El escandaloso amor de dos intelectuales
Ninguna historia de amor y pasión sumó más elementos de escándalo que el romance que por cinco décadas sostuvieron Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, bajo una compleja premisa: cada uno podía entrar en la vida del otro mientras cada uno pudiera hacer lo que quisiera.
Por: Alberto Medina López
Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre.
Se conocieron en la universidad cuando Simone tenía 21 años y Jean-Paul, 24. Desde entonces quedaron atrapados en una intimidad asociada a la filosofía y la poligamia.
La relación se construyó sobre dos conceptos de Sartre: el amor necesario y el amor contingente.
Simone y Jean-Paul constituían el amor necesario; los otros y las otras eran amores contingentes.
Leían juntos, visitaban bares, escuchaban jazz, viajaban, tomaba café, se embriagaban y, a pesar de esa estrecha alianza, jamás se casaron.
Coincidían en la filosofía, pero no en el físico. Simone era bella y Jean-Paul, feo.
“No estoy seguro de si, tiempo atrás, no buscaba la compañía de las mujeres para descargarme del peso de mi fealdad. Tenía un hambre de belleza que no era propiamente sensual, sino más bien mágica”.
Y en esa búsqueda de mujeres, Sartre terminó repartiendo su tiempo entre muchas amantes. A Simone le correspondían los martes y los sábados por la noche. Así funcionaba, para ellos, la relación en libertad.
En El ser y la nada, Sartre decía que el amor es un acto de fuerza en el que pretendemos apropiarnos de la libertad del otro y un acto de resistencia en el que luchamos contra el dominio del otro.
Para Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, el matrimonio contiene el símbolo del patriarcado.
“Para la mujer, el acto de la carne si no ha sido santificado por el sacramento, es una falta, una caída, una derrota, una debilidad, pues debe defender su honor y su virtud, y si cede, si cae, suscita el desprecio; en tanto que la misma censura que se dirige a su vencedor (el hombre) está llena de admiración”.
En una ocasión firmaron un contrato a dos años para vivir la intimidad hasta donde fuera soportable. El pacto terminó y siguió el amor libre.
“Revisamos nuestro pacto y abandonamos la idea de un contrato entre nosotros (…) No nos juramos fidelidad, pero nos sabíamos el ser más importante para el otro”, escribió Simone.
Jean-Paul Sartre trascendió como el padre del existencialismo y Simón de Beauvoir como la defensora de la libertad sexual sobre la base de entender la diferencia sustancial de los géneros frente al amor.
“El hombre puede conocer fácilmente abrazos sin mañana, suficientes para calmar su carne sin crearle cargas morales. (…) La mujer ha consentido en hacerse carne en la excitación, la espera y la promesa”.
Sartre murió el 15 de abril de 1980 y Beauvoir seis años después. No se casaron en vida, pero la muerte mantuvo cerca sus cenizas en el cementerio de Montparnasse como si hubiesen sido marido y mujer.
* Subdirector de “Noticias Caracol”.
La relación se construyó sobre dos conceptos de Sartre: el amor necesario y el amor contingente.
Simone y Jean-Paul constituían el amor necesario; los otros y las otras eran amores contingentes.
Leían juntos, visitaban bares, escuchaban jazz, viajaban, tomaba café, se embriagaban y, a pesar de esa estrecha alianza, jamás se casaron.
Coincidían en la filosofía, pero no en el físico. Simone era bella y Jean-Paul, feo.
“No estoy seguro de si, tiempo atrás, no buscaba la compañía de las mujeres para descargarme del peso de mi fealdad. Tenía un hambre de belleza que no era propiamente sensual, sino más bien mágica”.
Y en esa búsqueda de mujeres, Sartre terminó repartiendo su tiempo entre muchas amantes. A Simone le correspondían los martes y los sábados por la noche. Así funcionaba, para ellos, la relación en libertad.
En El ser y la nada, Sartre decía que el amor es un acto de fuerza en el que pretendemos apropiarnos de la libertad del otro y un acto de resistencia en el que luchamos contra el dominio del otro.
Para Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, el matrimonio contiene el símbolo del patriarcado.
“Para la mujer, el acto de la carne si no ha sido santificado por el sacramento, es una falta, una caída, una derrota, una debilidad, pues debe defender su honor y su virtud, y si cede, si cae, suscita el desprecio; en tanto que la misma censura que se dirige a su vencedor (el hombre) está llena de admiración”.
En una ocasión firmaron un contrato a dos años para vivir la intimidad hasta donde fuera soportable. El pacto terminó y siguió el amor libre.
“Revisamos nuestro pacto y abandonamos la idea de un contrato entre nosotros (…) No nos juramos fidelidad, pero nos sabíamos el ser más importante para el otro”, escribió Simone.
Jean-Paul Sartre trascendió como el padre del existencialismo y Simón de Beauvoir como la defensora de la libertad sexual sobre la base de entender la diferencia sustancial de los géneros frente al amor.
“El hombre puede conocer fácilmente abrazos sin mañana, suficientes para calmar su carne sin crearle cargas morales. (…) La mujer ha consentido en hacerse carne en la excitación, la espera y la promesa”.
Sartre murió el 15 de abril de 1980 y Beauvoir seis años después. No se casaron en vida, pero la muerte mantuvo cerca sus cenizas en el cementerio de Montparnasse como si hubiesen sido marido y mujer.
* Subdirector de “Noticias Caracol”.
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