omingo, julio 20, 2008
Las manos sucias
En base a algunos críticas -que son recurrentes- cuestionando lo expresado en los comentarios de este post, dejo algo para que podamos analizar un poco el sistema ético que rige las acciones en política.
La obra teatral Las Manos Sucias, de Jean Paul Sartre, va a servir para ejemplificar y poder elaborar acerca de la contradicción entre lo que Max Weber denominó "ética de la convicción" y "ética de la responsabilidad".
La obra transcurre durante la segunda guerra mundial en un país imaginario. Tiene como protagonistas a Hugo Barine y Hoederer.
Hugo, un joven intelectual de familia aristócrata, acaba de salir de la cárcel dos años después de ser condenado por asesinar a Hoederer, líder del partido comunista (aunque no queda claro si fue en realidad un crimen político o pasional)
Idealista, Hugo recibe la misión de matar a Hoederer por ser considerado un traidor a la revolución. Por otra parte, Hoederer, lider de izquierda, es la personificación del pragmatismo y realismo político: se acerca al partido conservador para evitar miles de pérdidas humanas y así poder resistir a los alemanes; y también para garantizar a su partido una representación en el parlamento, de manera tal de fortalecerse políticamente y mantenerse en el poder.
Hugo se identifica fanáticamente con el fin, para él sólo hay un fin: conseguir el triunfo de nuestras ideas. Por lo tanto, la alianza de su partido con el partido conservador representa una traición a sus principios y valores de izquierda.
En cambio Hoederer le responde reprochando su enajenación en los principios:
"¡Como te importa tu pureza, mi pequeño muchacho! ¡Qué miedo tienes de ensuciarte las manos! ¡Bien, sigue siendo puro! ¿A quién le importa y para qué servirá tu pureza? ¿Y para que estás con nosotros, terrenales impuros? (...)Todos los medios son buenos cuando son eficaces.A ti te interesa mucho la pureza, ¿no? Bueno, pues, La pureza es el ideal del faquir y del monje. Vosotros, los intelectuales, los anarquistas burgueses, utilizáis la pureza como pretexto para no hacer nada. No hacer nada, permanecer inmóvil, apretar los puños, llevar guantes. Yo tengo las manos sucias. hasta los codos. Las he hundido en el excremento y en la sangre. ¿Y qué? ¿Piensas que se puede gobernar limpiamente?(...) Tú no quieres a los hombres; tú sólo amas los principios."
Creo que en esta obra se ve cláramente la diferencia entre la ética de la convicción y la de la responsabilidad; en palabras de Norberto Bobbio sería:
"quien vive según los principios no se preocupa de las consecuencias y así puede acontecer que su acción sea noble pero estéril; quien actúa teniendo en cuenta sólo las consecuencias no se preocupa de los principios, y así puede suceder que su acción sea eficaz pero innoble".
Y para cerrar tomo prestado de Analitica.com un párrafo de Ricardo Combellas:
Max Weber, en su celebérrima conferencia sobre la política como vocación, distinguió dos máximas de acción ética, en su opinión irremediablemente opuestas: la "ética de la convicción" y la "ética de la responsabilidad". La primera orienta la acción en torno a la satisfacción de las convicciones de la persona, independientemente de cuales sean sus resultados, mientras quien se orienta por la ética de la responsabilidad toma en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción.
Me resisto a aceptar la imposibilidad de congeniar las convicciones con el sentido de responsabilidad, pero en ambos casos flamea una ética que dota de sentido a la acción humana.
Es cierto que la ética se traduce en responsabilidad de nuestras acciones individuales y colectivas, y por tanto en las consecuencias de las decisiones, actos y omisiones, pero no es menos cierto que la concepción ética de la política se sustenta en principios que orientan consecuentemente nuestras acciones; lo contrario es la política pragmática basada en criterios cortoplacistas, al servicio de intereses parciales y la pura conveniencia egoísta. En suma, el embelesamiento y la vanidad del poder, su búsqueda y disfrute como un fin en si mismo, el más crudo maquiavelismo político.
Saludos
D.F.
Imagen: El Pais
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