ACERCA DEL LIBRO “EL NOMRE DE LA ROSA” DE UMBERTO ECO [reseña]
Atreverse a reseñar esta novela, por
su enorme empaque y su gigantesco peso literario (factores que la sitúan entre
las más célebres de la literatura de narrativa histórica) le hace sentir a uno
en el ojo del huracán y minúsculo ante el genio de este autor.
Pero resulta inexplicable, por absurdo y sorprendente, abrir
cada mañana hislibris y comprobar que algo falta en sus hilos.
Algo que se menciona, se palpa, se alude de continuo, se echa de
menos y se percibe como grande pero que ¡oh!, no se sabe por
qué, pero no está.
Como ese algo que se respiraba en el ambiente de una hermosa
mañana de finales de noviembre de 1327, cuando Adso de Melk y Fray Guillermo de
Baskerville, a lomos de sus mulos, subían trabajosamente por los últimos
repliegues de la montaña y se disponían a vivir en el interior de aquella
abadía –enorme mole de piedra- los hechos más asombrosos y terribles que
imaginarse puedan.
Y ya es hora de que a la novela acerque mi reseña, y ojalá mi
mano no tiemble ahora que me dispongo a señalar, sin perder los nervios ni que
me absorba la impaciencia, lo que allí se vivió y sucedió.
Espero que se me permita la licencia de haber adaptado para el
inicio de esta reseña esa parte tan mágica que supone el comienzo de la novela,
en la que el novicio Adso, discípulo del franciscano Fray Guillermo, cuenta en
primera persona los hechos que, en su adolescencia, le tocó vivir con su
maestro en aquella misteriosa abadía, repleta de secretos.
Es ésta una novela difícil de reseñar porque no sólo tiene las
características propias de la novela gótica sino que, a su vez, se puede
considerar como crónica medieval y novela policíaca.
Incluso me atrevo a afirmar que El nombre de la rosa es
todavía más. Trataré de allanarme el camino.
A finales de la edad media la filosofía escolástica había
triunfado sobre aquellas ideologías paganas llegadas principalmente del mundo
musulmán.
Santo Tomás de Aquino se había consolidado como una de las
grandes mentes y, posteriormente, sería reconocido como doctor de la Iglesia.
No obstante, en el ambiente se sentía ese enrarecimiento que sólo vaticina
luchas encarnizadas de poder entre las diferentes congregaciones de la Iglesia.
Ésta se reservaba para sí misma la capacidad discernidora sobre
qué conocimiento prohibir o permitir al vulgo.
Es así como los grandes monasterios se convierten en fuertes
centros de conocimiento, nuevas bibliotecas de Alejandría,
resguardando todo tipo de saber en sus entrañas, a las que sólo Dios y algunos
monjes privilegiados podían acceder.
Así las cosas, la novela se sitúa en la época en que el papado
se establece en Aviñón, lo que aprovecha el emperador Ludovico el Bávaro para
extender su poder a una fragmentada Italia.
La orden franciscana que se encontraba en conflicto con Juan
XXII, a causa de su voto de pobreza, busca asociarse con el emperador para
contrarrestar el poder papal.
La cabeza visible de los franciscanos, Michele de Cesena,
comisiona a Guillermo de Baskerville a recorrer diferentes abadías para sondear
la opinión de los clérigos y, finalmente, en una abadía situada en el norte de
la península itálica custodiada por los benedictinos, convocar una reunión
entre los franciscanos y enviados del papa con el fin de que ambas partes
debatan sus diferencias.
Desde que ambos llegan a la abadía se encuentran con una muerte
sospechosa a la que le seguirán otras, con el paso de los días. Esto, unido a
la sagacidad demostrada por Fray Guillermo, empuja al Abad Abbone a confiarle
la resolución de los crímenes.
Paralelamente, la abadía es sede del encuentro entre una
comitiva papal y un grupo de monjes seguidores de San Francisco de Asís, donde
se debatirá la legitimidad de la pobreza de Jesús, inspiradora de la orden
mendicante de los Franciscanos. Al final, la hoguera hará su aparición. ¡Penitenciagite!
Estos breves párrafos que resumen a las claras por dónde puede
ir la novela ocultan, sin embargo, una riqueza en matices que catapulta la obra
de Umberto Eco a los altares de la literatura universal, ya que el misterio y
la intriga, las corrientes teológicas, la filosofía del amor, las relaciones
paterno-filiales, el protagonismo de la Santa Inquisición y el miedo a
la pérdida del miedo, están tan magistralmente tratadas que leer El
nombre de la rosa es leer por cuatro, por cinco o por seis.
Quien quiera leer esta obra pensando que va a disfrutar de una
historia intrigante -al modo que presenta la conocida película protagonizada
por Sean Connery- que se vaya olvidando.
La novela, como ya he comentado, contiene pasajes que recrean la
época (siglo XIV) con sus costumbres, creencias y formas de ser, ya que el
autor dedica tiempo y capítulos a crear el mundo interior del momento
histórico.
Eco da forma a su novela alternando diferentes registros. Así,
mientras discurre imparable la acción en el interior de la abadía, el autor
intercala “descansos” mediante la introducción de enseñanzas sobre la evolución
de la Iglesia y su devenir histórico.
Son pequeñas “pausas didácticas”, pequeñas lecciones o repasos
de historia que enriquecen la cultura y el conocimiento de quien se anima a su
lectura.
Por el contrario, para quien se conforme con menos, estos
“premios” resultan gratuitos y, si se me permite la expresión, hasta
farragosos.
Sin embargo, en sus conocidas “apostillas”, Umberto Eco escribe
que cuando la editorial se dirigió a él sugiriéndole que acortase las primeras
100 páginas porque entendía que exigían demasiado esfuerzo y dificultad, su
respuesta fue un rotundo no.
Les dijo que si alguien quería entrar en la abadía y vivir en
ella siete días, tenía que aceptar ese ritmo, ya que si no lo lograba, nunca
conseguiría leer todo el libro. De ahí la función de penitencia, de iniciación,
que tienen las primeras 100 páginas. “Y si a alguien no le gusta, peor para él:
se queda en la falda de la colina” –dijo.
Como penitencia son las innumerables citas que
el libro destina al latín. Si se perdona la licencia del autor respecto a lo
que entiende como mínimo exigible para iniciarse en la lectura
de las andanzas de la abadía, no puede decirse lo mismo del abuso que Umberto
Eco hace de la antigua lengua.
No es de recibo –al menos para quien reseña- enriquecer el
contenido del texto con parrafadas en latín sin molestarse en traducirlas.
Máxime cuando la gran mayoría de ellas se intercalan en pasajes de gran emoción
y ritmo narrativo. “Atascarse” ante semejantes ladrillos sin saber qué
significan desmoralizan al más pintado y penalizan la lectura, pese al
argumento de Eco de justificar esta decisión por guardar fidelidad a su fuente
en la –entiendo- falsa creencia de conservar el espíritu de la época. Su temor
– a mi juicio- está sobradamente fundado: procede así como un mal novelista,
tal y como él mismo reconoce.
La reseña daría para muchísimo más, pero no está en mi ánimo
cansar a quien me lee. Permítaseme, si acaso, que extraiga un breve fragmento
de la obra que, particularmente, me gustó:
“El día anterior, Bencio había dicho que con tal de conseguir un
libro raro estaba dispuesto a cometer actos pecaminosos. No mentía ni bromeaba.
Sin duda, un monje debería amar humildemente sus libros, por el bien de estos
últimos y no para complacer su curiosidad personal, pero lo que para los legos
es la tentación del adulterio, y para el clero secular la avidez de riquezas,
es para los monjes la seducción del conocimiento.”
No obstante, lo mejor de esta novela está en lo que la reseña no
dice. Los que hayan leído el libro ya sabrán a lo que me refiero. Los que aún
la tengan pendiente, tienen el órdago a su disposición.
Excelente libro.
Características técnicas: Editorial Lumen, Colección Biblioteca.
3ª edición de esta colección, octubre de 2006. Cartoné. 14×21 cm. 792 pp, 22 €.
Technorati Tags: Nombre Rosa, Umberto Eco
[DESCONOZCO EL NOMBRE DEL AUTOR DE ESTA BUENA RESEÑA]
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