Estudié muchos años Ingeniería Comercial, muchos más de los que a mí y a mis padres les hubiera gustado. Sobretodo tenía problemas con los ramos económicos.
Mirando y analizando el pasado me he dado cuenta que la falta de interés era altísima, no creía en el modelo único en el que se basaban todos mis cursos.
Ya más libre de la presión universitaria empecé a leer sobre otros economistas. No hablo de desconocidos sino de destacados economistas, premios nobel, académicos de súper universidades, y con la particularidad que no siguen a la escuela de Chicago.
Debido a esta reflexión he decidido hacer algunos posts contándoles sobre esta camada de visionarios que quiere hacer del mundo un lugar más justo y más verde.
Empezaré con David C. Korten. Es un economista gringo, destacado autor, fue profesor en la Universidad de Harvard, nada más y nada menos que en su escuela de negocios.
Es un activista político y ha sido un importante crítico de la globalización corporativa.
Dentro de su interesante trayectoria quiero centrarme en su última publicación. Su libro, "Agenda para una Nueva Economía, de riqueza fantasma a riqueza real", vendría a ser como un manual para la revolución, una revolución pacífica que invoca a la acción ciudadana de auto-organización para cambiar el curso de nuestro planeta.
Korten ofrece consejos en profundidad sobre cómo montar una campaña para lograr una economía basada en la propiedad local, orientando a la comunidad como "empresas vivas ".
El éxito de la campaña se mide tanto por su impacto positivo en las personas y el medio ambiente como por su balance positivo.
Korten se dio cuenta hace rato que nuestro medio ambiente y nuestra infraestructura han pagado un precio terrible por la creencia de que los intereses privados deben siempre ganar sobre los públicos.
Un sistema viable debe equilibrar los intereses públicos y privados.
Es un crítico de la especulación sin regulación, la raíz de la crisis actual.
Para él la sociedad será mejor manejada por un sistema que favorezca el trabajo productivo y la inversión, que limite la especulación, y que suprima la inflación en todas sus formas, incluyendo las burbujas financieras.
En su libro describe cinco áreas esenciales para la acción.
Primero sobre el dinero emitido por el gobierno.
Explica que hay una necesidad urgente de acción gubernamental para crear puestos de trabajo con salarios dignos, reconstruir la infraestructura pública, y restaurar la capacidad productiva doméstica.
Sin embargo, para el gobierno sería una locura financiar estos proyectos pidiendo prestado dinero creado por los mismos bancos privados que generaron la crisis financiera.
En cambio, el gobierno puede y debería de emitir el dinero necesario libre de deuda, para financiar el estímulo y satisfacer otras necesidades públicas.
Debidamente administrado, este dinero fluirá a empresas basadas en la comunidad y ayudará a revitalizar a las economías de mercado de Main Street comprometidas con la creación de verdadera riqueza.
En segundo lugar habla sobre la banca comunitaria.
¿Qué pasó durante la reciente crisis?
El gobierno compró acciones de los bancos fracasados de Wall Street con la esperanza de revenderlas más adelante a intereses privados.
Hasta ahora, el dinero ha desaparecido o se ha ido en adquisiciones, bonos gerenciales, remodelación de oficinas, y vacaciones lujosas, sin efectos perceptibles en la liberación del crédito.
Un plan mejor, que muchos economistas están recomendando, es forzar a los bancos en bancarrota para ser liquidados judicialmente por el gobierno.
Como parte de la venta y distribución de bienes para satisfacer el reclamo de los acreedores, estos bancos deberían ser disgregados y sus sucursales locales vendidas a inversores locales.
Estos nuevos bancos, individuales y comunitarios, serían como asociaciones mutuales de ahorro y crédito.
Deberían ser establecidos por ley para servir las necesidades de Main Street, prestar a fábricas, comerciantes, granjeros, y dueños de casa, locales, dentro de un fuerte marco regulatorio.
Korten también habla sobre la inversión. Aquí hace una diferencia de conceptos entre la riqueza fantasma, especulativa y la riqueza real. Y su propuesta es invertir en la riqueza real. Las apuestas deberían estar confinadas en casinos autorizados.
Contrariamente a los dichos de Wall Street, la especulación financiera no crea riqueza real, no sirve ningún interés público, y debería ser fuertemente desalentada.
Hay que gravar la compra o venta de instrumentos financieros e imponer una sobretasa a las ganancias de capital de corto plazo.
Hay que volver ilegal el vender, asegurar, o prestar contra un activo que no posees, o el emitir productos financieros no respaldados por un activo real.
Esto efectivamente debería clausurar gran parte de Wall Street, lo cual sería un resultado positivo.
El dinero que ha sido utilizado para la especulación debe ser redirigido hacia inversiones productivas que creen riqueza real y satisfagan nuestras necesidades esenciales de manera responsable, equitativa, y sustentable, utilizando tecnologías verdes y ciclos de producción cerrados.
Podemos comenzar eliminando los subsidios a los combustibles fósiles e imponiendo un precio a las emisiones de carbono.
Podemos revisar los acuerdos de comercio para afirmar la responsabilidad de cada nación para contribuir a la seguridad y estabilidad económica.
Al organizarse el autoabastecimiento sustentable en alimentos y energía, y al manejar sus economías manteniendo las importaciones y exportaciones en equilibrio.
Si los gringos aprenden a vivir dentro de sus límites, liberarían recursos que otros necesitan para alimentarse, vestirse, y alojarse, como así también a sus familias.
La noción de que al reducir nuestro consumo dañaremos a otros es un ejemplo más de la distorsionada lógica de una economía de riqueza fantasma.
En cuarto lugar Korten explica que hacer con la Política fiscal de la clase media.
Las elites financieras dominantes han utilizado su control de la política fiscal para conducir una guerra de clases que ha diezmado la alguna vez celebrada clase media norteamericana, y nos ha llevado al desastre económico.
Los mercados trabajan mejor cuando el poder económico está distribuido equitativamente y los individuos contribuyen a la economía al mismo tiempo como trabajadores y dueños.
La inequidad masiva en el ingreso y la propiedad asegura el fracaso de los mercados y la democracia por igual.
Para restaurar el tejido social y distribuir recursos reales en formas de que sirvan las necesidades de todos, debemos restaurar a la clase media a través de políticas fiscales orientadas a la equidad.
Hay también un fuerte argumento moral que aquellos que obtuvieron ganancias de la creación del desastre económico actual deberían soportar la mayor parte del costo de corregirlo.
Es tiempo de reinstituir las políticas que crearon la clase media norteamericana luego de la Segunda Guerra Mundial.
Restaurar los impuestos progresivos sobre el ingreso con un tope máximo del 90 por ciento y favorecer la participación universal en la propiedad responsable y el ingreso familiar.
Porque nadie tiene un privilegio de nacimiento a una parte más grande de la riqueza real de la sociedad que cualquier otro, hay que utilizar el impuesto sobre la herencia para restaurar el equilibrio social al final de cada vida, en un equivalente moderno al Jubileo bíblico, el cual convocaba periódicamente el perdón de las deudas y la restauración de las tierras a sus dueños originales.
Por último, pero no menos importante está el tema de que necesitamos empresas responsables.
Las empresas en una economía de mercado necesitan una ganancia justa para sobrevivir. Esto impone una disciplina necesaria. El servicio a la comunidad, de todas formas, más que la ganancia, es la principal justificación para la existencia de las compañías.
Como Wall Street ha demostrado tan gráficamente, las ganancias no son una medida confiable de la contribución social.
Las empresas tienen más probabilidades de servir a sus comunidades cuando poseen escala humana y sus propietarios son inversores locales con un interés activo en sus operaciones, más allá de la mera ganancia.
Las concentraciones del poder corporativo reducen la responsabilidad pública, y ninguna corporación debería ser demasiado grande para fracasar.
La nueva economía utilizará las leyes antimonopolio para deshacer a las grandes corporaciones en sus partes componentes y venderlas a dueños locales responsables.
Existen muchas formas de juntar recursos económicos que no generan concentraciones de poder monopólico ni alientan los propietarios ausentes.
Esto incluye muchas formas de propiedad del trabajador, cooperativista, de la comunidad, y de alianzas cooperativas entre empresas locales.
Para más info pueden buscarlo en wiki o leer su autobiografía en su página.
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