Nueva colonialidad del poder, globalización y gobernabilidad global
Gobernabilidad mundial y globalización en el mundo contemporáneo
De acuerdo con Julie Graham y Catherine Gibson (1996), citadas por Arturo Escobar en su artículo El lugar de la naturaleza y la naturaleza del lugar. ¿Globalización o posdesarrollo? (2000), el capitalismo posee tal predominancia y hegemonía que es casi imposible pensar la realidad de otra forma y mucho menos aun lograr su supresión.
Hablamos así, concretamente, y por tanto, de un capitalismo que de acuerdo con autores como Aníbal Quijano (2005), ha propiciado y conformado lo que dicho autor llama un moderno sistema mundial-colonial.
Un sistema por el cual se ha creado a lo largo de un proceso de dominación que ha llevado siglos, una división bastante desigual de los sistemas productivos y del trabajo a nivel global.
Una división que ha respaldado, a su vez, un mundo que funciona bajo la base de una división en un centro, por una parte, y una periferia, por la otra.
Un centro que, cabe decir, de una u otra forma posee la gobernabilidad global histórica, inicialmente cimentada en la época de los descubrimientos en la idea de raza (Quíjano: 2005), y una periferia que ha sido relegada a cumplir un papel de mera productora de materias primas o de consumidora de los productos que en el día a día salen del centro.
Es así como tenemos que el centro global, identificado generalmente con el norte del planeta y más específicamente con países como Estados Unidos, maneja y ha manejado durante mucho tiempo la gobernabilidad del mundo.
El gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, posee un peso decisorio e incluso de veto demasiado grande en las principales instituciones de gobernabilidad del orbe, tales como el Consejo de Seguridad de la ONU, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
Ante dicho panorama, los países de la periferia y principalmente los denominados países emergentes, durante los últimos años de esta segunda década del siglo XXl, han optado con construir y diseñar instituciones de gobernabilidad propia.
Instituciones que permitan, de acuerdo con ciertos patrones tradicionales de desarrollo, salir de los esquemas actuales de colonialidad y de poder imperantes y que permitan a su vez establecer un dominio económico e industrial propio no ligado a los intereses del centro mundial.
De dicha forma, han aparecido instituciones como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), fundado en 2014 y con una participación muy activa de Brasil en lo que a Latinoamérica respecta.
Han aparecido igualmente organizaciones regionales de cooperación económica como el ALBA, la CAN, o el MERCOSUR, sin duda sumamente necesarias y quizás de aparición algo tardía.
Estas nuevas instituciones, principalmente las de préstamos e inversión como el citado Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, más que las de cooperación económica regional, van encaminadas de acuerdo con muchos autores como Eugenio Bregolat (2015), a establecer nuevos marcos alternos de gobernabilidad mundial, fuera del dominio y del poder institucional que Estados Unidos ejerce desde instituciones como el ya mencionado Banco Mundial.
La meta, por tanto, de la periferia y de los países emergentes parece encaminarse poco a poco hacia un mundo con instituciones diversificadas y una gobernabilidad multipolar.
Hacia un nuevo viraje que permita direccionar la globalización y la gobernabilidad global de forma distinta a la actual
Que la periferia mundial y los países emergentes parezcan estarse encaminando poco a poco hacia un mundo con instituciones diversificadas y una gobernabilidad multipolar, es muestra en primer lugar de un profundo descontento con la forma en la cual operan las instituciones dominantes como el FMI o el Banco Mundial, pero es también asimismo muestra de un descontento con el sentido con el cual opera la globalización hoy por hoy.
Recordemos rápidamente lo dicho líneas atrás de la mano de Graham y Gibson (1996), es decir, que el capitalismo posee tal predominancia y hegemonía que es casi imposible pensar la realidad de otra forma.
Pues bien, puede que algo muy similar suceda con la globalización e incluso con el Estado en su forma actual.
Tienen tal predominancia que creemos que esa es la forma en la cual deben existir, y pensar otras formas alternas de Estado o globalización, es, en un muy alto grado, esbozar ideas que se presentan como opuestas o subordinadas a los fenómenos mencionados.
Es así como creemos que esta que vivimos es la única forma posible de globalización.
De hecho, Enrique Dussel afirma que el capitalismo en su forma actual o la misma globalización, y en general el sistema en sí, han llegado a implantarse de tal forma en las prácticas cotidianas y en los modos de pensar, que se han fetichizado.
Fetichización, para Dussel (2008), cabe agregar, es un proceso por el cual una totalidad se absolutiza, se cierra, se diviniza, de forma que lo que surge como un proceso humano que tiene lugar en marcos sociales de negociación y en maneras diversas de poder social, se presenta como algo absoluto, como algo incluso digno de respeto y de culto aun cuando mantenga y reproduzca diferencias sociales y atente contra importantes avances históricos como los mismos Derechos Humanos.
Hasta este punto resulta por tanto obvio que el mundo, es decir, las personas en general, en sus prácticas y en sus modos de pensar, necesitan deconstruir lo que dan por obvio para llegar a nuevas formas de pensar y contemplar la realidad, nuevas formas de pensar la globalización.
Por ahora la tarea está recayendo desde lo académico en la teoría crítica, campo en el cual se encuentran las nuevas teorías de colonialidad y poder que surgen cada día de forma reveladora e incluso transgresora, mientras que en el panorama de las relaciones internacionales, la tarea está recayendo en los países que poco a poco conforman nuevas instituciones de gobernabilidad para salir del actual mundo unipolar y alcanzar un mundo multipolar.
Sin embargo, en este último punto, surge una cuestión: ¿un mundo multipolar y con instituciones que se hagan contrapeso las unas a las otras podrá llevarnos a una adecuada gobernabilidad que permita distribuir de mejor manera los sistemas productivos y la división internacional desigual del trabajo?
Quizás la solución sea más práctica. Quizás la solución no sea otra más que hacer peso y confrontar las unicidades del poder de manera adecuada desde el ámbito institucional, para lograr así reestructurar organizaciones como el FMI, de forma que haya una gobernabilidad global que en realidad represente a todos los Estados sin que haya países en dichas instituciones con capacidades de veto o decisión desmesuradas.
Aunque otro inconveniente que invariablemente surge, es que en los mecanismos internos de funcionamiento de las instituciones supranacionales y multilaterales los países suelen unirse de manera regional para tener por ejemplo una mayor capacidad de veto o lograr ciertos acuerdos, de hecho las mismas organizaciones regionales sirven de cuando en cuando para eludir incluso ciertas manifestaciones o declaraciones del Derecho Internacional (Colomer: 2013) (razón por la cual puede que sea sumamente necesario y se hace casi imperante en estos tiempos que América Latina pueda tomar consciencia regional para lograr estar lo más política y culturalmente unida posible).
El asunto como se puede apreciar es complejo, pero la cuestión de fondo es que hay que lograr nuevas formas de contemplar y guiar la globalización.
Un mundo con gobernabilidad multipolar y fragmentada parece ser desde luego una opción, pero desconocemos qué tantos beneficios pueda brindar en realidad.
Por lo pronto, la tarea que se presenta, desde el ámbito académico con la teoría crítica, con unos resultados y entramados epistemológicos, desde luego, y desde el ámbito internacional, muy seguramente con otros resultados y procedimientos distintos a los del ámbito académico y cruzados por toda clase de intereses y discursos, consiste en combatir de alguna forma y en tratar de romper con los esquemas del moderno sistema mundial-colonial.
Un sistema que como ya se ha dicho, genera una desigual distribución de los sistemas productivos y del trabajo. Una división desigual y sumamente desventajosa para esa gran parte del planeta que de una u otra forma bien entra en la periferia global.
La opinión pública, por su parte, mucha de la cual aun llena de descontento, sigue inmersa en los esquemas dominantes y existentes por los cuales se configura los modos de pensar la globalización y el mismo capitalismo neoliberal.
En este sentido, se hace necesario que los estudios decoloniales se centren no sólo en las infrastructuras sino en los valores sociales por medio de los cuales el mundo padece una desigual y desventajosa distribución de poder, así como también se hace necesario que dichos discursos lleguen a instituciones como el Comité de descolonización de las Naciones Unidas.
Hasta ahora, desde este campo de estudio hemos tenido grandes avances en cuanto a una relativización del eurocentrismo y una crítica desde los estudios de género de los valores patriarcales.
Sin embargo, falta centrarnos un poco más desde el pensamiento decolonial en otros conjuntos de valores sociales que reproducen esquemas de dominación y en general todo el moderno sistema mundial-colonial hábilmente disfrazado hoy por hoy de sociedad democrática y de libre mercado.
Valores como por ejemplo todos aquellos que podemos encontrar de una u otra forma centrados en el progreso industrial, los valores centrados en la competitividad diaria la cual educa a los niños del mundo actual para competir y no para cooperar, tener autoestima propia o comprender a los demás.
O los valores centrados en el mito prometeico de que todo lo podemos como humanidad y la naturaleza por tanto está a nuestra entera disposición para saquearla a nuestro antojo, sin tomar conciencia de la enorme vulnerabilidad de ella misma y de nosotros mismos como personas, esto, sin duda, entre otros valores similares.
Bibliografía:
Bregolat Eugenio y Obiols (2015): Carta de China: El AIIB y las relaciones China, Estados Unidos y Europa. En: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 29, Nº 166, 2015, págs. 22-26.
Colemer Viadel Antonio (2013): La crisis del estado y la reconstrucción del estado de derecho en las organizaciones regionales de integración de estados, En: Teoría y realidad constitucional, ISSN 1139-5583, Nº 31, 2013, págs. 279-297.
Escobar Arturo (2000): El lugar de naturaleza y la naturaleza del lugar: ¿Globalización o postdesarrollo? En La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales.P 113
Enrique Dussel (2008): “El fetichismo”. En el libro Marx y la Modernidad. Conferencias de La Paz. Rincón ediciones colección Abrelosojos. La paz, Bolivia 2008.
Gibson, Catherine y Julie Graham (1996): The End of Capitalism (as we knew it), Basil Blackwell, Oxford.
Quijano Aníbal (2005): Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En “La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales”. Edgardo Lander compilador. CLACSO, Buenos Aires, 2005 P 201.
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