ritmo de vida al que muchas personas se ven sometidos.
Se puede definir como un conjunto de reacciones físicas o emocionales nocivas, que aparecen en el individuo que siente que las exigencias de su trabajo superan su capacidad, sus recursos o sus necesidades.
Suele originarse por existir un conflicto permanente entre la necesidad de resultados y los recursos necesarios para obtener dichos resultados.
En la actualidad muchos estudios evidencian la relación existente entre el estrés laboral y un amplio abanico de dolencias.
Cambios de humor, alteraciones del sueño, molestias de estómago, dolores de cabeza son, entre otros, manifestaciones relacionadas con el estrés y podrían ser la punta del iceberg de dolencias que derivarían en afecciones crónicas.
Para nuestra salud tanto física como psicológica, es vital la práctica de técnicas de gestión del estrés y de liberación de tensiones.
Gestionar el estrés no solo mejora nuestra salud y nuestras relaciones personales, sino también nuestro rendimiento tanto intelectual como profesional.
Paloma Hornos
Terapeuta de gestión de las emociones
Terapeuta de gestión de las emociones
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