SIGLO XXI - LA ECLOSIÓN DEL CAPITALISMO COGNITIVO
Autor: LUIS MEYER [“Tomado de revista “ethic”]
La nueva economía ya no basa su funcionamiento en productos
materiales, sino en algo etéreo, aunque de un valor inmensurable: el
conocimiento. Calcular el valor de las ideas o de los datos resulta complejo;
sin embargo, es ahí donde se asienta ahora la riqueza. Esto abre también nuevas
cuestiones, como la ética de que sean unos pocos los que se enriquezcan con lo
que es, en esencia, de todos.
*** ¿Cuánto cuesta
un deseo?
*** ¿Qué valor
tiene un momento de duda o uno de plena certeza, el llanto, la excitación sexual
o un arranque de creatividad?
*** ¿ Cuánto
pagarían por saberse la lista de los reyes godos?
Desde el inicio del
capitalismo, los factores que determinan el precio de un producto en el libre
mercado han sido la oferta y la demanda, las políticas monetarias y las
materias primas.
Nadie sabe responder
a cuál es la materia prima del conocimiento, que, sin embargo, es ahora uno de
los bienes más cotizados.
El capitalismo
cognitivo, tal y como coinciden los economistas, tiene una consecuencia
material: hoy en día, ninguna empresa –aunque tenga los mejores productos y las
mejores máquinas– será́ productiva si
no invierte en conocimiento.
Para entender su
funcionamiento hay que fijarse en algunos de los engranajes que mueven su
maquinaria.
Uno es la economía de la atención, en la que
la atención de las personas se ha convertido en el recurso más codiciado.
Las empresas
utilizan cada vez más técnicas de marketing y publicidad para captar a los
consumidores y han encontrado en la extracción de datos masiva una herramienta
de valor inmensurable.
«Esto tiene que ver
con la codificación de deseo», advierte la poeta
Sara Torres, profesora asociada en la Universitat Autónoma de Barcelona y
directora del seminario Corporalidades en Crisis.
«Las empresas tratan
de entender el deseo para poder proponer cosas que abarquen capital: lo desentrañan
para producir, para ofrecer productos y al mismo tiempo lo capturan para
engancharlo a los ritmos del capital. El resultado es que muchas veces tenemos
necesidades, querencias, que no son reales», afirma.
El capitalismo del
conocimiento ofrece muchas oportunidades, pero también plantea importantes desafíos,
como la amenaza de una automatización descontrolada en la que los trabajadores cognitivos pueden ser
reemplazados por máquinas y algoritmos.
Un buen uso de los
datos y una mayor universalización –para que se compartan y generen mayores
bolsas de conocimiento que permitan avanzar como sociedad– son los dos pilares
sobre los que debería pivotar esta nueva globalización, opina Sierra.
Y da con la clave: «Más
y mejor regulación legislativa que proteja nuestro bien más preciado, aunque
sea intangible».
El capitalismo se está́
viendo afectado por la vorágine de cambios de paradigma.
«Göran Therborn, catedrático
en la Universidad de Cambridge, lo ha explicado muy bien: como tantos otros
conceptos de las ciencias sociales, el término globalización implica numerosos
significados y contradicciones», recuerda Bárbara Turner, del Observatorio de Economía
Política Internacional de la Universidad de Buenos Aires.
«Pero no existe solo una globalización, sino
varias, que han ido cambiando», matiza Turner, que habla de seis grandes
oleadas globalizadoras.
La actual arranca a
mediados de los ochenta. «Esta última se da con la irrupción de máquinas que
revolucionaron la forma de producir y guiar el desarrollo», indica, «y abrió́
paso a una nueva vertiente del capitalismo».
Es la revolución tecnológica,
aún en proceso, que aparece «cuando entran en el
proceso productivo el conocimiento como capital intangible, las estructuras de
redes, la descentralización de la producción y el uso intensivo de la información
a través de la computarización». Así́ ha germinado el capitalismo cognitivo.
El economista francés
Yann Moulier Boutang fue de los primeros en darle una definición certera:
«Es una forma de
capitalismo que se basa en la producción de conocimientos, información y
cultura, y se caracteriza por la capacidad de generar valor a partir de la inteligencia
colectiva y la creatividad de las personas».
Michel Bauwens,
fundador de la Fundación P2P, se refirió́ al capitalismo cognitivo como aquel
que se basa en
«la capacidad de producir, distribuir y consumir información,
conocimientos y cultura de manera colaborativa y descentralizada».
Y Christian Fuchs,
profesor de Comunicación Social en la Universidad de Westminster, añadía que
surge de la centralidad de la tecnología de la información y la comunicación en
los procesos económicos, y la creciente importancia del trabajo inmaterial».
El otro engranaje es
la economía de la información.
De ahí́ han surgido las grandes tecnológicas, que han levantado sus negocios en
torno a la recopilación y análisis de datos y que, por medio de algoritmos,
procesan cantidades ingentes de información para, dicen, ofrecer servicios
personalizados a sus usuarios.
Esto tiene una letra
pequeña mucho más perniciosa, como apunta Francisco Sierra, catedrático de Teoría
de la Comunicación en la Universidad de Sevilla y director del Grupo
Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social de la
Junta de Andalucía:
«Muchos académicos,
cuando utilizamos el concepto de «capitalismo
cognitivo», lo estamos haciendo
desde una crítica marxista: denunciamos que la información y el conocimiento no
son socializados y accesibles para todos; es decir, se quedan en manos de
algunas empresas y por tanto no se están desarrollando todas las
potencialidades que la información libre y el conocimiento compartido permiten
con la revolución digital».
Este capitalismo no se basa en «la capacidad de producir,
distribuir y consumir información, conocimientos y cultura de manera
colaborativa y descentralizada»
LA ECLOSIÓN DEL CAPITALISMO COGNITIVO
*** La nueva economía ya no basa su funcionamiento en productos
materiales, sino en algo etéreo, aunque de un valor inmensurable: el
conocimiento.
*** Calcular el valor de las ideas o de los datos resulta
complejo; sin embargo, es ahí donde se asienta ahora la riqueza.
*** Esto abre también nuevas cuestiones, como la ética de que
sean unos pocos los que se enriquezcan con lo que es, en esencia, de todos.
La propiedad
intelectual es otro valor inmaterial que adquiere un nuevo auge en la era del
capitalismo cognitivo: muchos expertos auguran que las patentes cobrarán más
fuerza y rigidez ante el flujo cada vez más descontrolado de información.
«Yo estoy a favor de
compartir conocimiento, pero, nos guste o no, para que siga habiendo creadores,
debemos seguir con las reglas del
capitalismo», opina Xabi San Martin, compositor, entre otras muchas
creaciones, de las canciones de La Oreja de Van Gogh. Y pone el ejemplo del software libre:
«Una grandísima
idea, pero al final han evolucionado más las empresas privadas de aplicaciones
porque tienen a gente detrás que se dedica a la programación como tarea
principal, ya que le pagan por ello».
Y zanja: «Yo creo
canciones porque me pagan por su uso y puedo vivir de ello».
*** «Muchas empresas tratan de entender el deseo para poder
proponer cosas que abarquen capital, para ofrecernos productos»
Sierra se refiere a
los «cercamientos», los procesos
de privatización de la información, y pone el ejemplo de Silicón Valley.
«Es una apropiación
para un uso claramente mercantil en la que somos expropiados de bienes que, en
tanto inmateriales, podrían ser universalizados y hacernos avanzar mucho más rápido
en la lucha contra el cambio climático o en la investigación para la cura de
enfermedades, por poner dos ejemplos que son vitales», asegura.
El catedrático
explica que la diferencia entre la información y el conocimiento respecto de
los bienes materiales es que, cuanto más se comparte, más valor adquiere.
«Y, sin embargo, lo
que sucede con el capitalismo es que genera, como en la era material, el
principio de escasez, cuellos de botella en el acceso a la información y
restricciones en el proceso», indica.
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