05 de marzo de 2017 - Página 12
ACELERADOS CAMBIOS EN LA FORMA DE PRODUCCIÓN
EL MERCADO LABORAL DEL FUTURO
La tendencia a reemplazar mano de obra humana por robots se está
consolidando. Las patentes se han triplicado en la última década y se abrió el
debate acerca de su regulación.
Por Esteban Magnani
De 2010 a 2013 la venta de robots creció cerca de un 17 por ciento
anual; en 2014 llegó al 29.
Foxconn es una gigantesca empresa china de más de 1,3 millones de
empleados, proveedora de grandes transnacionales como Apple, Dell o Sony. Allí se producen algunos de los gadgets más
famosos en occidente, sobre todo los iPhone. Las condiciones de trabajo son
duras: en 2010 al menos 15 empleados se tiraron desde los pisos altos del
edificio para terminar con sus vidas. El tema generó revuelo en el Primer
Mundo, donde recordaron por unos instantes que los productos que consumen y
descartan son frecuentemente hechos en pésimas condiciones del otro lado del
mundo. La empresa argumentó que la tasa de suicidios promedio es alta en China
pero igualmente tomó dos medidas para resolver el problema: por un lado colocó
redes en la planta baja que redujeron la cantidad de suicidios concretados y
por otro comenzó a comprar robots para remplazar la mano de obra humana.
De esa manera también limitaron las posibilidades de huelgas como
la que paralizó una planta de casi 80.000 empleados en 2012, la que terminó con
40 heridos. En 2016 la estrategia de largo plazo quedó clara cuando Foxconn
sumó la mayor cantidad de robots de una sola vez: 60.000.
La tendencia a reemplazar mano de obra humana por robots no es
exclusiva de China y tampoco está limitada a trabajos simples: desde chóferes o
acompañantes terapéuticos hasta cirujanos serán también reemplazados por robots
o distintas programas informáticos.
El techo es alto, gracias a la inteligencia artificial las máquinas
pueden aprender a mejorar sus resultados basados en datos.
De 2010 a 2013 la venta de robots creció cerca de un 17 por ciento
anual; en 2014 llegó al 29 por ciento. Las patentes para nuevos robots se han
triplicado en la última década. Cada vez más aprenderán y tomarán decisiones
autónomas frente a condiciones cambiantes.
LEGISLAR EL FUTURO
El recambio tecnológico plantea desafíos no sólo para el trabajo
sino para toda la humanidad. Una de las consecuencias frecuentes de la vorágine
de cambios tecnológicos es que cuando la legislación finalmente logra regular
lo existente, ya fue superada por algo nuevo.
De esta manera los desarrolladores acicateado por el financiamiento
de grandes empresas (que obviamente priorizan sus intereses) son determinantes
para moldear la sociedad futura según su criterio.
Esta vez los miembros del Parlamento Europeo decidieron anticiparse
al fenómeno creciente pero aún no masivo en ese continente y en febrero votaron
a favor de un informe para la regulación de robots, inteligencia artificial y,
en menor medida, autos que se manejan solos.
La luxemburguesa Mady Delvaux, responsable del informe apoyado por
los legisladores, explicaba en una entrevista “Cuando los robots que aprenden
solos lleguen se harán necesarias diferentes soluciones. Le pedimos a la
Comisión [Europea] que estudie las opciones. Una de ellas es darle a los robots
una ‘personalidad electrónica’ limitada”. Dentro de esta figura legal se
expresarían las obligaciones y derechos de estos robots.La problemática ya fue
extensamente tratada por la ciencia ficción, como aclara el informe.
Isaac Asimov en particular realizó una serie de cuentos basados en
leyes que debían estar embebidas en los robots para garantizar que no dañaran a
los humanos.
El problema ya llegó a la realidad: en una entrevista de la revista
Wired a Barack Obama, el ex-presidente de los Estados Unidos explicaba la necesidad
de determinar legalmente la responsabilidad de los actos de un auto que se
maneja solo. Si el vehículo pisa a alguien: ¿Quién es responsable? ¿El
fabricante, el diseñador del algoritmo que lo maneja, el dueño o el auto mismo
por haber tomado la “decisión”? La pregunta no es menor.
Por otro lado, el ingreso masivo de robots al mundo del trabajo,
producirá un desequilibrio fiscal. Por eso el reporte propone cobrar impuestos
a los robots para, entre otras cosas, financiar los seguros por los accidentes que
ocasionen y contribuir al sistema previsional que se verá dañado.
Para los fabricantes, por supuesto, hacer algo así sería muy
complicado. Además consideran que es demasiado temprano para sobrecargar a una
industria en crecimiento y desarrollo. Lo cierto es que numerosos Estados de
los EE.UU. ya cuentan con una legislación acerca de los requerimientos mínimos
para la circulación de autos autónomos o semi autónomos.
A medida que los robots ocupen más espacios y, sobre todo,
interactúen con más personas, más necesario se hará saber quién se
responsabiliza de sus acciones. Otra de las recomendaciones del reporte es que
se incluya un sistema simple para detener a los robots en caso de que sea
necesario, sobre todo porque la inteligencia artificial permite conductas
imprevistas.
El ideal socialista (o incluso keynesiano) de que el desarrollo de
la tecnología permitiría una reducción de tiempos de trabajo, desaparición de
los trabajos más mecánicos y el acceso universal a los bienes básicos no
aparece en el horizonte. Por el contrario, como lo explica uno de los
considerandos del reporte “frente a las crecientes divisiones de la sociedad,
con una clase media decreciente, es importante recordar que el desarrollo de
robots puede conducir a una mayor concentración de la riqueza y la influencia
de una minoría”.
Como en el caso de Foxconn, el objetivo de estos desarrollos no es
mejorar la calidad de vida de los trabajadores sino la rentabilidad, aun si eso
implica mayor desocupación y desigualdad. En ese contexto, es la legislación la
encargada de intentar equilibrar la situación en favor de las mayorías.
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