[Crítica] “Spotlight – En primera plana”: Todos los hombres del cardenal
Escrito por Martín Cáceres
Voy a empezar mi reseña contando el final de la película. El cardenal Bernard Law, principal responsable de encubrir el atroz y sistemático abuso de menores cometido por numerosos sacerdotes católicos de la arquidiócesis de Boston a inicios de este siglo, fue trasladado a Roma y nombrado arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor por Juan Pablo II.
Mientras tanto, muchas de las miles de víctimas siguen reclamando justicia. ¿Spoiler? No lo creo. Dudo que alguien que conozca la trama de Spotlight, el filme de Tom McCarthy que narra la investigación que el equipo periodístico del mismo nombre llevó a cabo para destapar el caso, pueda pensar que la historia terminó con los culpables en la cárcel.
Mientras tanto, muchas de las miles de víctimas siguen reclamando justicia. ¿Spoiler? No lo creo. Dudo que alguien que conozca la trama de Spotlight, el filme de Tom McCarthy que narra la investigación que el equipo periodístico del mismo nombre llevó a cabo para destapar el caso, pueda pensar que la historia terminó con los culpables en la cárcel.
Mirar sin ver. Leer sin comprender. O, simplemente, hacer la vista a un lado. Las primeras denuncias de abuso infantil habían llegado a la redacción del Boston Globe cinco años antes de los hechos que narra la película, pero el tema no había pasado de notas sueltas que habían quedado sepultadas en los archivos de investigación del propio diario.
Y es allí donde entra el primer gran cuestionamiento moral del filme: cuando el nuevo editor general Martin Baron –notable Liev Schreiber– encara a toda su plana periodística para preguntarles cuando iban a fijarse en el elefante que tenían metido dentro de la habitación. Con una gran cruz colgada al cuello, para mayores señas.
Y es allí donde entra el primer gran cuestionamiento moral del filme: cuando el nuevo editor general Martin Baron –notable Liev Schreiber– encara a toda su plana periodística para preguntarles cuando iban a fijarse en el elefante que tenían metido dentro de la habitación. Con una gran cruz colgada al cuello, para mayores señas.
“Spotlight” plantea interrogantes incómodas para todos quienes estamos alrededor de las víctimas y los criminales (las autoridades, los medios de comunicación, los feligreses, la sociedad en general): ¿cuán cómplices somos? ¿Cuánto callamos? ¿Cuánto podemos hacer y no hacemos?
“Se necesita todo un pueblo para educar a un niño, pero también todo un pueblo para abusar de él”, le dice Mitch Garabedian (Stanley Tucci), el abogado de las víctimas, al reportero Michael Rezendes (Mark Ruffalo), resumiendo en esa frase lapidaria el oscuro juego de lealtades –por conveniencia, por fe ciega, por miedo- que buena parte de la comunidad mantiene con la Iglesia Católica, convirtiéndola en un ente intocable que pareciera no tener que rendir cuentas a la justicia humana.
Pero allí donde algunos quieren encubrir, otros vendrán a destapar. A señalar el zurcido no tan invisible, el hueco en la media, la cicatriz mal maquillada. Al igual que “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), su gran precursora, “Spotlight” reivindica al periodismo de investigación como elemento transformador de la sociedad.
En estos tiempos en que Google y Twitter han aumentado el tiempo en que los periodistas pasan frente al escritorio, es un placer casi anacrónico ver a los protagonistas del filme bucear entre montañas de recortes y documentos, ensuciarse los zapatos en la calle, hacer la guardia por horas para entrevistar a una fuente o a una víctima, esperar, insistir, joder. O sea, hacer su chamba.
En estos tiempos en que Google y Twitter han aumentado el tiempo en que los periodistas pasan frente al escritorio, es un placer casi anacrónico ver a los protagonistas del filme bucear entre montañas de recortes y documentos, ensuciarse los zapatos en la calle, hacer la guardia por horas para entrevistar a una fuente o a una víctima, esperar, insistir, joder. O sea, hacer su chamba.
Y tan bueno como el trabajo periodístico de los reporteros del Globe es el de los intérpretes que les dan vida en pantalla.
Qué gusto da ver al gran Michael Keaton en la piel del editor Walter “Robby” Robinson. Actor infravalorado como pocos, Keaton consolida el regreso a las ligas mayores que inició el año pasado con Birdman.
A su lado, lo de Mark Ruffalo como Michael Rezendes es solo la confirmación del talento y la versatilidad que le permiten saltar de las megaproducciones al cine independiente casi sin despeinarse.
Su nominación al Óscar como actor de reparto queda más justificada que la de Rachel McAdams, cuyo personaje tiene menos oportunidades de lucimiento pero cumple bien su rol dentro de un reparto coral que nos transmite a la perfección el espíritu de trabajo en equipo que permitió a los miembros de “Spotlight” llegar tan lejos.
Por su parte, McCarthy evade todos los clichés de los filmes sobre periodismo para entregar una realización sobria, contenida y funcional que nos permite palpar la dinámica de una redacción y el cotidiano tira y afloja del trabajo periodístico.
Aquí no hay sobres por debajo de las puertas, citas con oscuros informantes en callejones desolados o sicarios persiguiendo a los hombres de prensa. Tampoco hay grandes conflictos de entre el equipo de reporteros ni mayores detalles sobre la vida personal de cada uno. El director no se escuda en la ficción para introducir elementos que dramaticen en exceso los hechos narrados, consciente sin duda de que el drama real ya radica en la historia de violencia sexual que tanto él como sus personajes develan al público.
Aquí no hay sobres por debajo de las puertas, citas con oscuros informantes en callejones desolados o sicarios persiguiendo a los hombres de prensa. Tampoco hay grandes conflictos de entre el equipo de reporteros ni mayores detalles sobre la vida personal de cada uno. El director no se escuda en la ficción para introducir elementos que dramaticen en exceso los hechos narrados, consciente sin duda de que el drama real ya radica en la historia de violencia sexual que tanto él como sus personajes develan al público.
Como era de esperarse, el Boston Globe ha cosechado parte del éxito de la película.
Los artículos originales publicados por el equipo de investigación arrasan índices de lectoría, posicionando el buen nombre del diario y complementando el mayor logro del filme: poner nuevamente sobre el tapete una historia que nos indigna, nos cuestiona y nos abre los ojos al mismo tiempo, con el fin de que estemos alertas para que no vuelva a repetirse.
Por todo ello, “Spotlight” se erige como un sentido homenaje a los periodistas de verdad y una película de visión imprescindible que confirma que si bien no todas las obras pueden ser maestras, algunas son absolutamente necesarias.
Los artículos originales publicados por el equipo de investigación arrasan índices de lectoría, posicionando el buen nombre del diario y complementando el mayor logro del filme: poner nuevamente sobre el tapete una historia que nos indigna, nos cuestiona y nos abre los ojos al mismo tiempo, con el fin de que estemos alertas para que no vuelva a repetirse.
Por todo ello, “Spotlight” se erige como un sentido homenaje a los periodistas de verdad y una película de visión imprescindible que confirma que si bien no todas las obras pueden ser maestras, algunas son absolutamente necesarias.
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