"EL CABALLERO DE LA ESPERANZA" DE JORGE AMADO
· --- En 1942, entrelazando
motivaciones políticas y literarias, Jorge Amado emprendió la biografía
novelada de Luís Carlos Prestes, ya por entonces, legendario personaje de
Brasil que había encabezado la Columna Prestes, una marcha de veinticinco mil
kilómetros llevada a cabo por más de mil hombres entre 1925 y 1927, que cruzó
varios estados del extenso territorio brasileño para reclamar por la pobreza,
pedir el voto secreto y la nacionalización de las principales industrias.
· --- Ahora el Fondo de Cultura
Económica rescata El Caballero de la Esperanza: Vida de Luís Carlos Prestes, un
libro que desde su publicación sufriría tantas persecuciones como sus
protagonistas. Aquí se reproducen algunos fragmentos en los que Jorge Amado
reconstruye la figura del Héroe y refiere los avatares de la publicación de su
libro desde 1942 a 1979.
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Por Jorge Amado - 8 de
enero de 2023 - 01:36
Ahora te contaré la historia del héroe. Ya te conté, amiga, la historia del poeta, la poesía era su arma, iba al frente del pueblo.
Fue
en los muelles de Bahía, era una noche de mil estrellas ¿te acuerdas? Me diste
tu mano derecha, yo te conté la historia del poeta Castro Alves. La gran luna
en el cielo, el verde mar donde el reflujo de las estrellas se confundía con el
brillo de los faroles de los saveiros. Llegaban sonidos de tambores de nuestra
ciudad misteriosa, Iemanjá extendía su cabellera sobre el mar, también ella
había venido a ver la luna llena en el cielo de Bahía.
Y también se quedó, junto a la gente de mar,
los estibadores, el ciego que era poeta, los obreros que descansaban de un día
arduo, los jugadores semi-profesionales y el negro guitarrista, también Iemanjá
se aquedó a tu lado escuchando la historia del poeta.
Canté mi alabanza al poeta del pueblo y el
pueblo me dio de beber y de comer. Los marineros trajeron los mariscos, los
estibadores trajeron frutas y pan, cachacha los vagabundos. El negro punteó su
guitarra, el ciego dijo su improvisación. Los jugadores semi-profesionales
partieron las barajas grasientas y dejaron, como reconocimiento y bondad, que
ganara una partida y aprendiera todas las marcas, incluso las más misteriosas,
de sus naipes preparados.
Aquella noche llegaba música de los muelles,
hablaba del mar, del supremo misterio del amor. Llegaba música de la ciudad,
música negra de las macumbas, hablaba de hombres esclavos y de la suprema
belleza de la libertad. Iemanjá salió de su encantada morada y vino a estar con
nosotros, era la poesía súbitamente conquistada. Y tú me diste tu cuerpo en las
arenas del muelle y en él descansé mi cabeza, cubrí las estrellas, la luna, a
los hombres y a Iemanjá con el manto de tus cabellos, y reposé en ti, negra
mía, en las arenas de los muelles de Bahía.
Canté mi alabanza al poeta del pueblo y el
pueblo me dio comida para mi hambre, bebida para mi sed, negra para mis deseos.
Y sobre todos nosotros brillaba en el cielo la estrella matutina que era el
corazón del poeta Castro Alves junto a los hombres que se libertaban.
Tiempo después estábamos en el mar, tú me
dijiste: “Había otra estrella en el corazón de los hombres y había un negro,
gigantesco y risueño como los negros de tus novelas, que tenía una enorme P
tatuada en el pecho. Salía una estrella de su corazón. Como en las historias
que narras, pero solo que esta vez era verdad. ¿Por qué había tanta esperanza
flotando sobre nosotros aquella noche en los muelles de Bahía?”.
Una estrella existía y no era la estrella
matutina, brillando en lo alto de los cielos, no era una luz en la noche del
pasado. Tú la sentiste, venía realmente del pecho de los hombres, de los
obreros que descansaban, de los marineros que olían a mar y tenían los ojos
quemados por el viento del mar, del soldado que amaba a una mulata en las
arenas del trapiche, venía de la tierra, una luz de presente, una luz de
esperanza, una luz de futuro. Tú la sentiste en la noche, flotando en el aire,
venía del pueblo sentado en la arena.
Varias veces vimos esa estrella, amiga, en
nuestros viajes de feria en feria por Brasil. Cierta vez –en una noche de
lluvia y viento- íbamos por la calle pobre de una ciudad distante. Íbamos
inclinados, tu cuerpo juntito al mío. De lo oscuro de una sala, a través de la
madera de las ventanas, el rumor de las voces de los hombres en una plática
amarga llegaba hasta nosotros. Y de pronto, en la sala, alguien dijo un nombre,
y desapareció la amargura y la desesperación, quedó solamente la esperanza.
También sobre nosotros, sobre la lluvia y el viento, brilló en la calle pobre
una estrella. Hubo una alegría de primavera en la noche lluviosa de invierno.
Otra vez vimos cómo se llevaban presos a los hombres. Sonreían, no eran
ladrones ni asesinos, no explotaban a las mujeres ni vendían drogas. Los que se
los llevaban eran ladrones, asesinos, explotaban a las mujeres y vendían
drogas, y eran la policía. Los presos sonreían, las mujeres que los veían pasar
lloraban, los hombres apretaban los puños. Alguien murmuró un nombre, el nombre
de otro preso. Y la esperanza brilló en la sonrisa de los que iban presos, en
las lágrimas de las mujeres, en los puños cerrados de los que se quedaban. Luz
de una estrella que puso pálidos a los asesinos, ladrones, padrotes,
cocainómanos que eran la policía.
En la noche de Brasil, amiga, vimos una estrella
que brilla; ella anuncia los rayos y la tempestad del pueblo y anuncia también
la mañana de bonanza y alegría. Estrella de la esperanza.
Te voy a contar, amiga, la historia de esa
luz, de esa estrella, de esa esperanza. Muchas veces me preguntaste si era
Pedro Ivo, si era Tiradentes, si era el negro Zumbi Dos Palmares, alguno de los
héroes cantados por el poeta Castro Alves. En la noche de los muelles de Bahía,
un negro sonreía, tenía una P tatuada en el pecho, sabía la verdad.
“¿Será un milagro?”, me preguntaste. “Es un
milagro”, te respondí.
Un milagro del pueblo, amiga. Nosotros que
somos vagabundos de los caminos de Brasil, que los cruzamos en todas
direcciones, en todos los vehículos, hemos visto diariamente nuevos milagros,
sorprendentes milagros del pueblo. Aquellos que no creen en el pueblo son los
que ya no creen en la poesía y en el heroísmo. Y el pueblo realiza cada día
nuevos milagros de poesía, nuevos milagros de heroísmo.
Un día el pueblo negro de Brasil, esclavo y
desdichado, hizo el milagro de poesía que fue el poeta Castro Alves. Un pueblo
que no podía hablar y necesitaba de una voz que clamara. Hizo el milagro de las
más bellas de las voces.
Y muchos años después, todo el pueblo del Brasil, esclavo y desdichado, el pueblo negro, el pueblo indio escondido en las profundidades de las selvas, el pueblo blanco, el pueblo mulato, que es el pueblo más lindo del mundo, pueblo atado de manos y pies, con sed, con hambre, sin libros y sin amor, hizo el milagro del heroísmo que es Luís Carlos Prestes, P en el pecho de los negros, en el corazón de los soldados de la Columna, luz en el corazón de los hombres, obreros, marinos, campesinos, sambistas, tenientes y capitanes, novelistas y sabios. Luz en el corazón de los hombres, de las mujeres también, estrella de la esperanza.
Un pueblo esclavo que
necesita a su Héroe, hizo el milagro del más grande los héroes.
EL PAGO DE UNA DEUDA
Así como sentí la necesidad de escribir una
biografía de Castro Alves, de la misma manera me parece que era mi deber de
escritor, ante el pueblo de Brasil, de escribir una biografía de Luís Carlos
Prestes. Este paréntesis que hago en mi trabajo de novelista para escribir la
biografía de un Héroe y la de un Poeta me parece sumamente honroso para mí.
Ayer, con Brasil en efervescencia, el pueblo
levantándose, luchando y construyendo la revolución, estaba muy bien que me
preocupara solo por las figuras de novela que simbolizaban la lucha, el
sufrimiento y la vida del pueblo.
Hoy, cuando el nazismo sangriento y asesino
amenaza la propia existencia de nuestra patria, me pareció que debía hablarle
al pueblo sobre las figuras que produjo y que nunca fueron acalladas, las que
construyeron la libertad.
Hablé primero del Poeta, aquel que hizo la Abolición y la República, que cantó las revoluciones que habrían de venir, genio y profeta de un pueblo. Quería presentarle al pueblo a su Poeta en su integridad. Y al mismo tiempo quería ver si, con el ejemplo de Castro Alves, era posible salvar algunos vestigios de dignidad y honor en la degradación por la que está pasando parte de la literatura brasileña, que día tras día se entrega a las fuerzas reaccionarias. Y quise que el pueblo supiera que existen artistas que nunca se entregaron, nunca se vendieron, que lucharon siempre, lejos de intereses mezquinos. Por eso hablé de Castro Alves, artista del pueblo, artista social, político comprometido, revolucionario. Y, justo por eso, genial. Al entregarlo al cariño del pueblo, quise también señalar su tradición literaria a los escritores nuevos que surgen en Brasil y que se encuentran, en estos tristes momentos, ante fuerzas intelectuales en descomposición, vencidas por el miedo y por el soborno, pregonando el regreso a las formas caducas y reaccionarias del “arte por el arte” alejando criminalmente a la literatura del pueblo.
Hablo ahora de Luís Carlos Prestes, le
traigo al pueblo a su héroe, figura nacida del pueblo para estar al frente del
pueblo. Un ejemplo para todo Brasil. Por grande que pueda ser la suciedad bajo
la dictadura, la dignidad de Prestes, por sí sola, es suficiente para arrojar
luz sobre ese lodazal, una luz de esperanza.
Cuando el pueblo de Brasil ve
a una generación de hombres claudicar, nada mejor que apuntar hacia Luís Carlos
Prestes una vez más.
Por otra parte, esta
biografía representa el pago de una deuda. Se ha hablado mucho de los motivos
que dieron lugar a la literatura brasileña moderna, a la novelística y a la
crítica. Incontables artículos y ensayos han sido escritos sobre este tema, y
no conozco ninguno que vincule el nombre de Luís Carlos Prestes a ese
movimiento. Sin embargo, nadie ha tenido al respecto tanta importancia, tanta
influencia decisiva.
La moderna literatura brasileña, aquella que
produjo las grandes novelas sociales, los estudios de sociología, la
rehabilitación del negro y los estudios históricos es resultado directo del
ciclo de los movimientos, iniciado en 1922, que solo hallará su conclusión en
el pleno desarrollo de la revolución democrático-burguesa: 1922, 1924, 1926,
1930 y 1935 trajeron al pueblo al centro del debate, lo involucraron en los
problemas de Brasil, le dieron anhelos por una cultura de la que resultó el
actual movimiento literario.
Y como Luís Carlos Prestes fue y es la
figura más sobresaliente de todos estos movimientos, jefe, conductor y general,
su vínculo con la moderna literatura brasileña es indiscutible. Pero esta
literatura no se enfocó en él, en su figura, en ningún momento. Se entiende que
el “modernismo”, movimiento de una clase, de los oligarcas paulistas, no haya
tomado en cuenta los sucesos de 1922 y 1924. Creo que solo la voz de un poeta
se alzó para cantar a la Columna Prestes. Fue Raúl Bopp y sus poemas con esta
temática, los cuales hasta el día de hoy se encuentran inéditos. Sólo un
novelista describió la vida del Brasil de aquel entonces, ligándola a los
acontecimientos revolucionarios, Pedro Mota Lima con Bruhaha.
La victoria del movimiento armado de 1930 permitió que éste y
otras luchas anteriores a él dieran sus frutos literarios. Toda la moderna
literatura del Brasil se volcó a las realidades cotidianas, se dedicó al
pueblo, al contrario del “modernismo”.
Con el surgimiento de la Alianza Nacional
Libertadora, toda esa literatura que comenzaba, encontró su apoyo en un movimiento
de masas y pudo alcanzar su punto más alto. Todo esto, con Prestes. El fracaso
del levantamiento de 1935, el encarcelamiento de líderes revolucionarios y de
Prestes, vino a paralizar esa literatura.
Aún produjo algunos libros, con la fuerza
que le quedaba del movimiento de la Alianza.
La
implantación del Estado Novo, en 1937, trajo el soborno como arma política. La
compra de una literatura. Los escritores más nobles se han callado, se les ha
impedido hablar. Otros se vendieron. Otros más se han contenido, han bajado la
voz en una última tentativa por decir algo. Cuando Prestes salga de prisión,
liberado por el pueblo, y las masas brasileñas regresen a las calles, este
movimiento literario volverá a la vida, renacerá seguramente con más fuerza y
ya con una inmensa experiencia literaria, superadas sus fallas, vencidos sus
errores.
Así, esta biografía vale también como el
pago de una deuda de toda una generación de escritores a un líder del pueblo.
Mucho le debemos a Luís Carlos Prestes, con este homenaje quiero pagarle una
parte de esa deuda.
NOTA DE 1979
Escrito en 1942, durante la vigencia de la
dictadura del Estado Novo, con el objetivo fundamental de servir a la causa de
la amnistía a los presos (y exiliados) políticos, Vida de Luís Carlos
Prestes, el Caballero de la Esperanza, circuló ampliamente en Brasil,
incluso antes del lanzamiento de su primera edición en portugués, a través de
la traducción al español, publicada ese mismo año. Cumplió, creo yo, el
objetivo esperado, contribuyendo a popularizar e intensificar la campaña por la
amnistía que en aquel entonces apenas se había iniciado.
La contingencia política, resultado del
golpe de Estado de 1964, con el establecimiento de la dictadura militar, retiró
a El Caballero de la Esperanza de las librerías brasileñas, a
las cuales regresa ahora con el mismo objetivo que lo inspiró: servir a la
causa de la amnistía a los presos (y exiliados) políticos, campaña que es de
nuevo la bandera más urgente y generosa de nuestro pueblo.
LUÍS CARLOS PRESTES
Hace un tiempo, en una entrevista, un
periodista me preguntó si estaría yo de acuerdo en reeditar El
Caballero de la Esperanza, en caso de que se abriera esa perspectiva. Le
respondí que seguro lo haría, tan pronto como fuera posible, pues me siento
orgulloso de ser autor de este libro que es también un homenaje de estima y
admiración por uno de los brasileños más notables, figura que rebasó todas las
más diversas fronteras donde lo quisieron detener, para volverse una leyenda y
un símbolo, en Brasil y en el exterior. Soy viejo amigo y admirador de Luís
Carlos Prestes, cuya vida me parece un ejemplo de coherencia y dignidad, de
dedicación al pueblo. No estar de acuerdo con Prestes, combatirlo, es un
derecho que tienen todos sus adversarios políticos. Lo que nadie puede hacer,
honradamente, es negar la enormidad de su presencia en más de medio siglo de
vida nacional, su supremo amor por Brasil, la pasión que lo condujo en una
extraordinaria trayectoria.
A un amigo que solo ahora pudo leer este
libro le pareció ingenuo; el calificativo no me disgusta. La ingenuidad no representa
un mal mayor; peligroso es el cinismo que se viene transformando en hábito en
el pensamiento político del país. La condición ingenua de estas páginas
escritas cuando Hitler amenazaba con dominar el mundo y la dictadura del Estado
Novo parecía inamovible, nace de mi obstinada creencia en el futuro
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