Neoliberalismo y vientres de alquiler
Decía Emilia Pardo Bazán hace ya más de un siglo: “Es un error que el papel que le corresponde a la mujer en las funciones reproductivas determine las restantes funciones de su vida”. Poco han cambiado las cosas desde entonces.
Como evolución, podemos constatar que las funciones reproductivas, además de determinar la vida de las mujeres, hoy se inicia el debate de cómo rentabilizarlas al máximo.
¿Qué pinta el neoliberalismo en todo esto?
El neoliberalismo es un sistema político. Uno de sus postulados es la defensa de los derechos y deseos individuales de las personas.
Un sistema que educa en la competencia, donde son las decisiones individuales las únicas que repercuten en la situación económica y social de las personas.
Una persona neoliberal te dirá que defender los derechos individuales es defender los derechos colectivos, porque los colectivos están formados por individuos.
Si tú trabajas en un almacén descargando camiones, por ejemplo, no es porque el sistema necesite de la explotación de los pobres para beneficiar a los ricos, no es porque no hayas podido formarte y estudiar por falta de medios, sino porque eres mediocre y tú eres responsable de tu situación.
Es muy importante que se entienda este concepto. Una persona neoliberal te dirá que defender los derechos individuales es defender los derechos colectivos, porque los colectivos están formados por individuos.
Ahí es donde entran en escena los vientres de alquiler.
¿Cómo se pueden defender los derechos de una mujer que decide gestar“altruistamente”, al mismo tiempo que los de una mujer a la que tienen en una granja pariendo para otros para sobrevivir?
Vivimos en una sociedad competitiva en la que priman los deseos individuales sobre los derechos de la mitad de la población, donde todo tiene un precio y además genera gente que todo lo puede comprar y gente que necesita venderse para sobrevivir.
Un caldo de cultivo perfecto para que el neoliberalismo nazca, crezca y se reproduzca, también en España.
El partido político que más se acerca a esta ideología en nuestro país es Ciudadanos. Recientemente, llevó al Congreso una propuesta legislativa para legalizar los vientres de alquiler, con las consiguientes campañas para ganarse el apoyo de la opinión pública.
Un partido que prima el individualismo frente al colectivismo, lo privado frente a lo público, la competitividad frente a la solidaridad, emerge como estandarte de la solidaridad y el altruismo.
De las mujeres, claro. Un partido que no puede presumir de feminista en su ideología, qué curioso.
¿Qué vamos a hacer, si libremente escogen alquilar sus vientres? La presión familiar, sentirse culpable por poder parir sus propios hijos e hijas, anteponer siempre los deseos ajenos a los propios, la feminización de la pobreza, no tienen nada que ver con la “libre decisión” de ser madre gestante.
Obviando que hemos sido socializadas en la culpa y la pena, en gustar y servir, obviando que son las circunstancias las que muchas veces deciden por nosotras (yo soy yo y mis circunstancias), utilizan la premisa más neoliberal para convencer de que las únicas responsables de que se puedan legalizar los vientres de alquiler son las mujeres potencialmente gestantes.
Son ellas, según Ciudadanos, las que deciden gestar para otras personas; que lo hagan movidas por cuestiones morales o sentimentales o económicas da igual, ellas dicen querer hacerlo.
¿Qué vamos a hacer, si libremente escogen alquilar sus vientres?
La presión familiar, sentirse culpable por poder parir sus propios hijos e hijas, anteponer siempre los deseos ajenos a los propios, la feminización de la pobreza, no tienen nada que ver con la “libre decisión” de ser madre gestante.
De nuevo, la responsabilidad de decidir ser madre gestante y de querer hacerlo bajo una falsa libertad es de la mujer, del individuo.
El discurso torticero no queda ahí. Sostienen que la madre gestante no es madre, que no alquila su útero, sino su capacidad reproductiva.
Quieren que la relación de la madre con el bebé sea la mínima y un poco menos.
Nos deshumanizan de nuevo: no sentimos, no padecemos, no somos más que portadoras de un ser humano que no es nuestro. Nos despojan de todo sentimiento humano excepto uno, la generosidad.
Como dice Federici, “quieren conquistar el cuerpo de la mujer porque el capitalismo depende de él”.
El útero, en el capitalismo, es una fábrica de trabajadores; con la llegada del neoliberalismo, se convierte además en fábrica de “bebés con pedigrí”, porque no quieren un ser humano de segunda mano, no quieren adoptar, no anhelan dar amor a quien carece de él, a un hijo o una hija que ya está en el mundo.
Quieren perpetuar sus genes y reconocerse en ellos y ellas.
Nos deshumanizan de nuevo: no sentimos, no padecemos, no somos más que portadoras de un ser humano que no es nuestro. Nos despojan de todo sentimiento humano excepto uno, la generosidad.
Citando de nuevo a Federici: “El capitalismo se apropió del trabajo no pagado, se construyó sobre la degradación del trabajo de reproducción y del cuidado. Pero no es un trabajo marginal sino el más importante, porque produce sobre todo la capacidad de la gente de poder trabajar”.
Desde aquí me dirijo a todas esas mujeres presionadas por una causa u otra. No debéis nada a nadie, no nacéis para ser utilizadas como medios por otras personas. No tenéis porque ser generosas según esos dictados.
¿Vamos a dejar que el neoliberalismo convierta nuestros cuerpos en herramientas para satisfacer deseos de quien tenga poder sobre nosotras?
Definitivamente, no.
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