EL MIEDO: ENEMIGO DE LA ALEGRÍA DE VIVIR
2017-09-05
Hoy en el mundo, y en Brasil, las personas están angustiadas por el
miedo a asaltos, a veces con muertes, balas perdidas y atentados terroristas.
Los realizados recientemente en Barcelona y Londres, provocaron un miedo
generalizado, por más que haya habido demostraciones de solidaridad y
manifestaciones pidiendo paz.
Yendo más al fondo de la cuestión, hay que reconocer que esta
situación generalizada de miedo es la consecuencia última de un tipo de
sociedad que ha puesto la acumulación de bienes materiales por encima de las
personas y ha establecido como valor principal la competición y no la
cooperación. Además ha elegido el uso de la violencia como forma de resolver
los problemas personales y sociales.
La competición debe distinguirse de la emulación.
La emulación es buena, pues trae a la superficie lo que
tenemos de mejor dentro de nosotros y lo mostramos con sencillez. La
competición es problemática, pues significa la victoria del más fuerte de los
contendientes, derrotando a todos los demás, lo cual genera tensiones,
conflictos y guerras.
En una sociedad donde esta lógica se hace hegemónica, no hay paz,
sólo armisticio. Siempre existe el miedo a perder, perder mercados, ventajas
competitivas, ganancias, el puesto de trabajo y la propia vida.
La voluntad de acumulación también produce ansiedad y miedo. Su
lógica dominante es ésta: quien no tiene, quiere tener; quien tiene, quiere
tener más; y quien tiene más dice: nunca es suficiente.
La voluntad de acumulación alimenta la estructura del deseo que,
como sabemos, es insaciable. Por eso, necesita garantizar el nivel de
acumulación y de consumo. De ahí resulta la ansiedad y el miedo a no tener, a
perder capacidad de consumir, a descender en status social y, por fin, a empobrecerse.
El uso de la violencia como forma de solucionar los problemas entre
países, como se mostró en la guerra de Estados Unidos contra Irak, se basa en
la ilusión de que derrotando al otro o humillándolo conseguiremos fundar una
convivencia pacífica.
Un mal de raíz, como la violencia, no puede ser fuente de un bien
duradero. Un fin pacífico demanda igualmente medios pacíficos. El ser humano
puede perder, pero jamás tolera ser herido en su dignidad. Se abren heridas que
difícilmente se cierran y sobra rencor y espíritu de venganza, humus
alimentador del terrorismo, que victima tantas vidas inocentes como lo hemos
visto en muchos países.
Nuestra sociedad de cuño occidental, blanca, machista y autoritaria
ha elegido el camino de la violencia represiva y agresiva. Por eso anda siempre
metida en guerras, cada vez más devastadoras, como en la actual de Siria, con
guerrillas cada vez más sofisticadas, y con atentados cada vez más frecuentes.
Detrás de tales hechos existe un océano de odio, amargura y deseo
de venganza. El miedo flota como un manto de tiniebla sobre las colectividades
y sobre las personas individuales.
Lo que invalida el miedo y sus secuelas es el cuidado de unos a
otros. El cuidado constituye un valor fundamental para entender la vida y las
relaciones entre todos los seres. Sin cuidado la vida no nace ni se reproduce.
El cuidado es el orientador previo de los comportamientos para que sus efectos
sean buenos y fortalezcan la convivencia.
Cuidar a una persona es involucrarse con ella, interesarse por su
bienestar, sentirse corresponsable de su destino. Por eso, todo lo que amamos
también lo cuidamos y todo lo que cuidamos también lo amamos.
Una sociedad que se rige por el cuidado, cuidado de la Casa Común,
la Tierra, cuidado de los ecosistemas que garantizan las condiciones de la
biosfera y de nuestra vida, cuidado de la seguridad alimentaria de cada persona,
cuidado de las relaciones sociales para que sean participativas, equitativas,
justas y pacíficas, cuidado del ambiente espiritual de la cultura que permite a
las personas vivir un sentido positivo de la vida, acoger sus limitaciones, el
envejecimiento y la propia muerte como parte de la vida mortal, esta sociedad
de cuidado gozará de paz y concordia necesarias para la convivencia humana.
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